El jardin de senderos que se bifurcan (CruzdelSur)

Autor: kelianight
Género: General
Fecha Creación: 09/04/2010
Fecha Actualización: 30/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 10
Visitas: 61017
Capítulos: 19

Bella se muda a Forks con la excusa de darle espacio a su madre… pero la verdad es que fue convertida en vampiro en Phoenix, y está escapando hacia un lugar sin sol. ¿Qué mejor que Forks, donde nunca brilla el sol y nadie sabe lo que ella es…? Excepto esa extraña familia de ojos castaños, claro.

Los personajes de este fic pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es escrita sin fines de lucro por la autora CruzdelSur que me dio su permiso para publica su fic aqui.

Espero que os guste y que dejeis vuestros comentarios y votos  :)

 

 

 

 

 

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Capítulo 9: La tregua

Corrí todo lo rápido que podía con una carga extra de cien kilos o más de peso. Bella seguía sin reaccionar; la cabeza de Jacob Black era un carrusel. El pobre ni siquiera era capaz de formar pensamientos coherentes, y seguía preguntándose si esto era algún extraño sueño o si estaba despierto de verdad.

Tuve que detenerme al llegar a la carretera y escondernos entre los árboles. Un automóvil de color azul entraba a la reserva a una velocidad angustiosamente lenta; el conductor y su acompañante estaban mirándose cada pocos segundos con boba adoración. Por sus pensamientos, era obvio que estaban enamoradísimos y que habían pasado un buen rato conversando y besándose como si no hubiese un mañana.

¡Ése es Sam… y Leah está con él! ¡Es verdad que están saliendo…! Tengo que decirle a Seth. Ese chantaje debe valer unos dólares, podemos ir a medias…

Contuve una sonrisa ante los pensamientos tan humanos y adolescentes de Jacob. El automóvil pasó por fin y volví a correr, lo más rápido que podía, directamente hacia casa, intentando al mismo tiempo enviarle un mensaje mental a Carlisle, sin estar del todo seguro de que él estuviese oyéndome.

Una vez en el porche frente a casa, dejé a Bella (que aún no había reaccionado) y a Jacob (que seguía conmocionado) y busqué a toda velocidad mi teléfono. Tuve que calmarme y recordarme que romper el teléfono no haría más que retrasarme antes de estar en condiciones de oprimir el número de marcación rápida que me comunicaba con Carlisle. Había momentos en que la súper fuerza no podía ser sino inoportuna…

-¿Apareció? –fue lo primero que mi padre en tantos sentidos que importan casi escupió dentro del teléfono.

-Sí, está en estado de shock o algo así, y abrazada a uno de los quiluetes… el hijo del hombre que te llamó hace un par de horas –no pude evitar sonreír cínicamente al percatarme que el mundo era, verdaderamente, un pañuelo-. No conseguí desasirla, de modo que los traje a los dos a casa.

-¡¿QUE QUÉ? –Carlisle nunca había sonado tan alterado.

-Por favor, vengan cuanto antes, Bella no está bien…

-¿Cómo que llevaste a un chico quiluete a casa…? ¡Que para colmo es el hijo del líder tribal…! –el tono cambió de alterado a estar al borde del colapso nervioso cuando añadió-. Edward, ¿cómo los llevaste? Todos salimos a pie de casa…

-Y los traje a pie… corriendo, de hecho –confesé.

-…

El silencio de al otro lado de la línea no era buena señal.

-¿Papá? –probé. Llamarlo 'papá' siempre ayudaba a calmar las cosas.

-Tenemos un par de cosas que charlar sobre cierto tema relacionado con "mantener el secreto", hijo mío –la voz de Carlisle era ominosa, pero un ligero silbido empezó a oírse, señal de que él estaba corriendo a toda velocidad.

-Él sabía –me defendí-. O al menos, su padre sabe. Es cuestión de tiempo…

-No se trata de eso –me interrumpió Carlisle, un poco feroz-. Espero que seas consciente de que si los Vulturi, tarde o temprano, descubren que el chico sabe, él es hombre muerto. ¿Consideraste eso?

-Los quiluetes lo saben desde hace décadas y nunca nadie murió –protesté, echando un vistazo cauteloso al chico, que se estaba pellizcando el brazo. Todavía intentaba dilucidar si estaba en medio de un sueño o no.

-Porque nunca nadie supo que ellos sabían –refutó Carlisle-. Y de todos modos, si estamos intentando que crean que la existencia de los nuestros es un mito, secuestrar a uno de ellos y llevarlo directo a casa de un modo obviamente no-humano no es el modo más sensato de proceder, créeme.

-¡Estaba desesperado! –estallé-. Bella no reacciona, está como… como muerta.

-Sé que es de mal gusto recordártelo, pero técnicamente ella está muerta –señaló Carlisle un poco ásperamente-. ¿Podrías ser más específico?

-¡No me refiero a eso! –grité, en los límites de mi cordura-. ¡Ella no respira, no parpadea, no se mueve, no habla…! ¡Está catatónica!

-Eso es más claro. Estamos casi ahí…

Un segundo más tarde Carlisle y Esme entraban corriendo a toda velocidad al jardín. Carlisle todavía llevaba el teléfono en la mano, junto a la cara.

-Déjame verla –ordenó Carlisle, plantándose frente a Bella y Jacob, y dándole un susto tremendo al joven humano, considerando que para sus ojos mis padres debieron parecerle salidos de la nada. Esme, indecisa, se detuvo unos pasos más atrás.

-¿Bella? –probó Carlisle cautelosamente-. ¿Puedes oírme?

Ella no reaccionó. Carlisle siguió hablándole un minuto en tono pausado y tranquilizador, mientras revisaba sus ojos, comprobaba que no tenía heridas físicas, e intentaba oír su mente sin lograrlo. Por fin, Bella renuentemente soltó a Jacob Black, aunque seguía con la mirada perdida, la cara inexpresiva y sin dar señales de que se enterara de nada de lo que pasaba a su alrededor. Permitió dócilmente que Carlisle la sentara en una silla de jardín que había allí y ahí se quedó, quieta, sin moverse, sin respirar y sin parpadear.

Mi ánimo decayó otro poco. Bella se veía tan… vacía, tan muerta. Era estremecedor.

-Me temo que no hay mucho que pueda hacer por Bella –reconoció Carlisle, derrotado-. Su escudo mental impide que sepa qué es lo que pasa por su cabeza, no puedo captar ninguna emoción emanando de ella, y tampoco tengo acceso a sus recuerdos. Aunque… Esme, ¿querrías probar? Quizás…

-Puedo intentarlo –aceptó Esme, dirigiéndole a Carlisle una mirada cuidadosa-, pero si el escudo mental de Bella funciona con Edward y contigo, no creo que haga diferencias conmigo.

-Por favor, intenta –casi le rogué-. Agotemos todas las posibilidades.

