EL CUERPO DEL DELITO (+18)

Autor: Indi
Género: Misterio
Fecha Creación: 20/08/2013
Fecha Actualización: 09/11/2013
Finalizado: NO
Votos: 3
Comentarios: 1
Visitas: 7038
Capítulos: 10

Riley Biers, un joven atleta, es acuswado del asesinato de su antigua novia, la hermosa Tanya Denalí. Las pruebas son abrumadoras, pero falta lo más importante: el cuerpo de la víctima. Para el defensor Edward Cullen, un caso de asesinato sin "cuerpo del delito" es una golosina que no puede dejar escapar aunque le cueste su puesto en el bufete donde trabaja.La búsqueda de la hermosa joven desaparecida lleva a Edward y a su ayudante de viaje a un viaje mortalmente peligroso por el sur de california y las Vegas. Ademas Edward se ve envuelto en una relacion tortuosa con Bella Swan, abogado también y una de las mejores amigas de Tanya. Edward acaba descubriendo "algo" que amenaza con hundir su caso y su vida.... Esta historia es una adaptacion del libro de Michael C. Eberhardt del mismo nombre, como asi los personajes pertenecen a Stefani Meyer y al autor de la historia,  yo solo la adapte ........ espero les guste.      Indi

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Capítulo 8: CAPITULO 6

Capitulo 6

 

Edward dejo su abrigo en el banco de madera, marcado por quemaduras de cigarrillo e iniciales grabadas. En el rincón de la celda había un inodoro de acero inoxidable que apestaba más que el retrete de un gimnacio, llenando el espacio con un olor mezcla de orines y de sudor.

Se levanto junto a Riley y dejo cuidadosamente la cartera al lado.

- ¿y ahora qué? Dijo riley despreocupadamente.

Había comparecido poco antes y ahora estaban en la cárcel de detrás del tribunal, una celda en la que Edward podía ver a su defendido sin tener que hablar a través de un cristal lleno de porquería. Podía darle palmaditas en el hombro, mirarlo de cerca a la cara y gritarle si era necesario. Edward era la clase de abogado que necesitaba estar cerca del cliente, tocarlo, olerle, mirarlo a los ojos, ver en sus pupilas temblar el miedo. Quería oler a riley como un perro de presa cuando l contase la historia presionarle para que diera detalles, porque la espesa maraña de detalles generalmente servía para desbaratar cualquier historia amañada.

Era lo único que quería aquel día: la versión de riley. Verle qué actitud adoptaba al contarla, como flotaba razonando. Si a la más mínima objeción se quedaba en blanco, Edward no podría convencer al jurado. En cierta ocasión el portavoz de un jurado le había dicho: “si el avión no vuela bien, yo no monto”.

Saco un cuaderno amarillo de la cartera, abrió la estilográfica y dejo ambos utensilios en el banco. Antes de comenzar a indagar la versión de Riley tenía que cumplir con un deber.

- Riley- dijo en tono formal-, un abogado tiene la obligación de decir a su cliente las ofertas que recibe de la acusación.

- ¿Han hecho una oferta?- preguntó en joven.

A Edward no le gustaban aquellos procedimientos, pero sabía que eran necesarios en los áridos procesos legales; con ellos se resolvían en minutos casos que se habrían prolongado meses ante un tribunal. Pero, de todos modos, era la única incursión que el fiscal podía efectuar en el terreno de la estrategia de la defensa. Una oferta podía sembrar pánico en el acusado y su defensor justo en el momento en que estaban cobrando confianza en la marcha de la defensa. Por eso a Edward le gustaba presentar la oferta del fiscal en lenguaje formal jurídico, para que el cliente se diese cuenta de que les acompañaba un tercero.

- Si, el fiscal ha hecho una oferta- dijo con rostro inexpresivo-. El sargento Black me ha dicho que el fiscal del distrito está dispuesto a rebajar el cargo a homicidio en segundo grado. Pero tendrías que aceptarlo hoy mismo.

Riley estaba inclinado hacia adelante con los codos en las rodillas, como al principio de un partido.

- ¿y por que hoy?

