NO ME OLVIDES

Autor: Monche_T
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 26/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 5
Comentarios: 28
Visitas: 15053
Capítulos: 10

"FINALIZADO"

 

¿Cómo se le dice adiós a alguien que se ama?

Cuando me sorprendieron robando, creí que el mundo se derrumbaba. Fue una estúpida travesura, pero eso no fue lo peor: la jueza me impuso una pena de trescientas horas de servicio comunitarios. ¡Toda una eternidad! Claro que nunca hubiera creído que me encantaría trabajar en un centro asistencial, y que alguien como Edward se cruzaría en mi camino.
Desde que lo conozco, me siento otra persona. Tenemos tantas cosas en común, y se nos acaba el tiempo... ¡Ahora querría que esas trescientas horas fueran eternas!

¿cuando fue la ultima vez que viste el atardecer?, ¿alguna vez haz visto las luces de neon entre la lluvia?, ¿te haz dormido escuchando el canto de las aves nocturnas? ¿cuando fue la ultima vez que te haz detenido a pensar que la vida se vive solo un instante?

 

 

Mi otro Fic http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3520

 

LA HISTORIA NO ES MIA ES UNA ADAPTACION DEL LIBRO "NO ME OLVIDES" de CHERYL LANHAM, Y LOS PERSONAJES SON LOS DE CREPUSCULO

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Capítulo 10: EL CANTO DE LAS AVES NOCTURNAS..

HOLA CHICAS ¿COMO ESTAN? ESTOY MUY TRISTE PORQUE LA HISTORIA TERMINA AQUI, HOY ES EL ULTIMO CAPITULO ESPERO LES GUSTE YA SE QUE TODAS LLORAMOS CON LA MUERTE DE EDWARD PERO ASI LAS COSAS TENIAN QUE SER. :(

 

LE DEDICO ESTE CAPITULO ESPECIALMENTE A

"KDEKRIZIA, ERI18, ALEJANDRA"

"GRACIAS CHICAS POR AVERME ACOMPAÑADO DURANTE ESTOS DIAS EN ESTA MARAVILLOSA HISTORIA

 

 

 

7 de enero

Querido Diario:

Hace mucho que no escribo. No ha ocurrido mucho digno de contarse. La gente dice que la vida continúa. Pero a veces me parece que son sólo frases hechas. Pude sobrellevar el día de Acción de Gracias y de Navidad bastante bien, aunque fue muy duro. Me la pasé pensando que a Edward le habría encantado el pavo que preparó mi mamá o que yo le habría regalado alguna colección de Asimov. Y luego recordé que estaba muerto. Sigo trabajando en el Hogar. Me dieron unas semanas de licencia después de su fallecimiento. De todas maneras, considerando que tendré que compensar esas horas perdidas, mis servicios comunitarios están por terminar. No estoy segura si seguir allí como voluntaria. Demonios, por supuesto que debo ser franca: ese sitio guarda recuerdos muy difíciles para mí. Ni siquiera puedo entrar en el cuarto de Edward. Ahora lo ocupa una señora muy amable, que sin duda debe de creer que la evito. No es ella. Lo que trato de eludir son los recuerdos, aquellos momentos que solíamos pasar sentados en la cama, hablando de libros y discutiendo quién escribía CF1 clásica y quién no.

Jacob y yo seguimos juntos, aunque no sé cuánto va a durar. Anoche tuvimos una pelea muy fuerte y todo fue por mi culpa. No sé qué me pasa. Estoy enfurecida con el mundo entero.

Bella suspiró y dejo a un lado el bolígrafo. ¿Qué sentido tenía? Confesar sus penas no le servía de nada. Los últimos meses habían sido una pesadilla. No podía dejar de pensar en Edward. Creía que lo disimulaba bastante bien. Sus calificaciones eran buenas y sus padres — salvo alguna mirada curiosa y extraña, por parte de su madre — creían que se había resignado a la pérdida de su mejor amigo. Cada día actuaba mejor, pero la verdad era que la herida aún sangraba.

Se volvió y contempló el otro lado del cuarto. Contra la pared, prolijamente apiladas y envueltas en un grueso papel marrón, estaban las tres pinturas de Edward, media docena de cajas con libros y dos bolsas de plástico con ropa suya y efectos personales. Bella ni siquiera las había revisado. No podía. Le dolía demasiado. Uno de esos días haría algo con ellas, pero no en ese momento. Todavía faltaba.