Esme cuidadosamente tomó las mejillas de Bella entre sus manos con una caricia, y enfocó sus ojos en los de ella. Pero pese a que Esme estuvo casi un minuto con la vista clavada en los ojos de Bella, con una mueca de concentración en el rostro, yo podía oír claramente en su mente que sus esfuerzos no estaban dando resultados.

-Lo lamento –se disculpó Esme, quitando lentamente sus manos de las mejillas de Bella con ademán agotado-. Es como intentar sacar recuerdos de una pared. No hay nada allí.

Suspiré profundamente, desalentado, y un penetrante olor a perro mojado inundó mi nariz. Me giré a ver de dónde provenía el olor, y me encontré a Jacob Black, que se había sentado en los escalones de la entrada. Nos observaba con ojos muy abiertos y pensamientos que vacilaban en preguntarse por la cordura de mi familia y la suya propia, alternados con cuestionarse si era algún sueño extraño o si él efectivamente estaba despierto.

-Hum, papá, mamá, él es Jacob Black –presenté, logrando enfocar la atención de Bella al muchacho-. Jacob, ellos son mis padres, Carlisle y Esme.

-Es un placer conocerte, lamento que haya sido en estas circunstancias –le dijo Esme suavemente, tomando su mano para estrecharla.

-El placer es todo mío –musitó Jacob automáticamente.

Cielos, es muy joven para ser su madre… y es tan hermosa… me recuerda un poco a mi madre… tiene hoyuelos también…

-Mucho gusto, Jacob –lo saludó Carlisle, observándolo con atención.

-Sí, mucho gusto… -respondió Jacob, más incoherente y confundido que antes.

¿Cómo pueden ser sus padres? Son muy jóvenes… y todos tan… perfectos. Tienen las manos heladas… qué raro, Bella también tiene las manos frías… ¿serán parientes de ella…? Lejanos, tal vez…

-Jacob, ¿te sientes bien? –le preguntó Carlisle, un poco preocupado-. Tu temperatura corporal es un poco alta…

-Me… me siento… bien –respondió el muchacho-. Todavía me pregunto si estoy despierto o no, pero no me siento… enfermo.

Carlisle asintió lentamente, aunque el médico dentro de él no iba a dejar las cosas así.

-Creo que será mejor que llevemos a Bella adentro –sugirió Esme, que se había quitado su abrigo y lo había puesto sobre los hombros de Bella-. Y habrá que llamar a los demás, ahora que ella apareció.

-También tenemos que llamar al padre de Bella, debe estar por despertarse y se asustará mucho si ella no está –añadió Carlisle-. Y llamar a tu padre, Jacob. También él querrá saber dónde estás.

Jacob asintió, todavía atontado. Tomé a Bella entre mis brazos y la llevé a la sala, donde la senté en el sofá y le coloqué una manta alrededor de los hombros. No es como si fuera a hacer mucha diferencia, pero me parecía que era lo que se debía hacer.

Esme, Carlisle y Jacob me siguieron al interior de la casa, el humano mirando todo con ojos muy abiertos, y empezando a decidir que debía estar despierto, porque en sus sueños nunca aparecían tantos detalles. Se sentó en uno de los sillones del sofá, muy quieto, casi como si quisiera pasar desapercibido.

Esme llamó velozmente a Alice y luego a Emmett, poniéndolos sobre aviso que Bella había sido encontrada y que vinieran lo antes posible a casa. Alice, extrañamente, no había sido capaz de verlo.

Yo sólo pude sentarme frente a Bella y hablarle lentamente, asegurándole que todo estaba bien, que ella estaría bien, que íbamos a ayudarle… Por la atención que Bella me prestaba, bien podría haberle dicho a la mesita ratona que no se preocupara.

Alice y Jasper llegaron justo cuando Carlisle se disponía a llamar al jefe de policía Swan. Entraron en casa como un vendaval, causándole un susto de muerte al pobre Jacob, que empezaba a dudar si no éramos fantasmas.

-¿Dónde está Bella? ¿Dónde la encontraron? ¿Qué le pasó? –Alice nos bombardeó a todos con sus preguntas-. ¿Ella está bien? ¿Por qué huele a podrido aquí adentro?

-Bella está básicamente bien, pero no reacciona… está como distante –explicó Esme.

Alice frunció el entrecejo y cerró los ojos, para abrirlos poco después, alarmada.

-¡No puedo verla! ¡No puedo ver nada de Bella!

-Quizás se deba a que ella no está tomando decisiones –conjeturó Jasper-. Tampoco hay emociones emanando de ella. Si no la estuviese viendo, creería que ella no está ahí.

-Tengo que llamar a su padre –anunció Carlisle-, si busca a Bella en su casa y no la encuentra, va a preocuparse. Pero necesitamos una coartada, una excusa que dar. ¿Qué podría haber pasado oficialmente?

-Bella podría ser sonámbula –propuso Alice, la genia de las excusas-. Entonces, Bella salió caminando, y Edward… que sale a correr de mañana… -me dirigió una sonrisa burlona- …la encontró en la ruta.

-Eso haría parecer a Edward como sospechoso de que Bella está así –observó Jasper, haciéndose eco de lo que pensaba toda mi familia.

-No, porque Edward alcanzó a ver que un auto pasaba muy cerca de Bella, estuvo a punto de atropellarla, y le tocó bocina. Ella se despertó en ese momento, muy asustada, empezó a temblar… y después quedó así. Edward vio todo eso. Como su padre es médico y además su casa queda más cerca, Edward la trajo aquí.

Alice miró a Carlisle en busca de aprobación.

-Es médicamente creíble. El susto de despertar ahí, en medio de la nada, le causó un shock que la dejó en este estado –murmuró Carlisle pensativamente-. Quizás sea necesario presentar una denuncia ante la policía, diciendo que la encontramos, y especificar que su estado de salud es bueno, que no presenta heridas ni signos de maltrato… Puedo firmar esos documentos, aunque lo legal sería que se ocupe el médico de la policía… veremos. Por otra parte, si su padre es policía, tal vez quiera solucionar el caso sin intervención oficial… Aunque no tardarán en surgir rumores sobre abuso o secuestro, habrá que tener mucho cuidado… pero es viable.

-¿Es la versión oficial? –preguntó Alice, expectante.

-Es la versión oficial –confirmó Carlisle, volviendo a tomar el teléfono.

-¿Qué es la versión oficial de qué? –Rose y Emmett acababan de llegar.

Hubo que ponerlos al tanto a ellos también. En el sillón, Jacob Black tenía los ojos cada vez más desorbitados, y sus pensamientos eran cada vez más inconexos.

-No está mal, pero alguien tendrá que acercarse a la casa de Bella a verificar que la puerta esté abierta –señaló Rosalie-. Que haya saltado por la ventana sin despertarse no es algo creíble, como tampoco lo es que Bella haya recordado cerrar la puerta después de salir. También habrá que desordenar la cama, y sería aún más creíble si Bella está vestida con un pijama o un camisón. Y otro tanto para nosotros; Charlie Swan querrá venir a ver a su hija. Tenemos que cambiarnos a algo que parezca ropa de cama, excepto Edward, que tendrá que vestirse con prendas deportivas.

