EL CUERPO DEL DELITO (+18)

Autor: Indi
Género: Misterio
Fecha Creación: 20/08/2013
Fecha Actualización: 09/11/2013
Finalizado: NO
Votos: 3
Comentarios: 1
Visitas: 7038
Capítulos: 10

Riley Biers, un joven atleta, es acuswado del asesinato de su antigua novia, la hermosa Tanya Denalí. Las pruebas son abrumadoras, pero falta lo más importante: el cuerpo de la víctima. Para el defensor Edward Cullen, un caso de asesinato sin "cuerpo del delito" es una golosina que no puede dejar escapar aunque le cueste su puesto en el bufete donde trabaja.La búsqueda de la hermosa joven desaparecida lleva a Edward y a su ayudante de viaje a un viaje mortalmente peligroso por el sur de california y las Vegas. Ademas Edward se ve envuelto en una relacion tortuosa con Bella Swan, abogado también y una de las mejores amigas de Tanya. Edward acaba descubriendo "algo" que amenaza con hundir su caso y su vida.... Esta historia es una adaptacion del libro de Michael C. Eberhardt del mismo nombre, como asi los personajes pertenecen a Stefani Meyer y al autor de la historia,  yo solo la adapte ........ espero les guste.      Indi

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Capítulo 10: CAPITULO 7

CAPITULO 7

La deslumbrante luz del desierto se relejaba en los cristales de barro del Bronco al ralentí. Los débiles limpiaparabrisas habían arado una media luna de visibilidad en el cristal a través del cual escrutaba Seth Clearwater. Alargo el brazo y cogió un bolígrafo del bolsillo de la camisa de Black.

- Bien, ya estamos en el precioso centro de Victorville. ¿Adónde vamos?- le pregunto mientras apuntaba la gasolina que habían gastado en una tarjeta de ruta azul.

Seth era un joven policía que se había graduado en criminología en Michigan. Llevaba cuatro años en el cuerpo y ya actuaba de agente investigador. Dentro de otros cinco años, al ritmo que iba, seguramente sería candidato al cargo de sheriff y Black seria su subordinado. Encarnaba todo lo que a Black le daba repelús: guapo y bien hablado; pero a pesar de su prejuicios, a Black le gustaba Seth. Era listo, entregado y manejaba la pistola con precisión envidiable.

- El departamento de policía de Victorville dice que dos críos en bici vieron a un perro comiéndose un brazo detrás del centro comercial- dijo Jacob.

Seth hizo una mueca al pensar en un perro callejero desgarrando la carne de una muerta. Aun después de cuatro años de horrores casi diarios, los detalles siniestros le inquietaban. No acababa de entender como Black era capaz de devorar tranquilamente sentado donuts con café mientras examinaba fotos de mujeres ensangrentadas o de hombres con heridas de bala en la espalda grandes como tomates pisoteados.

Black volvió a mirar la página de la guía que sujetaba con el dedo en la que figuraban Victorville y alrededores.

- toma por la 395 hacia Navajo- dijo

Seth dio la vuelta en el boulevar Palmdale rumbo a la 395 y recorrió unos cuantos kilómetros hasta que Jacob levanto la mano.

- Es por aquí- dijo Jacob-. Tiene que haber un letrero que dice “Gómez”.

- ¿Damos la vuelta?

- No, sigue hasta la primera yuca y entonces das la vuelta.

- Ah- replico Seth, que no distinguía una yuca de un rastrojo.

- Para; es aquí- dijo Jacob.

- ¿Cómo que es aquí?- dijo Seth inclinándose hacia Jacob para tratar de ver lo que él veía.

Los rodeaba el desierto por doquier como maleza cerúlea de un palmo de alto, algunos grupos de cactus de peligroso aspecto y arena para todas las partes hasta infinito. El se había criado en Detroit y estaba acostumbrado a verse en un civilizado hábitat humano: edificios, indicadores de calles y gente.

- Saca el coche de la carretera, universitario- dijo Jacob-. Todo lo que hay en el Mojave son tres o cuatro docenas de cosas que pueden matarte.

