Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40133
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

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Capítulo 8:

 

los personajes pertenecen a stephenie meyer y el fanfices de Crisabella

su beta es Darla gilmore

 

 

Hacía tres días que Alice y Edward se habían ido a Italia. Exactamente al Vaticano. La separación fue muy dura pero esta vez supe controlarme mejor. Nada de salir ardiendo y nada de lágrimas de sangre.

Jasper era el único que notaba mi tristeza. Ya no me molestaba. Pero me sabía mal por él, si estaba triste él también. Así que intentaba no pensar demasiado en Edward, haciendo cualquier cosa para ocupar mi mente.

Leía, ayudaba a Esme en el jardín, o incluso a Emmett con los coches. Pero la mecánica no era para mí. Al crepúsculo del cuarto día fui a cazar con Emmett, claro que Rosalie no quiso venir. Dijo que no tenía sed, pero sus ojos negros la delataban. Intuí que no quería ir porque iba yo. No llegaba a entender por qué me odiaba tanto. Jasper por supuesto nos acompañó y empezamos a correr en dirección a las montañas.

— ¡Recuerden que el oso más grande es para mí! — exclamó Emmett de repente.

Lo miré de reojo y sonreí.

— Eso ya lo veremos.

Lo rete para fastidiarlo. Me dio una mirada traviesa mientras seguíamos corriendo.

— Soy más grande y más fuerte, es normal que necesite el más grande — aclaró como si fuera lo más obvio del mundo.

— Y yo aun soy neófita y necesito beber mucho más que tu.

Vi como él fruncía el ceño y de repente aceleró el paso.

— ¡Llegaré antes y no te dejaré nada, hermanita!

Seguí corriendo sin esfuerzo mientras poco a poco llegaba a la altura de Emmett. Jasper seguía mis pasos y se contagió también de nuestro juego. Así que acabamos los tres haciendo una carrera. Saltamos y brincamos sobre la escarpada pendiente sin ningún problema. No me di cuenta de qué en un momento dado Jasper ya no me seguía. Llegué mucho antes que Emmett al pequeño claro entre los picos nevados de las montañas.

— Gané.

Él me miró ceñudo.

— Te dejé ganar —contradijo.

Apoyé mis manos en las caderas y lo miré fingiendo estar cabreada.

— Que mal perdedor eres. Admite que te ganó una chica, no vas a morirte por eso.

Cuando iba a replicarme, en ese momento me llegó un aroma dulzón y desconocido. Un vampiro estaba cerca. Emmett se percató también y los dos nos pusimos en posición de ataque, espalda contra espalda y buscando con la mirada. Sentí la ponzoña llenar mi boca y mis labios se curvaron hacia arriba. Mi cuerpo reaccionó de inmediato llenándome de pura adrenalina y el fuego se agitó en mis pies a la espera de que le llamara.

— ¿Quién anda ahí? — preguntó Emmett en voz alta y clara.

Escuchamos una risa sofocada salir de atrás de las rocas. No me gustó cómo sonaba. Jasper no aparecía por ningún lado y no tenía manera de saber si estaba en peligro o no.

Emmett se posicionó delante de mí para protegerme en un acto reflejo. Vi como su cuerpo estaba tenso y listo para atacar. Mi sexto sentido me advirtió que detrás de mi había alguien y me giré dejando escapar un rugido feroz. Ahí me congelé al reconocer a Victoria. Estaba mucho más hermosa que en mi recuerdo humano. Su mirada carmesí no dejaba lugar a qué había venido, quería venganza.

—¡Parece que ahora la pelea va a ser más igualada! — exclamó una voz masculina.

Vi por el rabillo del ojo a Laurent salir de su escondite. Con mucha tranquilidad caminó hasta Victoria. Emmett volvió a ponerse delante de mí pero no se lo permití y le di una mirada de confianza. Él comprendió que no necesitaba ser protegida y rió a carcajada al pensar seguramente en mi don.

Se separó un poco de mí dándome así el espacio necesario. Victoria y Laurent seguían nuestros movimientos sin hablar, sin pestañear y sin una pizca de confianza.

— ¿Se han perdido? — pregunté.

— No. De hecho te buscábamos… Bella — respondió Laurent.