Carlisle y Esme todavía vestían la ropa con la que habían planeado salir la noche anterior. Yo traía puestos lo mismo que había usado el día anterior para ir a clase, ya que no había tenido ganas de cambiarme. Jasper, Alice, Rosalie y Emmett tampoco vestían del modo que cabría esperar en alguien que es sacado de la cama de madrugada.

-¿Y qué hacemos con el humano? –preguntó Emmett-. Que, por cierto, ¿cómo llegó aquí, y por qué huele a basurero?

Todos nos giramos hacia Jacob, que se encogió un poco en su lugar. Oí en su mente que estaba asustado y que no había entendido casi nada de nuestras conversaciones, que habíamos mantenido a velocidad vampírica. Para él sonaban como un zumbido. Sólo había escuchado con claridad a Emmett y el pensamiento en voz alta de Carlisle.

-Él es Jacob Black –presenté formalmente-. Jacob, ellos son mis hermanos: Emmett, Alice, Rosalie y Jasper –los fui señalando de acuerdo a cómo estaban parados.

-Hola –susurró Jacob, sobrecogido.

¡Qué familia…! Ese grandote parece un levantador de pesas… la rubia es bonita, parece una muñeca Barbie… lástima la cara de asco, estropea el conjunto. Qué bajita que es la otra… el rubio es raro…No se parecen tanto como para ser hermanos, parecen tener todos la misma edad, o casi…

-William Black, el hombre que llamó anoche, es el padre de Jacob –completé, intentando no sonreír ante los inconexos pensamientos del muchacho-. Fue por eso, y porque Bella se había aferrado a él como una lapa, que me arriesgué a traerlo.

-Él no puede ser Jacob Black –declaró Alice rotundamente.

-¿Por qué no puede serlo? –le pregunté, desafiante.

-No tengo documentos aquí, pero sí soy Jacob Black… -protestó el joven.

Alice, en tanto, me estaba mostrando dos recuerdos. Uno, de Bella con un joven moreno, ambos reían. Se me hizo un nudo en la garganta ante esa visión, era la tarde anterior. Y el otro recuerdo, de ese momento, Bella inmóvil y el joven frente a ella, asustado.

Alice tenía razón. El muchacho era el mismo, pero a la vez no lo era. El Jacob Black que estaba en ese momento en nuestro salón aparentaba unos dieciocho años, mientras que el de la visión de Alice, el Jacob Black que había pasado la tarde con Bella, tendría quince como mucho. No menos, pero tampoco más.

-¿Bella tiene una amigo humano? –se sorprendió Jasper.

-Eso parece –intenté que mi voz no destilara celos, y casi lo logré. Algo logró filtrarse, pese a todo.

-Eh, no sé si soy un amigo-amigo –titubeó Jacob-. Sólo… pasamos una tarde juntos en su casa, con nuestros padres presentes, y nos reímos mucho. Esta mañana ella de pronto estaba en la puerta de mi taller, y empezó a gritar, y apareció él… Edward –me señaló con la cabeza, y asentí-. De pronto él nos sujetó a los dos, a Bella y a mí, y… nos trajo aquí, corriendo, o eso creo…

-¡¿Eres completamente idiota? –aulló Rosalie derecho a mi cara.

Alice me aferró del hombro y nos arrojó al suelo tumbando el sillón en el que yo me había sentado, con rapidez suficiente como para esquivar por un centímetro una intensa llamarada dirigida justo a mi rostro. Una fracción de segundo más tarde, una ola de tranquilidad recorrió todo el salón y Emmett abrazó a Rosalie por detrás, musitándole palabras tranquilizantes e impidiéndole lanzarse sobre mí.

-¡Rose…! –gritó Esme, angustiada. Carlisle y Jasper tenían los rostros crispados de concentración, intentando enviar tranquilidad y paz por el lugar. Fue eso lo que impidió que Jacob Black sufriera un colapso nervioso ahí mismo; su corazón galopaba dentro del pecho.

Mi rubia hermana se calmó sólo lo suficiente como para controlar su pirómano don. Su mente aún vociferaba insultos que hubiesen sonrojado a un marinero.

-¡¿Cómo se te ocurre…? –volvió a aullarme, sus facciones desencajadas de furia.

-Rosalie, lo discutimos luego, por favor –cortó Carlisle, tenso-. Lo principal es que alguien vaya ya mismo a preparar la escena en casa de Bella.

-Voy yo –se ofreció Alice, incorporándose de un salto.

-Te acompaño –musitó Jasper, y los dos salieron rápidamente de casa. Jacob otra vez estuvo a punto de caerse del sofá de la sorpresa.

¿Cómo lo hacen? Aparecen y desaparecen en el aire…

-No desaparecen, Jacob –aclaré a la pregunta no formulada del muchacho, que me miró más sobresaltado que antes-. Es una larga historia, pero digamos que se mueven más rápido de lo que el ojo alcanza a ver –resumí, mientras me levantaba y volvía a colocar el sillón tumbado sobre sus patas.

Él asintió, no muy seguro de qué era exactamente lo que yo quería decir, pero decidiendo que debía ser algo así lo que pasaba. Rosalie bufó un poco de humo y desapareció escaleras arriba, buscando en los guardarropas algo que usar como pijama.

-Hay un problema, Jacob no está dentro de la historia de Alice –señaló Emmett-. ¿Cómo justificamos que esté aquí?

-No quisiera echarte ni ser descortés, pero tendrás que irte, Jacob –le dijo Esme con suavidad-. Tu presencia aquí es difícil de justificar, y sólo hará que sospechen de Bella y de nosotros. Tu padre se preocupará mucho, será mejor que regreses a tu casa.

-Bella… ¿ella estará bien? –preguntó Jacob, honestamente preocupado.

Sigue sin reaccionar. No parece que esté bien… pero el doctor dijo que sí, él debe saber… ¿pero por qué me tengo que ir? ¿Por qué no podemos decir la verdad, que Bella apareció en casa? ¿Por qué tienen que inventar una historia? ¿No le pasará nada malo a Bella si la dejo aquí con ellos…?

-Jacob, entiendo tu preocupación –le dijo Carlisle, que había optado por dejar el teléfono y moverse a velocidad humana junto al joven después de oír él también sus pensamientos; Jacob prácticamente estaba gritándolos-. Bella va a estar bien, aunque no puedo prometer que ella reaccione pronto. Pero hay muchas cosas en juego, más de lo parece. Entiendo que aprecias a Bella y quieres que no le pase nada malo. Entonces, por favor, necesitamos tu ayuda.

-Sí, dígame que puedo hacer –aún atónito, Jacob estaba más que dispuesto a colaborar.

Carlisle se sentó frente a él, de modo que ambos quedaban a la misma altura. Aquella era una charla de igual a igual.

