NO ME OLVIDES

Autor: Monche_T
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 26/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 5
Comentarios: 28
Visitas: 15052
Capítulos: 10

"FINALIZADO"

 

¿Cómo se le dice adiós a alguien que se ama?

Cuando me sorprendieron robando, creí que el mundo se derrumbaba. Fue una estúpida travesura, pero eso no fue lo peor: la jueza me impuso una pena de trescientas horas de servicio comunitarios. ¡Toda una eternidad! Claro que nunca hubiera creído que me encantaría trabajar en un centro asistencial, y que alguien como Edward se cruzaría en mi camino.
Desde que lo conozco, me siento otra persona. Tenemos tantas cosas en común, y se nos acaba el tiempo... ¡Ahora querría que esas trescientas horas fueran eternas!

¿cuando fue la ultima vez que viste el atardecer?, ¿alguna vez haz visto las luces de neon entre la lluvia?, ¿te haz dormido escuchando el canto de las aves nocturnas? ¿cuando fue la ultima vez que te haz detenido a pensar que la vida se vive solo un instante?

 

 

Mi otro Fic http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3520

 

LA HISTORIA NO ES MIA ES UNA ADAPTACION DEL LIBRO "NO ME OLVIDES" de CHERYL LANHAM, Y LOS PERSONAJES SON LOS DE CREPUSCULO

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Capítulo 9: NO ME OLVIDES.

HOLA CHICAS ¿COMO ESTAN? TENGAN A LA MANO SUS PAÑUELOS PORQUE ESTO SERA MUY TRISTE :( ESPERO LES GUSNTE

 

 

31 de octubre

Querido diario:

¡Increíble! Las cosas han dado un giro de ciento ochenta grados. Jacob y yo nos hemos arreglado y supongo que nuestra relación será mejor que la de antes. Todavía estoy un tanto confundida en ciertos aspectos, aunque no me dejare vencer. Tema principal: no sé que hacer con respecto a Edward. Mis sentimientos hacia él se han enredado tanto que no sé si voy o vengo. Pensé que me resultaría muy difícil volver a verlo, en especial después de nuestra charla el otro día, pero no fue así. Tal vez sea cierto que me quiere, pero, por su comportamiento, nadie se daría cuenta. Molestarme sigue siendo su deporte favorito. Sin embargo, estoy un poco preocupada. Los últimos dos días tenía un aspecto deplorable y pasó mucho tiempo en cama.

Esta noche Jacob y yo iremos a un baile para festejar el Día de Brujas.

* * *

Releyó lo que había escrito en su diario una semana atrás y frunció en entrecejo. La fiesta resulto divertida y los amigos de Jacob le parecieron muy agradables.

Pero todavía confundida por Edward.

Dio vuelta a la pagina, tomo su bolígrafo y escribió 5 de noviembre. Miro la fecha y luego cerro el diario. No supo que escribir. Le parecía fuera de lugar llenar hoja tras hoja hablando sobre su relación con Jacob, en especial cuando Edward le tenia tan preocupada. No estaba bien.

Miro el reloj. Decidió posponer las obligaciones con su diario hasta que tuviera algo alegre para contar y tomo su bolso. Era domingo. Esa mañana se había levantado temprano para hacer galletas. No tenía sentido acumular todas las caloorías en sus caderas, de modo que podría ir trotando hasta el Hogar para llevar su obra de arte culinario a Edward.

Edward estaba acostado.

— ¿Qué haces aquí un domingo? — pregunto, con un tono malhumorado.

— Pensé en pasar por aquí para ver como estabas — respondió. Acercó una silla a su cama y se sentó. Colocó sobre una mesa de noche la caja de galletas que había llevado.

Él arqueó las cejas.

— Caramba, que afortunado soy.

— ¿Por qué estas de tan pésimo humor?

— ¿Y por que tú estas alegre como un cascabel últimamente?

Bella se mordió el labio. No le había dicho una palabra de su reconciliación con Jacob. No sabia con exactitud por qué pero le parecía, bueno, un golpe bajo.

— Por ninguna razón en especial — mintió —. Sólo que he vuelto a ser la chica alegre de siempre.

— Mentira. — Edward resoplo y cerró los ojos. — No necesitas fingir conmigo, Bella. Te reconciliaste con Jacob.

