DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer. La historia solamente mía.
"In the shadows"
CURIOSITY (Curiosidad)
“Cuida tus pensamientos porque se volverán actos. Cuida tus actos porque se hará costumbre. Cuida tus costumbres porque formara tu carácter. Cuida tu carácter porque formará tu destino. Y tu destino será tu vida”.
...
El olor a tomate cocido inundaba la angosta cocina de Renée. Pase mi dedo por la pequeña mesa de madera que casi ocupaba todo el lugar, se sentía como lo recordaba: áspera pero a la vez suave y cálida. Extraño.
En ella se hallaban varios frascos con mermeladas de distintos sabores. Renée luego de separarse del perro de su nuevo marido comenzó con una aflicción hacia los cursos de cualquier tipo, de hecho, gastaba casi todo su sueldo y tiempo libre de empleada en este tipo de cosas.
Me encontraba en un rincón de la cocina observándola mientras ella revolvía en la antigua olla que emitía un dulce olor. Sin duda todavía quedaba rastro de la bella mujer que algún día fue, sin embargo, el tiempo había hecho mella en ella. El tiempo, el dolor y el sacrificio. Sus ojos celestes estaban casi ocultos por su rostro con arrugas. Se veían cansados pero a la misma vez en paz y calma. En todo ese tiempo que estuve viviendo con Carlisle la recordaba como una mujer soberbia, odiosa. Ciertamente la llegue a odiar en ese tiempo. Recordaba como todos los días despotricaba en su contra, y maldecía cada segundo por llevar la misma sangre que ella.
Todo eso se encontraba tan en el fondo de mi pasado. Después de que volví o más bien, ella me trajo de vuelta, encontré a una nueva Renée. Se hallaba acabada, sus ojos estaba con una ojeras profundas, su rostro se endureció marcando aun más sus líneas de expresión, su lacio y largo cabello rubio había sido cortado sin importancia alguna dejando a su paso una horrible melena mal cortada. Ya no era la mujer joven que yo recordaba, el peso de los años se había venido en su contra con todo el ímpetu de este.
Renée logró recomponerme después de que Carlisle acabo conmigo, juntas logramos superar a aquellos hombres que nos había desmoronado con su pasar. Pero no fue fácil. Nos llevo años volver a tener esa confianza y cariño que nunca tuvimos la una a la otra. Renée me confesó en una de nuestras largas conversación que tuvimos a mi regreso él cómo llevo mi partida.
Luego de que me escapara un día después de mi cumpleaños, comenzó tomarle el peso de mi huida. Charlie también me lo dijo, y en cierto modo yo igual lo había notado. Renée maduro en esos años de mi ausencia. Tomo conciencia de que si no se cuida al ser amado, éste buscara la manera de serlo.
Tres años después de que me fuera, Phil la dejó por una chica diez años más joven que ella. Pero a Renée le dolía más no saber nada de mí. Nunca, en los cuatro años que estuvimos separadas la llame una sola vez. Nunca mande una postal ni la visite. Confesó que por su mente llego a pensar que había muerto.
Cuando estaba en esa inmunda habitación de motel presionada por el dueño para que me fuera, vestida únicamente con mi blusa sin mangas y mi falda corta, muerta de frio y hambre. Imaginaba que vendría por mí aquella Renée que había dejado ese catorce de septiembre pero sorpresa fue la mía cuando solo me encontré con la sombra de lo que fue mi madre.
Ya no tenía esa gracia de una joven y alocada. No. Ella ya no era eso.
- Deberías acompañarme – dijo de espalda a mí – se pasa muy bien ahí. Y mira, nunca es tarde para aprender.
Miré la olla repleta de tomates molidos. - ¿Estás segura que se puede hacer de… esto?
Renée rió. – Claro que si cariño.
Paso cariñosamente su mano por mi rostro, acomodando mi cabello detrás de mi oreja.
Después de tomar un cálido té preparado por ella igualmente probé la mermelada de tomate. Ciertamente sabia deliciosa. Tenía un gusto agridulce que junto a los dulces que preparo, eran la mezcla perfecta.
Subí a mi antiguo cuarto. Todo estaba tan cual lo deje luego de que me fuera a vivir a la gran ciudad. Reneé vivía en una modesta casa a kilómetros de la gran ciudad. Era todo muy rural por este sector. Salí de está para pasar a la de Reneé. Tenía aquel olor indescriptible que cubría a mi madre. Todos estaban pulcramente ordenado y aunque no tenía muchas cosas en él, se veía bien.
Me senté en la cama, pase mi mano por las gastadas y viejas colchas. Lentamente me fui recostando en ella hasta quedar completamente acostada en la cama en forma de feto. Amaba ese olor.
Cerré mis ojos llenándome de él. Siempre que venía trataba de hallar su aroma pero era sencillamente imposible. Los cálidos brazos de mi madre me arroparon por detrás. Comenzó a jugar con mi cabello dándome cortos besos en mi cien.
- Sabes que adoro tenerte aquí. Pero tú y yo sabemos que no estás aquí solo para probar mis nuevas mermeladas ¿o si cariño?