-No tenemos tiempo de explicarte todo ahora –comenzó Carlisle-, pero tienes derecho a saber. Estás demasiado involucrado como para que te dejemos en la ignorancia. Alguien va a llevarte a tu casa ahora, aunque sería prudente que llames antes a tu padre y lo pongas al tanto de dónde estás y por qué.

-¿No podemos simplemente hacer de cuenta que no estuve aquí? –preguntó Jacob, un poco esperanzado-. Papá no tiene porqué saberlo, él no se dará cuenta por sí solo. Es que tiene algún tipo de… antipatía por usted, doctor, por unas leyendas…

-Lo sé, pero ése no es el modo de hacer las cosas –declinó Carlisle-. Le diremos la verdad al señor Black, eres menor de edad y su hijo. No estará feliz, pero es lo que debe hacerse. Después, alguien te llevará a tu casa. Por favor, no le digas nada de esto a nadie, excepto a tu padre.

-Seguro –aceptó Jacob de inmediato, decidiendo que de todos modos nadie le creería.

-En cuanto las cosas se calmen, podrás venir a visitar a Bella –siguió Carlisle, y el rostro de Jacob se iluminó en una enorme sonrisa de esperanza-, y también te explicaremos todo aquello para lo que hoy no hay tiempo. ¿Estás de acuerdo?

-Sí, doctor –asintió Jacob fervorosamente.

-Muy bien. Entonces, llama a tu padre –invitó Carlisle, tendiéndole su teléfono a Jacob, quien receló un momento antes de tomarlo.

-¿Prefieres llamar desde el teléfono de línea, para que el número no quede registrado? –ofreció Carlisle, aunque él sabía tan bien como yo que no era eso lo que causaba el nerviosismo de Jacob.

-No, no es eso… -el joven humano dudó un momento antes de explicar-. Es que papá va a ponerse hecho una furia cuando sepa dónde estoy…

-Dile también que te llevaremos a tu casa –indicó Carlisle-, y pregúntale si prefiere que te llevemos hasta la puerta o que te dejemos en la frontera que marca el Tratado.

No del todo convencido, Jacob tecleó un par de números y esperó. Alice y Jasper regresaron antes que el señor Black atendiera el teléfono.

-Todo listo –anunció Alice-. Bella salió por la puerta trasera, que quedó abierta. Su cama está deshecha, se nota que su sueño fue intranquilo esa noche. Había un abrigo marrón al lado de la Chevy, por si acaso no lo toqué, pero olía un poco a Jacob.

-¡Rayos, mi abrigo! –exclamó Jacob, sorprendido, y pude ver en su mente que lo había dejado ahí la tarde anterior, cuando se había ofrecido a echarle un vistazo al motor de la Chevy, mientras bromeaba y reía con Bella. Ambos habían entrado apresuradamente cuando la lasaña estuvo lista, y el abrigo quedó olvidado.

Me dio un nuevo retortijón de culpa cuando caí en la cuenta que aún no se cumplían doce horas del momento en que Bella reía con naturalidad y franqueza. Al verla ahora, ese momento parecía a años luz de distancia…

-Y aquí está el pijama -mi querida hermana enarbolaba con cara de asco unas ropas viejas y oscuras que olían fuertemente a Bella-, que no seguirá siendo su pijama mucho tiempo. Esta chica necesita un cambio de vestuario urgente.

-Llevemos a Bella a cambiarla de ropa –sugirió Esme-. Rose está buscándonos algo que oficie de pijamas.

-¡Oh, claro! –Alice estaba preocupada-. Ay, Jazz, tendrás que ponerte ese pantalón gris y la camiseta blanca; asegúrate de arrugarlos antes de ponértelos. Rose puede usar ese vestidito rosado con la bata de seda blanca por encima, le quedará bien. Emm puede usar la camiseta a rayas azules y verdes y el pantalón de franela gris; para Carlisle una camiseta de Edward, tienen casi el mismo talle, y un pantalón de algodón de Jazz de los que ya descarté. Esme, para ti nada mejor que ese vestido azul que parece una enagua, ¡ay, no ése no, no combina con el abrigo que usarás a modo de bata! El verde, entonces, es bastante escotado, pero con la bata no llamará la atención. Y yo, creo que tengo un conjunto…

Mientras Alice decidía el vestuario de nuestra próxima puesta en escena, Esme había tomado en brazos a Bella y la había llevado al piso superior, donde Alice (que seguía parloteando incansablemente a toda velocidad), Rose y Esme le quitaron las ropas oscuras que llevaba y la vistieron con el pijama. Me concentré en las mentes que estaban en el piso inferior, para darles privacidad a las mujeres.

En eso, el señor Black por fin atendió el teléfono por fin.

-¿Hola? –preguntó su voz adormilada.

-Eh, hola, papá, soy yo, Jake –empezó Jacob, nervioso.

-¿Jake…?

-Estoy perfectamente, en serio –atajó Jacob-. Estoy en casa de unos conocidos.

-¿Cómo que estás en casa de unos conocidos y no en tu cama? –preguntó el señor Black con desconfianza-. ¡Son las seis de la mañana! ¿Es alguna broma?

-No, papá, no es una broma, es que hubo un… problema, y tuve que irme.

-¿A dónde? –presionó el señor Black.

-A… la casa de los Cullen –reconoció en voz baja, pera después seguir hablando a toda velocidad-. Papá, estoy perfectamente bien, son muy amables, y no me lastimaron ni me forzaron a venir, esto no es un secuestro ni nada por el estilo –aclaró Jacob atropelladamente.

-¡¿Cómo que estás en casa de los Cullen! –tronó la voz del adulto al otro lado de la línea-. ¿Cómo llegaste ahí? ¿Cómo sabes dónde viven?

-Eh, es un poco largo de explicar, pero Bella…

-¿Bella? ¿Bella Swan? ¿Qué tiene que ver ella?

-Tuvo una especie de accidente, y yo la encontré, porque yo estaba trabajando en mi taller, y de pronto ella estaba ahí, y después apareció uno de los Cullen, Edward, y nos pareció que lo mejor era traer a Bella a su casa, porque su padre es médico, y la trajimos, y el doctor dijo que yo tenía que avisarte, y que alguien me llevaría a casa; ah, sí, y si preferías que me dejaran en la frontera del Tratado o si me dejaban en la puerta de casa –soltó Jacob de un tirón y a toda velocidad, sin molestarse en respirar.

La versión de los hechos no era del todo exacta, pero básicamente estaba bien. Del otro lado de la línea no se escuchaba más que la respiración trabajosa del señor Black. Carlisle intervino entonces; con un pequeño "permíteme" tomó el teléfono de la mano de Jacob y lo acercó a su oído.

-Buenos días, señor Black, Carlisle Cullen le habla de nuevo. Su hijo está aquí con nosotros. Respecto a Bella, supimos que ella se adentraría en la zona de la reserva, y nos pareció oportuno intervenir…

Carlisle le dio una nueva versión de los hechos, algo más precisa, pero sin entrar en detalles de cómo habíamos averiguado que Bella estaría por ahí ni por qué ella había sufrido este tipo de conmoción.

