It was you, Isabella.

Autor: Love_Carlisle
Género: Drama
Fecha Creación: 16/12/2011
Fecha Actualización: 23/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 10
Comentarios: 36
Visitas: 12281
Capítulos: 11

Querido diario,

Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.” -Bella.

 

"— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

—Falta de vitaminas —respondió.

Rechacé conformarme con eso.

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada." -Edward.

 

"— ¿Una guerra? —exclamó Alice, levantándose de golpe. Intentó ver más allá de las palabras, pero no lo logró. Su poder no tenía tal alcance. Deseó que sí.

—He dudado si debía o no ponerme en contacto con los Vulturi, pedir una audiencia, ya sabéis… —dudó en su decir lo siguiente, temía que la tomasen por cobarde, pero tenía sus razones para no querer proceder, y eran respetables. —Vosotros sabéis nuestra postura para con los Vulturi. En principio no tenemos buena relación, y si tentamos a la suerte, puede que se decidan a terminar con nosotros al igual que lo hicieron con nuestra madre.

—Pero vosotros sois inocentes, no pueden hacer nada —Rosalie parecía frustrada. Tanya le simpatizaba, odiaba que tuviera que ser juzgada por un pasado que ella no había condicionado.

—Seré yo quien hable con Aro —dijo Carlisle, según lo previsto. Él tenía una buena relación con ellos, de modo que el único que podría intervenir a favor de Tanya era él." -Edward.

 

It was you, Isabella. Una lucha entre el amor, los principios y la lealtad. Una historia triste y conmovedora, que relata la lucha de una familia, por preservar su integridad, y dos jóvenes, que luchan por su amor... y por la vida eterna.

 

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Capítulo 9: Capitulo VIII: Astucia y maldad.

Capitulo VIII: Astucia y maldad.

Seguramente, de ser humando, estaría sumamente cansado por todo el trabajo de aquellos días al sol. Pero mi condición me ofrecía ese tipo de privilegios, como ir al instituto además de trabajar innumerables horas en hacerla feliz, aunque ella no lo supiera. También solía ser su guardia jurado, todo y que ella todavía lo ignoraba por completo. Pronto todo eso terminaría, pero sólo lo haría en el momento indicado, cuando ella estuviese preparada.

Carlisle me acompañó al claro, para ayudarme a llevar el resto de todas las cosas, entre ellas mi piano. Por fin, había decidido hablar con él. Confesarle mis sentimientos por la chica, y en contraposición a lo que yo había pensando, él me había ofrecido su cálido apoyo. Emmett hizo lo propio en cuanto lo supo, a pesar de que por su cabeza aún vagaban algunas bromas. Como que pronto tendría una hermana humana… No quería pensar en nada negativo, sencillamente me limitaba a planear un séquito de días llenos de dicha para ella.

—Esme está muy entusiasmada, tiene muchas ganas de conocer a la chica —Carlisle manifestó sus pensamientos en voz alta.

Él también deseaba hacer feliz a Esme, a pesar de que ella ya lo era al verme tan entusiasmado. La preocupación que le provocaba el hecho de un enfrentamiento a peligros desconocidos se había disipado con mi aparente felicidad. En realidad sí que era feliz, pero a mi modo. Siempre anteponiendo la realidad para no llevarme una decepción. Ya era demasiado tarde para no salir dañado de todo aquello, pero no me importaba si al menos podía darle una parte, o todo aquello que estuviera al alcance de mi mano, a Bella. Los días habían sido soleados, todos y cada uno de ellos en el transcurso de cuatro días. Imaginé que mi ausencia le haría pensar que nos habíamos marchado.

De todas maneras, la idea de Esme era un poco precipitada, ya que todavía era demasiado pronto para exponerla a algo tan fuerte. Sería imprudente traer a un humano tan tentador a nuestra casa.

—Creo que tendremos que posponer eso por un tiempo —dije, tajante.

—Está bien Edward —Carlisle me tomó por el hombro y sonrió—, nada de presiones. Sé lo importante que es esto para ti. Será decisión tuya.

—Me pregunto… si ella no debería ser la que decida. Quiero decir, quizá debería ofrecerle la oportunidad de escoger si alejarse de mí o quedarse… —habían tantas cosas que ignoraba de las mujeres, pero las dudas aumentaban cuando tenía que añadirle que yo era algo sobrenatural, difícil de considerar como opción para la mente de un humano.

