La Amante (+18)

Autor: lien
Género: Romance
Fecha Creación: 09/12/2011
Fecha Actualización: 21/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
Visitas: 17568
Capítulos: 11

Cuando Bella Swan descubre que su querida tía es víctima de un chantaje, traza un plan temerario: hacerse pasar por la amante del Conde de Cullen, un famoso noble supuestamente muerto. Pero Edward Masen, el célebre Conde, no solamente está vivo, sino que además es un caballero terriblemente seductor. Un tipo que, en su afán por conquistar el mayor número de mujeres, puede llegar a comportarse de forma imprudente y sin respetar las mínimas reglas del decoro. Precisamente, una circunstancia fortuita hará que la recién transformada Bella Swan y el sensual Conde se encuentren frente a frente en una elegante fiesta. La intrépida simuladora tendrá que enfrentarse a la inesperada amenaza de su corazón... porque el Conde, fiel a sus principios, intentará poseerla en cuerpo y alma.

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Capítulo 10:

 

 

Poco después de las diez de la noche, Edward dejó el salón de juego de su club favorito. Estaba de un humor desagradable aunque había ganado, como a menudo sucedía siempre que jugaba a las cartas. No estaba disfrutando de su victoria. No existía un desafío serio en un juego, cuando los jugadores estaban tan sumergidos en sus copas que casi no podían sostener las cartas. La intranquilidad que se había apoderado de él no tenía nada que ver con el juego. Se había sentido así desde que se encontró con Rosalie en el parque. La sensación se había intensificado con la conversación mantenida con Bella.  La lógica le decía que no podía confiar en ella, pero la creciente atracción que sentía por ella le nublaba la razón y el sentido común: la deseaba.  Edward echó una mirada al reloj y vio que casi era la hora de ir a buscar a Bella al baile de los Benson. Se preguntaba qué habría hecho ella esa noche. ¿Persistiría inocentemente en lo que había dado en llamar sus investigaciones o idearía trampas para otras probables víctimas de extorsión? Sólo se podía sentir lástima por el difunto señor Swan, reflexionó Edward. Cualquier hombre que se casara con Bella envejecería sin duda antes de tiempo.

 

-Pensé que podría encontrarlo aquí, Cullen.

 

Edward miró por encima de su hombro. Necesitó voluntad para evitar un insulto en voz alta cuando vio al marido de Rosalie, Phil, lord Dwyer. Edward a menudo había pensado que, dadas las circunstancias, se podría haber llevado muy bien con Dwyer. Sentía admiración y respeto por aquel hombre que irradiaba solidez e integridad. Era la clase de hombre que uno desearía tener a su lado en el fragor de la batalla. Un hombre con quien se podía hacer negocios.  Edward sabía que no existía posibilidad de amistad entre él y Dwyer, mientras Rosalie y su secreto se interpusieran entre ellos.

 

-Buenas noches, Dwyer-Edward asintió amablemente-. ¿Qué lo trae por aquí? Rara vez se molesta en aparecer en este club.

-He venido para verlo a usted. -Los rasgos agradables y francos de Dwyer, que bien podrían haber sido tallados en piedra, estaban marcados por líneas rígidas.

 

Edward se dijo para sí que aunque no era una sorpresa, había abrigado esperanzas de evitar aquella confrontación.

 

-¿Qué puedo hacer por usted?

Las manos enguantadas de Dwyer se abrieron y cerraron a los costados del cuerpo.

 

-¿No puede mantenerse alejado de Rosalie, por Dios? Sé que usted se encontró con ella en el parque esta mañana. No lo toleraré.

-Rosalie es una vieja amiga -dijo amable Edward-. Usted lo sabe.

-Escúcheme, Cullen, y hágalo con atención. Sea lo que fuere lo que sucediera entre ustedes dos antes de que yo conociera a Rosalie no es asunto mío. Pero ella me escogió a mí, por Dios. Es mi esposa y no permitiré que usted juegue con ella, ¿me entiende?

-Si usted me conociera, Dwyer, sabría que tengo una norma de hierro en contra de mezclarme con inocentes o con las esposas de otros hombres. Y yo jamás rompo una norma.

-He oído hablar de sus famosas normas -dijo Dwyer rudamente-. Los rumores afirman que usted siempre ha entablado relaciones con las viudas más interesantes y atractivas de la ciudad. Pero también se dice que Rosalie es una excepción.

-Sería mejor que no prestara atención a esos chismes -dijo Edward.

-Si me entero de que usted se ha encontrado con mi esposa en secreto, deberé retarlo a duelo. No estoy bromeando, Cullen. Tengo fama de buen tirador.

-Le creo -dijo con calma Edward.

-He oído decir que una vez usted casi mata a un hombre en el campo del honor, pero eso no me da miedo.

-No tengo intenciones de mantener una cita al amanecer con usted, Dwyer

-Entonces manténgase alejado de Rosalie.

-¿Le contó Rosalie que yo me encontré con ella esta mañana?

-Ella no tuvo que contarme nada. Me enteré por un conocido al que otro le dijo que los había visto entrar a ambos en el parque esta mañana. -Edward se encogió de hombros.

-Tiene mi palabra de honor de que no tengo ninguna intención respecto de su señora. Ya veo que usted le presta atención a los rumores, confío en que habrá oído que en este momento paso gran cantidad de mi tiempo en compañía de una viuda adorable llamada señora Swan.

-He oído hablar de la tal lady Estelar. Parece que es su tipo. Si fuera inteligente, sólo guardaría sus atenciones para con ella.

-Tengo plenas intenciones de no hacer otra cosa que eso. -Edward echó una vez más una mirada al reloj-. Si me perdona, debo ir a buscar a esa señora. Ella y yo hemos quedado en encontrarnos en el baile de los Benson. Buenas noches, Dwyer-Edward inclinó la cabeza y se dirigió hacia la puerta.