Victoria se agazapó, lista para saltar en cuando me moviera. Si pensaba que iba a salir corriendo estaba muy equivocada. No le iba a dar ese placer de jugar conmigo al igual que lo hizo James en su momento. La furia me invadió y el fuego en mi interior aumentó y subió por mis piernas, sentí su calor invadirme y el cosquilleo que provocaba su paso. Fuego. Pensé y este respondió de inmediato aovillándose en mis manos que cerré en puños a lo largo de mi cuerpo.

— Victoria — la llamé. Centro sus ojos en los míos — ¡Dime a qué viniste!

Ella abrió los ojos como platos ante mi pregunta. Fui consiente como Emmett se alejaba más de mi y Laurent con él.

— ¿Te vas ya? — escuché a Emmett decirle a Laurent.

Por su tono de voz, supe que se lo pasaba en grande.

— Dejemos que las mujeres arreglen sus diferencias — aclaró él.

Pero a penas terminó de hablar empezaron a pelearse. El choque de sus cuerpos fue como el de dos rocas.

— ¡Por tu culpa James murió! — escupió Victoria con ira.

No me inmuté, ni me moví de mi lugar tampoco. Nunca había peleado con un vampiro, y menos siendo yo una. No sabía si había reglas que seguir y nunca aprendí a luchar. Pero no tenía miedo, al contrario, sentía una euforia tal que casi se podía palpar en el aire. Con mucha tranquilidad respondí.

— Él me buscó primero.

Victoria siseó y se lanzó como una bala en mi dirección. Su mirada era odio y el color cambió a negro en segundos. La vi acercarse y cuando estaba a punto de tocarme levanté una mano y le atrapé un brazo. Todo pasó muy rápido pero su bramido de dolor retumbó entre los picos de las montañas. La solté en cuando noté que tiraba de su brazo. Aun no había terminado con ella. Se alejó un poco llevándose su brazo a su pecho con la huella humeante de mi mano en ella. No tenía buena pinta.

— Eso es lo que le hice a tu querido James cuando me atacó — le expliqué con tranquilidad.

Ella siseó y yo le sonreí con maldad. Me sentía poderosa. Avancé un paso y ella retrocedió tres. Ahí es cuando lo sentí, el aire cambió a mí alrededor. Se escuchó como temblaba la tierra bajo nuestros pies. Los truenos explotaron iluminado el lugar y yo seguía mirando a Victoria que se veía confundida y quizá un poco asustada. No me importaba en absoluto, lo que si estaba segura es que le hizo daño a Edward aquel día y que no le iba a permitir salirse con la suya.

Al pensar en eso, algo cambió dentro de mí. Sentí que la fuerza en mi interior se elevaba como el día de la primera visión de Zafrina. Noté como alas de pájaro aleteando por todas partes dentro de mi pecho. Se impulsaba hacia fuera. Resoplé y seguí con la mirada fija en Victoria que me miraba ahora con la boca abierta.

Podía notarlo a cada centímetro de mi piel, a cada lado y en cada rincón de mi cuerpo. Me envolvía una calidez y fuerza que era abrumadora. Empecé a centellar con luz propia y roja.

De repente se hizo un silencio extraño y cuando percibí que Victoria daba un paso hacia atrás, rugí, dejando así escapar el aterrador gruñido de furia y esa fuerza que sentí elevarse antes se arrojó contra Victoria. El impacto invisible fue tan brutal que salió volando a una velocidad tal que para los ojos humanos era imposible ver. Parecía una marioneta cuando su cuerpo se estampó contra una pared rocosa. El eco que hizo el estruendo se escuchó en todas las direcciones. Y sus bramidos también.

— ¡Woo! Bella, eso ha sido impresionante — me felicitó Emmett.

— Emmett, vete.

No estaba segura de que si podía controlar esto y no quería herirlo. Me concentré intentando hacer retroceder esa fuerza misteriosa y que volviera a mi, pero no me obedeció en absoluto. Siguió arremolinándose a mí alrededor y con más potencia.

— ¡Ni hablar! Quiero divertirme también y no he terminado con este.

Me giré hacia él. Tenía a Laurent en el suelo y con un pie en su pecho. Tiraba despacio de un brazo y Laurent gritaba de dolor.

— Emmett…

Mi voz salió en un murmullo. Contenía a penas esta cosa que se apretaba contra mí cuerpo. Tenía la impresión de que iba a estallar en cualquier momento.

