La Amante (+18)

Autor: lien
Género: Romance
Fecha Creación: 09/12/2011
Fecha Actualización: 21/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
Visitas: 17564
Capítulos: 11

Cuando Bella Swan descubre que su querida tía es víctima de un chantaje, traza un plan temerario: hacerse pasar por la amante del Conde de Cullen, un famoso noble supuestamente muerto. Pero Edward Masen, el célebre Conde, no solamente está vivo, sino que además es un caballero terriblemente seductor. Un tipo que, en su afán por conquistar el mayor número de mujeres, puede llegar a comportarse de forma imprudente y sin respetar las mínimas reglas del decoro. Precisamente, una circunstancia fortuita hará que la recién transformada Bella Swan y el sensual Conde se encuentren frente a frente en una elegante fiesta. La intrépida simuladora tendrá que enfrentarse a la inesperada amenaza de su corazón... porque el Conde, fiel a sus principios, intentará poseerla en cuerpo y alma.

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Capítulo 9:

 

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Capítulo 9

 

-Llevaré a la señora Swan a su casa -dijo Edward mientras acompañaba a Bella, Esme y Alice a la puerta de Ateara y Uley-. Ella y yo tenemos que hablar de un par de asuntos en privado.

 

Esme y Alice se miraron entre sí y después a Bella.

 

-No os preocupéis -dijo Bella rápidamente-. Tomad mi carruaje. Os veré más tarde.

-¿Estás segura? -Alice clavó los ojos en Edward, fríos como una piedra.

-Sí, Alice. -A Bella le preocupaba tanto como a Esme o a Alice el tono áspero de la voz de Edward. Sin embargo lo pensó mejor, y no quiso hacer una escena justo allí en medio de Pall Mall.

-Muy bien. -Esme miró intranquila a Edward y después le hizo un gesto a Alice-Vamos.

 

Edward observó a Alice y a Esme dirigirse al delicado carruaje de Bella. El gracioso vehículo estaba adornado con detalles dorados y tiraban de él dos caballos blancos, cuyas crines trenzadas estaban engalanadas con plumas también blancas. Los brillantes arneses relucían con el sol primaveral. El cochero vestía una librea blanca con botones dorados.

 

-¿Supongo que es ése su carruaje? -dijo Edward a Bella.

-¿Cómo lo ha adivinado?

-Parece salido de un cuento de hadas.

-Creí que sería perfecto para contrastar con el suyo. Por lo que me habían contado, me lo imaginaba como un vehículo terrorífico conducido por un gnomo malvado.

-¿Un gnomo malvado? ¿Y usted qué es, mi querida señora Swan? ¿Una princesa encantada?

-Le aseguro que yo no soy ninguna princesa encantada.

-¡Gracias a Dios! -Edward apretó el brazo de Bella con su mano y comenzó a caminar a grandes pasos por la acera bordeada de elegantes establecimientos de moda-. Ya tengo en este momento bastantes problemas. -Bella paró en seco.

-Si desea hablar de sus problemas conmigo, lo que creo es su intención, deberá amiTanyar el paso, mi lord. No tengo intención de ir al galope todo el tiempo.

Edward se mostró molesto, pero aminoró el paso.

-Ya está bien de tanta tontería. ¿Quién es usted y qué demonios cree que está haciendo?

-¿Perdón? -Bella se ocupó por el momento de abrir su sombrilla de encaje blanco.-. No comprendo ni de lo que me habla ni el tono con que lo hace. Le di toda clase de explicaciones ayer por la noche.

-Ayer por la noche -dijo Edward-, creí que estaba jugando a algún jueguecito inteligente a fin de lograr un lugar para usted en la alta sociedad.

-Sí, ya sé que fue eso lo que usted creía.

-Esta mañana me veo obligado a pensar que usted está involucrada en algo muy distinto a una simple parodia. Deseo saber qué es lo que tiene entre manos. -Bella trató de ser paciente.

-Ya se lo dije, señor. Intento descubrir a la persona que extorsiona a mi tía. Nada ha cambiado. ¿Qué es lo que le perturba a usted esta mañana?

-No estoy perturbado. Habla como si yo estuviera echando humo. Me siento realmente furioso.

-¡Oh! -Edward le echó una mirada helada.

-¿Es todo lo que tiene que decir? -Bella lo pensó.