—Si le confiesas lo que eres, puede que se marche huyendo —dijo, dándose cuenta de lo gracioso y cierto de sus palabras.

—Debería…

—Pero a ti te gusta, hijo. Sólo por esa razón debes arriesgarte, para  ganar un sitio en su vida.

—Si ella me diera un sí… —eso sería fantástico, increíble.

—En ese caso, si te quiere aceptará…

—Pero esto no es como decirle… Bella, en realidad soy alérgico a la lactosa, pero no importa porque eso es algo irrelevante —me reí amargamente—. Es totalmente distinto… yo tengo que decirle que soy un vampiro, que la luz del sol me hace brillar, que tengo cien años y que además, si sangre me atrae más que cualquier otra en este mundo. Cuanto menos, se volverá loca y deberán encerrarla en un manicomio.

—Al menos así te ahorrarás que tus hermanos la persigan para matarla… aunque ya sabes que no estoy nada de acuerdo con eso, y haré lo que esté en mi mano para que algo así no suceda.

Carlisle tenía razón. Cuando Alice dio aviso de mis intenciones, anunciando que tendríamos una nueva integrante en nuestra familia, no pude hacer más que molestarme. Principalmente por su indiscreción, pero sobretodo por lo que eso acarrearía. Jasper y Rosalie se habían mantenido en una firme postura, y es que no aceptarían arriesgar el porvenir de la familia por una simple humana. El hecho de que un humano supiera de nuestra condición, supondría que este alertase a todos de sus conclusiones. Ya nos había pasado antes, que alguien se diera cuenta, pero hasta ese momento nunca nos habíamos encontrado con ninguna situación en la que exponernos de manera tan deliberada. Entonces, él protegería a Alice de todos los peligros que eso supusiera. Rosalie en cambio lo hacía porque no podía soportar marcharse nuevamente de un sitio, cuando todo estaba apunto de terminar el instituto por enésima vez, se sentía hastiada de tener que cambiar siempre de sitio porque alguien lo estropeara, y si ese alguien era yo, más motivos tenía para vengarse.

—No pienso permitir que le hagan daño —y tenía toda la convicción del mundo. Jamás había estado tan convencido de algo, como lo estaba de eso. Lucharía contra toda mi familia por proteger a la chica.

—Lo que nos hizo saber Alice ayudará. Ella vio que Bella se convertiría en uno de nosotros, que iba a ser su amiga

—Eso es una razón de peso que Jasper no ataque, pero no afecta a Rosalie en absoluto.

—Si eso le hace daño a Alice, Jasper intervendrá, y el resto de la familia también. Rosalie no puede ser tan egoísta, todo albergamos algo bueno en nuestro interior.

—Ella puede llegar a ser mucho más que egoísta.

— ¿Y en ese caso qué vas a hacer? ¿Alejarte de ella y ver desde la distancia cómo otras personas la hacen feliz?

—Aunque se te olvida que ella está condenada a morir, es una opción que he barajado —estaba siendo completamente sincero, a pesar de que dolía la certeza de mis palabras. Miré a mi padre a los ojos, esperando una respuesta. Me devolvió una mirada llena de decepción y tristeza. Bella acabaría muriendo, después de todo.

—Quizá ése es el motivo por el cual Alice la veía siendo uno de nosotros. Tal vez tú seas su única salvación, y por eso el destino la ha puesto en tu camino.

— ¿El destino? —Ignoraba que mi padre creyese en ello, a pesar de que solían llamarle la atención todo lo relativo al tiempo, la ciencia y demás.

—Piensa que si no te hubiera atendido yo en aquél hospital, o si no hubieras enfermado, quizá nunca la hubieras encontrado —hizo una pausa, sopesando sus palabras—. Mira, a veces nuestras decisiones condicionan el qué seremos mañana, puede que hubieras encontrado a alguien similar a ella en tu tiempo, pero también cabe la posibilidad de que no. Que sencillamente, tu futuro como humano después de tu enfermedad, o de la edad en la que te quedaste congelado no existiera como tal, y se formó cuando pasaste a formar parte de esta vida. En el caso contrario, Bella moriría por su enfermedad de todas formas, si tú no estuvieras aquí para darle una oportunidad de salvación.