Emmett me miró y no sé lo que vio pero pasó de estar feliz a aterrado. Soltó el brazo a medio arrancar e hizo el intento de acercarse a mí. Negué con la cabeza.

— ¡Vete! — dije apretando la mandíbula.

Desapareció en un borrón.

— ¿Qué eres? — me preguntó Laurent.

Centré mi mirada en él. Rechiné los dientes. Se levanto y se puso cara a mi.

— Un vampiro.

— No eres como los de nuestra raza, eres algo más. Jamás en todos mis años había visto algo así. ¿Eso son…alas?

¿Había dicho alas? Vi como su mirada recorría mi cuerpo. Entonces ladeé la cabeza un poco y vi lo que segundos antes no estaba. Unas alas enormes y completamente abiertas. Eran negras como el carbón y brillaban con luz propia. Me quedé maravillada ante su belleza y los enormes que eran. Calculé que medirían al menos dos metros de largo.

Giré mi cabeza y vi que nacían de mi espalda. Con una mano temblorosa, acaricié las perfectas líneas de plumas suaves. Hadara. Su nombre fue susurrado en mi mente.

Comprendí que lo que sentí antes, esa fuerza era la suya y que estaba dentro de mí ahora. Sentí las alas estremecerse en respuesta.

— ¿Hadara? — la llamé en voz alta.

Escuché su voz en mi mente y me sobresalté.

Ayúdame, solo tú puedes devolverme lo que me robaron.

Su voz me sorprendió mucho. Era tan melodiosa y hermosa que daba ganas de llorar.

— ¿Quiénes son ellos?

Se dicen reyes, y no lo son. Los temen pero temerán mas ante ti, son vanidosos y se creen que son dioses. ¡No son nada!

— Los Vulturis.

En mi mente resonó un sollozo desgarrador y sollocé con ella. Sentía tanta tristeza que ahogue un gemido con las manos.

— ¿Qué te robaron? — balbuceé.

Cuando ella iba a contestarme, Laurent, que hasta el momento se mantuvo alejado se arrojó sobre mí. Aunque el fuego había vuelto a su lugar habitual no tuve tiempo de reaccionar. Fue veloz y apretó su boca abierta en mi hombro. Sentí como su afilados dientes desgarraron mi piel y solté un quejido de dolor tal que en vez de intentar separarme de él, lo abrasé manteniéndolo prisionero de mis brazos. Su ponzoña me picaba y eso me enfureció aun más.

— No deberías haberlo hecho — susurré en su oído.

Separó su boca de mi piel y me miró a los ojos.

— ¿Ah, no?

— No.

Sentí a Hadara tomar cada vez mas posesión de mi cuerpo, podía sentir la ira de ella y su furia. Y sus pensamientos y su voz se mezclaron con los míos. Quedé como arrinconada en mi propio cuerpo, veía y sentía todo sin poder hacer nada.

— ¿Cómo te atreviste siquiera a mirarla, insignificante vampiro?

Laurent parpadeó de mi cambio de voz. Hadara hablaba de mi.

— Pagarás con tu vida inmortal por haberla tocado.

Su voz salió de mi, poderosa e implacable. Laurent intentó zafarse de mis brazos pero Hadara lo retuvo, cerró el espacio entre nosotros. Sus brazos, los míos se convirtieron en barras. Las alas se estremecieron y nos envolvió a los dos, la apertura en torno a nosotros eclipsó la resplandeciente luna con su brillantez oscura. Se había abierto paso entre las nubes en un perfecto círculo, algo sobrenatural.

De repente sentí el terrible frío maravilloso que emanaba de mí, cosa que jamás noté antes. Debería haberla rechazado, pero no lo hice. Esa frialdad terrible llevó mi voluntad a un nivel más profundo. Busqué a respirar pero no tenía la voluntad de hacerlo. Miedo, sentí miedo, dolor, angustia y una infinita desesperación.

Paciencia, hija mía. Pronto te devolveré tu cuerpo, no temas.