-… y quisiéramos saber qué prefiere usted, que dejemos a Jacob en la frontera del Tratado o que lo llevemos hasta la puerta de su casa. Como usted prefiera -concluyó.

-¿Los suyos suelen actuar así? –la voz del señor Black no era agresiva, sino cauta.

-No entiendo su pregunta, señor Black. ¿Así cómo?

-¿Así, empezando a gritar y volviéndose catatónicos? Porque yo me desperté a causa de ese grito, y créame que era como el de un alma en pena.

-No, es la excepción, no la regla –respondió Carlisle con frialdad.

-¿La hija de Charlie… estará bien? ¿Va a recuperarse?

No pude evitar un poco de alivio al oírlo. Era "la hija de Charlie", no era "una de los suyos".

-Espero que sí, aunque tomará un tiempo… como no sé qué es exactamente lo que la precipitó a este estado, no sé tampoco cómo revertirlo –confesó Carlisle-. Sólo nos queda cuidarla y esperar a que reaccione sola.

-¿Va a tenerla en su casa?

-Eso depende de lo que el jefe Swan decida –atajó Carlisle-. Es el padre de Bella, él es quien toma las decisiones.

-Sí, claro… tiene razón. Hum, traiga a Jacob hasta la entrada del pueblo, por favor, que camine el trecho hasta casa… si estaba suficientemente despierto como para estar en su taller a las cinco de la mañana, no le hará ningún mal.

Intercambié miradas con Jasper, Emmett y Carlisle, y todos estábamos pensando más o menos lo mismo: el padre de Jacob estaba eligiendo un diplomático término medio. No nos permitía llegar hasta el frente de su casa, pero tampoco nos hacía dejar a su hijo a cinco kilómetros de su casa, que era donde estaba el límite del Tratado, sino a menos de un kilómetro hasta la puerta de su vivienda.

-Así lo haremos –aceptó Carlisle-. Comprenderá que no queremos involucrar a Jacob en esto, pero teníamos que avisarle a usted de lo que pasaba.

-Gracias –dijo el señor Black en voz baja, pero sincera-. Gracias por su honestidad.

-Gracias a usted por su confianza –respondió Carlisle.

-Adiós.

-Adiós –se despidió Carlisle, cortando la comunicación.

-¿Cómo fue todo? –preguntó Jacob, un poco ansioso. Con sus oídos humanos, no había sido capaz de oír toda la conversación, como sí lo habíamos hecho todos los vampiros presentes en la casa.

-Bien –respondió Carlisle-. Tu padre no está feliz, lo cual es comprensible, pero tampoco hay una guerra en puertas. Emmett, ¿podrías llevar a Jacob hasta la entrada de la Push?

-¿A pie o en auto? –preguntó Emmett, expectante.

-En automóvil estará bien, alguien podría verte –advirtió Carlisle-. Ya corrimos suficientes riesgos. Llévate el Mercedes, los vidrios opacos ayudarán a que no te reconozcan. Por si acaso.

Emmett bufó y salió a velocidad humana hacia el garage, decepcionado por no poder divertirse un poco.

-Hasta pronto, Jacob –Carlisle lo despidió con un apretón de manos, pero se detuvo de pronto y frunció el ceño-. ¿Te sientes bien? ¿No estás cansado, afiebrado, con dolor de cabeza? Tu temperatura debe rondar los cuarenta grados, pero no pareces enfermo…

-Cansado y sorprendido sí, doctor –reconoció Jacob-. Y preguntándome si me estoy imaginando todo esto, también. Pero no me siento enfermo.

-Es raro… -Carlisle sacudió la cabeza, dejando el listado mental de las posibles enfermedades que Jacob podría estar sufriendo en período de incubación, y que iban desde la hepatitis a la meningitis.

-En fin, hasta pronto, espero, Jacob, y gracias por tu ayuda –terminó Carlisle, y en eso unos bocinazos se escucharon en el exterior-. Emmett está esperando… pero no le creas todo lo que te diga, le gusta exagerar.

-Aguafiestas –gruñó Emmett desde el volante. Sus proyectos sobre asustar a Jacob con historias sobre los vampiros acababan de quedar frustrados.

Jacob salió de casa y subió al automóvil, que arrancó y salió a toda velocidad. Esme bajó llevando a Bella en brazos, ya vestida con su pijama, consistente en una camiseta vieja y con un par de agujeros, y un pantalón tanto o más viejo y gastado.

-Alice me pidió que les diga que suban a cambiarse –indicó Esme, que también se había cambiado ya de ropa, y llevaba un vestido simple de algodón artísticamente arrugado que podía pasar por un camisón si no se prestaba bastante atención, y un abrigo ligero que cumplía el rol de una bata, por encima.

Carlisle, mientras tanto, llamó al padre de Bella. Había estado escuchando (como todo el resto de mi familia) aquella conversación entre Bella y yo que derivó en la narración de Bella sobre sus primeros días de neófita, y recordaba el número que Bella me había dictado.

Jasper y yo subimos a encontrarnos con Alice y Rose, que habían desparramado lo que me pareció el contenido de toda una tienda de ropa por la habitación y estaban discutiendo en voz baja quién debía usar qué cosa.

-¡El azul opaca a Jasper! Es rubio, el azul lo hace lucir pálido –batallaba Rose, vestida ya con una vestido muy corto color rosa intenso, y una bata de seda blanca, que por alguna extraña razón tenía entre sus posesiones, por encima-. Mejor el verde hoja.

-¡No, el verde no combina con sus ojos! –discutía Alice, que llevaba una camiseta de Emmett que le iba enorme y un short-. El pantalón gris, sin duda. Y una camiseta blanca, simple, es lo mejor.

-No me convence el blanco. Junto con el gris, lo hace parecer muy monocromático –opinaba Rose, terca-. Mejor la color beige.

-¡La beige es para Carlisle! Le da ese aspecto tranquilo que estamos buscando…

-Buenos días, jefe Swan, Carlisle Cullen le habla aquí –escuchamos de pronto en el piso inferior, y todos nos detuvimos a oír la conversación. Hasta Alice y Rose dejaron de pelear por el vestuario.

-Buenos días, ¿pasó algo? ¿Hubo algún accidente? –el bueno del jefe Swan estaba de inmediato en modo policía.

-Algo así, pero no hay heridos –atajó Carlisle-. Vea, la verdad es que este caso le concierne directamente. ¿Puedo ir a buscarlo a su casa?

Calma, Edward, es por su seguridad

me explicó Carlisle mentalmente, en respuesta a mi grito mental de "¿qué rayos estás haciendo?".

No puedo darle la noticia al pobre hombre por teléfono, y si sólo le digo que venga, estará alterado y nervioso, y podría con demasiada facilidad distraerse y tener un accidente.

-¿A mí? –el jefe Swan sonaba un poco perdido-. ¿Por qué?

-Ya le expliqué que le concierne a usted. En unos minutos estoy ahí. Hasta entonces –se despidió Carlisle y cortó la comunicación antes que el padre de Bella tuviese tiempo de preguntar nada.

