Un Verano En Paris.

Autor: Nataliarendon2121
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 07/03/2014
Finalizado: SI
Votos: 13
Comentarios: 53
Visitas: 38715
Capítulos: 24

Tras la muerte de su madre, Isabella no encuentra otra solución que pedir ayuda al único familiar que tiene. Su tía, Rene -como le dicen de cariño- es un duquesa viuda. Su tía reside en París desde su juventud.

 

Entre el glamour y las fiesta de principios del siglo XX; Isabella, es cortejada por El ilustre Jasper Whitlock... pero no con buenas intenciones....

 

Isabella se ve envuelta en un drama de amor y espionaje, intrigas y malas decisiones.

 

Los personaje pertenecen a Stephenie Meyer.   = )

 


Estos son mis otros fics:

 


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Capítulo 9: Tanya Buring tomo el collar ...

Tanya Buring tomo el collar de esmeraldas y se lo probo en su blanco cuello.

-Cuanto cuesta? -pregunto con una vos que reservaba para los tenderos y sirvientes, muy diferente al suave tono que utilizaba al dirigirse a sus admiradores.

-Le costara diez mil francos a milord -replico el joyero-. Y usted recibirá setecientos cincuenta francos, mademoiselle.

-Es absurdo -Tanya lanzo el collar contra el tocador y se levanto del pequeño banco, mientras las exquisitas curvas de su joven cuerpo se revelaban bajo el transparente camisón.-. Mil quinientos francos! -añadió.

-Imposible -añadió el joyero extendiendo las manos-, eso me dejaría sin ganancias. Setecientos cincuenta francos es lo justo.

-Bah! -Repuso Tanya con dureza-. Usted es un hombre acaudalado, monsieur Jason. Ha conseguido su dinero reservándose enormes ganancias para usted y dando muy poco a quienes le proporcionan buenos negocios. Lord Cullen es muy rico y hay muchos,  joyeros importantes en Paris que estarían dispuestos a conseguirme un collar mejor que este y en condiciones mas ventajosas para mi.

Mounsieur Jason, un pequeño hombre de pelo gris, dirigió una mirada astuta a Tanya Buring. Estaba acostumbrado a hacer negocio con mujeres de la vida alegre y nadie sabia mejor que el, lo avaras que resultaban cuando se trataba de regatear sus propias comisiones.

De repente decidió que le aburrían las eternas disputas que acompañaban a cada transacción. Era mejor vender algo menos espectacular a alguien de la nobleza. La duquesa Weber, por ejemplo, le había comprado un anillo de brillantes apenas el día anterior, sin preguntar el precio. Por supuesto, ella era americana, mientras que mademoiselle Buring procedía inequívocamente del mercado de Les Halles.

-Esta bien -dijo el-. Mil francos, mademoiselle, no puedo darle mas. Pero comprenderá que si milord rebaja el precio, su comisión se reducirá en la misma forma. Hasta un joyero tiene que vivir.
-No le aconsejo pelear con migo, monsieur -le advirtió Tanya desafiante-. Se que monsieur Max estaría muy interesado en mi clientela.

Monsieur Jason sonrío. Tomando el collar, empezó a acomodarlo en el estuche de piel rosado forrado de terciopelo.

-Monsieur Max es mi primo, mademoiselle. El también a tenido algunas dificultades con las comisiones con respecto a algunos de sus clientes favoritos. por lo que llegamos a un acuerdo entre nosotros. La comisión será exactamente la misma, ya sea que me compre a mi o a cualquiera de mis parientes.

Tanya pronuncio un juramento aprendido en los barrios bajos donde nació.

-Vaya, mounsieur, es usted un vendedor -replico-. Déme el collar. Veré que opina su señoría sobre el.

-Mademoiselle es muy amable -repuso monsieur Jason-. Cuando su señoría vea lo bien que le sienta el collar a la exquisita piel de usted, de la cual habla todo Paris, no dudo que me enviara el cheque de inmediato. Au revoir, mademoiselle; Estoy para servirle, como siempre.

