Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y su casa editorial.
Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.
Sólo había soñado con esto
¿Cómo se siente en mis brazos?
¿Lo quieres?, ¿lo necesitas?, ¿lo puedes sentir?, dime
Tengo el presentimiento que esto es algo fuerte
Todo lo que quiero es seguir adelante
Sin preguntarme más adónde pertenezco
Así que nunca te vayas
Porque tú y yo somos un placer culpable
Nadie más lo ha sabido jamás
Parece que es ahora o nunca
No quiero estar sola
– Debemos regresar al desfile – dije en voz baja.
– ¿Siempre eres así de responsable? – replicó en tono serio.
– Incluso más.
– Escapémonos, te aseguro que nadie se dará cuenta.
– Ni pensarlo, es la gran noche de tu hermana.
– Podrá perdonarme.
– ¿Siempre eres así de terco?
– Incluso más.
– En serio debemos regresar, para mi es trabajo y mi jefe está aquí – insistí poniendo mis manos en su pecho obligándolo a separarse, aunque sentí un hueco enorme cuando finalmente salió de mí.
– Está bien, tú ganas esta vez – dijo entregándome mi ropa interior.
Nos arreglamos las ropas en silencio y le dije que yo saldría primero, no estuvo muy de acuerdo, pero aceptó, no entendía porque era tan descarado. Abrí la puerta y me asomé sigilosamente, me dispuse a salir de ahí y Edward me dio una cariñosa nalgada que me hizo sonrojar, no quise voltear a verlo porque seguro aceptaría escaparme con él y tenía que recordar que estaba en horas de trabajo. Me fui directo al baño a retocarme el maquillaje y ponerme perfume, una amplia sonrisa había en mis labios, él había dicho mi nombre y yo el suyo, no más reglas y eso me entusiasmo sobre manera, aunque en realidad no sabía que pasaría de ahora en adelante.
Llegué al salón y ocupé mi lugar, pocos minutos después llegó Edward muy sonriente y se sentó al lado de Jennifer, ella se recargó en su hombro, eso no me agradó mucho, esos dos tenían algo, era demasiada la confianza que se tenían y el acercamiento, además llegó con ella a un evento familiar, uno no lleva a cualquier persona a convivir con la familia, ahí entendí que no debía emocionarme más de la cuenta y si seguíamos teniendo algo él y yo, sería oculto, sin que nadie lo supiera.
El desfile terminó y Alice nos agradeció a Audrey y a mí, nos pusimos de pie y todos nos brindaron un fuerte aplauso, Edward hasta se puso de pie muy entusiasmado. Scott estaba sumamente orgulloso aplaudiendo también. Empezó la fiesta y todo mundo se dirigió a la mesa de los bocadillos.
– ¿Dónde estabas Bella? – preguntó inquisidoramente Audrey.
– Fui a ver a las modelos.
– Que raro, yo fui allá y no te vi.
– Es que también fui al baño.
– Ah, ok – respondió no muy convencida.
Moví la cabeza negativamente cuando la vi ir a saludar a un chico que la miraba, yo me acerqué a la mesa y busqué algún bocadillo que no estuviera mezclado, pero como no encontré ninguno tomé un pedazo de queso y le di una pequeña mordida.
– Uf, no hagas eso en mi presencia… me trae muy gratos recuerdos – dijo Edward detrás de mí y casi me atraganto, tomé una copa y bebí.
– Quieres provocarme un infarto, ¿verdad? – exclamé volteándome para encararlo.
– Tú también a mí, no tienes idea de lo sensual que te ves comiendo.
– Estás loco – dije mirando hacia el techo.
– Puede ser, pero, ¿a poco no te fascina? – exclamó guiñándome un ojo.
– Pero, ¿ustedes se conocen? – dijo de pronto Alice parándose frente a nosotros y no supe que decirle, entré en pánico al pensar que hubiera escuchado el comentario de Edward, pero pensé que no tendría esa sonrisa en el rostro.
– Sí, estuvimos juntos un semestre en la universidad – respondió él muy seguro.