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Las cosas se sucedieron muy rápido después de eso. Alice nos hizo cambiarnos de ropa a todos, mandándonos a vestir con prendas especialmente arrugadas para la ocasión, excepto yo, que acabé disfrazado (al menos así me sentí) con un conjunto de ropa deportiva que no sé de dónde habrá salido.

Fue raro darnos cuenta que nadie tenía pijamas ni camisones en los roperos tamaño extra gigante que Alice se encargaba de aprovisionar regularmente. Claro, no es como si ninguno de nosotros necesitara pijamas tampoco, pero Alice estuvo muy frustrada por el hecho de tener que vestirnos con ropas que no eran exactamente las indicadas.

Después nos despeinó del modo que le pareció más propio de alguien que es sacado de la cama de madrugada, en medio de un sueño tranquilo. Irónico, considerando que hacía décadas que ninguno de nosotros dormía, pero Alice aseguraba haber visto muchas películas y saber exactamente qué aspecto tiene alguien que acaba de levantarse.

Carlisle se cambió sin discutir, se colocó un suéter por encima de su supuesto pijama, permitió que Alice lo despeinara y luego se peinó un poco con los dedos, aduciendo que no podía aparecer por la casa de los Swan como si realmente acabara de levantarse cuando supuestamente ya había revisado a Bella y llevaba un rato despierto. No dejaba de ser sorprendente lo joven que parecía, vestido con ropas comunes y despeinado. Hubiese podido pasar por nuestro hermano sin problemas. Se metió en el volvo y salió rápidamente hacia Forks.

A decir verdad, tengo la sospecha que Carlisle huyó de Alice. Ese pequeño monstruo con aspecto de frágil bailarina nos torturó durante un rato, obsesionada en que todo saliese perfecto.

Primero, decidió que a Jasper no le iba el blanco después de todo y que mejor probara el celeste, sólo para retractarse en cuanto lo vio con la camiseta celeste y decidir que era mejor la blanca. Jasper gruñó y volvió a cambiarse.

Después, mi cabello se negaba a despeinarse en exactamente el modo que Alice quería, por lo que quiso mojarlo y probar si lucía mejor entonces. Por suerte Rose le hizo ver que parecería raro si mi cabello estaba mojado cuando se suponía que yo venía de correr.

Y por último, Alice estaba horrorizada por el pijama de Bella y ardía en ganas de vestirla con algo más femenino, aunque sabía que tenía que contenerse, dado que el éxito de nuestro plan radicaba en el hecho que Bella realmente pareciera haber dejado su cama, caminado hasta la ruta y luego haber sido llevada a casa, sin pasar por una tienda de ropa entre medio.

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-Atención, ahí vienen –anuncié.

Parecíamos los actores de un teleteatro barato. Estábamos vestidos con colores claros, a tono con la casa y con la imagen de supuesta calma que intentábamos dar, según Alice. En el centro de la sala estaba Bella, sentada en el sofá, todavía con la mirada perdida, vestida con su pijama y con una gruesa manta alrededor de los hombros. Alice había tenido la precaución de entrecerrar los ojos de Bella, de modo que no se notase que eran de color rojo brillante. Hubiese sido sospechoso si Bella salía sonámbula de su casa, pero con los lentes de cristales verdes.

Esme estaba a su derecha y yo a la izquierda. Rosalie se sentaba en uno de los sillones individuales frente a nosotros, mientras que Alice, Jasper y Emmett (que había regresado a tiempo para someterse al arbitrio de la moda noctámbula de Alice) habían traído sillas del comedor. El otro sillón individual, en el que Jacob se había sentado, permanecía vacío. Nadie había querido sentarse allí, el sillón apestaba. Rose hasta había mascullado algo sobre quemarlo.

Todos oímos el automóvil subiendo por el camino hasta detenerse frente a casa, dos puertas abriendo y cerrándose. Dos tipos de pasos dirigiéndose a casa, unos reposados y gimnásticos, otros más desacompasados, ansiosos.

La mente del jefe de policía era un hervidero de preguntas. Estaba nervioso, tenso, ansioso, terriblemente preocupado por su hija. Pero sus pensamientos estaban encubiertos, velados… podía dilucidar su angustia, su temor de que lo de Bella fuese algo grave y que Carlisle no lo hubiese dicho hasta ese momento la verdad, pero no podía oír las palabras exactas con las que formulaba ese pensamiento.

La puerta fue abierta y el jefe Swan entró como una tromba al salón. Parecía haber envejecido diez años. Su rostro era una máscara de miedo, que se relajó un poco al ver a Bella sana y salva. Caminó velozmente hacia su hija, que seguía sin reaccionar, y se dejó caer de rodillas ante ella.

-Oh, Bella, hija, qué susto… -tomó las manos inmóviles de Bella entre sus manos, sin percatarse de lo frías que estaban las de ella, o sin que le importara-... temí… cuando me llamaron… creí que… Oh, Dios mío, gracias, gracias a Dios…

Su voz se quebró al final, y aparté la vista, incómodo. Sentía estar invadiendo lo que debía ser un momento íntimo entre un padre y su hija.

-Ya ve, jefe Swan, Bella está físicamente bien, pero psíquicamente en estado de shock –explicó Carlisle, poniendo una mano en el hombro del atribulado jefe de policía-. Sus reflejos son inexistentes, no reacciona cuando se le habla, y no realizó ningún movimiento consciente desde que Edward la encontró.

-¿Qué… qué es lo que hay que hacer? –preguntó el jefe Swan, respirando profundamente.

Esme se levantó con delicadeza y se dirigió a la cocina a preparar un café para el pobre hombre.

-Por lo pronto, hay que esperar. Hace menos de una hora que ocurrió el incidente, ella todavía no termina de asimilarlo –explicó Carlisle, diciendo una verdad a medias. Hacía más tiempo que ése desde su visión en la que Bella atacaba a un humano, y ésa acción, sospechábamos, había sido la desencadenante del shock de Bella.

-¿Cuánto tardará en asimilarlo? –preguntó el padre de Bella, mientras Carlisle lo dirigía con cuidado hacia el sillón que Jacob había desocupado. Siendo humano, al jefe Swan el olor no le molestaría.

-Eso varía de una persona a otra, no es fácil dar un tiempo preciso –evadió Carlisle la pregunta, sentándose en el lugar que Esme había dejado libre. La verdad es que no teníamos ni idea de cuánto tiempo podía llevarle a Bella recuperarse de la impresión-. Pero… varios días, si el susto fue muy grande. Hasta una semana o dos, en el peor de los casos. Quizás más. Y cuando se recupere –fruncí el ceño al oír que Carlisle añadía mentalmente si se recupera-, posiblemente le queden secuelas de por vida. Podría temerle a los automóviles, a los ruidos fuertes, o sufrir ataques de pánico en situaciones estresantes. Quizás tenga que verla un psiquiatra… pero eso recién lo podremos decir cuando se recupere, al menos parcialmente.