- El sargento Black salió para Victorville, inmediatamente después de la comparecencia previa, a buscar el cadáver de Tanya, pues, según indicios, creen que ella está enterrada allí, junto al nuevo centro comercial. Si aceptas antes de que vuelva, han prometido rebajar el cargo de homicidio en primer grado.

- ¿y eso que significa?

Edward estiro las piernas y se inclino hasta estar hombro con hombro con el joven. Volvía a ser el asesor de Riley.

- Significa que en lugar de cárcel de por vida si resultas convicto de homicidio en primer grado, podrías salir librado con solo siete años y medio.

Si Riley era culpable y el cadáver estaba enterrado en el desierto, la oferta era tentadora. Cualquiera que fuese culpable la aceptaría.

- ¡siete años y medio!- exclamo Riley poniéndose en pie. El eco de su voz en la celda de hormigón hizo vibrar las rejas-. ¡es una broma, no? No tengo porque ir a la cárcel. Dígales que se metan la oferta en el culo.

- Riley, el sargento Black cree saber con bastantes certezas donde está el cadáver. Ese centro comercial está a tres kilómetros de la casa de Frank Johnson y fue allí donde localizaron el coche de Tanya. Puede que hayan entrado partes del cuerpo. ¿Qué posibilidad hay de que sean de Tanya?

- Todo el mundo no hace más que hablar del cadáver como si fuese un trozo de carne. Yo la amaba, y no sé si esta enterrada en el desierto; pero si es así y salgo de esta, ¡alguien habrá de pagarla aunque tenga que pasarme la vida entera buscándole! ¡averiguare quien la mato!

- Vale, Riley- dijo Edward con voz pausada-. Es una simple oferta. Que hagan una oferta tan al principio seguramente es indicio de que piensan que su posición es endeble y quieren despachar el caso lo antes posible.

Edward sabía que podía ser eso o una decena de cosas más, incluido que Jenks estuviera convencido de que era difícil lograr las sentencia por homicidio en primer grado. El fiscal debía presentar pruebas abrumadoras para reclamar la pena, y para conseguir el veredicto de culpabilidad tendría que demostrar premeditacion y alevosía. Se imaginaba la incertidumbre de Jenks: ¿iba a arriesgarse a presentar el caso ante un jurado por simple orgullo cuando Riley, bajo la presión de la detención, de los familiares y de los medios de comunicación podía aceptar la oferta?

Riley se volvió y se apoyo en las barras de hierro

- Señor Cullen – dijo con voz tranquila-, no acepto ninguna oferta. Si no hay más remedio, me someteré al juicio.

Edward lo miro un buen rato. Notaba el olor a pizza recalentada en el microondas que llegaba por el pasillo desde el puesto del carcelero y oía la inconfundible risa, que parecía un rebuzno, de Quil Ateara.

- De acuerdo; muy bien – dijo - . entonces, vamos a trabajar. Quiero que me cuentes todo lo que sabes sobre el caso.

Riley se sentó junto al abogado.

- En primer lugar – empezó Edward -, quiero saber claramente una cosa. ¿salias con Tanya cuando jugabas como profesional?

- ¡ah, no!!! - exclamo el joven muy decidido, sacudiendo la cabeza-. No había vuelto a verla desde hacía cuatro o cinco años cuando nos encontramos en Balboa hace unos meses.

- ¿ y volvisteis a salir juntos?

Bueno, no exactamente. Nos veíamos mucho, pero era como antes, sino más bien como viejos amigos.

Edward atisbo algo fugaz en el rostro deRiley y s apresuró a plantearle una pregunta.

- Un momento, Riley, creo que ayer me dijiste que estaban enamorados. Y ahora me dices que solo erais viejos amigos. ¿en qué quedamos?

- Siempre le he dicho que yo amaba a Tanya.

- Sí, pero ¿ella que sentía por ti?

- Lo mismo – contesto Riley sin pensárselo dos veces.

- ¿te decía ella que te amaba?

- Bueno, no con tantas palabras- replico el muchacho-. Pero sé que me amaba. Solo habría necesitado un poco de tiempo, un poco de espacio…

- ¿ tu le dabas ese espacio? Pregunto Edward.

- Por supuesto

- No es lo que dice Bella Swan.

- ¿Qué quiere decir?