Ella suspiró.

— No quiero engañarte.

— Bien. — Sonrió de mala gana. — Mi ego está fuerte como nunca. Pero saber que estabas protegiendo mis sentimientos porque me tenías lástima me volvía loco.

— No estaba haciendo eso — se defendió Bella, vacilante. Pero era exactamente lo que había hecho. — Es solo que no quise hablar de él todavía, porque estamos pasando por un periodo de prueba.

— Me alegro por ti — comento y se recostó contra la almohada. Giro la cabeza y señalo en dirección a la caja que estaba sobre la mesa de noche. — ¿Hay galletas con trozos de chocolate allí dentro?

Oscuras ojeras remarcaban sus ojos; el dolor delineaba sus labios. Hacia dos días que no se levantaba y eso a Bella le aterraba. Antes de subir, había mantenido una charla con la enfermera de turno y se entero que había comido muy poco.

— ¿Qué esperabas? ¿Qué te hubiera traído a Miss Universo? Por supuesto que hay galletas con trozos de chocolate en esa caja. ¿Quieres comerlas ahora? Puedo ir a buscarte un vaso de leche a la cocina.

―Por favor, Dios — rogó en silencio —. Haz que coma algo, aunque solo sean dulces.‖

— No, mas tarde. — Se movió, tratando de acomodarse, pero el dolor se reflejo en su rostro. — Ahora estoy un poco cansado.

— Pero son tus favoritas — Protesto, y luego cerro la boca. Edward se daría cuenta de que estaba desesperada por verlo comer, si seguía insistiendo. — Si vas a comerlas mas tarde, esta bien. Mañana me dirás que tal qué tal estaban.

— Deliciosas, Princesa — le dijo, con una sonrisa en sus labias —. ¿Por qué no me lees algo?

— Claro. — se puso de pie y fue a la biblioteca. — ¿Qué quieres que te lea?

— ¿Qué crees? Asimov, por supuesto.

— ¿Cual? Tienes prácticamente todas las obras de ese nombre.

Se rió.

— De ninguna manera. Escribió centenares de libros y yo apenas tengo unas pocas docenas. Léeme Fundación.

Las manos de Bella temblaron cuando extrajo el viejo libro de bolsillo. Edward estaba mal. Muy grave y a ella le aterraba su muerte.

Volvió asentarse y lo miró. Tenía los ojos cerrados, pero sabia que no estaba durmiendo. Abrió el libro y empezó a leer.

Leyó durante media hora para él. No le habría molestado seguir leyéndole todo el día, pero la señora Drake entró y le dijo que Edward se había dormido profundamente. Para Bella eso era solo un detalle. No se quería ir. Claro que la directora no le dio oportunidad de elegir. La hizo salir de la habitación.

— ¿Qué haces aquí un domingo? — pregunto cuando estuvieron afuera.

— Solo quise venir a ver como estaba Edward.

La mujer la miró. Su rostro era una mezcla de exasperación y compasión. Por fin, sonrió.

— Lo se. Se han hecho bastante amigos ustedes dos ¿Verdad?

— Si, muy buenos amigos.

— Ven, bajemos — ordeno la señora Drake —. Vamos a tomar una taza de café. Necesito hablar contigo.

Una vez en la cocina, se sirvieron el café. Cuando se sentaron el la mesa, Bella se preparó para lo peor. ¿Acaso la directora le ordenaría que se alejara, ahora que Edward se había agravado tanto?

La mujer tomo su taza y bebió un sorbo. Obsequió a la chica con una cálida sonrisa.

— Eres una persona muy especial, ¿lo sabias? Creo que te debo una disculpa.

Atónita, Bella la miro con la boca abierta.

— Una disculpa — repitió —. ¿Por que? No me ha hecho nada. — No todavía, claro. Quizás estaba disculpándose por adelantado, porque en cualquier momento dejaría caer el hacha para cortar las visitas a Edward.

— Te debo una disculpa por el modo como te trate el día que viniste aquí por primera vez. No eres una mechera. Eres una chica maravillosa a quien pescaron haciendo una travesura que seguramente debe de estar de moda entre los adolescentes de este país. Suspiro. Te pido perdón con toda honestidad, Bella. Eres la mejor voluntaria que hemos tenido en este hogar.