El padre de Bella pareció muy desalentado, tanto o más que yo. Carlisle estaba siendo completamente sincero, yo podía oírlo en su mente. No había exagerado, Bella podía quedar gravemente afectada.

¿Pueden enloquecer los vampiros? ¿Pueden quedarse indefinidamente quietos, sin moverse y sin respirar, durante años enteros, hasta volverse rocas, o algo así? ¿Pueden fosilizarse los vampiros, no morir, pero sí… petrificarse?

Entonces caí en la cuenta de algo que era la vez alarmante y alentador.

-Bella reaccionará tarde o temprano –dije en voz alta, y todos se giraron hacia mí al notar mi voz tranquila-. A más tardar, cuando tenga hambre.

Los pensamientos de Carlisle tomaron un matiz alarmado al pensar en que pronto vendría Jacob, y los del padre de Bella reflejaron alivio al pensar que en unas horas su hija estaría bien.

-Edward, sólo eso puede no ser suficiente –respondió Carlisle con voz severa-. Si el shock es severo, podría tardar días. Quizás sea necesario alimentarla por vía intravenosa.

¡No le des esperanzas prematuras a este pobre hombre!

Me regañó Carlisle, serio.

Si Bella acaba de alimentarse, puede tomarle semanas volver a tener sed suficiente como para desear salir a cazar.

Me encogí levemente de hombros.

 

Al menos sabemos que reaccionará

señalé.

Seguimos sin saber cuándo

insistió Carlisle.

Bella es una neófita de apenas tres meses de existencia, y está repleta de su propia sangre humana, que se consume lentamente. Un neófito no necesita estrictamente alimentarse, lo hace por instinto, más que por necesidad de incorporar alimento a su organismo. ¡En el peor de los casos, Bella podría pasar los siguientes ocho o nueve meses igual de inmóvil!

El mundo se me vino abajo.

¿Bella podría pasar nueve meses tan horriblemente… inexpresiva? ¿Tan… muerta?

No es seguro, pero podría ser, en el peor de los casos

me señaló Carlisle, grave.

Yo sólo deseé poder volverme catatónico también. No me enteré casi nada de lo que hablaron el jefe Swan y Carlisle, capté solo vagamente el olor del café que Esme había preparado, y cuando Jasper y Emmett me tomaron uno de cada brazo y me medio empujaron medio arrastraron hacia el piso de arriba no opuse ninguna resistencia.

Fueron un par de fuertes golpes en la cara los que me devolvieron a la real realidad. Parpadeé, y delante de mí estaba Rosalie, mirándome con curiosidad, pero también satisfacción. Alice, Jasper y Emmett estaban a mi alrededor.

-Siempre quise poder hacer eso sin que nadie se me enojara después –sonrió Rose con petulancia-. ¿Ya estás bien? –preguntó, más seria.

-Eso creo –respondí, todavía atontado.

-Ya, con un catatónico en la casa es suficiente –masculló Emmett-. ¿Tienes que imitar todo lo que hace tu novia?

-No es mi novia –atajé débilmente.

-Como sea –descartó Emmett con un gesto de la mano.

-Nos diste un buen susto, no había más que desesperación saliendo de ti, y de pronto ya casi no había emociones a tu alrededor –me advirtió Jasper.

Igual que con Bella

corearon mentalmente cuatro voces.

-Hay algo bueno que te perdiste mientras estabas demasiado ocupado comiéndote la cabeza –me informó Alice-. Charlie Swan aceptó dejar a Bella en nuestra casa. Esme va a cuidarla, y Carlisle puede intervenir si ella tiene una crisis. El padre de Bella tiene que trabajar la mayor parte de día, y no tiene en realidad a nadie que pueda ocuparse de ella. Carlisle lo convenció que hospitalizarla no es necesario, basta que tenga a alguien cerca. Nosotros nos comprometemos a cuidarla y vigilarla hasta que se recupere. De modo que prepárate, porque hay que mudar el estudio de Esme al desván, e instalar la habitación de Bella en el segundo piso.

-¿Habitación de Bella? –pude tartamudear, confundido.

-Charlie Swan querrá saber dónde dormirá su hija, y Bella necesitará un sitio tranquilo, con un poco de intimidad y calma… y espacio para su guardarropas.

-Creí que el guardarropas de Bella dejaba mucho que desear -mascullé.

-El viejo, sí. El nuevo, será espectacular –los ojos de Alice brillaban de anticipación.

-Habrá que conseguirle una cómoda, una cama, una mesita de noche, un escritorio, una silla, un ropero, un colchón, almohadas, cortinas, alfombras, sábanas… -Jasper iba a lo práctico.

-Creo que podremos tenerlo instalado para esta tarde, si nos ocupamos ya mismo –caviló Emmett.

-Estarás feliz –me gruñó Rosalie, entre risueña y fastidiada-. Estarás a una puerta de distancia de la razón de tu existencia.

Mis hermanos siguieron cavilando y planificando, que si alfombras persas o tapices indígenas, sábanas de seda o de algodón egipcio de trescientos hilos, muebles de roble o caoba…

Yo sólo pude quedarme ahí, dividido entre la alegría de tener a Bella tan cerca, y la tristeza de la razón que la llevaba a vivir bajo el mismo techo que yo.

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Para la noche del día en que Bella llegó a casa ya estaba instalada su habitación. Esme se encargó de planificarla y decorarla, de modo que todo era elegante y de buen gusto. Emmett y Jasper se ocuparon del mobiliario, y Alice y Rose compraron un guardarropas completo para Bella, desde lencería y trajes de baño hasta abrigos y botas.

Nadie pensó siquiera en ir a clases ese día. Yo pasé el día junto a Bella, atormentándome. Todo esto era mi culpa. Si yo le hubiese hablado antes de la dieta "vegetariana" de mi familia, Bella no hubiese atacado a ese humano. Si Bella no hubiese atacado a ese humano, no estaría ahora en este estado catatónico. Si Bella no estuviese catatónica, estaría viva, normal, saludable…

-Deja de hacerte reproches, esto no es tu culpa –suspiró Carlisle en el piso superior, donde seguía poniendo su impresionante biblioteca patas para arriba en busca de algo que pudiese servir para despertar a Bella.

Estábamos los dos solos en casa, a excepción de nuestra huésped. El resto de mi familia había salido a hacer compras para Bella.

-Claro que es mi culpa –refuté, sin poder quitar la mirada de la pétrea Bella-. Si yo…

-Te digo que no es tu culpa, no puedes haberlo previsto –insistió Carlisle, descartando otros tres tratados de medicina con sólo ver los títulos, según vi en su mente-. Ni siquiera Alice lo vio.

-El don de Alice no es exacto –gruñí.

-Exacto no, pero sí bastante preciso –repuso Carlisle, subiendo a una escalera para alcanzar los estantes más altos-. Lo suficiente como para encontrar a su alma gemela. ¿Te parece poco?