A pesar de que la teoría de Carlisle hablaba de una especia de justicia divina, me empeñé en negar que algo tan atroz como convertirse en un monstruo, fuese una nueva oportunidad. No podía salvarte el estar condenado a vivir eternamente, sin alma. Los años me lo habían demostrado, y quizá el haber conocido a Bella fuera una prueba más de que esa justicia divina, como decidí llamarle a partir de ese momento, se la llevaría para salvar su alma de mí. Si el destino se había empeñado en ponerla en mi camino, algo superior se encargaría de llevársela. De todas maneras, yo no podía condenarla a existir junto a mí en un tiempo en el que el reloj biológico jamás avanzaba. Menos aún si eso suponía despojarla de su alma. Si ese ser superior quería llevársela consigo, era para ofrecerle salvación.

Por una milésima de segundo barajé la posibilidad de arrebatársela, pero lo deseché enseguida. Era mi egoísmo o su salvación, y ella siempre se anteponía a todo lo demás. El alma siempre era más importante, y tomaba más importancia si era la de Bella.

Alice no paró de reprocharme en toda la mañana que no quisiera hacer algo por intervenir en su enfermedad, pero no era tan fácil como convertirla y ya. Era algo mucho más complejo, casi tanto como decidirme cada vez a acercármele. También quería saber si ella podía o no formar parte de ese acercamiento, estaba deseosa de poder llevar a cabo todas esas situaciones que se dibujaban en sus fantasías fundamentadas en las visiones futuro que tenía, pero no podía asegurarle que pudiera dan un paso más si Bella se negaba a brindarme un sitio a su lado.

Cuando sonó el timbre de la hora descanso, esperé justamente en la entrada de la cafetería a que ella llegase. Pasaron mis hermanos; Rosalie me advirtió una vez más que si la cagaba, ella se encargaría de despedazarla, regalándome unas cuántas imágenes de cómo lo haría; Emmet se rio, burlón, por mi inexperiencia en esos menesteres y por el nerviosismo que veía en mí; Jasper, instado por Alice, me envió una ola de confianza y tranquilidad. Eso ayudó a que la situación fuese más soportable. Sentía mi garganta arder por la expectación, la memoria del aroma de su sangre danzaba en mi cabeza y me hacía desear su presencia. Nuevamente, comprobé que era un masoquista. Alice y Jasper rieron en sus asientos, una vez Jasper le informó de lo que sentía en ese momento. Me llevé los dedos al puente de mi nariz, para masajearlo. Esa chica me estaba poniendo demasiado nervioso con su tardanza. La vi en la distancia, con su corazón latiendo con aquel ritmo tan característico, que resaltaba entre los demás. Me vio, y sentí cómo todas las emociones se colapsaban en mi interior, intentando salir todas a la vez.

 Tenía que admitir que mi experiencia con las mujeres, de ser nula, convertía mi comportamiento en algo nefasto. Debía trabajar en ello, en la forma de ser sincero con Bella sin soltarlo todo de golpe. Esa era la forma más accesible de no mentirle, de ser ciertamente sincero con ella. Mis planes eran dejar que fuese ella misma quien descifrara todo, lo cual me daría el beneficio de saber si, incluso teniendo sospechas de quién era, quería aceptar mi ofrecimiento de compañía.

Le sonreí abiertamente cuando estuvo más cerca, dejando claras mis intenciones de aproximación. Ella, haciendo caso omiso de mis señales, dirigió su atención a la conversación de Ángela y Jéssica. Su corazón latía deprisa. Me sentí confundido al comprobar que su reacción no se avenía para nada con las emociones que presentaba al estar yo cerca.

—Mira Bella, Edward Cullen no para de mirarte —le dijo su amiga en un murmullo casi inaudible. “Oh Dios mío, no será que le gusta Bella…” pensó la chica, algo emocionada.

Ángela Weber entornó sus ojos, y echó un vistazo fugaz. Le hice una seña para que supiera que intentaba hacer que su amiga se fijase en mí.

—Creo que te está llamando, Bella —Ángela tampoco podía creerse lo que veían sus ojos. Edward Cullen se mostraba interesado por una chica. “Él se ha dado cuenta de lo especial que es”, tenía razón en sus pensamientos, además, me confirmaba lo que yo venía pensando hacía un buen tiempo.