Le dedico una reverencia al salir de la habitación. Tanya hizo una reverencia y de una patada hizo salir deparado un cojín de seda que estaba en el suelo, en dirección a la puerta.

-Cerdo! parásito! Sabandija que vive a costa de uno! -gruño.
Luego, echando un vistazo al collar que estaba sobre el tocador en el estuche abierto, sonrío.

Cuando Lord Cullen llego, encontró a su amante recostada en la cama de satén, sin llevar nada encima, mas que el magnifico collar de esmeraldas que hacia resaltar la blancura marfileña de su piel...

-Que es esta chuchería? -pregunto, tocando una de las enormes piedras con un dedo y levantando hacia sus labios una copa de champane que tenia en la otra mano.

-Te gusta? -Tanya tenia la costumbre de hacer preguntas, mirando por debajo de las pestañas en forma por demás provocativa.

-Tienes preferencia por las esmeralda? Reconozco te que sientan bien .

-Me encantan -replico Tanya y luego, bajando repentinamente los ojos de manera que las oscuras pestañas rozaron su mejillas murmuró:

-Es una lastima que no pueda adquirirlas.

-Son caras -comento Lord Cullen secamente.

-Esto, desde luego es una ganga -añadió Tanya de inmediato-. Se supone que pertenecieron a María Antonieta y formaban parte de las joyas que le regalo su amante sueco. Un regalo de amor, monbrave.

Se inclino hacia adelante al hablar, acercando sus labios a los de Lord Cullen mientras el exótico aroma de su cuerpo lo envolvía.

El acarició la delicada piel que sobresalía del collar.

-Sin embargo, es un regalo caro, Tanya -Le dijo. Ella se echo hacia atrás haciendo pucheros.

-Quieres decir que no lo merezco? -pregunto-. Te aburro? Hay otros hombres, hombres tan ricos y distinguidos como tu, y sin embargo....-se detuvo.

-Continua -la incito Lord Cullen-. Sin embargo ... que?

-Sin envaro no logran hacer palpitar mi corazón.

Nuevamente, aquella mirada provocativa. Por un momento el no respondió y ella hizo de nuevo un gracioso mohín. Levantándose, camino hacia el tocador, cada movimiento era un prodigio de gracia, de su cuerpo, delgado y ágil como el de una joven tigresa.

Se quedo mirándose en el espejo, observando como las esmeralda acentuaban, no solo su piel, sino el vivo rojo de su cabello. Alzó los brazos y, al quitarse las horquillas que lo sujetaban, los rojos bucles rodaron sobre los hombros hasta mas abajo de la cintura.

Recostándose en las almohadillas con una cínica expresión en su rostro, Lord Cullen la observo. A continuación le dijo suavemente:

-Tus métodos son muy primitivos, querida Tanya. Esta bien puedes quedarte con el collar.

-De verdad? -la expresión malhumorada desapareció al instante del rostro de Tanya. Se volvió, quedándose inmóvil un momento, los brazos extendidos, luego corrió así el, una centelleante visión en blanco, rojo y verde. El sintió el rose de sus suaves labios, el sedosos cabello, las manos que lo acariciaban.

-Eres encantador, Gracias! Mil gracias! Soy tan feliz, tan feliz!

 

Poco después, camino a la embajada, Lord Cullen reflexionaba sobre lo fácil que era proporcionar placer cuando ello dependía del dinero. Sus amigos lo criticaban y lo consideraban un tonto extravagante, pero a la vez lo envidiaban por poseer la mas llamativa y codiciada mujer de todo Paris. Se pregunto por que, entonces a pesar de ello se sentía siempre algo deprimido al dejar a Tanya. Ella lo divertía, savia ser encantadora, y era, en todos los aspectos lo que una amante debía ser, seductora y invariablemente atractiva. Por que entonces sentía como si le faltara algo? Algo que debía existir en su relación, pero que estaba ausente.
Hubo muchas mujeres en su vida, pero ninguna lo satisfizo como Tanya. Era de lo mejor que había en su profesión. Tenia clase.