— Bella — gritó su madre desde abajo —. Llegó Jacob y nosotros nos vamos. Regresaremos a las diez.

— Está bien, mamá. Que se diviertan.

Minutos después oyó los pasos de Jacob que subían por las escalera.

— Hola — la saludó.

Ella giró su silla y lo miró.

— Me sorprende que hayas venido.

Él se encogió de hombros y se sentó pesadamente a los pies de la cama.

— Teníamos una cita, ¿recuerdas?

— También tuvimos una pelea, ¿recuerdas?

Jacob se inclinó hacia adelante y apoyó los codos en sus rodillas.

— Sí, me acuerdo muy bien. Pero ¿y con eso qué? Muchas parejas discuten.

— Oh — comentó ella con sarcasmo —. De modo aún nos consideras una pareja.

Jacob suspiró y puso los ojos en blanco.

— Sí. ¿Por que? ¿Quieres que terminemos?

¿Eso quería? No lo sabía. De lo único que estaba segura era de que, desde que Edward había muerto, su mundo ya no tenía sentido. A veces creía que era una actriz que por accidente había entrado a escena en el teatro equivocado.

— No — murmuró —. No quiero perderte.

— ¿Entonces por que no tratamos de determinar y superar lo que nos molesta?

Bella entró en erupción, como un volcán.

— Lo único que nos molesta es que tú te portas como un idiota.

— Reconozco que mi humor de anoche no era de lo mejor — anunció, mientras la observaba con atención —. Pero tú iniciaste la pelea y fue a propósito. Y no es la primera vez. ¿Por qué? Si no quieres salir más conmigo, sólo tienes que decírmelo.

— Todavía no te has recibido de psicólogo, Jacob — le recordó —. Ya basta de creer que ves en mí una especie de cuadro patológico en mi conducta. Además, ya sabes qué siento por ti.

— ¿Sí? — Se recostó sobre la cama. — En Estos últimos tiempos, parece que todo lo que digo, hago o pienso te irrita demasiado. Anoche, lo único que hice fue sugerir que tal vez no debíamos pasar tanto tiempo solos. Y por tu reacción, parecía que te hubiera obligado a suicidarte.

— ¿Y cómo habrías reaccionado tú si yo te hubiera pedido que saliéramos con otros? — replicó ella.

— No fue eso lo que te sugerí, Bella — le aclaró. Jacob seguía mirándola de la misma manera.

— Quise decir que saliéramos los dos, en pareja, con otros amigos míos.

Bella sabía que se había equivocado y por eso cerró la boca. ¿Pero cómo haría para hacerle entender? ¿Cómo tratar de explicar algo a alguien que ni siquiera ella misma entendía? Era como si dentro de ella hubiera algo perverso y retorcido que la hacía decir y hacer cosas estúpidas. Pero no podía contenerse.

— De todas maneras, no te enfureciste por lo que te dije — Continuó él con seriedad —. Ya estabas enloquecida cuando pasé a buscarte.

— No es cierto.

— Oh, eres muy hábil, eso te lo reconozco. Has engañado a todos: la señora Drake, tus padres, tus profesores... Pero lo cierto es que todo eso es teatro.

— ¡Teatro! — rezongó ella —. No sé de qué me hablas y tú tampoco lo sabes. Así que deja ya de jugar al psicólogo de salón.

— Estas enojada, Bella — respondió él, sin abandonar su tono sereno —. Enojada de verdad y te descargas conmigo. Lo has estado haciendo desde que murió Edward.

Bella se puso de pie.

— Mentira. La muerte de Edward no tiene nada que ver con nosotros.

Jacob extendió la mano, le tomó el brazo y la obligó a sentarse en la cama junto a él.

— Por supuesto que sí — se opuso con firmeza —. Y la única razón por la que te dejé hacer es porque te comprendí. Yo actué de la misma manera cuando murió mi padre. Estaba furioso y necesitaba alguien en quien descargar mi ira; entonces, escogí a mi madre.

— Yo no estoy descargando nada contigo — gritó Bella.

Jacob la ignoró.

— Pero ya me estoy hartando de esto. Tú no te resignas a la muerte de Edward y yo estoy cansado de que me uses de felpudo.

— ¿Qué quieres decir?

Él se puso de pie.

— Quiero decir que me llames cuando creas que has descubierto con quién estás tan enojada. Entonces, tal vez, podamos seguir adelante. — Dio media vuelta y salió del cuarto.