– Yo siempre he dicho que el mundo es un pañuelo, jamás me imaginé que fueras amiga de Edward, no te ofendas hermanito, pero tienes unas amistades – dijo dándole palmaditas en el hombro – no lo digo por Jennifer, ella es aparte, pero te he conocido cada “amiguita” – agregó mirando hacia arriba.
– Bueno, en realidad no somos amigos, no nos habíamos visto desde ese entonces – dije siguiéndole el juego.
– Pero las amistades se pueden retomar, ¿verdad hermanita? – dijo abrazándola cariñosamente – además aquí entre nos Alice, si no fuera porque le ayude en matemáticas Bella aún no se graduaría.
– ¿No me digas que ella era la que te regalaba esos deliciosos chocolates?
– La misma – respondió muy seguro dándome una mirada de complicidad.
– Sí, es que mi mamá trabajaba ahí y siempre llevaba, pero como a mí no me gustan, prefería dárselos a él en pago a sus clases, en lugar de…
– Te dije desde un principio que jamás aceptaba dinero de las mujeres, ni siquiera pensaba cobrarte, tú insistas en regalármelos – interrumpió mirándome seriamente.
– Ay sí Edward, como si desconociera la forma en que te cobrabas, fui a la misma preparatoria que tú, ¿recuerdas?, creo que aún sigue ahí tu fama, por eso ella me caía bien, porque nunca sucumbió ante tus encantos.
– Más bien dirás que te encantaban los chocolates.
– También, pero eso es aparte, definitivo, Bella, tienes que ir a mi boda, no voy a permitir que este hermano mío vaya con nadie más que no seas tú.
Yo me quede paralizada y abrí los ojos como platos, no podía expresar palabra alguna, una cosa era seguirle el juego de que nos conocíamos desde antes, con tal de ocultar la verdad que su familia ignoraba y otra muy diferente era llevar la farsa hasta esos extremos, yo no podía ir a esa boda y no creía que él tampoco lo quisiera, lo más probable es que ya hubiera invitado a alguien para acompañarlo.
– Genial idea hermanita, como me tienes sentenciado, no he invitado a nadie.
– Es que es la boda de tu única hermana y no quiero un escándalo como en la de Emmett – puso su mano en mi brazo – no sabes Bella la vergüenza que nos hizo pasar la tipa con la que fue a la boda de mi hermano mayor, se puso a bailar cual bailarina exótica a mitad de la fiesta y a quitarse la ropa, obvio los hombres estaban encantados, pero los papás de Rosalie, o sea, mi cuñada, casi piden la anulación del matrimonio ahí mismo, mi papá tuvo que hablar con ellos y tranquilizarlos, claro, después de que sacaron a la susodicha, que por cierto, estaba pasadita de copas.
– Que exagerada eres Alice, no fue para tanto.
– ¿Ah, no?, ¿quieres que ahorita vaya por Emmett y Rosalie para que se lo confirmen?
– No es necesario hermanita, ese no es el punto.
– Así que comprenderás, Bella, que obvio no voy a dejar que vaya a la mía con cualquiera, es mucho mejor que asista con una vieja amiga, además tú eres una chica linda, responsable y muy decente.
Yo seguía sin poder hablar, si Alice supiera cómo había conocido en realidad a su hermano y lo que acabábamos de hacer hace un par de horas, no me tendría en tan buen concepto y mucho menos me invitaría a su boda, quizá debía decirle la verdad para que se le quitara esa idea de la cabeza. Y lo peor es que Edward me miraba divertido y con una sonrisa triunfante, en definitiva ese hombre disfrutaba con mi sufrimiento, yo le di otro sorbo a mi copa antes de hablar.
– Gracias Alice, pero…
– Ningún pero, no voy a aceptar una negativa de tu parte, la boda es en dos meses y ahí te quiero ver, por cierto, no veo a mi novio, iré a buscarlo – dio dos pasos y se volteó a verme – no excusas Bella – agregó y me guiñó un ojo.
– Es una lástima que no te guste el chocolate, se me había ocurrido una idea genial – dijo pícaramente y después tomó un bocadillo.