Avanzaron con el Bronco, dando tumbos y sorteando montículos por aquella rudimentaria carretera hecha por alguna “rata” del desierto que acudía con su coche al lugar lo bastante a menudo para aplastar la arena y los hierbajos. Las “ratas” del desierto eran los nómadas de aquellas soledades; se hacían con una vieja caravana y vivían en pleno desierto.

- ¿Quien será el maniaco que vivía en semejante paraje?- inquirió Seth.

- Quien no se lleve bien con sus semejantes- contesto Jacob. Asomando por la ventanilla, atento a hoyos o piedras que pudieran partir el eje del Bronco.

Al cabo de unos cien metros, la pista desembocaba en un claro. Dos policías del condado de San Bernandino estaban ante un coche remolque con un hombre en mono de trabajo, astroso y tan maloliente que Jacob noto la peste desde el Bronco. Tenía una botella de Thunderbird de la que bebía a la par que hablaba con los policías.

- Son Jacob Black y este es mi compañero Seth Clearwater. ¿que hay?- dijo sin aguardar a que ellos se presentasen.

- Poca cosa- dijo uno de los policías, un mexicano barrigudo-. El perro de este apareció con un brazo de mujer.

- ¿Habéis localizado el resto del cadáver?

- No- contesto el mexicano haciendo un gesto hacia el desierto-. Esto es muy grande.

- ¿Y el dueño del perro?- pregunto Jacob-. ¿Sabe el algo?

El mexicano sacudió la cabeza.

- Su perro es más listo que el.

- Qué bien. ¿Como se llama?- pregunto Jacob.

- Darril Higgins.

- Bien. Nosotros nos encargaremos- añadió Jacob invitándoles con un gesto a desentenderse.

El mexicano miro a su compañero, un alcohólico delgado de rostro rubicundo, y él le hizo un guiño. El comandante les había ordenado “escoltar” a un detective del condado de Orange en un rastreo en la zona del barranco de Simón, y un rastreo de esa naturaleza solía llevar toda la tarde, lo que significaba que podían tomarse tres horas para comer y beberse unas cervezas sin que nadie dijera nada.

- En sus manos lo dejamos, sargento- dijo-. Que se diviertan.

Y los dos, sonrientes, montaron en el coche y se alejaron por el tosco camino, levantando una nube de polvo.

- Tengo entendido que el perro estaba comiéndose un brazo humano cuando llegaron los policías- dijo Jacob señalando una bolsa que los policías habían entregado a Seth.

- Yo lo único que sé es que al perro le gusta merodear por ahí. Hay restos…

- ¿Restos? Pregunto Jacob.

- Si, de coches. Y esta todo lleno de ratas- añadió el hombre señalando hacia un lugar.

- ¿Ratas?- inquirió Seth.

- Oh, sí. Como gatos. Seguramente por eso a los perros les gusta cazarlas.

- Vale. ¿Dónde dice que están esos restos?- pregunto Jacob.

- Ahí, en ese montículo de fuera del claro- comento el hombre acercándose mucho a Jacob y señalando un lugar que no se diferenciaba del resto. Su fétido aliento azoto a Jacob, quien contuvo la respiración hasta hallarse tres metros lejos.

- Lo comprobaremos- dijo-. ¿tienes la palas?- pregunto a Seth.

- Si- contesto este dándole una.

Jacob se la echo al hombro y comenzó a caminar entre la broza seguido de Seth, que miraba al suelo y avanzaba con la pala sujetándola como una lanza.

Estuvieron dando vueltas, tropezando en los relieves de arena levantados por el viento y apartando los matojos de las plantas. Al cabo de unos cien metros vieron un coche abandonado en medio de la arena; unos metros más allá había otros tres o cuatro. Superaron el siguiente montículo y, de pronto, se vieron en el medio de unos montones informes.

El perro les había seguido e inmediatamente se puso a olisquear uno de los coches. Jacob y Seth excavaron un poco, pero cuando el perro se alejo lo siguieron. El animal se detuvo en una depresión del terreno y comenzó a escarbar junto a una piedra. Jacob y Seth lo espantaron y comenzaron a cavar allí.