Ángela Weber solía ser una chica callada, bastante observadora y consecuente. Si en alguien tenía que fijarme, a la hora de sacar mis conclusiones sobre Bella, ese alguien era ella. Sólo a través de sus ojos podía ver con sinceridad. Pensé que me encantaba que Bella fuera amiga de esa chica. ¿Qué pensaría Ángela, de saber que era un vampiro quien se acercaba a su amiga?

—Para nada —Bella se negaba a mirarme. Aún no sabía por qué… quizá mi ausencia le había molestado, o todavía se negaba a creer que yo tuviese buenas intenciones para con ella.

— ¡Que sí! Si ahora se acerca. —“Oh, Santo Cielos, qué guapo”, exclamó Jessica en su fuero interno.

Vi el nerviosismo reflejado en la expresión desesperada de Bella. Procuraba esconder tras una máscara todo lo que sus acciones dejaban entrever. Cada vez me era más fácil leerla, superficialmente.

—Será que puedo hablar con ella —cuando se trataba de ser amable y convincente, yo me llevaba la palma.

—Sí, sí. Claro… —añadieron ambas al unísono. Sonreí, sinceramente en mucho tiempo, para otros humanos que no fueran la chica que se empeñaba en ignorarme.

Las miró, con cierto reproche en su cara. Vi resignación cuando sus amigas se despidieron, dejándola a solas conmigo. Respiro entrecortado, y volvió sus ojos chocolate a mí. No sé si me gustaba que estuviera tan nerviosa, pues aún no lograba adivinar si ese nerviosismo se debía a algo más que no fuera la amenaza que yo representaba.

—Tienes muy buenas amigas —tenía que romper el hielo de alguna manera.

—Buenísimas —si no hubiera dejado ver claramente su sarcasmo, seguramente hubiera entendido que lo que decía era cierto para ella, en ese momento.  — ¿De qué quieres hablar conmigo? —quiso saber. Clavó su mirada en mí, sus ojos cálidos fundiéndome por dentro.

Dejé de respirar, por miedo de sentirme más confundido de lo que ya estaba al captar su aroma, que se arremolinaba en el pasillo con una ráfaga de viento que había entrado por alguna parte.

— ¿Podrías dejar de poner esa expresión cada vez que me ves? Pareciera que te doy asco.

Arrancó una sonrisa de entre mi nerviosismo. No podía estar más equivocada.

—Asco… ¿por qué iba yo a tenerte asco? —“Eres una personita de lo más apetecible”, quise añadir, al notar su pálida y fina membrana. Me fijé en sus labios y ella pareció notarlo. Yo deseé volver a rozarlos. Parecían suaves, y se prometían dulces.

—No sé qué quieres que piense cada vez que me miras así, como si me odiases… —Bella estaba diciendo todo lo que pensaba por fin, de una manera pausada y sin despotricar contra mí toda la rabia del día anterior.

—No es ni odio, ni asco… lo que sucede es que no sé cómo tratar a una mujer —aunque eso me ponía en evidencia, tenía que dejar claro que lo que me impedía comportarme de una manera distinta con ella, en parte, era el hecho de no tener experiencia en esos campos.

—Parece increíble que alguien como tú me esté diciendo eso —se rió, irónicamente; quise no adivinar lo que estaba apunto de decir, pero era tan evidente—. Debes haber estado con tantas chicas como se fijan en ti. No eres precisamente alguien que pase desapercibido.

—Soy un chico tímido —bromeé. Empezaba a sentirme cómodo. Me pregunté si Jasper estaría ayudando.

Ella sonrió, abierta y sinceramente. También se estaba burlando de mí, porque le parecía increíble lo que yo le decía. Le devolví la sonrisa, frunciendo el seño.

— ¿Tan poco convincente he sonado?

— ¡No! —su sonrisa era digno de admirar. Debía proponerme conseguirlo más veces, el que sonriera. —Sólo que si tú eres un chico tímido, yo soy una chica hambrienta.

—Oh, comprendo —me había olvidado de que Bella tenía necesidades humanas, que yo no. —Esperaba poder acompañarte…

También que era me diera un sí. Volvió a fijar sus ojos en los míos, dudó, frunció sus labios y pensó en ello durante unos segundos.