— Gracias. — La muchacha sentía que las mejillas le ardían. — Pero la verdad es que me alegro de que me hayan arrestado. De no haber sido así, jamás habría venido a este lugar… Ni siquiera me gusta pensar en esa posibilidad. Adoro trabajar aquí. Me cambio la vida. — Se detuvo, confundida. ¿De verdad había dicho algo tan difícil de creer? Si. Peor aún, era cierto. El Hogar le había cambiado la vida. No. De inmediato cambio de opinión. No era el lugar, sino la gente la que había hecho el milagro.

— Nos cambia a todos — dijo la señora Drake —. El trabajo con nuestros pacientes se traduce en cansancio de pies, cansancio de espalda, ardor en las manos, muchas risas y — hizo una breve pausa y miro a Bella directamente a los ojos— un profundo dolor en el alma. Levander House es un lugar de dichas y penas, de sufrimiento y compasión.

Bella la observó durante largo rato. Luego hizo una pregunta cuya respuesta no sabia si le convenía escuchar.

— Señora Drake, ¿esta muy grave Edward? Quiero decir… Sólo está un poco cansado, ¿No? Va a recuperarse.

La directora miró su taza de café y luego a la chica.

— No — susurró —. Me temo que ya no. Edward se está muriendo.

— Bella. Tierra llamando a Bella. — Jacob chasqueo los dedos debajo de su nariz.

— Epa — le dió una palmada es las manos para quitarlas de encima. — No hagas eso. Te estaba escuchando.

— Entonces, ¿Por qué estuviste callada los últimos cinco minutos? — se quejó, mientras tomaba su vaso de Coca —. Te hice la misma pregunta tres veces, — Al ver que su novia seguía con la vista en blanco, suspiro con dramatismo. — Repito: ¿Cómo encontraste a Edward hoy?

— ¿Cómo sabes que fui a verlo? — le preguntó.

— Me lo dijo tu mama. — Bebió un sorbo. — ¿Por que? ¿Era un secreto?

Bella meneó la cabeza. Jacob había ido a su casa a darle algunas clases de apoyo de física. Al día siguiente, por la mañana, tenia un examen semestral. Claro que fue lo mismo que enseñarle a la pared, porque ella no le había prestado atención ni un segundo. Le costaba concentrarse. En su mente hacían eco las palabras de la señora Drake: ―Edward se está muriendo‖. La frase se repetía una y otra vez, como un disco rayado.

— Edward no esta muy bien — masculló, con la vista fija en el libro de texto de física abierto sobre la mesa de la cocina.

— Lo siento — murmuró Jacob. Extendió el brazo y le cubrió la mano con la suya. — Estas muy triste, ¿Verdad?

Bella quiso contarle, pero no le salió la voz. Un enorme nudo le oprimía la garganta, de modo que solo asistió con la cabeza. Jacob tampoco habló. Solo se quedó sentado a su lado, cobijando su mano en las de él y dejando que suspirara hondo, varias veces.

Por fin, cuando se aseguró de que no lloraría como una bebe, dijo:

— Nunca creí que me afectaría de este modo. Discúlpame por ser tan tonta.

— No te disculpes, querida. — Le rodeo los hombros con el brazo. — Estás sufriendo. Se nota. ¿Edward esta muy grave?

Bella abrió la boca, pero las palabras no salieron. Si lo decía, parecería cierto. Entonces, se encogió de hombros y espero que él la entendiera.

— Está bien. Creo que puedo imaginarlo — dijo —. Pero cuando necesites hablar de esto, avísame.

— Bella, Jacob. — La voz de Rene Swan sonó estridente desde la puerta de la cocina. — No parece que estén estudiando, ustedes dos.

La chica protesto. Jacob retiró el brazo de inmediato y sonrío con timidez a Rene.

— Oh, las apariencias engañan — espetó.

— Claro — contestó ella, entre risas —. Y yo me chupo el dedo. — Sus risas se desvanecieron al ver la expresión de Bella. Luego miró a Jacob y frunció el entrecejo preocupada. — ¿Está todo bien?

Bella seguía muda.

— Edward Masen está muy grave — Explicó Jacob —. Bella está muy angustiada.