-Si no fuera mucho pedir, mi lord, me gustaría saber qué es lo que lo ha enfurecido tanto. -Edward dudó; le costaba decidir qué debía contarle a ella.

-Acabo de enterarme de que una amiga íntima mía ha sido extorsionada. -Bella lo miró fijamente, asombrada.

-¡Santo cielo! ¿O sea que hay otra persona que le pasa lo mismo que a mi tía? Esto es muy interesante, mi lord.

-¿Le parece?

-Señor, no comprendo su sarcasmo. Creo que usted se siente alarmado por saber que lo que le conté puede ser verdad y que su amiga es también víctima de ese chantajista; ¿por qué está entonces tan enfadado conmigo?

-Le sugiero que usted misma elabore una hipótesis razonable para explicar mi irritación.

-¿Cómo dice?

-Adivine, señora Swan, adivine.

 

La boca de Bella se abrió por la sorpresa. Ahora él ya no era sarcástico, se estaba tornando muy cruel. Lentamente, compuso su expresión cuando se dio cuenta de que tres caballeros la miraban con adoración y con su sombrilla les impidió que la miraran.

 

-Esto es ridículo, Cullen. ¿Por qué está tan enojado conmigo?

-Porque llegué a la conclusión de que es muy posible que usted sea la chantajista.

-¿Qué está diciendo? -Bella se detuvo de repente. Se liberó de la mano de Edward que apretaba su brazo y se volvió para dirigirse a él enfurecida-. Ha ido muy lejos, señor. ¿Quién cree que soy?

-Una astuta aventurera llena de maquinaciones que fue más allá de lo previsible. -La voz de Edward era suave, pero cargada de una frialdad de acero-Ayer por la noche encontré toda esta estúpida farsa sumamente divertida.

-Mi lord, por favor...

-Incluso tenía deseos de seguir con la parodia durante un tiempo. Debo admitir que usted es, sin ninguna duda, la mujer más interesante que se ha cruzado en mi camino. Sin embargo, esta mañana cuando supe la verdad, pensé que ya no era tan divertida, señora.

-¿O sea que ya no soy divertida? Qué cosa más estúpida y ofensiva acaba de decirme. Está claro que usted no sabe lo que dice. No me quedaré aquí a escuchar sus acusaciones, señor. -Bella giró sobre sus talones. Podía oír las risas ahogadas de los caballeros que la estaban mirando. -Edward puso una mano sobre su brazo y la retuvo.

-No tan rápido, señora. Tengo que hacerle una o dos preguntas.

-Pues yo tengo mejores cosas que hacer que responder a sus insultos.

-¿Cómo qué?

-Como encontrar al chantajista -dijo entre dientes Bella-. Déjeme marchar, mi lord; le advierto que si no, gritaré.

-Que el diablo la lleve, no estamos en Drury Lane. Por favor, deje de hacer teatro. -Edward la obligó a volverse, de tal modo que ella quedó frente a él-. A menos, por supuesto, que desee que las noticias de esta pequeña escena se conozcan esta noche en toda la ciudad.

-¿Y por qué iba yo a preocuparme de eso? Ya todo el mundo habla de nosotros, mi lord.

-Debe creerme cuando le digo que las murmuraciones pueden ser mucho peores de lo que ya son. Si usted insiste en pelearse conmigo en medio de la calle, le anticipo que sucederá lo que yo digo. -Bella se sonrojó.

-¿Es eso una amenaza, Cullen?

-Lo es. Si usted no se comporta como una dama, yo no actuaré como un caballero. Lo juro, si trata de alejarse de mí, me la echaré al hombro y la llevaré a algún lugar donde continuemos nuestra conversación en privado. -Bella sentía como le hervía la sangre.

-No se atreverá.

-¿Quiere apostarse algo, Bella? -le preguntó con demasiada calma-. Una cosa fue escoltarla para salir anoche de la casa de los Stanley. Otra muy distinta será llevarla esta tarde como si se tratara de una bolsa de carbón.

 

Bella consideró las opciones que tenía durante unos segundos. Tenía plena conciencia de la cantidad de miradas que estaban atrayendo. Más de una cabeza se había vuelto. Más de un oído se había inclinado discretamente para intentar escuchar el fascinante intercambio de opiniones que tenía lugar entre Cullen y su amante.