— ¿Por qué no?

Cuando entramos a la cafetería, todo el mundo nos miraba.

— ¿No te importa que estar en mi compañía afecte a tu reputación? —pregunté.

—Si vale la pena, no.

La seriedad que reflejaba su rostro logró confundirme. Ella era sincera en sus palabras, pero no sabía qué segunda intenciones se podían esconder tras ellas

— ¿A qué te refieres? —indagué.

—Si logro obtener beneficios, por qué iba a importarme lo que piensen los demás —agarró una bandeja y me ofreció otra.

—Esta mañana hemos desayunado mucho en casa, no tengo hambre —negué. Ella la colocó en su sitio, pensativa. Pensé que quizá había sido poco cortés. —Pero gracias.

—De nada. —Se mantuvo callada por unos momentos. Quería preguntarle a qué beneficios se refería.

— ¿Qué quieres decir con obtener beneficios? — ¿Acaso era sonsacarme la verdad?

—Sólo bromeaba Edward —se burló—. En realidad, nunca me ha importado lo que digan o piensen los demás en ti. Pienso que la única persona por la que te tienes que preocupar, eres tú mismo.

—Por supuesto.

Me sentía a gusto con lo que ella decía. Había algo dentro de mí que me gritaba que dejase de dudar por un segundo que ella no era lo que aparentaba, pues ante mis ojos se mostraba la esencia de su ser. Sin máscaras, sin nada que pudiera empañar su imagen.

Nos sentamos en una mesa, los dos, con todas las miradas fijas en nosotros. Muchos pensaban en si había perdido el juicio, estas ilustres mentes eran los chicos. Las demás, no dejaban de envidiarla por la suerte que tenía. Muchas agradecerían que no me acercase si supieran quién era.

—Y dime, ¿cómo va tu cabeza?

Dio un sorbo a su zumo y luego contestó:

—A veces me duele un poco, pero dijeron que era normal por el golpe.

—Es lo que conlleva un traumatismo tan fuerte —asentí. Ella me volvió a mirar, confundida, dubitativa. Con una nueva duda que asomaba.

— ¿Por qué hablas así? —inquirió.

— ¿Cómo? —su pregunta me tomó por sorpresa.

—Como si tuvieras conocimiento…

—Mi padre es médico, recuerda —la interrumpí. No quería que la conversación tomase otros rumbos tan rápidamente.

—No, pero no es sólo eso… —hizo una pausa y pensó. —El día que viniste a visitarme al hospital… antes ya me habían pedido disculpas, pero no así… demasiado desmedido. Es como si fueras de otra época… —buscó algo en su mente y logró encontrarlo enseguida—… raro.

—Vengo de una familia más bien chapada a la antigua —pensaba ocultarla la verdad, no mentirle. Esa afirmación era una forma intermedia de hacerlo.

—No te creo —dijo, firme en sus palabras. Me miró fijamente, apartando su bandeja. —Tus ojos cambian de color, a pesar de que digas que son lentillas, no creo que tengas tantas como colores cambian tus ojos.

—Son camaleónicos —ridiculicé sus teorías.

—Edward, ahora estoy convencida de que estuviste ahí aquella noche… y el día de mi accidente…

—Tú misma has dicho que te duele la cabeza, el golpe debió haber sido tan fuerte que reprodujiste lo último en ver antes de golpearte —maldita sea, no quería decir tantas estupideces, pero ella me obligaba. Estaba yendo demasiado rápido, me pillaba totalmente desprevenido con todos y cada una de las palabras que soltaba.

— ¿Por qué te metiste en el coche aquel día? Pensé que te acercarías y hablaríamos de lo sucedido. Quería disculparme —sus palabras descubrían que le había herido mi indiferencia—, y todos estos días te has marchado. He llegado a odiar al sol, porque me he fijado en que tú y tu hermanos se ausentan cuando asoma por Forks —me miró, haciendo centenares de preguntas con sus ojos,  a las que busqué respuesta inmediatamente, sin éxito—, y no me trago que os vayáis de excursión tantos días.

—Estás sacando las cosas de contexto.

— ¿Eres bueno o malo?