— Oh, querida — la consoló su madre.

Sonó el teléfono. En el silencio de la cocina, la campanilla resultó aterradora. Ominosa.

El señor Swan asomó la cabeza en la cocina.

— Bella — dijo —. Teléfono. Es la señora Drake, del Hogar. Dice que es urgente.

— ¿quieres que atienda yo? — preguntó Jacob.

Bella meneo la cabeza. Las piernas le pesaban como plomo y el tiempo le pareció interminable hasta llegar al teléfono. Levantó el auricular y escuchó. Notó el tono de voz de la directora. Oyó como respiraba Jacob y tampoco le paso inadvertida la mirada de preocupación que intercambiaron sus padres. Luego se oyó decir:

— Está bien. Ya voy para allá.

Jacob se puso de pie. No necesitaba preguntar que pasaba. Ya lo sabía.

— Te llevo.

— Bella — interpuso su padre —. Creo que no deberías ir a ninguna parte. Mañana no sólo tienes que madrugar, sino que te tomaran un examen muy importante.

La chica quedo petrificada.

— Charlie. — Su esposa se puso de pie. — Olvida el examen. El amigo la necesita. Eso es mucho más importante.

— Pero Rene — arguyó. La miró sin comprender. — Si le va mal en física, sus posibilidades de ser aceptada en una universidad decente irán a parar al tacho de la basura. Por otra parte, no creo que una vigilia junto a una cama sea adecuada para una chica de su edad.

— Si deja morir a Edward sin haberle dado oportunidad de despedirse, lo lamentara por el resto de su vida — insistió Rene con firmeza —. En cuanto al examen de física, creo que consolar a un amigo que está apunto de reunirse con su Creador es algo mucho más importante que ingresar en una buena universidad. Por lo que a mi respecta, puede ir a Landsdale JC.

Bella miró a su madre azorada.

— El trabajo en Lavender House te ha cambiado — agregó Rene, dirigiéndose a su hija —. Nos ha cambiado a todos. — Estampó un beso en si mejilla. — Ve con Edward. Quédate con él todo el tiempo que te necesite. Llámame cuando quieras volver a casa. Iré a buscarte.

Cuando llegó al Hogar eran las nueve y media. Jacob la dejó en la puerta, la besó en la frente y le pidió que lo llamara en cuanto pudiera.

La señora Drake y la enfermera de turno estaban de pie junto a la cama de Edward en el momento en el que Bella abrió la puerta y entró.

— Ha estado preguntando por ti —. Dijo la directora.

— Gracias por haberme llamado — respondió la chica y se acercó a la cama en puntas de pie.

— Te lo había prometido, ¿No? — La señora Drake sonrió amargada. — Ahora está descansando, pero se la pasa durmiendo y despertando a cada rato. — Ambas mujeres se marcharon para dejarlos a solas.

Ella se sentó junto a la cama y empezó a rezar en silencio. Se oía la respiración suave y superficial de Edward. La palidez de su piel contrastaba con su oscura cabellera. Le tomó la mano. Quería asegurarse de que aun tenía pulso. No bien lo rozó, él abrió los ojos.

— ¿Por qué tardaste tanto? — le preguntó, en una voz tan baja que casi no se oyó.

— Lo siento. — trató de sonreír. — La próxima vez seré más rápida.

Los labio se Edward se curvaron en un fantasma de sonrisa.

— No habrá una próxima vez, Princesa.

— No seas tonto — susurro Bella, tratando de contener las lagrimas —. Sólo estas cansado. Mañana serás otro.

Pero ella sabia que no era cierto. Y Edward también.

Él cerró los ojos durante un largo rato. Ella los creyó dormido, pero se dio cuenta de que estaba despierto al sentir que entrelazaba sus dedos en los suyos.

— Acércate — le pidió. — Quiero hablar.

— No — Gritó ella, presa de pánico —. Tienes que ahorrar fuerzas. Debes luchar, Edward. Aguanta. Tú puedes superar esto.

— Shh. — Suspiró el joven. — No puedo. No quiero. Maldición — gimió, con voz apenas audible —. Acércate más. Tengo cosas que decir y muy poco tiempo.

Con lágrimas que rodaban libremente por su rostro. Bella obedeció.