Era obvio por la cruel tensión de su mandíbula y por la línea rígida de los labios de Edward que estaba en un estado de ánimo peligroso. Si Bella no accedía a sus deseos, iba a llevar a cabo una humillante escena para entretenimiento de los comerciantes de Pall Mall.

 

-Muy bien, mi lord -le ofreció una brillante sonrisa, mientras posaba levemente su mano enguantada en el brazo de Edward-. Si usted insiste en hacer el papel de gnomo malvado, que así sea.

-Excelente decisión. A menudo me han obligado a hacer el papel de malvado y le aseguro que soy capaz de realizar una estupenda actuación.

-No lo he dudado ni un momento. Querría que supiera, señor, que durante mis viajes al continente el año pasado, jamás me vi obligada a enfrentarme con una conducta tan indecorosa por parte de un caballero. Hubo un horrible ladronzuelo en las calles de Roma, que creo tenía mejores modales que los suyos.

-Tal vez un día tendré la oportunidad de tomar lecciones. Se dice que viajar amplía nuestros conocimientos. Venga, ya hemos atraído mucho la atención. -Los dedos de Edward apretaron más fuerte el brazo de Bella, y reanudó su paso apresurado por las calles de Pall Mall.

-La gente nos mira.

-Creía que ya estaba acostumbrada a eso. Deme una razón para pensar que usted no es la chantajista.

-Primero dígame por qué ha llegado usted a esa conclusión. -Edward le dirigió una mirada vaga.

-Es una mujer muy inteligente. Ha estudiado tan profundamente mi persona que deja a todos por tontos al hacerles creer que es mi amante.

-Todos tenemos nuestras dotes.

-Sus dotes en particular me convencieron de que podría haber hurgado en los antecedentes de muchos otros y tal vez obtener así material para poder extorsionarlos. -Bella estaba furiosa.

-¿Material como el que se está usando para extorsionar a su amiga?

-Precisamente.

-Yo jamás haría algo así. -Bella se dio cuenta de que se sentía herida, así como también enojada y no sabía muy bien la razón. Las alarmantes conclusiones que Edward había sacado sobre ella no carecían de fundamento, dadas las circunstancias. Sin embargo, se sintió herida-. Si me conociera mejor, mi lord, no me acusaría de esto.

-Ah, pero yo no la conozco en absoluto. Ni por asomo tan bien como parece usted conocerme a mí. Y eso, señora, es lo que me preocupa.

-No veo cómo puedo persuadirlo de mi inocencia, ni hasta dónde me puedo rebajar para conseguirlo.

-Entonces tenemos un problema entre manos, querida.. -Edward inclinó la cabeza a un conocido que le saludaba desde la entrada a un establecimiento.

 

Bella simuló concentrarse en unos guantes que estaban en el escaparate. Podía sentir la ávida curiosidad en la mirada del hombre a quien Edward saludaba. Es más, podía sentir una docena de pares de ojos que la estaban escrutando. Había poca intimidad en aquella ciudad. El anonimato era imposible, en especial para una mujer cuyo nombre estaba vinculado al del conde de Cullen.  Era casi tan malo como vivir en Deepford, pensó con resentimiento Bella. Pero por lo menos aquí en Londres no estaba sometida a los sermones sobre buenas maneras y decoro que le propiciaban el vicario o los padres del marido de su hermana.

En cambio, ahora debía escuchar los sermones de Edward.

 

-Está haciendo de este asunto un problema mucho más complicado de lo necesario -dijo enérgicamente Bella-. Algo me dice que usted es un hombre muy difícil.

-Independientemente de lo desagradable que este problema sea para usted, señora, puede estar segura de que hasta que se resuelva, usted y yo pasaremos mucho tiempo juntos.

-¿Qué se supone que quiere decir con eso, mi señor?

-Significa que hasta que yo esté convencido de que usted no está involucrada en las extorsiones, tengo intenciones de tenerla muy cerca. -Edward sonrió irónico-Allí donde la pueda tener bajo mi vigilancia. Es una suerte para mí que haya decidido pretender ser mi amante. Eso proporciona una excusa perfecta para estar cerca de usted. -Bella se sobresaltó.

-¿Qué sucede si yo decido no continuar con esta farsa?

