¿Por qué casi nadie ha ido a ver "Sin límites (Little Ashes)"?
He de reconocer que me daba pereza, pero al mismo tiempo sentía curiosidad por ver en qué había quedado aquel proyecto lejano de coproducción hispano-británica sobre la historia de amor tormentosa y no plenamente vivida entre el poeta Federico García Lorca y el pintor Salvador Galí en el marco incomparable de la Residencia de Estudiantes y con el cineasta Luis Buñuel de testigo directo
Los ingredientes no podían ser más intrigantes.
Además, y menudo además: el niñato de moda, el protagonista de Crepúsculo (Twilight), el vampiro Edward Cullen en versión celuloide, Robert Pattinson, daría vida al señor de los bigotitos erectos.
Y, así, un mes después de su estreno, me sumergí temerosa en la oscuridad de una pequeña sala madrileña -semivacía- de v.o. con ansías por resolver el enigma.
Ví una película de ésas primorosamente ambientadas, un poco al estilo Amar en tiempos revueltos, con un casting que mezcla actores patrios con ingleses y una historia de amor no correspondido, tortuoso y traumático, en la onda Brokeback Mountain pero en la España prebélica.
Pues, efectivamente, vemos que unos estudiantes, como los de Another Country o Maurice en versión ibérica, se forman como artistas, se corren juergas y empiezan a coquetear con chicas... menos Lorca y Dalí que comienzan -a solas y a escondidas- a acercarse, a tocarse tímidamente, a bañarse desnudos y... a besarse.
Y aunque Lorca desea hacérselo plenamente con su amiguito catalán, a éste le tortura la idea de tener relaciones homosexuales.
Como mucho, llega a observar cómo el granadino se lo hace con una amiga común y, excitado, se masturba en un rincón.
El resto del film muestra la consecuente separación de los muchachos, la entrada de Gala en la vida de Salvador y la trágica muerte de Federico, que deja a todos -especialmente a Dalí- sumidos en la tristeza, la rabia y la desesperación.
Lo que me sigue sorprendiendo es que esta película, apenas ha hecho taquilla, teniendo el gancho de Pattinson para atraer a jovenzuelas a las salas de cine.
Los productores, que contrataron al actor inglés antes del estreno de la saga vampírica, debieron brindar con Moet Chandon cuando el muchacho se convirtió en un idolo teen, pero, en contra de todo pronóstico, parece que las chiquillas sólo quieren ver a su ídolo greñudo y pálido haciendo papeles "normales".
Una lástima, porque la película no es de lo peor de la cartelera y desde su guión apela a vivir "sin límites" de ningún tipo: ni artísticos, ni estilísticos, ni políticos, ni estéticos, ni sexuales...
¿Se darán cuenta los productores, alguna vez, que no siempre un nombre de moda garantiza el éxito de una película?
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