- Ella dice que la atosigabas hasta tal punto que Tanya ya no quería verte.

- No puedo creer que Bella haya dicho eso. Siempre hemos sido buenos amigos.

- Pues lo ha dicho- replico Edward-. ¿tiene razón?¿es eso lo que sucedió, Riley? Tanya quería romper y salir con otros, ¿ fue por eso la pelea en la playa?

- No.

- Quizás las cosas se te fueron un poco de la mano aquella noche. Quizás le pegaste más fuerte de lo que pensabas.

- No sucedió eso- dijo tajante Riley, poniéndose en pie y mirando a Edward con ojos de loco-. Si, la abofeteé. Nunca lo he negado. Pero es que estaba borracha y tuve que hacerlo.

- Y le hiciste perder el conocimiento.

- No, ya le dije que se desmayo.

Edward miro fijamente a aquel gigante que le sacaba la cabeza.

- Muy bien- dijo dándole una palmadita en el hombro-. De acuerdo; te creo- Riley volvió a sentarse-. Ahora explícame por que era la pelea.

- Tanya temía que una persona de Hollywood fuese a matarla.

- ¿dijo su nombre?

- No- contesto el muchacho sacudiendo la cabeza.

- ¿y dijo por qué? - Dinero. Debía dinero a alguien.

- ¿y que mas dijo?

- Poca cosa. Ya le he dicho que estaba muy bebida; lo que decía no tenía mucho sentido.

- Entonces, ¿la pelea no tuvo nada que ver con que quisiera romper la relación contigo?

- No, en absoluto.

- Pero tú querías que la relación volviese a ser como antes, ¿no?

De pronto, Riley adopto una actitud triste de vencido.

- Le pedí que nos casáramos el primer día en que volvimos a vernos. – frunció el ceño y alzo la vista hacia Edward, como diciendo: “¿Qué tonto, no?”

- ¡dios mío!- exclamo Edward-. ¿no le dirías eso a Black?

Se imaginaba lo que Jenks sería capaz de hacer con una afirmación semejante.

- No. No me lo pregunto.

¿No me lo pregunto?, pensó Edward. ¿Seria uno de esos clientes que no saben cerrar la boca? Si Jenks se percataba, por lo que fuese, de que Riley le gustaba hablar, infiltraría allí un espía en cuanto pudiera sobornar a alguien.

- Mira, Riley- dijo Edward-, quiero que me escuches con toda atención. A partir de ahora quiero que solo hables conmigo del caso. No hables con el fiscal ni con Black- añadió, mostrándole el mandato de detención-, ni con ningún funcionario judicial, incluido el carcelero, aunque te parezca simpático y una buena persona. Si te preguntan algo sobre el caso, no digas nada. Y, sobre todo- insistió, agarrándole por el brazo-, no hables con ningún otro preso de tu caso. Esto está lleno de gente capaz de lo que sea por llegar a un trato con el fiscal, y saben que lo mas facial es dar el soplo – le soltó despacio-. ¿lo has entendió bien?

- Si- contesto Riley asintiendo con la cabeza.

- Estupendo- dijo Edward-. Vamos a ver, ¿qué dijo Tanya cuando le propusiste casaros?

- Se echo a reír - respondió Riley, y, por su manera de mirar a través de las rejas la pared blanca del fondo, Edward comprendió que revivía aquella escena.

Cediendo a un impulso, le hizo una pregunta que el siempre evitaba con los clientes; pero este era un caso en el que tenía que saltarse sus propias reglas.

- ¿la mataste tú?

Riley lo miro como si de repente le hablase en chino, y Edward le puso una mano en el hombro.

- Hijo – dijo, aunque era solo seis años mayor que él -, necesito saber que sucedió aquella noche. Sé que amabas a Tanya. Sé que no le habrías hecho daño intencionalmente. Si ha muerto, estoy convencido de que fue accidentalmente; lo que significa que no cometiste un delito o que el delito que cometiste no es homicidio.

Riley agito la cabeza.

- Yo no la mate – respondió mirando a Edward a los ojos.

