POV Alma
- Buenos días.
Dije al entrar en el despacho del director.
- Vaya… Alma. No has cambiado casi des de que estudiabas aquí. –me dio dos besos el director.
- Ya… No se que tengo que hacer… lo siento.
- No estés nerviosa. Esta es tu casa. Ven acompáñame.
Yo llevaba una bandolera con algunos libros.
Me llevó hasta un tipo de aula, despacho… como queráis decirlo, pequeño. Tenía mi mesa con un ordenador.
- Vaya… -dije al entrar.
- Aquí será tu sitio de trabajo. Y yo quiero hacer las cosas bien.
- ¿A que se refiere?
- Ahora cuando termine de instalarse, venga y me dará su cuenta para poderle ingresarle el dinero. La nómina.
- Dios. Gracias.
- La espero.
Cuando cerró la puerta no me puse a gritar por que tenía que comportarme como tal. Una psicóloga.
Dejé mis cosas y cerré con llave el despacho.
Caminé hasta dirección y entré.
- Que rápida.
- Sí. Ahora si no es mucho pedirle si hay algún alumno con algún problema, el que sea que venga.
- Muy bien. Ahora le daré la lista de unos cuantos chicos y chicas así será más fácil.
- Perfecto. Y si quiere voy a la clase que les toca y de paso me presentaré.
- Vale. Muy bien, siempre responsable, Alma. Es un gusto de tenerla aquí.
Le di todos mis datos personales y también le avisé de que iba a casarme. Lo bueno era que al ser un instituto era fiesta.
El director me dio una lista de unos cuantos chicos de tercero de eso.
La clase A-102 subí hasta el segundo piso y miré el primero de la lista.
Susana Ortiz.
Llamé a la puerta y un poco cortada al interrumpir la clase.
- Perdón, señora Ibáñez. –dije al recordar mi profesora de literatura de último año.
- Vaya… ¿Alma?
- Sí.
- Chicos esta fue una de mis mejores alumnas. Pasa.
- Lo siento mucho por interrumpirle la clase. Pero hoy empiezo y venía a buscar a una chica.
- Oh por supuesto.
Oía todos los comentarios de los chavales.
- Que buena está. Madre mía…
Y miré al chico que lo decía y se sonrojó, noté su sangre como subía hasta las mejillas.
- Susana Ortiz. –anuncié a la clase.
- ¿Susana? –dijo la profesora. – Anda ve con Alma.
- ¿Qué has hecho ahora? – dijo una chica, esa me recordó a Cristina. La que tanto odiaba.
Se levantó una chica de estatura normal. Y miraba al suelo.
Parecía tímida.
- Vamos. –le sonreí. – Cuando termine vendrá. Y lo siento.
- Tranquila.
Andaba a mi lado y miraba al suelo.
- Bueno, ¿Susana, verdad?
- Sí.
- Yo soy Alma Cullen. –dije y me miró en ese momento.
- ¿Qué ocurre? ¿He hecho algo que no sepa?
- No… claro que no. Solo te he sacado de esa clase aburrida para que charlemos un rato, ¿bien?
- Me tiene igual.
Cuando llegamos a mi despacho ella se sentó y yo igual.
- ¿Quieres contarme algo? Yo soy como una tumba. De verdad.
- No me ocurre nada. Enserio. Mis padres dicen que no hablo… no se… Muchos me dicen rarita. Mi madre está obsesionada de que encuentre novio, y yo ahora no quiero.
- Mira… sabes que. Yo estudié aquí.
- ¿Sí? –se sorprendió.
- Y cuando empecé el curso, yo era nueva, no conocía a nadie. Pero intenté hablar y como si me rechazaran, pero había un chico, que se parecía a ti. Callado, tímido. E hice mucha amistad con él y gracias a un cumpleaños él quedó con mi mejor amiga, y…
- Se enamoraron. – sonrió.
- Sí. Así que tu tranquila, estás agobiada por lo que te dicen, ¿no?
- Algo así.
- Pues tienes que hablar, que sepan que estás ahí.
- ¿Cómo?
- Ahora tú y yo estamos teniendo una conversación. ¿Estás a gusto?
- Sí. Estoy tranquila.
- Nadie te está machacando. ¿Tienes algún amigo o amiga?
- Sí. Amiga. Pero hay unas cuantas de mi clase que no las soporto.
- Siempre hay de esas. Créeme.
- Ya… pero no puedo con ellas. Son estúpidas. Y me gusta un chico…
- ¿Y que pasa?
- Nos hablamos y tal, muy poco pero…
- ¿Puedo saber como se llama?
- Adrián Gómez. No es muy guapo pero para mi cuando pasa y me sonríe… no se.
- ¿Habláis mucho?
- Nada… a veces nos saludamos y tal.
Miré en la hoja y lo apunté.
- ¿Va a tu clase?
- Sí.
- Bueno, pues si quieres contarme algo más, ya sabes donde estoy.
- Gracias Alma.
- Venga.
Le di un abrazo y noté como se tranquilizaba.
|