Bella estaba tan atónita que ni siquiera reaccionó. Sólo se quedó mirando la entrada desierta de su habitación. Oyó el portazo de la puerta principal y, sin pensar, salió corriendo detrás de él.

— ¡Jacob, espera! — gritó mientras bajaba corriendo y salía de la casa —. Por favor, espera. Lo siento.

Pero el auto ya se había marchado y él no la oyó.

Bella pasó la mayor parte de la noche entre el llanto y la ira. En la escuela, casi no pudo concentrarse en todo el día. Cuando sonó el timbre de salida, tomó la decisión: sería ella quien diera el primer paso. Ya había perdido demasiado; no podía perder a Jacob también.

El viaje en autobús le pareció eterno, pero finalmente se encontró frente a la puerta del bar. Inspiró hondo, empujo las puertas y entró.

Jacob estaba parado en la barra, llenando de café las tazas de los clientes habituales. Alzó la vista y la vio aproximarse a él.

— Henry — gritó, mirando hacia el fondo —. Voy a tomarme un descanso. — Tenía la cafetera en la mano y, mirando a Bella, preguntó — ¿Quieres?

Ella asistió y siguió caminando hacia la parte de atrás del bar. Por lo menos. Jacob todavía estaba dispuesto hablar con ella. Ocupó un reservado, volvió a respirar hondo y esperó.

Jacob apoyó la taza sobre la mesa y se sentó frente a Bella.

— Bien — Comenzó —. Supongo que vienes por dos razones: para mandarme al infierno o para empezar a ser honesta conmigo. ¿De cual de las dos se trata?

— Siempre vas al grano, ¿No? — Levantó la pesada taza y bebió un sorbo. No por quisiera tomar café, en realidad, sino porque ello demoraría unos segundos más su obligación de enfrentarlo

— ¿De que trata? — repitió.

— He venido para empezar a ser honesta — con esto ella, miro la mesa—. No quiero que nos separemos.

Jacob suspiró aliviado.

— Bien. Significas mucho para mi, Bella. No quería echar a perder nuestra relación.

— ¿Qué quisiste decir ayer? — por fin tuvo el coraje de mirarlo. — ¿Con eso de que no me he resignado a la muerte de Edward?

— Exactamente eso — respondió, con una sonrisa tierna —. Parte de ti, todavía está furiosa por su muerte y no te permites reconocer esos sentimientos. Y te tienen atrapada.

— Así es como me siento — admitió —. Con ganas de agarrar a patadas a alguien o algo, sólo que no encuentro a nadie que se merezca ese trato. No tiene sentido tanto enojo. ¿Con quien tengo que irritarme? ¿Con Dios? ¿Con los médicos? ¿Con el destino? ¿Con el universo? ¿De que me serviría?

— la cuestión es determinar con quien estás enojada — insistió con discreción —. ¿Todavía no lo has descubierto?

Bella bajó la vista de nuevo. Las lágrimas acudieron a sus ojos y el corazón palpitaba con violencia contra su pecho. No quería admitirlo. No, quería decirlo en voz alta, pero, si no lo hacia, se ahogaría en su propio veneno.

— Si — murmuró —. Creo que sí. Estoy enojada con él.

— ¿Con quién? — Jacob no le daba tregua. — ¿Con quien estas enojada? Dilo, Bella. Sácalo de tu interior para que puedas seguir adelante con tu vida.

Apretó con fuerza los puños. Una nebulosa encarnada envolvió en un torbellino que giraba a la velocidad de la luz: lágrimas calientes bañaron su rostro.

— Con Edward. Oh, Dios. Estoy tan enojada con él que siento ganas de gritar. ¿Cómo pudo hacer eso? ¿Cómo pudo morir así? Ni siquiera lo intentó. — Se cubrió el rostro con las manos y lloró en silencio.

Jacob permaneció callado. Pero, después de unos minutos, Bella sintió su mano acariciarle suavemente la cabeza. Dejo que las lágrimas brotaran de sus ojos y, a medida que rodaban, sintió que parte del dolor, de la ira y de la angustia se disipaban.

— Vayamos al fondo — Sugirió Jacob. Se puso de pie y la llevó a una pequeña habitación auxiliar de la cocina. La atrajo hacia sí y la abrazó con todas sus fuerzas, para que siguiera llorando contra su pecho.