-Ya es demasiado tarde para cambiar de parecer sobre el encantador papel que representa en esta pequeña obra. -Edward saludó a otro conocido con una leve inclinación de cabeza-. Usted ya está muy compenetrada con él.

-Si ése es el caso, le advierto que tengo intenciones de seguir adelante con mis averiguaciones. Estoy decidida a descubrir la identidad del chantajista.

-Qué coincidencia. Yo me he fijado precisamente el mismo objetivo.

Fulminándolo con la mirada, Bella lo estudió en silencio durante un momento.

-¿Entonces seguiremos adelante con nuestra parodia?

-Sí. -Edward respondió al saludo de una señora mayor, que salía de una librería-. Señora Osworth.

-Cullen.

Bella reconoció a la señora de brillantes ojos. Se las arregló para esbozar una sonrisa gentil.

-Buenos días, señora Osworth.

-Buenos días, señora Swan. -La señora Osworth volvió su penetrante mirada hacia Edward-. Un día hermoso, mi lord, ¿ no lo cree así?

-Desde luego -dijo Edward.

-¿Los veremos a los dos en el baile de Mallory esta noche? -murmuró la señora Osworth.

-Lo dudo -dijo llanamente Edward.

-Yo sí tenía intención de asistir -dijo airada Bella. Por el rabillo del ojo vio que la boca de Edward se torcía con desaprobación. DeliberJasperente mostró una sonrisa-. Tengo entendido que lord Mallory posee una excepcional colección de estatuas.

-Sí, creo que sí -dijo la señora Osworth-. Mi marido lo mencionó una vez. Yo jamás la he visto. No me siento muy atraída por las estatuas antiguas. Oh, querida, debe perdonarme, tengo que irme ya.

-Sí, por supuesto -dijo Bella.

-Tengo una cita para entrevistar a una mujer que me envía la Agencia Wycherley. Estoy buscando una nueva dama de compañía.

-No lo sabía -dijo Bella.

-La última que tuve... una mujer insignificante, a decir verdad, se fugó hace dos días con un joven sin ninguna educación. Imaginen, después de todo lo que hice por ella, la muy desagradecida. Esta vez contrataré a alguien mayor, y más sencilla. Hasta esta noche, querida.

-Buenos días, señora Osworth -dijo Bella.

Edward permaneció en silencio hasta que la señora Osworth se alejó.

-¿Para qué desea ir al baile de los Mallory? Será un aburrimiento.

-Por dos razones -dijo Bella-. La primera es que me encantaría ver la colección de esculturas de lord Mallory.

-Sólo se lo permite a sus amigos más íntimos y a ciertos conocedores del tema.

-Espero poder convencerlo de que me la muestre.

-No le van a interesar, son unas copias bastante mal hechas y de pésima calidad.

Bella por un instante se olvidó de que estaba enojada con Edward.

-¿Las ha visto usted?

-Sí y debe creerme. No hay ningún estudioso del tema que pueda estar interesado por la colección de Mallory.

-¡Qué desilusión, deseaba tanto ver esas antigüedades!

-Ahórrese el tiempo en explicaciones. ¿Cuál es la otra razón por la que desea ir a esa casa?

-Para proseguir con mis investigaciones, por supuesto. Mallory está en la lista de hombres que lo conectan a usted con el mundo de mi tía. Y usted desde luego jugó a las cartas con Mallory la noche anterior a su viaje a Yorkshire.

Edward la miró con ojos especulativos.

 

-Usted en realidad ha investigado mis actividades a fondo, ¿me equivoco?

-Le dije que estudié detenidamente sus costumbres.

 

-Mallory no es un chantajista.

-¿Cómo lo sabe?

-Es muy rico. No tiene razones para recurrir a la extorsión por dinero.

-Quizás haya sufrido algún revés económico en los últimos tiempos.

-No es probable -dijo Edward-. Sin embargo, tengo intenciones de cenar en mi club esta noche. Después, iré a jugar a las cartas. Se puede aprender bastante en las mesas de juego. Veré si averiguo algo sobre las finanzas de Mallory.-Bella hizo un mohín con los labios.

-Desearía poder jugar algunas manos de cartas en los clubes de caballeros. Puedo imaginarme las cosas de que me podría enterar.

