Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y su casa editorial.
Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.
Que sorpresas da la vida
Encontrarte en plena calle
Fue una chispa en mi equilibrio
Dinamita que estalló
– Mucho gusto – dijo en tono neutral y me extendió la mano.
Pero, yo no quería estrechársela, ya conocía los efectos en mí cuando me tocaba, aunque esta situación era completamente diferente, pero no quería arriesgarme, ni siquiera podía hablar por el enorme estado de shock en el que me encontraba, sentía mis rodillas temblar y un trasudor recorrer mi cuerpo, si no fuera porque tenía a Jacob sujetado de la cintura ya me hubiera desvanecido. No entendía como él podía estar como si nada, como si en verdad fuera la primera vez que me veía en su vida, deseé tener la misma fortaleza o desfachatez, no sabía cómo calificar su actitud. Tomé un fuerte respiro y apreté con la mano a Jacob, casi enterrándole las uñas.
– Igualmente – respondí estrechándole la mano, pero la retiré con rapidez.
– Sin que me lo tomes a mal Jacob, tienes una novia muy linda – ¿cómo decía eso?
– Oh, yo lo sé, gracias, además es una excelente chica, la única que me aguanta el ritmo de trabajo y casi no se queja, por eso trato de complacerla lo más que se pueda – dijo de lo más amoroso mientras deslizaba un dedo en mi nariz.
– Sí, se ve que están muy enamorados – exclamó en un tono frío.
– ¿Te sientes bien Bells? – preguntó Jacob mirándome preocupado.
– Un poco mareada, creo que la cerveza ya se me subió, necesito refrescarme, con permiso.
Salí prácticamente corriendo al baño y una vez adentro me recargué en la puerta y me llevé las manos a la cara, ¿por qué me pasaba eso a mí?, ahora sí que el destino me había jugado una broma demasiado macabra, de todas las posibilidades que había de encontrármelo, jamás me imaginé que fuera con mi novio y mucho menos que se conocieran, pero, ¿de dónde?, yo conocía a todos los amigos y compañeros de Jacob, tendría que tratarse de algún cliente.
Y lo peor, era no tener la menor idea de lo que pasaba por su mente, aparte de empresario, ¿sería actor?, ¿cómo podía tener el rostro sin ninguna expresión?, ¿acaso sabría que me encontraría aquí?, no, por supuesto que no, aunque conociera a Jacob y supiera que tenía novia, no había forma de que supiera que yo era precisamente esa novia, además, no me habría llamado si hubiera sabido que estaría aquí.
Me acerqué al lavabo y dejé correr el agua, mojé mis manos y las puse en mi nuca y luego me mojé la cara, tomé varias toallitas de papel para secarme, estaba pálida como una hoja de papel, ¿cómo fui tan tonta para creer que ese jueguito iba a continuar por tiempo indefinido? Es tan típico que, cuando siempre te portas bien, el día que haces algo indebido te sale mal. Tocaron a la puerta y eso me hizo salir de mis pensamientos, tiré las toallitas al bote.
– Bella, ¿estás bien? – preguntó Jacob del otro lado.
– Sí, todo bien.
– ¿Quieres que nos vayamos?
– No, te digo que fue la cerveza, pero ya se me paso – respondí abriendo la puerta.
– Estás muy pálida, ¿seguro que te sientes bien?
– Sí, creo que se me bajó la presión, pero no te arruinaré – dije poniendo mi mano en su mejilla – esta noche – agregué ocultando el verdadero trasfondo de ese comentario.
Él sonrió, me dio un ligero beso en los labios, me tomó de la mano y nos dirigimos a nuestros lugares. Edward estaba parado frente a la mesa preparando unas bebidas, una chica estaba a su lado platicándole muy entusiasmada, era un poco bajita, de tez levemente oscura, ojos cafés, cabello castaño que le llegaba debajo de los hombros y con una gran sonrisa, traía unos jeans y un jersey de los Gigantes, al parecer era fan del equipo. Vi que le acaricio el cabello a él y los celos me inundaron, pero, ¿cómo podía estar celosa?, era seguro que él tuviera a alguien en su vida. Nos acercamos y la chica saludo a Jacob.
– ¡Hola!, que bueno que viniste – exclamó entusiasmada saludándolo de beso en la mejilla.
– Hola, mira, te presento a mi novia Bella, amor, ella es Jennifer.
– Mucho gusto Bella, moría por conocerte, no sabes lo bien que se expresa este hombre de ti, te tiene en un altar – dijo abrazándome como si fuéramos grandes amigas.
– Mucho gusto – respondí sintiéndome asfixiada.
– ¿Les sirvo algo? – preguntó Edward mientras le daba un vaso a Jennifer obligándola a soltarme al fin.
– Yo quiero un whisky en las rocas – dijo Jacob de inmediato.
– Yo un jugo de naranja, por favor.
Vi como preparaba el whisky y luego tomó otro vaso y el jugo de naranja.