— Saca todo a la luz. Que no quede nada dentro de ti.

— ¿Por qué me siento así? — Preguntó — Edward no quería morir.

— Por supuesto que no — confirmó Jacob — nadie quiere morir a su edad. Pero también es natural que estés enojada con él. Yo me sentí como tú cuando murió mi padre. Estaba furioso porque nos había abandonado... Demonios, Bella, es absurdo lo sé. Pero eso no significa que los sentimientos no son reales. ¿Quién dijo que los seres humanos éramos seres racionales?

La muchacha se apartó de él y le sonrió.

— Yo no lo soy. Durante todos estos meses estuve tan furiosa con Edward que tenía ganas de gritar, aunque sabía que era un sentimiento estúpido. Edward era la última persona en este mundo que hubiera deseado morir. Amaba la vida.

Jacob la estudió un momento.

— ¿Te sientes mejor?

Le pareció extraño, pero se sentía mejor. Por primera vez en semanas, no tenía ese horrendo nudo que le oprimía el pecho.

— Sí, creo que sí.

Bella no supo si fue su charla con Jacob o simplemente el destino lo que la hizo tomar el periódico esa tarde. La señora Thomas, por supuesto juró y re juró que fue obra de Dios.

Estaba en la cocina preparando las bandejas con la cena. No bien terminó de envolver el último juego de cubiertos en la servilleta, se sirvió una taza de café tomó el periódico. Todavía le quedaban diez minutos para subir las bandejas y le pareció buena idea matar el tiempo leyendo.

Hojeó rápido el diario, hasta que la frase " concurso de arte" sobresalió entre las demás. Los latidos de su corazón se aceleraron mientras leía el breve artículo.

— Señora Thomas — Dijo, con voz cargada de entusiasmo — Mire esto. Habrá una exposición de arte auspiciada por el Departamento de Recreación. Es un concurso para celebrar el centenario de Landsdale.

— Qué bien — comentó la cocinera, mirando por encima del hombro de Bella _ Pintura, dibujos y cerámica... El primer premio será de mil dólares — leyó en voz alta. Asintió con la cabeza y agregó: — tendrías que inscribir una de las pinturas de Edward.

— Exactamente en eso estaba pensado.

Apenas llegó a su casa esa noche, subió volando a su cuarto. Tomó tres pinturas y arrancó de inmediato el papel marrón grueso que envolvía la primera. Se trataba de un cuadro que Edward había pintado justo antes de morir. Lo había llamado Mirlo y vista de ciudad.

La segunda era otro paisaje, De un parque que nacía en Twins Oaks Boulevard. Era hermoso se sentía casi la fragancia del césped y también podían tocarse las hojas de los árboles. Sin embargo fue el tercer cuadro el que la dejó a Bella en estado de Shock.

Arrancó el último envoltorio de papel y quedó boquiabierta. Era un retrato suyo. Edward debía de haberlo pintado de memoria. No denotaba gestos ostentosos, sofisticados, ni seductores. Llevaba puestos unos Bellas, una tricota, y estaba de pie en la puerta del baño de la habitación de Edward, con los brazos cruzados sobre el pecho y una amplia sonrisa. La caja con los artículos de limpieza estaban a sus pies.

Bella meneó la cabeza y comenzó a reírse. Solo a él podía habérsele ocurrido pintar el retrato de una mujer que acababa de refregar el baño. Sin embargo, era el cuadro más hermoso que había visto en toda su vida.

Le llevó una eternidad decidir cual de ellos presentaría en la muestra de arte. Por fin, luego de varias deliberaciones de Jacob, la señora Thomas, Alice y sus padres, eligió el que había pintado poco antes de morir, el del pájaro y la escena de la calle frente a Lavender House. Bella no tenía interés en el dinero del premio; su objetivo era lograr que el mundo conociera el talento de Edward.

Seria lo ultimo que podría hacer por el.

El día de la exposición, Jacob pasó a buscarla y se dirigieron hasta la plaza que quedaba frente a la municipalidad de la ciudad de Landsdale. Todos estaban presentes: Alice, La señora Drake, La señora Thomas, sus padres, incluso Henry y un par de clientes habituales del bar.

Un sol radiante acompañaba aquel ambiente festivo. Había puestos de artesanía y de comidas, adivinos y discursos de los benefactores de la ciudad.