¿Qué quería decir ella con eso? ¿A qué se refería? ¿Es que acaso sabía mucho más de lo que yo mismo podría llegar a concebir? Me sentí maravillado por todas sus conclusiones, pero también mi amenazada mi empresa. Ella me descubriría mucho antes de lo planeado.

—Responde.

—No sé qué debo responderte —Bella soltó una bocanada de aire. Su corazón latía desbocado.

— ¿Por qué? —respiró, entrecortadamente.

—Porque la respuesta está relacionada con respecto a para quién te refieras.

El timbre sonó, y ella se sobresaltó enseguida. Me miró, extasiada. Nuestra conversación le había causado una sensación que ella aún no lograba identificar. Había sentido miedo, por haber rozado la verdad con tanto descaro. Ahora me había descubierto, en cierto modo. Pero había mucho más que debía saber, y dependía sólo de ella.

—Ahora debemos ir a clases —interrumpí la línea de sus pensamientos.

—De acuerdo. Acepto.

— ¿Qué quieres decir con eso? —no tenía ni idea de lo que me estaba hablando.

—Acepto el reto, voy a averiguar quién eres.

Se marchó rápidamente, para mi sorpresa, ágil. No dejó más que su aroma impregnando la sala. No escuché nada más que el golpe seco en la mesa cuando llegaron mis hermanos a mí.

— ¿Se puede saber qué demonios haces? —Preguntó Rosalie. Sus ojos estaban negros por la furia.

—Cálmate, no es culpa suya, Rose —Emmett quiso conseguir algo imposible. Ella era muy temperamental.

Me puse de pie, dispuesto a ignorarla.

—Edward, te juro que si ella descubre algo, la mato —me advirtió.

Eso me enfureció. Ella podía molestarse, amenazarme a mí con la muerte, pero Bella era intocable. Me giré hacia ella, tenía ganas de envolver su cuello con mis manos y estrangularla, pero me contuve por mi hermano. Emmett la quería demasiado y no iba a ser yo, que ahora había descubierto cómo se sentía el tener una persona importante en tu vida, quien le arrebatase la suya.

—Espero que sepas muy bien las consecuencias que esto tendrá, si la matas. Y si no lo sabes, sólo tienes que preguntarle a Alice. Ella lo está viendo en este mismo momento.

Yo me marcharía, imposibilitado a acabar con su existencia por el amor que sentía por mi hermano, y a mi partida la familia se rompería por completo. Las consecuencias iban a ser mucho más graves si ella se atrevía a tocar a Bella. Sería incluso mucho mejor si Bella decidiese delatarnos.

Preferí no ir a clase en las siguientes horas, la furia hacía que la ponzoña hirviese en mi boca y no era sensato estar en presencia de humanos en ese estado. Me dirigí al aparcamiento y me encerré en el coche, con la música a todo volumen. Eso solía tranquilizarme, de modo que cerré los ojos y pensé en ella. Me sentía maravillado por su astucia, pero sobretodo, el miedo se había disipado en cierto modo. Ella tenía sus sospechas y, sin embargo, no se había alejado. ¿Cabía la posibilidad de que decidiera brindarme su compañía, aun sabiendo quién era? No debía negar que sería una reverenda estupidez, por su parte, pero de ella decidirlo, no le forzaría a cambiar de opinión. Era egoísta, pero no tenía nada más.

Me mantuve centrado en su rostro, hasta que escuché unos pensamientos demasiado caóticos y desesperados como para no llamar mi atención.

Había algo extraño. Salí del coche y me dirigí a máxima velocidad al bosque detrás del colegio. Era una chica. Una chica gritaba, la voz de sus pensamientos me sonaba. Capté el olor de un vampiro acercándome más, y el grito ahogado de la muchacha rasgó la tranquilidad del bosque. Sentí una punzada de dolor en el pecho, era como si en ese mismo momento hubiera perdido algo, como si mi mundo se quedase vacío en algún sentido. Corrí desesperado a la llamada de socorro de la muchacha y supe que ya era demasiado tarde. Maldita sea, ahora la expresión había cambiado. Olía a sangre humana, a vampiro, y si la chica seguía gritando, eso sólo podía significar una cosa. Alguien quería convertirla.