– ¿Hielo? – me preguntó mirándome.
– No, gracias – respondí esquivando la mirada.
Sirvió el jugo y tomó ambos vasos, a Jacob le entregó el suyo y a mí, el mío, rozando mis dedos cuando lo tomé, provocando que sintiera un escalofrío, vi que esbozo una sonrisa traviesa, sabía perfectamente el efecto que provocaba en mí.
Tomó a Jennifer de la mano y caminaron a sus asientos, dejé que Jacob me abrazara y caminamos detrás de ellos, nos sentamos a su lado, Jacob junto a Edward, yo quedé en una esquina y miré al campo de juego, no tenía idea de lo que estaba pasando ahí, pero tenía que tratar de distraer mi mente. No sabía que iba a pasar ahora, era un hecho que él juego entre él y yo había terminado, las dos primeras reglas estaban quebrantadas totalmente, la tercera ya no importaba, era la más difícil de romper.
Los minutos pasaban lentamente, cada que detenían el reloj en el juego mi corazón se detenía porque eso extendía la agonía de estar ahí, a tan sólo un asiento de distancia. Estaba a punto de pedirle a Jacob que nos fuéramos, pero la parte masoquista de mí no quería irse, lo más probable es que fuera la última vez que lo viera y quería guardar esos recuerdos, su sonrisa natural, tan encantadora como la retorcida, sus gritos por la emoción del partido, era un chico normal, que disfrutaba de la vida.
Cuando los Gigantes anotaban Jennifer lo abrazaba emocionada, se sentía una conexión especial entre ellos y por un momento deseé ser ella, yo conocía al amante, pero ella conocía al hombre y eran afortunada por eso, no estaba limitada a ninguna regla y disfrutaba de ambas facetas, la sonrisa en su rostro me lo demostraba y yo sabía perfectamente lo que Edward te hacía sentir en la cama. Sentí que iba a romper en llanto y fui al baño otra vez.
Me mojé de nuevo la cara, no podía llorar, no debía, había sido una aventura que no podía tener un final feliz, quise jugar con fuego y me quemé, ¿por qué me afectaba tanto que tuviera novia?, yo tenía a Jacob y a Edward parecía no importarle, estábamos bajo las mismas condiciones, “la vida es un equilibrio y no podemos ir en contra de eso”, ¿acaso a esto se refería?, ¿él y yo estábamos buscando un equilibrio en nuestras vidas amorosas? Suspiré apoyada en el lavabo, después salí del baño y me acerqué a la mesa a servirme otro jugo.
– ¿Disfrutando del partido? – susurró en mi oído erizando mi piel, pero, ¿qué pretendía?
– No tanto como tú – respondí sin mirarlo tratando de calmar los latidos de mi corazón.
– ¿No te emociona tanto porque tu novio no está en el terreno de juego? – volteé a verlo más que sorprendida – él me contó que jugaba cuando iba en la prepa.
– ¿De dónde lo conoces? supongo que dadas las circunstancias te puedo preguntar lo que quiera – dije dándome la vuelta para enfrentarlo, pero dejé una mano en la mesa y la otra me la puse en la cintura.
– Hace un par de semanas cerramos un negocio – dijo sonriendo, quizá por mi comentario anterior – por cierto, es muy talentoso con los números… y ya veo que para otra cosa también – agregó poniendo su mano en la mesa y rozando la mía, pero yo la retire nerviosa.
– ¿Por qué me llamaste en la tarde?, no me digas que no sabías que vendrías aquí.
– No pensaba hacerlo – puso su pie pegado al mío – pero, en vista de que no estabas disponible, no tuve otra opción, jamás me imaginé que tu compromiso fuera este.
– La vida es un equilibrio – dije irónicamente – no me la paso teniendo sexo todo el día – agregué un tanto seria.
– Yo tampoco – dijo muy sonriente – aunque… con cierta “desconocida” de ojos color marrón con la que estuve toda la noche del viernes – se acercó a mi oído – sí podría – agregó en tono sensual disparando todos mis sentidos.
– Basta de juegos… eso no puede continuar, tus reglas están rotas – aseguré haciéndome para atrás.
– En ese caso… disfruta de este otro juego – soltó una risita – es decir, del partido – me guiñó un ojo y luego caminó hacia su lugar.
Yo me quedé ahí parada, sosteniéndome del filo de la mesa, tratando de regular mi respiración, ¿qué se traía entre manos?, cómo podía ser tan cínico de coquetearme de esa manera cuando su novia estaba ahí y además Jacob, ¿acaso no le importaba que se dieran cuenta?, ¿ahora ese era su juego? Moví la cabeza y me fui a mi lugar.
El partido terminó, ganaron los Gigantes y Jennifer propuso ir a cenar, para celebrar, pero yo les dije que me dolía la cabeza y que mañana tenía que estar muy temprano en la oficina para armar una nueva campaña.