Y así estuvieron varias horas. Finalmente, abandonaron y regresaron al remolque de Darryl. Y allí está el perro, sentado a la sombra de la bombona de butano mordisqueando otro trozo de la muerta.

- ¡Dios mío!- exclamo Jacob acercándosele y arrebatándole el trozo de carne a costa de fuertes gruñidos.

- Ah, están aquí- dijo Darryl saliendo del remolque-. Ha vuelto el perro, pero esta vez he visto de donde venia- añadió acercándose de nuevo a Jacob y haciéndole contener la respiración-. ¿Ven ese montículo?

Señalo a un punto y los dos policías se dirigieron hacia una elevación en el horizonte.

Ya casi se había ocultado el sol y las nubes sobre las montañas parecían de fuego. Jacob sabía que habían de darse prisa, pues en cuanto cayera el sol detrás del monte Baldy se haría de noche en cuestión de minutos. Así sucedía en el desierto; ponerse el sol y hacerse noche cerrada era todo uno.

Seth resbalo en los detritus y cayó a cuatro patas.

- Vamos, universitario- grito Jacob-, no te pares.

Al llegar a lo alto del montículo, Seth se dio la vuelta.

- Mira, desde aquí se ve el remolque- dijo protegiéndose los ojos del sol-. Debe de ser este.

Y se puso a tantear el terreno con la pala; luego, piso una piedra y su bota desplazo un poco de tierra, descubriendo un resto de algo azul.

- Mira- dijo-, un resto de vestido. Tiene que ser ella.

Jacob se agacho u comenzó a apartar la tierra que cubría un gran trozo de tela azul. En seguida noto la carne correosa e inmediatamente apareció un mechón de pelo. Tiro despacio y, del suelo, salió un rostro de mujer que los miraba con ojos vacios.

- ¡una mujer!- dijo Jacob en tono triunfante.

- Si- asintió Seth con voz ahogada.

- Mira, falta el brazo derecho. Debe de ser el que devoraba el perro.

Jacob examino el cadáver.

- Muerta aproximadamente en la fecha del crimen. La misma edad, el mismo color y en el sitio indicado. Tiene que ser ella.

Se incorporo y lanzo un profundo suspiro. El olor a carne putrefacta era abrumador.

- Fíjate, sargento- dijo Seth mirando a Jacob, que tenía en la mano un mechón de cabello. Sobre una colina refulgían los últimos rayos del sol-. Fíjate lo que le hizo.

- Si- dijo Jacob distraídamente.

- ¿Qué pensara su padre?

- El padre ha muerto- replico Jacob. Era una de las primera cosas que comentaban todos al hablar de la muerta.

- Era preciosa- añadió Seth, que había visto unas fotos publicitaria de la chica en bikini-, y ahora es un montón de carne podrida que escarban los perros basureros.

Estaba apoyado en la pala con las dos manos.

- No es conveniente hacerse esa clase de reflexiones, Seth- dijo Jacob sin alzar la vista y sin dejar de apartar tierra-. Trae la cámara fotográfica.

Seth echo a correr montículo abajo hacia el Bronco, respirando hondo. Le costaría unos cuantos enérgicos baños turcos quitarse aquella peste. Metió la mano que la ventanilla del coche, cogió la Polaroid del asiento y volvió corriendo hacia el montículo. Al llegar al sitio tendió la cámara a Jacob, quien conecto el flash y tomo varias instantáneas del enterramiento tal como lo habían encontrado para después quitar la tela con el asesino la había envuelto y hacer unas cuantas fotos del cadáver.

- El pelo parece castaño- dijo Seth-. Y Tanya Denali era rubia, ¿no?

- Se le habrá oscurecido al estar enterrada así- replico Jacob flemático, sin dejar de hacer fotos-. Claro que es ella. Me apostaría cualquier cosa.

Hizo una última foto y musito:

- Si, es ella.

Y pensó en la cara que pondría Cullen cuando la identificasen y supiera que su defendido esta en el punto de mira de homicidio en primer grado. -

 

 

Capítulo 9: AVISO

 


 


 
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