Llegué al centro de su fragancia, donde había restos de sangre y una maleta reposaba en el suelo, destrozada, con los libros esparcidos por el suelo. ¡Maldita sea! Los dejé donde estaban y seguí persiguiendo el olor, pero entonces el sonido de la voz de la muchacha se confundió con los ruidos del bosque en la distancia y no alcancé mi objetivo actual. Volví, rendido al punto en donde había encontrado los restos que habían quedado de ella. Abrí un libro, para comprobar de quién se trataba. Me sorprendí. Sentí dolor y tuve ganas de llorar por la certeza que acarreaban las letras de ese nombre.

Esperé en la puerta de salida del instituto, nervioso. Nunca antes me había sentido así, de modo que supuse que los vampiros sí experimentábamos este tipo de cosas, sólo que con más intensidad, pues era demasiado fuerte. Me hacía temblar. Ignorar por completo la causa de la muerte de la chica me tenía aún más desesperado. Era un inútil que bien hubiera podido impedir su muerte, pero no lo había conseguido. Ella no merecía la muerte, mucho menos merecía tener una vida así. Sentí frío, y empezó a llorar.

Las gotas de agua formaban una gruesa cortina a través de la cual era imposible ver. Mis hermanos saldrían enseguida y el resto de los alumnos también. Les esperé, petrificado por el dolor en la puerta de mi coche, bañado por la lluvia que no cesaba. Parecía que el cielo lloraba su perdida. Era algo irreparable.

—Edward, lo he visto —Alice también sentía lo que yo. Temblaba por la certeza de que los hechos habían ocurrido delante de nuestras narices. Así era como ellos se burlaban de nosotros.

— ¿Qué ha pasado? ¡Queréis decirme qué demonios ha pasado! —exclamó Rosalie en voz baja.

—Un vampiro ha estado aquí.

— ¡¿Qué?! —Emmett tampoco se lo podía creer.

—Se han llevado a una chica. La han convertido.

— ¿Y por qué no le has perseguido?

—Maldita sea Rosa, he llegado demasiado tarde —grité, no quería que nadie se enterase de lo sucedido, pero todos se volvieron a mirarnos.

Pude ver a Bella bajo un paraguas, mirarnos con demasiada atención. Me sentí desesperado en ese momento. Ella no sabia nada, y tuve miedo de lo que sospecharía al saberlo.

— ¿No has podido alcanzarlo?

—Pero vamos a rastrearlo, hasta que el veneno llegue a su corazón…

—Ya es tarde —Alice sabía por qué, ella había visto lo que yo pude distinguir en los gritos de la muchacha.

—Han inyectado la ponzoña directamente en su corazón. Y quien lo hizo, quería que yo lo supiera.

Llovía, no dejaba de llover, no dejó de hacerlo en toda el día.

El cielo lloraba su perdida. Lloraba que un ángel hubiera caído del cielo. Pocas personas se podían comparar a ella, una persona que realmente se merecía que su alma llegase a un estadio en el que reposar por toda la eternidad. Una eternidad maldita era lo que iba a tener ahora…

Cuando se lo contamos a Esme, empezó a temblar y entró en una especie de shock emocional. La magnitud del peligro que se avecinaba consiguió abrumarla hasta límites insospechados. Cuando llegó Carlisle, le informamos de lo sucedido y acudió a Esme. Resulta que yo tenía razón al decir que los vampiros también experimentaban algunos estados humanos, pero según él, tenían mucha más intensidad.

Quise quedarme con mi madre, pero la obligación que tenía para con Bella me llevó hacia su casa. Carlisle lo entendió y me dijo que no debía preocuparme, pues Esme mejoraría con el paso de las horas. A partir de entonces, debíamos vigilar el pueblo con más frecuencia. Vampiros desconocidos se paseaban por el como si fuera su casa. Un olor me alertó molesto me alertó de una nueva presencia cerca de la casa de Bella. Sus pensamientos eran demasiado claros como para no saber de quién procedían.

— ¿Qué haces aquí, chupasangre?

Jacob Black se llamaba el chico, o más bien, lobo, que custodiaba ahora a Bella.

—Así que tenía razón al pensar que te ibas a convertir en uno de ellos…

—Vete, o me veré obligado a romper el tratado —me advirtió.

—No pienso hacerlo.