— No, Edward — le imploró —. No Me hagas esto. No podría soportar que te…

— Te amo, Princesa — La interrumpió.

— Oh, Dios, yo también te amo a ti — sollozó.

— Quiero que hagas algo por mí.

— Lo que sea — dijo ella, secándose las lágrimas —. Haré lo que quieras.

— Es un comienzo. — Emitió un sonido que pudo haber sido una risa, pero estaba débil que pareció tos.

— No trates de hablar, Edward — suplicó, tratando de alejarse de él para poder oprimir el botón y llamar a la enfermera de turno —. Llamaré a la señora Drake. Te llevaremos a un hospital…

— No — gimió —. Nada de hospitales, ni de médicos, ni de malditos aparatos. Si, me amas, si te importo de verdad, déjame morir con dignidad. Todo lo que quiero ahora es a ti… es decirte…

Derrotada, Bella se dejó caer a un costado de la cama, con el rostro a escasos centímetro del de él, apoyando en la almohada.

— De acuerdo — murmuró —. Estoy aquí y me quedaré hasta el final. Pero no necesitas decirme nada. Es demasiado esfuerzo para ti.

— Por Dios — bufo él como pudo —, ya basta. Todavía no estoy muerto. Mis cuerdas vocales aún funcionan. — Con enorme esfuerzo, levantó la mano y la apoyó sobre la cabeza de la chica, enredando los dedos en su cabello. Quiero tocarte por última vez.

Bella lloró en silencio. Las lágrimas rodaron por su rostro y terminaron en el cuello de Edward.

— ¿Me oyes? — preguntó él.

— Si.

— Dos cosas. — su voz se apagaba. —Quiero saber algo. Si nos hubiéramos conocido en otra época, en otro lugar, ¿Habrías podido amarme?

— Te amo ahora y aquí — gritó ella con pasión—. Eres el mejor amigo que he tenido en la vida…

— ¿Podrías haberme amado como hombre? — preguntó Edward.

Bella ni siquiera tuvo que pensarlo.

— Oh, claro. Edward parte de mí siempre te ha amado de ese modo.

— No sabes como te lo agradezco.

Ella se le acercó más. Él se alejaba; apenas tenía un hilo de voz.

— ¿Qué más querías decirme?

— No me olvides.

— Por supuesto que no te olvidaré — le prometió.

— Recuérdame cuando canten las aves nocturnas. — La voz era tan baja que resultaba difícil comprender las palabras. Escúchalas… Quiero que sepas que yo estaré contigo siempre… cada vez que escuches el canto…

— Edward — lo llamó. Presa de pánico, se sentó y le toco la cara. Él no se movió. Tenía los ojos cerrados. Bella extendió el brazo por encima de él y desesperada, oprimió el botón para llamar a la enfermera de turno.

— Edward — repitió.

La enfermera y la señora Drake entraron de inmediato, pero Bella no les presto atención. Todavía estaba repitiendo el nombre de él cuando la directora la hizo salir de la cama, para que las enfermera pudiera trabajar sin perturbaciones.

— Entró en coma — anunció la enfermera.

— Por el amor de Dios — gritó la chica —. Hágalo reaccionar. Llame a los médicos. — tuvo intenciones de regresar a la cama, pero la señora Drake la detuvo.

— Bella — le dijo con firmeza —. Se está muriendo no podemos hacerlo reaccionar.

— ¡Podemos intentarlo!

La mujer la tomo de los hombros y la zamarreó.

— Escúchame. Vamos a respetar los deseos de Edward. Aquí no habrá médicos, ni hospitales, ni gestos heroicos. Eso es lo que el quería. Morir con dignidad con alguien a quien él amara. Esa persona eres tú, Bella. Deseaba que estuvieras con él de modo que contrólate.

— No — protestó, furiosa al ver que se daban por vencidos, que lo dejarían morir —. ¿No podemos intentar algo por lo menos…?

— No se puede hacer nada — le recordó la directora —. Ahora todo está en manos de Dios y, si no puedes manejar la situación, será mejor que te vayas.

— ¿Qué me vaya? — una idea totalmente descabellada. Bella aspiro hondo y cerro los ojos un instante. — No, no puedo irme. Tengo que quedarme con él, por doloroso que sea.