Bufé. Después de lo que había pasado, yo estaba descreyendo bastante el tema del amor.

-Vamos, Edward, Bella se recuperará…

-¿Y por qué Alice no está viendo eso? –acusé.

-Porque no está viendo a Bella en absoluto, porque Bella no está tomando decisiones –respondió Carlisle tranquilamente, apartando dos tomos que podrían servir-. Tenemos que ser pacientes.

-¡No puedo ser paciente! ¡No con Bella aparentando ser una estatua! ¡Y no me digas que no es mi culpa, porque sí lo es, y si ella llega a no recuperarse nunca…!

-Me parece que alguien dijo que Bella reaccionará cuando tenga hambre –me recordó Carlisle, añadiendo otro volumen a la pila de los que quizás fuesen útiles.

-¡Y a mí me parece que alguien dijo que eso podría tardar nueve meses! –vociferé.

-Eso en el peor de los casos –aclaró Carlisle, bajando por la escalera-. De todos modos, no es como si no tuviésemos esperanzas. Si dentro de nueve meses ella sigue sin volver en sí, podemos empezar a preocuparnos. Antes no tiene sentido angustiarse, las cosas podrían recuperar su rumbo por sí solas.

-¡¿Así que tengo que quedarme tranquilo, viéndola cubrirse de telarañas?

-Así que, tienes que ser racional –repuso Carlisle con paciencia, hojeando el primero de los libros del montón-. Ella ya no está en peligro. Ni los quiluetes, ni los Vulturi tienen razones para acercarse a ella, y ningún humano la descubrirá tampoco. Estará con nosotros, protegida y segura. Cuando reaccione, le explicaremos todo, a su debido tiempo. Te tendrá a su lado, eso es importante; necesitará mucho apoyo y contención –advirtió, descartando el libro que tenía entre sus manos y tomando otro-. Tendrás que ser paciente y comprensivo, y mantenerte cuerdo mientras tanto. Bella te necesita entero y en buena forma. Necesitará un punto de apoyo.

-Si no hay nada que hacer, ¿por qué estás revisando la biblioteca? –gruñí en dirección al piso superior.

No dejaba de ser raro el pensar que estábamos en pisos distantes de la misma casa, y que hablábamos en voz alta, pero normal. Un humano tendría que estar gritando, y aún así no oiría todo. A decir verdad, Carlisle y yo ni siquiera hubiésemos necesitado hablar en voz alta, pero él lo prefería, salvo raras excepciones.

-Estoy buscando cómo ayudar a Bella a sobreponerse cuando se recupere –aclaró Carlisle, escogiendo otro libro y hojeándolo velozmente-. Cosa que ocurrirá pronto, sobre todo si lo piensas en términos vampíricos.

-No sé, no sé… -musité.

-Yo sí sé, traté casos similares antes, aunque no soy psiquiatra –contestó Carlisle con calma-. Podríamos figurativamente verlo como un tropiezo. Ella se levantará cuando esté con fuerzas. Si la forzamos ahora a levantarse, volverá a caer fácilmente. En cambio, si ella es quien hace el primer movimiento, es porque tiene fuerzas suficientes como para permanecer de pie. Podrás ayudarle, pero es ella quien se incorporará cuando esté lista. Entonces, una vez que esté de pie, posiblemente se sentirá mareada y confundida. Necesitará ayuda para volver a caminar, pero cuando digo ayuda, me refiero exactamente a eso: ayuda. No que la tomes en brazos y camines por ella, sino que la tomes de la mano y camines a su lado. Lentamente primero, mientras recupera sus fuerzas, más rápido y fluido después, cuando ya esté bien. Pero ten en cuenta que quizás ella se quiera soltar de tu mano cuando esté bien, y mi principal advertencia está aquí, Edward: ayúdale a incorporarse sólo si puedes dejarla ir después.

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Rumié las palabras de mi padre, mi mentor, durante los siguientes diez días. Cualquier persona diría que ocurrieron un montón de cosas en ese período.

Jacob Black se transformó en licántropo por primera vez a la tarde-noche del sábado, es decir tres días, o más aún, bastante exactamente 72 horas, después de haberse acercado a Bella por primera vez.

Charlie Swan vino a visitar a su hija todos los días, y conversó con Esme mientras bebía té. Carlisle había notado que la presión arterial del jefe de policía estaba un poco alta y le prohibió el café.

Un grupo de compañeros de escuela vino a visitar a Bella, aunque resultaba obvio que sólo unos pocos estaban realmente preocupados por ella, y que la mayoría venía a verla como se va a observar a una vaca de cinco patas a un zoológico. Ángela sí parecía ser sincera, y siguió viniendo pese a no encontrarse realmente cómoda en nuestra compañía, por cariño a Bella. Me propuse agradecerle anónimamente ese buen gesto.

Alice compró siete juegos de pijamas y camisones para cada uno de los miembro de la familia (Bella incluida), al tiempo que aseguraba con suficiencia que no se la volvería a pescar desprevenida.

La madre de Bella pasó tres días en Forks, hasta que la persuadimos que sería mejor para Bella despertar en un ambiente tranquilo, que Carlisle estaba a su disposición las veinticuatro horas, y como seguía sin estar del todo convencida aplicamos un poco de manipulación y encanto vampírico. Regresó por fin a Arizona, felizmente convencida de que todo había sido su idea.

Jacob Black, licántropo y todo, insistió en ver a Bella, de modo que en medio de un operativo de seguridad le permitimos acercarse a casa. Contra todo pronóstico, no sólo no hubo problemas, sino que Bella demostró la primera reacción instintiva al relajarse contra su pelaje cálido y cerrar los ojos. Jacob siguió visitándola regularmente, y a costa de pasar él y yo tiempo juntos, preocupados por la misma chica, nos hicimos más cercanos. Éramos casi amigos.

Pero mi percepción estaba, en palabras de Carlisle, "alterada por ese original sentimiento llamado amor", de modo que si preguntaban a mí, nada pasó durante diez largos y angustiosos días. Mi existencia toda giraba en torno a Bella, y mientras ella no se recuperara, el mundo podía caerse a pedazos, a mí no me importaba.

Diez días pasaron. Bella estaba igual, sin cambios perceptibles. Hasta que el sábado siguiente, cuando estábamos jugando al béisbol, pasó lo que llevábamos un par de días temiendo. Un grupo de nómadas se acercó. Como Jacob pasaba buena parte de las tardes en casa, Alice no había sido capaz de ver cuándo exactamente llegarían, y sólo cuando estaban a un par de kilómetros de distancia y yo empecé a oír sus mentes, supimos que estarían ahí en un minuto.

Jacob, que convertido en lobo otra vez actuaba de Puff para Bella, se fue a su casa. Lidiar con ocho vampiros era suficiente para él, los nómadas eran demasiado. Nosotros nos organizamos en un grupo aparentemente casual, pero defensivo. Nunca se sabe…

Capítulo 8: Crónicas del angel gris Capítulo 10: El ruido y la furia

 
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