Dos enormes lobos llegaron, y flanquearon mi paso. No quería liberar una lucha bajo la ventana de Bella.

— ¿Qué se supone que vienes a hacer aquí? Si no os hemos atacado, es porque sabemos que el vampiro que atacó a la chica no pertenecía a vuestro clan, pero si lo que pretendíais es engañarnos y vuestro objetivo ahora es Bella, debo advertirte que ella ahora nos tiene a nosotros para protegerla.

—No sabes de lo que hablas.

—Lo sabemos perfectamente —convino otro. Apareció de entre la maleza, parecía ser el más grande de todos. Supuse que sería el jefe.

—Yo también vengo aquí para protegerla.

— ¿Un chupasangre protegiendo a un humano de otro chupasangre? Alimaña —escupió Jacob.

—Vete ahora mismo, no queremos que os metáis en algo que no os incumbe —dijo Sam, el jefe.

—Os equivocáis, sé muy bien quién atacó a la chica, o al menos cuál es su objetivo —atajé.

— ¿Quieres decir que estáis relacionados con ellos? —quiso saber.

—En absoluto. Hace unos días recibimos la visita de uno de los nuestros, al que no conocíamos de nada. Capté su olor cerca de aquí y le perseguí hasta mi casa.

—Entonces no es la primera noche que vienes aquí… maldita sanguijuela —Jacob quería atacarme, pero gracias a que sus dos compañeros impedían su cometido, no lo hizo.

—Cálmate Jacob, lo primordial es saber de quién se trata, para poder seguirle el rastro. Está matando a gente en nuestro territorio, y tenemos que acabar con eso.

El mayor parecía ser mucho más razonable que los demás.

—Normalmente no tenemos tratos con vampiros, Cullen, pero nos conviene saber de quién se trata. —Volvió sus lobunos ojos a los tres lobos que le acompañaban. —Que uno de vosotros se quede vigilando aquí. Los demás, id a vigilar en las inmediaciones de la reserva. Estad atentos, el vampiro es muy rápido.

No me convencía dejar a solas a Bella con un lobo, pero me consolaba el hecho de saber que al menos no se acercaría en lo prudente a ella. Dirigí a Sam Uley a mi casa. Se mantuvo en silencio, hasta que llegamos al porche. En ningún momento adoptó su forma humana, lo cual respeté. Ellos eran nuestro enemigo potencial, era evidente que no iba a exponerse. Debía estar capacitado para defenderse en todo momento, y la única forma era siendo un lobo.

— ¿Cómo se llamaba la chica? —quiso saber.

Al recordar su nombre, me sentí terriblemente apenado…

 

 

 

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AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH, qué emocionante y penoso no? Awwww, pobre Edward... ¿quién será esa chica? ¿Pero qué querría conseguir aquel vampiro al convertirla? ¿Es que tiene algo especial? Umm, eso ya lo sabremos más adelante... y quién es, por su pueto... por ahora... ¡¡¡lo prometido es deuda!!! Y lo que no, también :D, por eso os he traído este nuevo capitulo. Me he estrujado el cerebro para escribirlo rápido y así poder corregirlo enseguida... es una suerte que hoy en el pueblo en el que vivo sea fiesta patronal, que si no... 

Um, este capitulo va dedicado en especial a tres personitas que siempre me comentan :D Jim, Mimi y Martha. Gracias por sus ánimos y pos las cosas tan lindas que me dicen! Sus comentarios me animan, me inspiran... uff, mil... 

Y a todas esas personitas que me leen y no comentan, regálenme un comentario si :(, que no cuesta nada! lo que sí cuesta es escribir y yo lo hago ;), va, si veo un mínimo de 6 comentarios de personas distintas, actualizo mañana, si no... de castigo no! jum! no sean malos :( denme votos o algo, de verdad... no sé, es más que nada un toque, no una amenaza... si al final acabaré actualizando mañana... que me conozco, pero enserio, creo que no cuesta mucho escribir un comentario. Yo, cuando una historia me gusta, digo mis impresiones en cada capitulo, y cosas así... tengo tres personitas que lo hacen, no sean menos!! 

Ya dejo de dar la lata, un besazo a todos!

Capítulo 8: Capitulo VII: The Sunlit Garden. Capítulo 10: Capitulo IX: Problemas.

 
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