A las cuatro en punto, se encaminaron hacia la exposición. Los ganadores del concurso no serían anunciados sino hasta las cuatro y media, pero Bella quería echar un vistazo a las otras obras. De la mano con Jacob, recorrió una hilera tras otra. Había retratos, pinturas viejas, acuarelas, esculturas y, por encima de todo, el sol. Sin embargo, nada se asemejaba al cuadro de Edward. Por lo menos, esas eran la opinión de Bella.

A las cuatro y media, se abrieron paso entre la multitud que se había reunido en la escalinata del municipio. Bella experimentó una sensación de nauseas en la boca del estomago cuando una mujer muy elegante, de cabellos oscuros, se encaminó hacia el micrófono.

— Buenas tardes, damas y caballeros. Soy Elizabeth Denholm, Directora del Departamento de Arte de Landsdale Junior Collage.

— Ojalá no tengamos que soportar demasiados discursos — murmuró Jacob al oído de Bella.

— Shh… No quiero perderme nada — lo regañó ella.

—Y ahora, sin extendernos demasiado con las palabras — Continúo la directora —, Daremos los nombres de los ganadores.

— Oh, Dios — gimió Bella—. Creo que moriré si no gana.

— La cuestión no es que gane o pierda — recordó Jacob —.Lo importante es que su obra se conozca. Ya vistes cuanta gente ha venido hoy aquí. Muchas personas se detuvieron frente al cuadro de Edward. Yo oí a un hombre que decía que quería comprarlo.

— Nuestro tercer premio es para Cathy Selkirk, por su cuadro océano al amanecer. —Estallaron aplausos cuando la ganadora se acerco a la tarima para recibir su cinta y el dinero del premio.

— El segundo lugar — continuó la directora, muy animada— tenemos a Anthony Magill, por su escultura titulada El mundo sin fin.

Aguardaron a que el señor Magill, con sus largos cabellos y una lentitud pasmosa fuera a buscar su premio.

— Ahora sí. — Bella cerró los ojos. Ojalá hubiera podido cerrar los oídos también. Quería que Edward ganara. Se habría vuelto loco de contento si hubiera podido estar allí.

— Y nuestro gran primer ganador es... — La directora hizo una breve pausa. — Edward Masen por su obra Mirlo y vista de la ciudad. Quien recibirá el premio en lugar del señor Masen es la señorita Bella Swan.

Se oyó un estallido de vivas y aplausos. Obviamente, todos los amigos de Edward habían ido a presencia el concurso. Bastante aturdida, Bella se acercó rápidamente a la tarima, tomo la cinta de manos de la directora y el sobre que contenía el cheque.

Jacob la abrazó, sus padres la abrazaron, la señora Drake, la señora Thomas y Alice también la abrazaron. Pero lo único que Bella lamentó era que Edward no pudiera estar allí también para abrazarla también.

— ¿Qué harás con el dinero? — Le pregunto Jacob cuando estacionó frente a su casa esa noche.

— Oh, no lo sé. — De pronto descubrió que tenía que hacer algo con ese dinero. No podía guardárselo. No habría sido justo. — Lo donaré a Lavender House.

Jacob rió satisfecho.

— Bien. A Él le habría gustado eso. — La abrazó y la despidió con un beso. Bella suspiro feliz. Todavía echaba mucho de menos a Edward, pero tenía a Jacob y el dolor comenzaba a ser bastante más tolerable.

— Comparto tu opinión — Comentó y hundió el rostro en su pecho —. Creo que le habría encantado la idea.

La excitación de la jornada había acabado con sus energías. Estaba exhausta. No veía la hora de acostarse. Apagó la luz y se acomodo entre las sábanas. Cerró los ojos y se durmió de inmediato.

A medianoche la despertó el agudo canto de un ave nocturna.

—Oh –— Protestó, medio grogui —. ¿Qué pasa?

Afuera, los pájaros seguían cantando.

— Aves nocturnas — murmuró y se sentó en la cama. En la oscuridad, escuchó el cautivante trino de aquellos pájaros. No sabía de qué especie con exactitud se trataba y se suponía que no debían estar allí. Era pleno invierno.

Esas aves cantan en primavera y en otoño.

Pero cantaban con todo su esplendor. Muy alto, muy claro.

―Recuérdame cuando canten las aves nocturnas‖, le había pedido Edward.

Esas palabras, dulces y amargas a la vez, hicieron eco en su mente. Las aves nocturnas estaban cantando y ella lo recordaría.