– Pero, ¿cómo puedes decirme eso después de lo que acaba de decirme tu hermana? – pregunté angustiada, ¿que acaso él no podía pensar en otra cosa que no fuera sexo?
– No hay nada que decir al respecto – se llevó el bocadillo completo a la boca.
– ¿Perdón?, tu hermana cree que nos conocemos de años, que soy casi un modelo a seguir y encima parece estar empeñada en que vaya a su boda con–ti–go.
– Así es Alice, cuando se le mete una idea en la cabeza, no hay poder humano que se la quite, pero yo no le veo mayor problema a lo que te dice, mejor que siga pensando que eres un modelo a seguir, y en cuanto a la boda, vamos y ya.
– ¿Y lo dices tan tranquilo?, se te olvida un pequeño detalle, yo tengo novio.
– Eso no es problema, tu novio seguramente tendrá un negocio que cerrar ese fin de semana – aseguró irónico y serio, con una expresión en el rostro que no le había visto.
– ¿Y Jennifer?
– Que no es mi novia – exclamó molesto y tomó una copa que se bebió de un trago.
– No, por supuesto que no – dije sarcástica.
– Piensa lo que quieras.
– Perfecto, entonces ve con ella a la boda porque yo no iré de ningún modo – aseguré.
– ¿Estás celosa? – preguntó mirándome a los ojos.
– Tú no tienes vergüenza de verdad – exclamé exasperada.
– Eso no responde mi pregunta.
– Estoy tan celosa de Jennifer como tú lo estás de Jacob, ¿satisfecho? – respondí irónica.
– ¿Alguien dijo mi nombre? – exclamó ella acercándose a él y tomándolo del brazo, lo bueno es que no era su novia, no sé que le haría si en realidad lo fuera.
– Con permiso, tengo que checar cosas en la cocina – dije y me alejé.
– ¿Qué le pasa? – escuché que Jennifer le preguntó.
– Nada mi niña, seguro está estresada por todo el evento.
Entré a la cocina y me dieron ganas de aventar los sartenes, es que no había conocido hombre más cínico en toda mi vida, mira que negar y engañar a la novia en el mismo lugar donde ella se encontraba. Me llevé una mano a la frente, es que yo no podía ser más idiota, ¿qué me daba ese hombre que me hacía perder la cordura?, bueno, sí lo sabía, el mejor sexo que había tenido jamás, pero no podía dejarme llevar por eso, debía encontrar la forma de recobrar la sensatez.
Era lunes por la noche y yo seguía en la oficina, como iba a tomar un par de días libres porque finalmente Jacob y yo nos iríamos de vacaciones, tenía que dejar todo listo en la oficina. Estaba concentrada respondiendo unos mails cuando escuché que tocaron mi puerta, giré la cabeza y casi me da un paro cardíaco cuando vi que era Edward.
– ¿Tú?, ¿qué haces aquí? – pregunté más que sorprendida.
– Buenas noches, yo muy bien, aunque no tanto como tú – exclamó con una gran sonrisa entrando y se quedó de pie del otro lado del escritorio.
– Buenas noches Edward, ¿cómo estas?
– Que diferencia, primero los saludos y luego lo que quieras.
– Ahora sí me puedes decir a que debo el honor de tu visita.
– Alice me pidió que te entregara esto – respondió entregándome un sobre blanco en el que estaba escrito mi nombre con una hermosa letra – le has caído de maravilla ya que ha sido muy selectiva con los invitados no sé que le hiciste, pero te quiere ahí.
– Edward, pero yo… ¿tú quieres que yo vaya?
– Sería divertido, va a ser en Miami, imagínate, el mar, la playa, el sol, la arena, tú y yo desnudos al anochecer – respondió mientras caminaba y se paraba junto a mí, recargado en el escritorio, yo hice un poco la silla para atrás, nerviosa – además, Alice no te perdonaría tu ausencia y sabe dónde encontrarte y no querrás conocerla enfadada, hasta asusta a Emmett, así que imagínate.
– Trataré, pero la verdad no te lo aseguro.