-Ni lo sueñe -dijo Edward-. Es imposible y usted lo sabe bien. La iré a buscar al baile de los Benson alrededor de las once. Allí le daré mi informe.

-Intenta disuadirme de concurrir al baile de los Mallory, ¿no es así?

-Señora Swan, ya que tiene tan claro ese punto, quiero decirle y aclararle que lo que hago es ordenarle que no vaya a casa de los Mallory.

-Mmm. Tengo una pregunta, mi lord.

-¿Sí?

-¿Le importaría decirme la razón por la que su amiga está siendo extorsionada?

-No -dijo secamente Edward-. No esperará que divulgue algo que es confidencial.

-No, por supuesto que no. Sólo pensé que si conocía la naturaleza del secreto de su amiga, podría compararlo con el tipo de información secreta que se está utilizando en contra de mi tía. No puedo evitar preguntarme si podría haber alguna similitud.

 

Edward entrecerró los ojos. En contra de sus principios, él también se sentía intrigado.

 

-Supongo que usted no quiere hablarme de la naturaleza del secreto que usted afirma se está utilizando para extorsionar a lady Platt.

-No.

-Entonces sólo me queda preguntarme si ella en realidad está siendo extorsionada. -Bella esbozó una sonrisa.

-No puede esperar que yo le confíe mis secretos cuando usted ha dejado claro que no está preparado para confiarme los suyos.

 

La fuerte mano de Edward apretó más firmemente el brazo de Bella.

 

-Su falta de fe en mí hará difícil que trabajemos juntos.

-Desde luego que sí -asintió Bella-. Y su falta de confianza en mí produce igual efecto. Edward le sonrió molesto.

-Queda claro que si debemos quebrar las barreras de la desconfianza que se ha instalado entre ambos, debemos conocernos más íntimamente, señora Swan.

-¿Cómo sugiere usted que nos conozcamos más íntimamente, señor?

-Para comenzar, ¿por qué no me cuenta lo que le sucedió al señor Swan?

-¿Cómo dice?-Edward arqueó una ceja.

-Me refería a su difunto marido.

-Oh, a él.

-Obviamente no siente pesar por su muerte.

-Él no habría deseado eso. -Bella tragó saliva intranquila. «Debería aprender a pensar en este hombre como en un adversario», se advirtió a sí misma-. Mi marido creía que los acontecimientos tristes había que dejarlos atrás. Después de un período lógico de duelo, por supuesto.

-Por supuesto. ¿Y hubo ese período lógico de duelo después de su muerte?

-Uno razonable, considerando las circunstancias. El señor Swan era mucho mayor que yo -murmuró Bella.

-Ya veo.

-Tuvo una vida muy plena y activa.

-Imagino que considerablemente mucho más activa después de casarse con usted. -Bella lo miró aprensiva.

-No deseo continuar con este tema de conversación. Estoy segura de que usted comprende, mi lord. Es demasiado doloroso.

-Comprendo -dijo Edward.

-Debería hacerlo. Creo que usted tiene una norma en contra de hablar sobre el pasado, ¿o me equivoco?

-Sí, señora Swan, claro que tengo esa norma.

-Personalmente, a mí no me gusta seguir más normas, pero creo que adoptaré ésta suya en particular. -Bella miró un cartel discretamente pintado que estaba colgado en la esquina de una callejuela que salía de Pall Mall-. Oh, mire, ahí está el museo del doctor Hardstaff. El señor Black mencionó ese establecimiento la otra noche.

-No puedo imaginar la razón.

-Dijo algo acerca de que lord Thornton hace poco siguió un tratamiento con el doctor Hardstaff.- Bella estudió el letrero.

 

Doctor Hardstaff:

Museo de las diosas del vigor masculino.

Aprenda el secreto

Y los auténticos poderes

De las diosas de la antigüedad

 

Edward echó una mirada al cartel.

 

-No creo que a usted le interese el museo del doctor Hardstaff, Bella.

-Siempre me he sentido profundamente interesada en las antigüedades. -Bella volvió la cabeza para volver a mirar el cartel, mientras Edward la apuraba para seguir adelante. Se mostró molesta-. Sin embargo, no conozco ninguna diosa del período clásico asociada con el vigor masculino.

-Usted me sorprende, señora. Creía que lo sabía todo.

Capítulo 8: Capítulo 10:

 


 


 
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