– Ni modo, tú te lo pierdes – dijo Jennifer sonriendo – en verdad me dio mucho gusto conocerte – agregó mientras yo pensaba si le daría el mismo gusto saber que me había revolcado con su novio en más de una ocasión.
– El trabajo es primero, ya habrá oportunidad de convivir en otra ocasión – intervino Jacob haciendo que yo entrara en pánico, no, yo no podía volver a convivir con ellos.
– Viejo, es bueno trabajar, pero no olvidándose de la diversión – dijo Edward mirándome.
– Tú porque eres millonario, pero uno que es un simple mortal tiene que echarle todas las ganas al trabajo para conseguir lo que uno quiere – rebatió Jacob.
– El dinero no lo es todo Jacob, hay que darse tiempo para los placeres que la vida nos da o, ¿tú qué opinas… Bella?
– Que la vida es un equilibrio – repetí desviando mi mirada.
– ¿Lo ves Jacob?, no todo puede ser trabajo.
– Tienes razón Edward, tienes razón, otro día vamos a cenar.
– Un viernes por ejemplo, para así no tener que levantarse temprano al otro día – propuso Jennifer que sostenía a Edward de un brazo.
– Claro – dijo Jacob titubeante.
Nos despedimos, Jennifer volvió a abrazarme mientras Jacob y Edward hacían lo mismo, definitivamente algo le debía a la vida y ahora me lo estaba cobrando muy caro. Me despedí de mano de Edward que me regaló otra de sus sonrisas y abracé a Jacob mientras caminábamos al auto. Agradecía que al fin pudiéramos estar solos porque así podría buscar las respuestas que Edward no me daría.
– ¿Son geniales, verdad? – exclamó Jacob al subir al auto, que bueno que él había sacado el tema, así no me vería tan obvia en mis preguntas.
– Sí, ¿cómo fue que los conociste?
– Hace un par de semanas, Edward fue a la casa de bolsa y ya sabes cómo es Sam, de inmediato me lo mando, estuvimos hablando de negocios y el día que firmamos el contrato fuimos a cenar y llevó a Jennifer.
– ¿Es su novia?
– Pues a mí me la presentó como su amiga, creo que se conocen hace muchos años, pero quizá son amigos con derechos.
– Quizá – dije mientras miraba hacia la noche.
En el trayecto a mi departamento me quede dormida, Jacob me despertó suavemente cuando llegamos, adormilada le di un beso y bajé de su auto. Al entrar a mi habitación pudo más mi curiosidad que mi cansancio, así que encendí la lap y mientras tanto me puse la pijama. Una vez conectada a internet me metí a Google, quizá encontraría alguna información de él. Con los dedos un poco temblorosos tecleé su nombre y aparecieron varias páginas, entré a una donde estaba una especie de biografía.
Edward Cullen
Nació el 20 de junio de 1982 en la ciudad de Chicago, Illinois. Segundo hijo del matrimonio conformado por Carlisle Cullen, uno de los mejores y más prestigiados neurocirujanos de Estados Unidos, y Esme Cullen, reconocida pintora a lo largo del mismo país. Su hermano mayor, Emmett es jugador profesional de futbol americano, forma parte del equipo de Pieles Rojas de Washington. Su hermana menor, Alice acaba de graduarse de una prestigiada escuela de diseño de modas de París.
De niño tomo clases de piano, pero siempre mostró su inquietud por los negocios. Estudió en las escuelas más prestigiadas del país y siempre obtuvo las mejores calificaciones. Es egresado de la universidad de Harvard donde cursó Administración de empresas y cuenta con una maestría en Economía de la misma institución.
Actualmente es dueño de una pequeña cadena de hoteles que inició con el Rose Imperial de la ciudad de Nueva Jersey, donde radica por temporadas, su residencia oficial está en Seattle, muy cercana a la de sus padres y también tiene una casa de descanso en Las Vegas.
Desde temprana edad mostró su inquietud por las chicas, ganándose a pulso en la preparatoria y en la universidad la fama de conquistador que ahora lo ha llevado a ser considerado el soltero más codiciando del medio en el que se desenvuelve.
Es socio y vicepresidente de la fundación que inició hace 15 años su padre, la cual se dedica a ayudar a personas con enfermedades terminales.
Eché un vistazo en otras páginas y, en una de sociales, había fotos de la boda de su hermano, me sorprendió ver que estaba casado con una de las más importantes modelos del país, Rosalie Hale, quien era la imagen exclusiva del nuevo perfume del que había estado eligiendo las fotos hace pocas semanas.
Y donde casi me caigo de la silla fue cuando mi mente proceso que su hermana es nada más y nada menos que Alice Cullen, la nueva diseñadora a la que le estábamos organizando el evento del lanzamiento de su línea de ropa y que sería el jueves de la semana siguiente precisamente en uno de los salones del Hotel Rose Imperial.
Fragmento de la canción: Cómo te va mi amor.
Intérprete: Pandora.
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