Sabia que estaba en lo cierto al decir que los hombres mas que deseosos de ocupar su lugar si su relación con Tanya terminaba.

Por lo que concernía a Lord Cullen, no había ningún riesgo de que ello sucediera. Le había regalado una hermosa casa, un automóvil, sirvientes para que la atendieran: pagaba sus cuentas que estaban muy encima de que cualquier otro hombre soñaría siquiera gastar en una amante, y lo hacia sin refunfuñar. También le había regalado esplendidas joyas.

Las mujeres de la vida alegre como decía Jasper, exigían cada ves mas a quienes exigían sus favores. Pero Tanya a diferencia de las otras, se mostraba al menos agradecida a pesar de sus exorbitantes caprichos. Sabia pedir las cosas con tal gracia que resultaba encantadora. Pero Lord Cullen, no se sentía satisfecho. Que mas quería de ella? se pregunto.

El automóvil dio vuelta en los Capos Eliceos, y miro casi con envidia a las parejas que aun permanecían bajo los castaños, a pesar de que el lapso de cinco a siete había transcurrido ya y pronto seria hora de cenar.

"Que es lo que quiero?", se pregunto de nuevo sintiéndose aburrido al recordar que prometió llevar a Tanya al Maxim's después de cenar con el embajador. Ir el viernes por la noche al Maxim's se estaba volviendo una costumbre. La magia, el atractivo del lugar se desvanecía al pensar que vería los mismos rostros, escucharía las mismas risas, comería lo mismo y oiría las bromas de siempre.

"La verdad es que estoy arto de todo!", se dijo.

Salio del automóvil y camino por los anchos escalones de mármol de La Embajada Británica.

-El señor Whithlock, lo espera su señoría -dijo el mayordomo.

-Donde esta?

-El señor Whithlock, subió a la habitación de su señoría.

-Muy bien, A que hora es la cena, Seth?

-A las ocho su señoría. Le quedan exactamente cuarenta minutos.

-Gracias. Llevaremos medallas esta noche?

-El Sultan de Marruecos, asistirá a la sena, su señoría. Di instrucciones a su valet para que las tenga listas.

-Gracias -musito Lord Cullen.

Fue una conversación innecesaria, pensó mientras subía a su habitaciones. Su valet llevaba cinco anos con el y rara ves se equivocaba. Abrió la puerta de su sala y encontró a Jasper recostado en el sofá, y los pies subidos en una silla, leyendo un periódico ingles.

-Hola, Edward dijo sin hacer ademán de levantarse-. Quería verte.
-Yo no quería verte. Deseo tomar un baño y tengo una sena oficial, por lo que debo estar abajo diez minutos antes de las ocho.

-Tienes tiempo -agrego Jasper-. Quería mostrarte esto. Se levanto y saco una carta de su bolsillo.

-Léemela, mi querido amigo -repuso Lord Cullen abriendo la puerta de su habitación-. No deseo llegar tarde a Sir Petter le dará un síncope si no estamos todos amontonados como muebles cuando llegue el primer invitado. Que dice y de quien es?

Jasper lo siguió a la habitación y se sentó a la orilla de la cama.

-Es de la duquesa -replico-. Y si me explicas que significa, te estaré muy agradecido. Que me lleve el demonio si la entiendo.

-Léala -le ordeno Lord Cullen, se quito el abrigo y se lo dio a su valet, comenzando a desatarse la corbata.

Situando la carta, casi al extremo de su brazos, Jasper accedió al deseo de su primo:

"Estimado señor Whithlock: Mi sobrina me ha hecho saber que usted ha tenido la gentileza de invitarnos a dar un paseo por el bosque mañana por la mañana. Lamento decirle que como mi sobrina acaba de llegar, no podemos aceptar su amable invitación. Espero, sin embargo verlo mañana por la noche, y que su primo Lord Cullen, lo acompañe.
Quedo de usted. Amablemente, Rene de Forks."


Jasper termino de leer  y tirando la carta sobre la cama, miro a su primo.