Su melodiosa voz me reconfortó y dejé que usara mi cuerpo a su antojo. El fuego acudió a su orden silenciosa y salió irradiando por doquier. Vi como Laurent quedó como hipnotizado y ni si quiera gritó cuando el fuego amenazaba con matarlo. Parecía ver algo en mis ojos que le dejaron deslumbrado y embelesado. Y llegó como un tornado de aire caliente y frío a la vez y cuando acarició a Laurent, su cuerpo se cristalizó y quedó paralizado como una estatua y literalmente se descompuso en miles de granitos de arenas rojas. Un fuerte viento se encargó de llevárselo lejos y esparcirlo a los cuatro vientos.

Mis brazos quedaron vacios y las alas se volvieron a abrir y se replegaron atrás de mi espalda como un abanico al cerrase. Sentí como Hadara dejaba mi cuerpo poco a poco. La noté exhausta, sin energías. Antes de que me abandonara por completo alcanzó a expresarme un último ruego.

Busca la isla, por favor. Ahí encontraras respuestas.

Todo volvió a la normalidad. Las alas desaparecieron y con ellas, í de rodillas al suelo y jadeé con violencia sintiendo unas ganas tremendas de vomitar. Ya no buscaba a saber el por qué sentía cosas tan humanas, solo sabía con toda certeza que debía ayudar a Hadara. La desesperación que sentí en ella me partió el alma si es que tenía. Algo terrible le ocurrió aunque no supe el qué, estaba segura de eso.

— ¿Bella? — me llamó Jasper desde una distancia prudente.

Levanté el rostro en su dirección y asentí. Me di cuenta de que seguía vestida, gracias a Hadara. Ella por lo visto controlaba mejor mi don.

— Estoy bien. ¿Y Victoria? — pregunté, levantándome del suelo y sacudiendo mi ropa como si no hubiera pasado nada.

— Huyó.

— ¡Eh, Bella! Fue ALUCINANTE como desintegraste al tipo ese — exclamó Emmett con un toque de histeria en la voz.

Fui caminado hasta ellos. Me di cuenta de la mirada de cautela de Jasper pero no me molestó.

— No fui yo.

— ¿Ah, no? Ah, ya me di cuenta de las alas y el cambio de fisionomía, pero joder, que impresionante te veías…

Como un borrón apareció Rosalie ante él. A Emmett se le desencajó la mandíbula y se puso más blanco de lo que era, si eso era posible.

Me tensé al ver el rostro de Rosalie. Su mirada se ancló en mí. Estaba hecha una furia.

— ¿Qué tiene de impresionante ella? — escupió.

— Rose… no lo decía en ese sentido — se disculpó él.

La enlazó por la cintura y la trajo a él, aunque Rosalie se debatió no pudo hacer nada contra los enormes brazos de su marido. Jasper me tomó del codo y me indicó que teníamos que alejarnos de ellos. Y así lo hicimos.

— ¿Sabes cómo me pones cuando estas celosa, bebé?

La voz de Emmett se escuchó muy ardiente y con doble significado y observé con se instalo un mal estar en Jasper.

— Bella, vámonos de aquí — me urgió el.

Aceleramos el paso para salir del claro, salté por la abertura y me deslicé afuera. Jasper iba delante pero antes de alejarse de mi me lanzó algo que atrape y él salió pitando montaña abajo. Pobrecito, pensé. Debía ser duro lidiar con tantas emociones a la vez. Menos mal que yo ahora estaba tranquila.

Escuché la música de un teléfono y vi que era eso lo que me había lanzado antes Jasper. Paré de correr y descolgué llevándome el teléfono al oído al mismo tiempo.

— ¿¡Bella!

Escuché la voz llena de preocupación de Edward. Alice me había visto y él con ella.

— Edward, todo va bien — lo tranquilicé.

— ¿Qué ocurrió? Desapareciste de repente y Alice quedó como ciega.

— Que extraño. No me fui a ningún lado. Victoria y Laurent nos visitaron.

Le hablé restándole importancia al asunto. Escuché como chasqueaba los dientes y siseo bajo. Decidí seguir.

— Laurent está muerto. Ella huyó.

— Victoria.

Pronunció su nombre con tranquilidad, pero en el fondo era amenazador.

— Edward, tranquilo, no pasó nada.

Ahí sentí la herida que me hizo Laurent punzarme y apreté los labios.

— Por un momento creí que…

— Shh. Ni lo pienses.

Él suspiro pesadamente.

— Me gustaría estar ahí para poder abrazarte.

— Y yo, no sabes lo que te extraño.