Se quedó allí, en su cama, escuchando el trino y dejando que las imágenes se sucedieran. Edward recostado, con una sonrisa burlona a flor de labios. Edward con una expresión muy animada y sus manos agitándose en el aire en una acalorada polémica de libros. Edward alimentando a los pájaros mientras escuchaba música de Mozart y el caluroso viento Santa Ana los castigaba.

Pero Edward se había marchado.

Bella deseo que al menos parte de ella hubiera tenido la imaginación suficiente como para sentir su presencia. Pero él no estaba allí. Su espíritu descansaba; su alma estaba en paz. Se había ido.

Y todo lo que le había dejado eran recuerdos.

Al día siguiente, Bella llevo el cheque a Lavander House. La señora Drake deliraba de alegría.

— No puedo explicarte cuánto significa esto para nosotros — Dijo, mientras la abrazaba. Se volvió y también estrecho a Jacob entre sus brazos. — Edward se habría puesto tan contento ¿Qué harás con los cuadros?

— Bueno, no lo sé — admitió Bella —. Por cierto, me quedare con uno de ellos.

— Podrías darnos uno — Sugirió la directora —. A estas viejas paredes les vendría muy bien un poco de vida. Edward nos ha emocionado a muchos, ya sabes.

— ¿De verdad quiere uno? — pregunto Bella.

— Por supuesto. Las obras de ese chico eran exquisitas. Nos encantaría tener la del parque.

Jena miro a Jacob. Él le sonrió.

— Adelante — la animo, rodeándole los hombros con el brazo. Sabes muy bien que eso habría sido exactamente lo que Edward habría querido que hicieran con el cuadro.

— De acuerdo — Bella sonrió. Sabía que había hecho lo correcto.

— Es todo suyo. Sólo le pido que se asegure de que todos aquellos que lo pregunten, sean informados del nombre del autor.

— ¿Qué tal si lo traigo mañana cuando vengo a trabajar? — Ofreció Jacob a la señora Drake. Así podré ayudarla a colgarlo.

Cuando volvían a la casa de Bella, ella contó a Jacob el episodio de las aves nocturnas. Él no hizo muchos comentarios, salvo que el universo en ocasiones suele enviarnos mensajes de las formas más extrañas. Y Bella no podía discutírselo, pues compartía su opinión.

Había un auto muy costoso estacionado en la puesta de su casa.

— ¿De quién será? — se preguntó ella, mientras contemplaba el Cadillac último modelo. Ya estaban entrando en la casa.

Adentro oyeron voces.

— Bella — la llamo su padre —. Hay alguien aquí que desea verte.

Movidos por la curiosidad, se apresuraron a ir al living. Un hombre alto, de cabellos grises, con un elegante traje hecho a media estaba sentado en el sillón. Se puso de pie.

— Bella, él es el señor Brashire, director del Museo de Arte Palladrino — Lo presentó su madre.

— Mucho gusto — lo saludo Bella con cortesía, y le presentó a Jacob.

— Seguramente querrás saber el motivo de mi presencia aquí — comenzó el seños Brashire una vez que todos estuvieran sentados.

— Bueno... si.

— Estoy muy interesado en su pintura, señorita Swan — dijo —. La que gano el primer premio en la exposición de arte de ayer.

— Se refiere a la pintura de Edward — lo corrigió automáticamente.

— El artista, por supuesto —confirmó el caballero —. Pero usted es la propietaria legal, ¿Correcto?

— Es cierto — tebnía curiosidad por saber que se proponía — yo soy la propietaria legal, pero el cuadro es de Edward.

— El artista falleció hace algunos meses — intervino Jacob —. Él y Bella eran íntimos amigos.

— Comprendo. — El señor Brashire sonrió. — Tengo entendido que él le dejo tres cuadros y varios dibujos.

— Sí, pero ya done una de las pinturas — respondió Bella —. A Lavander House. Es el hogar para enfermos incurables donde Edward murió.

La expresión del hombre denoto una profunda decepción.

— Entiendo. ¿Ha considerado la posibilidad de vender los otros dos? — pregunto, esperanzado.

Azorada, Bella lo miro.

— ¿Venderlos?

— Si. Ese artista tenía un talento ilimitado — continúo el señor Brashire —. Nos encantaría exhibir sus obras. El Palladrino no es un museo con prestigio internacional. En realidad, es bastante pequeño. Exponemos obras de artistas y artesanos locales. Nuestro presupuesto de compras no es muy generoso, pero creo que podríamos conseguir el dinero para comprar las obras del señor Masen. Tenemos una colección exquisita.