-Que diablos deduces de todo esto? -dijo.

-Me parece un simple rechazo -observo Lord Cullen.

-Un rechazo ! De Rene de Forks! Creo que te das cuenta de que dice que la chica debe salir con una dama de compañía y que no tengo derecho a invitarla a pasear con migo por el bosque. Rene de Forks, por todos los santos! Y, Cual es su juego?  No puede mantener a la chica fajo llave y, aunque lo hiciera, nadie va a creer  que es otra cosa que la sobrina de Rene.

-Después de esta incoherente perorata -repuso Lord Cullen-, me imagino que estas sugiriendo que la duquesa, debió darte la bienvenida con los brazos abiertos. Mi querida Jasper, obviamente ella tiene otros planes par su sobrina: marqueses, barones o condes. Siempre tienen preferencia sobre un simple "noble", quien, como Rene sabe muy bien, anda a menudo corto de dinero.

-Crees que es por dinero, verdad?

-Me imagino que si. Pensándolo bien, ella querrá lo mejor para su sobrina. Es natural.

-Al diablo con todo! Edward, si me dices que no merezco a la sobrina de Rene de Forks , me ofendes. Si de dinero se trata, tal vez no sea un hombre rico, pero al menos luzco mucho mejor que las calavericas criaturas que vagan en las mesas de juego de Rene.

-Tal vez por eso no quiere a nadie de mal agüero al rededor de su sobrina.

-Creo que me estas ofendiendo -exclamo Jasper enojado-. Y lo cierto es que no me has explicado la carta. Uno pensaría que Rene estaría contenta de que la chica consiguiera una invitación al llegar apenas a Paris.

-Tendrá muchas invitaciones -repuso Lord Cullen-, sobre todo cuando la duquesa se encargue de vestirla con propiedad.

-Jasper profirió una exclamación.

-Eso me recuerda -dijo-, que tengo algo mas que decirte, pero por tu culpa lo olvide. A que no adivinas cual es el ultimo chisme?

-Casi nunca doy crédito a las habladurías -musito Lord Cullen con voz aburrida.

Cuando su valet le ayudo a ponerse una bata, se dirigió al baño.

-No espera, debes oír esto -dijo Jasper-, me lo han asegurado dos personas . Debe de ser cierto.

-Bien, De que se trata? -pregunto impaciente Lord Cullen.

-Dicen -repuso Jasper con voz ansiosa-, que Rene llevo a su sobrina esta tarde con Brandon y no llevaba puesto nada, óyelo bien, nada, excepto una estola de chinchilla que valía millones de francos. Le suplico a Brandon que vistiera a la chica, diciéndole que, de no hacerlo, ella no tendría nada que ponerse.

-Puedo adivinar quien lo dijo -replico lord Cullen-, es evidente que fue una mujer. Y no me quiero imaginar que sigue hablando con la ahora esposa del costurero.

Al hablar camino hacia el baño, cerrando la puerta tras de el.

-Maldita se ha Edward, no puedes irte así -protesto Jasper-. Crees que sea cierto?

Se dirigió a la puerta del baño y grito:

-Crees que sea cierto, Edward? Todo Paris lo creerá, no te parece?

-No tengo la menor idea -replico Lord Cullen a través de  la puerta-. Ve a vestirte para la cena, Jasper. Si tu pequeño gorrión ingles, sale a algún lado esta noche será a Maxim's.

-Por Dios, es cierto! -exclamo Jasper satisfecho-. Gracias, Edward, te veré después.

Un torrente de agua que corría detrás de la puerta indicaba que su primo no podía escucharlo.

-Buenas noches, Jacob -le dijo al valet que acomodaba la ropa de Lord Cullen.

-Buenas noches, señor -contesto respetuoso el valet y cuando salio, siguió diciendo a si mismo:

"Mujeres, todas son iguales pensó Jacob.


Gracias por pasar....

Hasta el miercoles.

BESOS.

Capítulo 8: En el coche Isabella... Capítulo 10: Mujeres, todas son iguales...

 
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