Me dio una de esas sonrisas arrebatadoras que elevaba mi pulso a mil y entonces recordé lo que había fantaseado con él en varias ocasiones, mi corazón se aceleró ante semejante idea, no imaginé que pudiera cumplirla, lo bueno es que pasaban de las ocho y no había nadie más en la oficina, salvo los vigilantes pero se encontraban en la planta baja, así que decidí arriesgarme.
– Necesito ir a la oficina de mi jefe por unos papeles – dije para despistarlo, quería tomarlo por sorpresa.
– Está bien, te espero.
Le di una pequeña sonrisa y salí, entré a la oficina de Audrey y le agradecí su vanidad como nunca antes. Me miré en el espejo que tenía pegado detrás de la puerta y arreglé un poco mi cabello, no sé para que con lo que tenía planeado hacer. Caminé de puntas a mi oficina y lo vi sentado sosteniendo y mirando una foto mía con Jacob, se me había olvidado que la tenía ahí. Cerré despacio la puerta de la oficina y le puse el seguro, caminé tratando de no hacer ruido y cuando estuve a su lado, le quite el portarretratos de la mano y lo puse con la foto hacia abajo sobre el escritorio.
Me miró y entonces yo me senté encima de él, con mis piernas a sus costados, me sonrió sensualmente, adoraba esas sonrisas, puse mis manos sobre el respaldo de la silla y lo besé apasionadamente, él me abrazó y comenzó a acariciar mi espalda, devorando mi lengua, yo comencé a desabrochar su camisa sin dejar de besarlo y él me sacaba la blusa de la falda, cuando lo logró, acarició la piel de mi espalda y sentí que movía sus dedos para desabrochar mi blusa, pero lo frené.
Me hice un poco hacia atrás y la desbroché yo lentamente, él me miraba fascinado, con la sonrisa retorcida, me abrí la blusa y desabroché el sostén, de casualidad me había puesto uno que se abrochaba por enfrente, cuando destapé mis senos él comenzó a besarlos, pasando su lengua por mis pezones, yo emití un suave jadeo y eché mi cabeza hacia atrás por las sensaciones que me provocaban sus labios.
Subió mi falda y comenzó a retirar mi ropa interior, me puse de pie para quitármela por completo y él saco un condón de la bolsa del pantalón, me sorprendía tanto que siempre llevara uno consigo, no quise pensar en eso, sólo disfrutar del momento. Le quite el condón de la mano, le desabroché el pantalón y me hinqué, me llevé su erección a la boca y él emitió un gruñido delicioso, así que seguí absorbiéndoselo con delicadeza, su cabeza la tenía hacia atrás y se lamía los labios gimiendo con sus dedos enterrados en mis cabellos.
Cuando ya no aguanté más, le coloqué el condón y me monté en él emitiendo un gemido cuando lo sentí dentro de mí, él levanto la cara, me tomó por nalgas y me ayudo a subir y bajar mientras nos besábamos frenéticamente, yo tenía los ojos cerrados, concentrada únicamente en las maravillosas sensaciones que me hacía sentir, me fascinaba la forma en que se movía en mi interior. Nos separamos para respirar, pero nuestros labios seguían juntos, jadeando, inundando nuestras bocas con el tibio aliento que emanábamos. Le sujeté las manos y las enlacé con las mías colocándolas en los costados de su cabeza.
– Me fascina cuando tomas el control – susurró con la voz entre cortada.
– Te haré mi esclavo, entonces – dije mientras me movía en círculos.
– Hazme lo que quieras… pero, no me dejes.
Le sonreí y seguí moviéndome, no quería engancharme en sus palabras, no cuando estábamos teniendo sexo, en ese estado se dicen muchas cosas, pero no tienen el mismo valor a cuando se dicen con los cinco sentidos bien puestos. Apreté más sus manos cuando sentí que juntos llegábamos al orgasmo y recargué la cabeza en el respaldo de la silla, él se soltó y me abrazó fuertemente.
– De verdad eres maravillosa – susurró en mi oído y una sonrisa apareció en mi rostro.
Fragmento de la canción: In my arms.
Intérprete: Kylie Minogue.
Traducción: Anne Hilldweller.
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