— Te llamaré luego, ve con Carlisle, él te curará la herida.

Ante sus palabras, sonreí. No podía esconderle nada. Juraría que ahora él también sonreía. Colgué y me dirigí en dirección a la casa. No sin antes alimentarme. Estaba tan sedienta que mi garganta estaba en llamas. Olfateé el aire y no tardé en seguir la pista fresca de unos ciervos.

Dejé salir mi lado cazador y me guié por mi instinto. La experiencia que acaba de vivir me había dejado a mi también debilitada.

Después de dos ciervos me sentí mejor. Cuando de repente vi aparecer a Victoria ante mí. Me quedé quieta y la observé. Se veía sucia y su ropa estaba hecha añicos. Sus ojos negros me miraban inquietos. Vi la marca que le dejé en el ante brazo izquierdo y luego la miré a los ojos.

— Me da igual lo que seas. Dicen que la venganza es de sabios, esperaré mi momento — me amenazó sin disimulos.

Levanté una ceja.

— Victoria, no te tengo miedo.

Ella sonrió con soberbia.

— No, pero lo tendrás.

— No me amenaces — le dije acercándome unos pasos a ella, pero retrocedió ante mi cercanía.

Ella rió.

— Algún día me las pagarás.

Soltó eso y desapareció entre los árboles. No fui tras ella. Me dio lástima. Comprendí su dolor, ella perdió a James que era su pareja. La dejé marchar. Me fui a la casa. Carlisle y Esme me esperaban en la entrada.

Cuando Esme me vio corrió hasta mí y me abrazó con fuerza.

— ¡Oh, Bella! — sollozó contra mi cuello.

— Tranquila, ya pasó.

La consolé a ella, y le devolví el abrazo. Carlisle me miró y vio la herida. Los seguí a dentro de la casa. Les conté lo que pasó mientras el padre de Edward me arreglaba mi marmolea piel.

— Escuece — comenté sintiendo la herida así.

Hice un gesto de malestar cuando Carlisle me hizo algo en el hombro que me dolió.

— Lo siento, Bella. Te va a doler un poco más y luego desaparecerá.

Encontré esto raro y recordé cuando Edward me cerró la herida que yo misma me hice. No me dolió.

— ¿Por qué duele la ponzoña de Laurent y la de Edward no?

Sus ojos dorados se mostraban tranquilos. Esbozó una media sonrisa.

— Porque compartes la misma ponzoña que mi hijo, Bella. Eso te hace inmune a su veneno. Es el mismo que corre por tu cuerpo, porque él te transformó.

Me gustó su respuesta. Al pensar en eso me sentí mejor. Le di las gracias a Carlisle y me retiré a mi habitación. Me tumbé en la cama y olí la almohada, estaba impregnada del delicioso aroma de él. Mi móvil sonó y lo tomé de la mesita. Lo pegué a mi oreja.

— Edward.

— ¿Cómo está tu hombro?

Pasé un dedo por la ahorra fina línea irregular. Se curaba muy rápido.

— Bien. ¿Dónde estás?

— A punto de salir del hotel. Esta anocheciendo.

Observé la tenue luz del amanecer entrando por el ventanal. Estaba tan lejos y tan cerca a la vez. Allí entrando en la noche y aquí en el día, que extraño. Le conté todo lo que pasó. Escuchó, siseando y profiriendo gruñidos sordos. Le relaté también las amenazas de Victoria y como sentí lástima por ella.

— ¿Qué crees que hará?

— Alice la vigilara. Y de hecho se muere por hablar contigo.

Escuché un murmullo sordo.

— ¡Bella!

Su voz cantarina me retumbó en la cabeza.

— Hola, Alice, me alegro oírte.

— ¿Qué te parece hacer un viaje al Vaticano?

Me enderecé en la cama. Y aguanté la respiración.

— ¿Cuándo? — mi respuesta salió en un grito de júbilo.

La escuché reír.

— Está todo listo para que Emmett, Jasper y tú tomen el vuelo de las cuatro. El tiempo seguirá nublado y no habrá problemas y…

Mientras ella seguía explicándome lo del viaje. Mi mente estaba a miles de kilómetros de ella. Esta noche vería a Edward, y con eso me bastaba para dar la vuelta al mundo entero si hacía falta.

Capítulo 7: Capítulo 9:

 
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