— ¿Exhibir? ¿Todos conocerían su trabajo? ¿Su nombre sería famoso? No solo sería recordado por su peculiar personalidad sino también por su arte. Bella no podía creerlo. Era un milagro.

Edward tenía razón. Todos los días ocurría algún milagro.

Puede quedarse con la obra que gano el premio –Comenzó ella.

— ¿Quedarme? — Preguntó el señor Brashire —. ¿Se refiere a que nos lo donaría?

— Precisamente. Pero el segundo no. Ese es mío.

— El hombre no podía creerlo.

— Es una gran gentileza de su parte, señorita Swan — la encomio –. Es usted muy generosa. ¿Podría permitirme al menos ver el que conservara usted?

— Por supuesto. Se lo mostrare. — Se puso de pie y se encamino hacia la puerta. — Pero no está en venta. A ningún precio.

Minutos después, regresó con su retrato. Con las mejillas arreboladas, lo colocó frente al señor Brashire y lo mantuvo suspendido en el aire para que pudiera apreciarlo.

Él lo estudio con detenimiento y minuciosamente, con una expresión absorta en los ojos.

— ¿Poso usted para esto?

— No. Edward lo pinto de memoria.

— Entiendo porque quiere conservarlo — Suspiró. — Pero si alguna vez decide lanzarlo al mercado, por favor llámeme. Esta es una obra maestra.

Hicieron los arreglos necesarios para enviar el cuadro al museo y luego el señor Brashire se marchó. Los padres de Bella se retiraron a la cocina a preparar la cena.

— ¿Cómo te sientes? — preguntó Jacob. La hizo sentar a su lado, en el sillón.

— Siento que todo ha terminado — respondió pensativa —. No porque alguna vez vaya a olvidarlo. No quise decir eso. Supongo que siento que he hecho lo que pude... Oh, demonios, ya sabes a que me refiero. Lo quería. Pero ya no está. Lo máximo que puedo hacer es asegurarme de que no lo olvidemos. Y supongo que en cierto modo lo he logrado. La gente verá sus pinturas y, bueno tú y yo siempre lo recordaremos.

Jacob se acercó a ella y le besó la frente.

— Te comprendo. Has hecho lo que él quería. Pero hay una cosa con la que no has cumplido. Algo que Edward habría deseado que hicieras más que nada en el mundo.

— Lo sé — dijo. Y era cierto. — Tengo que seguir adelante con mi vida. Él se marchó. Tomé conciencia de ello anoche, con el canto de las aves nocturnas.

Edward no estaba presente con su espíritu. Por mucho que desee lo contrario, el ya no estaba, vivirá por siempre en mi corazón y nunca lo olvidare, pero debo dejarlo partir.

— Yo creo — reflexionó Jacob — que ya lo has hecho.

 24 de Enero

Querido Diario:

Hoy Jacob me acompañó a llevar flores a la tumba de Edward. Han transcurrido tres meses desde su muerte y yo he experimentado varios cambios. Supongo que he aprendido mucho. ¿Quién sabe? Lo único que sé sin lugar a dudas es que la vida no brinda garantías de ninguna especie. Se hacer lo que se puede y se sigue adelante en la lucha.

Edward me cambió, por supuesto. Sin él, jamás habría escuchado el canto de las aves nocturnas, ni habría visto el neón en la lluvia, ni habría escuchado a Mozart con el cálido viento del desierto.

Lo amé.

Supongo que es otra de las cosas que he aprendido. El amor no viene con prospectos ni instrucciones, solo es. Incursiona en tu alma y se roba un pedazo de tu corazón cuando menos te lo esperas. ¿Si lo amo a Jacob? Tal vez. No puedo imaginar la vida sin él.

¿Me inspira el mismo sentimiento que Edward? No. Es distinto. Pero ambos son igualmente reales. De todas maneras, no sé que me depara el futuro. Tal vez Jacob y yo permanezcamos juntos por el resto de nuestra vida. Tal vez no. Pase lo que pase, ya no tendré miedo. Creo que esa es la última enseñanza de Edward: no permitir que la preocupación por lo que vendrá mañana te robe la dicha de hoy. Quizás el presente sea muestro único tesoro.

 

 

FIN

Capítulo 9: NO ME OLVIDES.

 
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