POV Jacob
- ¿Entonces ya está todo? –pregunté una vez más.
- Que si pesado. Madre mía… -dijo Alice suspirando.
- Estoy nervioso, compréndeme.
- Lo se. Por eso hasta el día de su cumpleaños nada.
- No se que prepararle para su cumpleaños.
- Llévala a la casa, pasad el fin de allí. –dijo Rosalie. –Le gustará.
- Vale. Gracias, rubia.
- Chucho. –rió la barbie.
POV Alma
No sabía que hacer con Susana. Y encima el chico este.
Apunté en mi cuaderno.
Susana Ortiz. No le ocurre nada. Por ahora no he detectado nada. Le haré unas cuantas sesiones más a ver. Pero es lo que todos decimos, la edad del pavo.
Al día siguiente fui a la clase otra vez y ahora llamé al siguiente de mi lista. Adrián Gómez.
- Ven por favor. –dije y oí como parloteaban los chiquillos.
- Si hombre… ¿Te toca a ti? A veremos que hacemos.
- Por favor. –dije seriamente.
Pasé yo primero y luego salió él de la clase y tenía una gran sonrisa.
- Borra esa sonrisa de campeón. Solo vamos a charlar un rato.
- Guay, Alma.
- Que confianzas coges tú, ¿no? –solté una risita de burla.
Este me siguió hasta el despacho y se sentó enfrente de mí.
- ¿Y bien? –me dijo.
- Mira ¿quieres que te diga lo que pienso? No te conozco de nada pero como tú he conocido bastantes.
- A que te refieres. –se puso más serio.
- Bien. A tu carácter. Te pones serio.
- Normal.
- ¿Quieres decirme algo que no sepa nadie? –le ofrecí mi confianza.
- Para que. No se si se lo contaras alguien.
- Vamos… no será tan grave. Solo te he dicho que te veo serio te haces el gracioso delante de tus amigos, ¿me equivoco?
- Yo soy carácter serio. Pero también soy “gracioso”. Si cojo confianza.
- Vale. Oye lo siento por ir tan directa pero te ocurre algo con alguna chica.
Se le descompuso la cara y su corazón se aceleró.
- Bueno, yo. No se. ¿Qué dices?
- Por primera tranquilízate.
- ¿Si me gusta alguna? ¿Si tengo novia?
- Exacto. Yo se lo que es, he pasado por ahí y si quieres te puedo ayudar. Para eso estoy.
- No tengo novia. Me gusta alguna. Pero dudo. Es la más rarita.
- Entonces. –me acerque hacía delante -¿Por qué te gusta?
- No es igual que las demás. Hemos ido des de pequeños a la misma clase. Pero antes hablábamos más.
- Ahora no.
- Sí. No se mete nadie con ella. Pero hay una que sí.
- ¿Si? Vaya… eso no lo sabía.
- Dicen que es rarita.
- Tú lo has dicho antes.
- Pero yo se que no. Tiene algo que la hace especial. Siempre lo he sabido.
- ¿Y porque no le dices nada?
- Yo… soy cobarde, me pongo muy nervioso cuando pasa y me mira y yo me quedo mirándola tontamente. No se que me pasa.
- ¿Cómo se llama la chica?
- Dios… Susana.
- No, eso ya lo se. Me lo imaginaba. –se quedó con la boca abierta. – Digo la que se mete.
- Cris.
Se me hizo de noche. Miré en el papel y estaba su nombre.
- Dios vendito.
- ¿Y que problema se supone que tengo? –me preguntó.
- Ninguno. Quería que tuviéramos una conversación. Relajarte.
- Me ha servido para desahogarme.
- Ves. ¿Quieres que hable con Susana?
- Esto… no… pero, es que dios… ¿Qué hago?
- Mira te voy a decir lo mismo que a ella. Se tu mismo. Actúa con normalidad.
- ¿Cómo? ¿Ella?
- Eso no te importa. Solo tienes que llamarla, quedar algún día, y hablar.
- ¿Cita?
- Se puede decir así.
- Yo no se, y no tengo su número.
- Te lo conseguiré. No te preocupes.
- ¿Usted?
- No me hables de usted que tengo veinte cuatro años.
- Perdón.
- Y si yo al terminar la semana tengo que hablar con ella otra vez, y a ti muchacho. También.
- Pero…
- Tienes un problema de expresar tus sentimientos al igual que ella. Eso os hace iguales.
- Vale. Y gracias.
- Tú tranquilo.
Se marchó a la clase y oí como decía en voz baja. – Espero que no se lo diga a nadie.
Ahora era el descanso y decidí llamar a Jake.
- Cariño. –le dije sonriendo, aunque él no me veía.
- Te echo de menos. –dijo él.
- Yo también. Pero bueno, así son las cosas. ¿Esta noche hacemos algo?
- ¿Esta noche? –preguntó él – Perfecto.
- Pero madrugo mañana. Acuérdate.
- Tranquila. –reí.
- Sabes que te quiero. ¿Verdad? –le dije como una tonta enamorada.
Entonces llamaron a la puerta y entró Susana.
- Jake… te dejo. Ha venido una chica… -le sonreí a Susana.
- Oh, entonces…
- Esta noche a las siete en casa. Te quiero.
- Yo más.
Corté rápidamente para saber que le ocurría a Susana.
- ¿Qué pasa? –le ofrecí asiento.
- Alma. Se que eres la psicóloga, pero noto como si fueses una amiga para mí.
- Eso me halaga. –sonreí. - ¿Pero ocurre algo?
- En el patio se ha acercado Adrián.
- ¿Y?- sonreí aun más.
- Nada. Cuando estaba enfrente de mí abrió la boca y se fue corriendo. No entiendo nada.
- Vale. Yo sí.
- ¿Qué sabes?
- Estáis los dos perdidamente enamorados, y no quiero que os pase lo mismo que a mí. Entonces dame tu número de teléfono. Y si quieres ten el mío.
- ¿Para?
- Porque resulta que a un chico le gustas… -le guiñé un ojo – y te doy el mío por si tienes algún problema. Que me puedes llamar. ¿Vale?
- Gracias.
- Venga, ve a clase. –en ese momento sonó el timbre.
|