Reí. – Si – dije con la voz casi apagada. Un nudo se armo en mi garganta impidiéndome hablar. Una lágrima broto de mi ojo cayendo lentamente por mi rostro. Me aferre fuertemente a los brazos de ella.
- ¿Tú crees que yo soy mala? – pregunte perdida.
Renée continúo jugando con mi cabello, trazando círculos por mi cabeza.
- ¿De nuevo atormentada por el recuerdo de tu abuela? – me giro quedado frente a frente.
Sus ojos me escudriñaron minuciosamente, sin perderse ningún detalle. Me sentía desnuda, transparente, abierta cuando Renée me miraba de esa manera.
Suspire pesadamente. - ¿Crees que ella tenía razón? Yo… no lo sé… me siento tan… perdida mamá. ¿Crees que lo que hago está mal? ¿Desear algo tan férreamente?
Paso su mano por mi rostro delicadamente. – Cariño… no creo que lo que quieras está mal… es más bien, la manera en la que lo llevas a cabo. – le tomo un momento escoger lo que me iba a decir.
- Eres hermosa – dijo mirándome directo a los ojos, pero su mirada se oscureció - tan hermosa que a veces me das… miedo. Siento que nada puede saciarte y eso es lo que te ciega.
Volví a sus brazos para sentir de nuevo un poco de calma.
- Hay veces en las que siento que caigo en un bache profundo y oscuro…
- Bella…
- No. Mamá no puedo. Siento que todo me asfixia.
- Hija, nunca dejes de luchar por lo que quieres. Sólo tienes que encontrar una mejor manera de obtenerlo – volvió a girarme para encontrarse con mi mirada clavándose en ella. – Siempre recuerda que pase lo que pase, estaré siempre a tu lado.
Me dio un fuerte abrazo, entregándome toda su energía y amor… y al igual que siempre cada vez que la sentía así de cerca podía escuchar en mi cabeza el fuerte llanto del bebé.
Cerré mis ojos y comencé a llorar. El recuerdo del llanto profundo del bebé junto con el mío se mezclaban creando una escalofriante tonada.
Renée seco mis lagrimas con sus dedos.
- Todavía siento su llanto perturbándome mamá.
- Ya pasara cariño, ya pasara.
- Hay veces en las que pienso como seria si… me hubiese quedado con ella.
Mamá negó con la cabeza.
- No te atormentes con los “si hubiera sido” hija. Ya tomaste una decisión. No mires atrás.
- Es sólo que… mamá… no sé por qué siento que todo vuelve a mí de nuevo. Llevo días soñando con la misma sala del hospital, con la parpadeante luz, con su llanto. ¿Tú… la recuerdas?
- ¿Por qué me preguntas esto ahora, Bella?
Me senté en la cama, abrazando mis piernas.
- No lo sé. Quizás no he cerrado ese capítulo en mi vida. Creí que lo había hecho pero no. Todavía siento como si me faltara algo.
Reneé perdió su mirada en el vacio de la habitación.
- No sé si revolver en el pasado te haga bien hija pero… si. La recuerdo.
Mi mente se dejo llevar por aquel recuerdo que pesaba en el fondo de mí. El olor a alcohol llenaba mi nariz. El miedo. El dolor. Un agudo dolor que me partía en dos. Y de pronto sentí su llanto y el vacio que se instalo en mí.
- ¿Cómo… era? – dije sin pensarlo. La pregunta que tanto había estado callando brotó por si sola quemando mis labios.
Renée pasó su mano por su cabello, nerviosa. Y de repente sonrió.
- Era hermosa. Era simplemente… bella. – Su mirada se cruzo con la mía. – Pasé tanto tiempo esperando que me preguntaras por ella. Ya me había resignado a que nunca lo harías.
Y así fue. Me condené a no saber nada de ella. No se puede extrañar algo que nunca conociste. Ese era mi mantra. Cada día me lo repetía. Después de tener al bebé no quise saber nada respecto a ella. Nunca. Hasta ahora.
Tomo de mi mano y comprendió la pregunta que en silencio mis ojos le formularon. – Tenía un suave y casi inexistente cabello. Sus ojos eran idénticos a los tuyos. Es más, podía apostar a que era idéntica a ti…
- Detente. Tienes razón esto no nos llevara a ninguna parte.
Me levante rápidamente de la cama dirigiéndome hasta las escaleras. Tome mis cosas velozmente. Tenía que salir de aquí o si no me ahogaría en el pasado.
Esa era mi condena.
- ¡Bella! ¡Hija, espera! – grito Renée mientras bajaba.
- Lo siento mamá me tengo que ir. Luego te llamo. Te quiero.
Un fuego ardiente comenzó a quemarme. Sentía que me asfixiaba. Corrí por la lluvia dejando que está se mezclará con las lágrimas que salían de mí.
Di un fuerte grito, desde lo más profundo de mí. - ¡¿Por qué?!
Odiaba a todo y a todos. Pero especialmente me odiaba a mí.
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