— Puede pasar rato hasta que…

— No importa — interrumpió Bella en voz baja —. Me quedaré todo el tiempo que sea necesario.

Regresó junto a Edward. Se sentó en la silla y le tomó de la mano. Tenía la mente en blanco. Habría rezado, pero no le salía las palabras.

Las horas pasaban lentas. Ella no apartó los ojos de Edward. La señora Drake y la enfermera volvían a cada momento para ver como evolucionaba su estado. Le trajeron café, se lo dejaron sobre la mesa de noche. Pero ella ni lo probó. No necesitaba cafeína para mantenerse despierta esa noche.

Pasaron las once y Edward todavía respiraba. Bella decidió que si a la media noche seguía con vida, se salvaría. El único segundo que dejaba de mirarlo era para ver la hora en su reloj pulsera.

Llego la media noche. Vivía aún.

Bella se le acercó y comenzó a hablar. En varias oportunidades había visto por televisión que el poder del amor y de las palabras lograba sacar a la gente del coma.

— Edward — murmuró —. No me dejes. Te amo. No soporto pensar en un mundo sin ti. Eres el mejor amigo que he tenido. Me haces ver cosas, me haces pensar, me haces sentir…

Creyó ver un esbozo de sonrisa en sus labios, pero no estaba segura.

Una de la madrugada. Todavía respiraba.

Las dos en punto. Su respiración era tan superficial que el pecho apenas se movía.

Faltaba poco para las tres cuando partió para siempre. Precisamente en el segundo antes de su fallecimiento, Bella sintió que sus dedos apretaban la mano.

— Bésame — Le pareció oírlo decir.

— ¿Edward?... — pero cuando miro, seguía con los ojos cerrado. Se acercó a él y, con suma delicadeza. Le rozo los labios con los suyos. El débil apretón de manos se aflojó.

Edward había dejado de existir.

Bella no tenía idea del tiempo que pasó allí sentada, tan petrificada que ni siquiera atinó a oprimir el botón de llamada para avisar a la señora Drake. Pudieron haber sido minutos, o tal vez horas. Finalmente vinieron y, con solo mirarla una vez, supieron que estaba muerto.

— Bella — La directora se le acerco y, con mucha suavidad, separo las manos de la chica y Edward, que aún estaban entrelazadas. — Vamos. Ha muerto. Aquí ya no puedes hacer nada. Vamos a la cocina.

— Pero yo le prometí que me quedaría con él — farfulló.

— Ha muerto — insistió la directora, obligándola a ponerse de pie y dirigirse hacia la puerta de la habitación —. La enfermera tiene cosas que hacer. Trasmites médicos y legales. Y yo necesito hablar contigo.

Bella se dejó llevar fuera del cuarto, pero antes de que se cerrara la puerta, volvió a mirar en dirección al la cama y vio que la enfermera cubría el rostro de Edward con la sabana. En la cocina, la señora Drake le preparo cacao. Colocó la taza frente a ella y se sentó.

— Bella, ¿Cómo te sientes?

— Aturdida — respondió —. No siento absolutamente nada. — Si se hubiera permitido sentir, el dolor la habría matado…

— Seguro que esa sensación te durara por un tiempo — comentó la mujer, comprensiva.

Bella asintió con la cabeza. Había ciertas preguntas que sabia que debía hacer. Eran muchas e importantes.

— El Funeral — dijo —. Tiene que haber un funeral. El no tenía dinero, pero yo tengo ahorros en mi cuenta para universidad…

— Está todo previsto — la interrumpió la señora Drake —. No te preocupes por eso. Edward sabía que moriría y, como era mayor de edad, dejo todo arreglado.

— Oh Dios — gimió la chica —. No puedo creerlo.

— Ya lo se. — La directora bebió un sorbo de cacao. Edward quiso que fuera yo quien te dijera.

— ¿Decirme qué? — preguntó Bella, atontada. ¿Qué podía quedar ahora? Él ya no estaba en este mundo. Nunca más volvería a verlo. Y Bella sentía en su alma un enorme vacío, que ya nada podría llenar.

— Eres su heredera — respondió la señora Drake. Sonrió al ver la expresión de asombro de la muchacha. — No tenía mucho, pero lo poco que poseía te lo dejo a ti.