 

 

 

 

Bella Swan le había complicado la vida infinitamente, reflexionaba minutos después, mientras subía a su carruaje. Ahora, además, era perseguido por un marido celoso.

 

Media hora más tarde, Edward volvía a bajar las escaleras de la entrada de la casa de los Benson. Ya no se preocupaba por las dificultades que Bella le presentaba. Se sentía furioso.  Jamás se le había ocurrido que ella no acataría sus instrucciones para encontrarse con él en casa de los Benson. Edward no estaba acostumbrado a que sus órdenes no fueran cumplidas. Pero eso no era lo peor.

Lo que de verdad le molestaba era que tenía la fuerte sospecha de que ella había ido a la mansión de los Mallory.  Edward dudó si debía volver a subir al carruaje. Las calles de Londres estaban atestadas de vehículos. Era medianoche, en el cenit de la temporada social y todos estaban fuera, de baile en baile. Fácilmente le podría llevar al cochero cuarenta minutos abrirse paso para llegar a la mansión de los Mallory.  

 

-Iré a pie -le dijo Edward a Seth-. Nos encontraremos en la casa Mallory.

-Sí, mi lord -murmuró Seth desde el pescante-. Vigile, hay todo tipo de gente a esta hora.

-Tendré cuidado.

 

Edward se abrió paso ágilmente entre la multitud. Su camino estaba tenuemente iluminado por las luces de gas que hacía poco habían sido instaladas en ese sector de la ciudad.  Se movía a través de grupos de caballeritos borrachos que se dirigían a los infernales salones de juego de St. Nomad; montones de mequetrefes engalanados de camino al teatro para buscar a los actores o jovencitos consumidos con aire Byroniano, que ponían rumbo a las aventuras de los burdeles. Edward esperaba con sinceridad que Emmett no se contara entre estos últimos.  Aquí y allá, las prostitutas se ofrecían a los transeúntes desde oscuros callejones. Un individuo de aspecto sombrío, vestido con gorra y pantalones anchos, miró el corte del fino traje de Edward, pero no hizo ningún intento por abandonar su refugio en el callejón.

 

Casi quince minutos después, Edward subía la escalinata de la mansión Mallory. El lacayo que estaba de turno hizo una reverencia y no le pidió su invitación. Edward se dirigió al balcón que daba al atestado salón de baile, apoyó ambas manos sobre la baranda y miró hacia la radiante escena que se desarrollaba abajo. Buscó entre la multitud la brillante figura vestida de blanco.

 

 

-Creo que la encontrará en el salón de las esculturas, Cullen. Mallory la invitó, ah... digamos a estudiar sus antigüedades. -Jacob Black sonrió burlón, cuando apareció detrás de Edward-. Yo no me preocuparía, si fuera usted. Ella me aseguró que podía manejar a Mallory.

 

Edward se volvió para estudiar el rostro divertido de Jacob. No lo conocía bien, pero sí sabía a qué clase pertenecía. Black era de los inofensivos.

 

-¿Cómo sabe usted dónde está la señora Swan en este momento?

 

Jacob apoyó sus bien mullidos muslos contra la baranda y bebió un sorbo de champaña de la copa que tenía en su regordeta mano.

 

-Porque yo estaba con ella cuando le pidió a Mallory que le mostrara su colección.

-Ya veo.

-La señora Swan es una autoridad en esculturas clásicas y diseño arquitectónico, como sabrá.

-Sí, lo sé.

-Ella y yo hemos mantenido unas entretenidísimas charlas sobre arquitectura antigua. Hace poco me prestó un ejemplar de las Ilustraciones de antigüedades clásicas de Grayson. ¿Lo leyó usted, señor?

-No. -Edward no estaba de humor para escuchar a otro hombre, incluso al inofensivo Jacob Black, mientras hablaba de su buena amistad con Bella-. Perdóneme. -Jacob lo miró como disculpándose.

-Yo desde luego intenté sugerirle que era probable que no le gustara lo que vería en la colección de Mallory, pero se mostró indiferente. Por mi experiencia, deduzco que es casi imposible disuadir a la señora Swan de hacer lo que desea.

-Eso parece. -Edward hizo un movimiento como para dejar a Black.

-Lo felicito, señor. La señora Swan es una mujer extraordinariamente fascinante. Pero debo decir que siempre me siento cautivado por las mujeres que dan la impresión de ser lo que en realidad no son. -Edward se detuvo y se volvió de repente.

-¿Qué demonios quiere decir con eso, Black?

Jacob levantó la copa y sorbió champaña.

-Perdóneme. Sin ánimo de ofender, se lo aseguro. Como verá, es el elemento de misterio que ella proyecta. Eso la hace parecer distante y evasiva, ¿no lo cree?

-La señora Swan sólo es un misterio para algunos -dijo Edward, muy suavemente-. Para mí es un libro abierto. Nos comprendemos muy bien.

-Ya veo. -Las cejas de Jacob se fruncieron con gesto perplejo-. Entonces, usted no tenía dudas del interés de ella por la colección de Mallory. Debo admitir que a mí me sorprendió.

 

Fuera Jacob Black inofensivo o no, Edward tuvo el deseo incontenible de arrojarlo por la baranda. Lo que Black había dicho era lo que pensaban todos los que conocían la visita de Bella al salón donde Mallory exponía su colección de estatuas. Edward giró sobre sus talones y se alejó sin decir palabra. Sabía dónde encontrar a Bella. La colección de Mallory era de esculturas eróticas, famosas entre los hombres de la sociedad gentil.

 


Capítulo 9: Capítulo 11:

 


 


 
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