Llevaba años viendo a clientes que mentían y estaba casi por apostar algo a que Riley Biers no mentía. Tal vez tuvieron una discusión cuando ella se rio de su propuesta matrimonial y el la abofeteó para hacerla callar. Pero el bofetón habría podido desnucarla y aquel hombretón encontrarse con un grave problema entre las manos: una muchacha muerta. Y, en lugar de enfrentarse al problema, la habría enterrado en cualquier sitio. No era de extrañar que no creyese haberla matado. Claro, habría muerto pero por accidente.

- Te creo, Riley – dijo finalmente, para ponerse en pie y pasear por la celda-. Pero hay una cosa que me preocupa – añadió, deteniéndose hasta que Riley lo miro - . el coche. ¿Cómo es que ese tal Johnson lo cogió?

- No tengo ni idea – respondió Riley sacudiendo la cabeza.

- ¿no tienes ni idea? Repitió Edward.

- No.

- ¿tu conduces su coche la noche en que desaparece y un ex compañero tuyo de equipo lo tiene al día siguiente? – dijo Edward - . ¿y no sabes cómo lo cogió? – añadió con gesto de perplejidad llevándose la mano a la frente -. Ese detalle a mi no me cabe en la cabeza y, aunque me cupiera, créeme que un jurado no lo aceptaría. Es demasiada coincidencia. Se acerco a Riley y apoyo el pie en el banco junto a él. - ¿Cómo es que Johnson tenía el coche, Riley?

- ¡no lo sé! – replico él con voz algo más fuerte y un leve tono de quejido.

- ¡déjate de bobadas! – replico Edward con voz fuerte - . soy tu abogado. ¿Cómo quieres que te defienda si no me dices más que tonterías? Se me va a reír el jurado en la cara si digo que el coche de la muerta fue a parar a manos de un viejo amigo tuyo. Que curiosa coincidencia. “señoras y caballeros del jurado, no hagan caso del testimonio de Johnson de que mi defendido le pidió que se deshiciera del coche al día siguiente de la desaparición de la chica.” ¿es eso lo que esperas que diga?

Edward recogió la cartera y grito al alguacil:

- ¡Ateara, abra la celda!

- Señor Cullen – dijo Riley suplicante, poniéndose en pie a espaldas de Edward -, Johnson miente. Lo conozco. Seguramente lo detuvieron por algo y está en tratos con la policía.

Llego Quil a la puerta exterior de barras de hierro y cogió un grueso llavero para abrirla. En cuanto Edward salió la cerro de golpe y lo acompaño hasta afuera para después volver a por Riley.

Edward se volvió hacia su cliente.

- Quiero que pienses a fondo ese detalle, Riley – dijo con frialdad -. Esto no es un partido de beisbol de instituto. Te juegas la vida.

Luego, volvió la espalda e hizo una señal a Quil, quien abrió la reja externa mientras Edward salía sin volver la cabeza para mirar a su defendido.

Cuando llegaban cerca del puesto de guardia, Ateara dijo:

- Regreso el laureado atleta, letrado.

Edward esbozo una risotada sarcástica. Era una de las discretas explosiones que sabia necesitaría para excavar la historia de Riley. Era muy posible que el misterio de aquel caso tuviese muchos sedimentos, y no esperaba haber llegado al fondo con aquella primera entrevista. Lo único que pretendía era descubrir la mena, la pieza principal. Quizá no quedara en el tamiz la pepita de oro, de momento, pero lo que había dicho resonaría en el interior de aquella apestosa celda y la próxima vez que lo visitase el mucho estaría más maleable. No sabía cuando, pero estaba convencido de que un día entraría en la celda y Riley estaría deseando contarle la verdadera historia.

De una cosa estaba seguro: Riley le ocultaba algo. No le había gustada nada Bella Swan, pero lo que le había dicho de la confusa relación de Riley y Tania sonaba a cierto. Aparte de eso, el coche de Tanya no podía haber ido a parar casualmente a manos de Frank Johnson al día siguiente de la desaparición. Había algo que no casaba. Como Bella no iba a ayudarlo, el siguiente era comprobar lo que el padre de Bella y jefe de Tanya – Charly Swan- sabia de la muchacha; y esperaba con todo su corazón que Black no hallase el cadáver en el desierto.

Capítulo 7: N/A Capítulo 9: AVISO

 
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