Los días que siguieron fueron una confusa nebulosa para Bella. En compañía de sus padres y de Jacob, asistió al funeral y trato de recitar las palabras de adiós para Edward Masen. Pero para sus oídos, parecían destinadas a otra persona. En un momento de locura, hasta dudo de estar en la iglesia correcta. Sin embargo, la señora Drake, la señora Thomas y Alice estaban sentadas en la fila de adelante y el banco de atrás albergaba a todos los viejos amigos del barrio de Edward. Era el funeral correcto. Edward se había ido. Estaba muerto. Ya nunca más volvería a verlo.

Durante el entierro, se quedo junto al cajón y trato de convencerse de que ahora descansaba en paz, aunque las palabras sonaron como un frío consuelo. Tal vez estaba en paz, si , pero eso era solo una frase. Había muerto. Dejado de existir.

Y Bella estaba furiosa.

Se obligo a volver a la escuela ya prestar atención en clases. No pasó mucho tiempo sin que descubriera que, si sellaba todas sus emociones en un rincón de su corazón, podría soportar el transcurso de cada día.

Sus padres estaban preocupados. Ella lo notaba en sus ojos, de modo que trato de fingir que todo estaba bien.

Pero no pudo engañarlos.

Un par de días luego de la muerte de Edward, Bella se encontraba sentada junto a la ventana de su cuarto, contemplando el cielo, cuando vio que Jacob llegaba en su auto. Asombrada, porque el no la había llamado, bajo a recibirlo.

— ¿Qué haces aquí? — Preguntó — pensé que tenías que trabajar.

— Hubo un desperfecto eléctrico y no funciona nada, absolutamente nada. — Jacob sonrió. — entonces Henry no tuvo as remedio que cerrar.

— Bueno, que suerte — dijo —. De modo que tienes el día libre.

— Si, — El joven se recostó contra la puerta del auto. — Me llamó la señora Drake.

— ¿Te llamó? ¿Por qué? Me dijo que no era necesario que fuera a trabajar hasta la semana próxima.

— No fue por el trabajo — acotó Jacob de inmediato —. Y ella me llamó a mi porque no…Bueno, por no perturbarte.

— ¿Qué quería? — preguntó Bella.

— Quería que pasaras a buscar las cosas de Edward — respondió en voz baja.

— ¿Qué cosas?

— Libros, pinturas. Tú sabes, sus efectos personales. — Jacob se acercó y la abrazó. — Ahora son tuyas, Bella. La señora Drake temía que te pusieras triste si te lo pedía a ti, pero yo creo que tienes derecho a retirarlas. Lo querías mucho. Cuidar de esos objetos que él tanto apreciaba es la ultima cosa que podrías hacer por el. ¿Crees que tendrás fuerzas para enfrentar eso?

Bella dudo.

— No lo se…

— Si prefieres, puedo ir yo. — se ofreció.

— No. —S e decidió. Jacob tenía razón. Era lo último que ella podría hacer por él. Quería hacerlo. Quería empacar sus libros, doblar su ropa y envolver sus pinturas. — Lo haré yo.

Jacob la observó de cerca, estudiando la expresión en su rostro.

— Lo querías con todo el corazón, ¿No?

— Si — admitió. Miro a Jacob y se preguntó si él se habría dado cuenta de cómo quería a Edward. No pudo determinarlo. ¿Habría sido sólo amor que une a dos amigos? ¿O más que eso? Ya no sabía.

— Era una persona muy especial. No es justo que haya muerto.

— Tú eres una persona muy especial — la elogió Jacob. La abrazo y hundió su rostro en su cabellera. — Y me alegro de que hubieras estado a su lado. Ojala siempre estés junto a mi también, cuando te necesite.

— Por supuesto — le prometió Bella. Pero no estaba segura de poder cumplir esa promesa. Había descubierto que la vida es capaz de desbaratar hasta las mejores intenciones. ¿Quién sabía lo que podría pasar? ¿Quién sabía lo que sentirían el uno por el otro dentro de un año? No había garantías. El universo era una injusticia.

Capítulo 8: TE AMO. Capítulo 10: EL CANTO DE LAS AVES NOCTURNAS..

 
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