DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer. La historia solamente mía.
"In the shadows"
ESSENTIALITY (Esencialidad)
Te quiero sólo porque a ti te quiero, te odio sin fin, y odiándome te ruego, y a la medida de mi amor viajero es no verte y amarte como un ciego.
Tal vez consumirá la luz de Enero, su rayo cruel, mi corazón entero, robándome la llave del sosiego.
En esta historia sólo yo me muero y moriré de amor porque te quiero, porque te quiero, amor, a sangre y fuego.
...
Tenía la cabeza entre las piernas, sentada en mi cama. No había podido dormir en toda la noche y la resaca me estaba pasando la cuenta.
- ¿Por qué me miras así? – Pregunté a Jane con la voz rasposa.
Dudo un momento en responder, luego se sentó conmigo en la cama jugando con mi pelo.
- Llevas horas así cariño. Me estoy empezando a preocupar – tenía el ceño fruncido, mordiéndose el labio.
- Quiero llorar… pero no puedo – me levanté de la cama, caminado de un lado a otro. – Es como si estuviera seca, vacía.
- Escuché lo de anoche. Lo siento Bells, estaba tan borracha que ni siquiera mi culo podía.
Reí. – No te preocupes, me las pude arreglar.
- No suenas nada de bien. De hecho, suenas como la mierda.
- Siempre tan sincera, Henderson.
Jane se puso a mi lado abrazándome y poniendo su cabeza en mi hombro. – Así soy yo nena.
Bajé las escaleras. Vi el enorme desastre que era mi departamento. La alfombra estaba repleta de vidrios de distintos tamaños y olía a trago barato. Un asco total. Caminé en puntas para no enterrarme ninguno, fue en ese momento que me di cuenta que estaba descalza. Era como si estuviera en una nube, sin darme cuenta de nada de lo que me rodeaba.
Saqué una manzana roja. La mire por un largo rato, luego la pasé de una mano a la otra. Era redonda, suave y muy roja. Tenía una cierta obsesión con las manzanas. La acerqué a mi nariz y me dejé llevar por su aroma, era exquisito. Le di un lento mordisco deleitándome con cada parte de ella.
- Nunca había visto a una persona comer una manzana con tantas ganas – dijo Jane rompiendo el momento.
- Cállate.
- ¿No se supone que deberías estar en la casa de los Cullen?
- No voy a ir. Emmett no me va acompañar, tiene que arreglar alguna mierda con el bar.
- Edward, perro bastardo, Cullen creerá que es por él.
-No me importa. Que le den.
- ¿Segura? Pienso que deberías ir. Demostrarle que te importa menos que un pepino. Quién sabe y encuentras con quien divertirte – dijo levantando las cejas.
Lo pensé por un momento. Quizás sería bueno ir y fastidiarlo un poco pero luego mire el reloj, no llegaría ni aunque me fuera en este mismo instante.
- No. Ya no alcanzo a llegar.
Jane me dio una sonrisa picara. Llevó su mano a la parte trasera de sus jeans y de ellos sacó un juego de llaves moviéndolas enfrente de mí.
- ¿Dimitri te prestó su auto? – Pregunté con incredulidad.
- Bueno, lo que se dice prestar, prestar… no. Más bien fue pedir prestado, sin pedir.
- Oh, oh. Alguien va a estar en problemas.
- Bueno, bueno ¿quieres que te lleve sí o no?
.
.
.
.
.
.
.
Los tacos que llevaba puestos chocaban con la acera haciendo un sonido estruendoso, volviéndome loca. Por un momento casi me caigo, al parecer el efecto Edward todavía estaba conmigo.
Jane me había dejado cerca del circuito de la gran casa – era una mierda de lejos – ya que el inusual guardia no dejó entrar al cacharro de auto en el que veníamos. Era un sector muy resguardado y de gente podrida en dinero.
En esta villa vivían los padres de Edward, y justo unas manzanas más abajo se hallaba la de él con Alice. Todo estaba perfectamente limpio y ordenado. Los jardines y arboles estaban podados, e incluso había algunos con diseños. Todo en el mismo jodido paquete.
Al ir caminado me arreglaba mi vestido. Había escogido el mismo vestido negro que me compró Edward hace tanto tiempo atrás. Eran muy pocas las veces que lo ocupaba y al parecer el maldito se había encogido o algo por el estilo ya que a cada paso que daba podía sentir como se subía por mis piernas.
Alguien tomó mi brazo acercándome a él por detrás, y susurrando en mi oído. – Ya sabía yo que había visto esas majestuosas piernas antes. – Su voz era grave y sensual, tan atrayente que enviaba escalofríos a mi cuerpo.
Di vuelta a mi rostro para ver al hombre que sujetaba firme mi brazo. Me encontré con los profundos ojos celestes de alguien. ¡Era él! ¡El chico de estacionamiento!
Interiormente quería saltar y dar grititos por el aire. Pero no. Tenía que comportarme como una chica grande.
- ¿Me recuerdas cierto? Porque yo no he podido olvidar esos hipnotizantes ojos verdes. – Dijo con una sonrisa en sus labios.
Ahora vestía más casual, como un joven y alocado. Traía una chaqueta de cuero junto con unos jeans negros y una camisa blanca. Muy apetecible.
Lo miré y también más allá de él. Atrás se veía su BMW negro y ver el lugar que nos rodeaba hizo prender la ampolleta en mí.
Si Edward no me iba a dar lo que merecía, siempre podía tener un plan B.
Desplegué toda mi sensualidad en él. Acorté la mínima distancia que nos separaba volviendo su aliento con el mío en uno solo.
- Como olvidar esa sonrisa y qué decir de lo demás.
Como su auto, cantó mi pepe grillo.
Traté por todo el infierno de recordar su nombre. Tenía por ley olvidarme de todo aquel con el que me acostaba, si no servía para mis propósitos. Me alejé de él sonriéndole. Ya me acordaría.
- ¿Vives por aquí? – Pregunté casual.
- Dios me libre de hacerlo. No encajo en un lugar tan estirado y lleno de gente hipócrita. Es más, pensé que iba a arruinar mi día al tener que venir aquí. Pero como veo… estaba equivocado – se movió algo dudoso y luego metió sus manos a los bolsillos. Conocía eso, a pesar de estar sonriendo y mirándome podía ver más allá de eso y sentir lo nervioso que se ponía. Era el efecto Bella. - ¿Y tú? ¿Vives por acá?
Já, ya quisiera ella, dijo mi pepe grillo abanicándose, mataría por hacerlo.
- No. De hecho vine a una fiesta, bueno más bien a un cumpleaños.
Él rió. – Que coincidencia yo también.
Había cierto brillo salvaje en su mirada que vagaba por mi cuerpo entero. Si había algo de lo que carecían los hombres era de discreción.
Un silencio se entabló entre nosotros y por raro que pareciera no era incomodo. Me gustaba. Aún así tenía que jugar mis cartas.
- Bien, creo que me tengo que ir. Ya voy algo tarde y Alice me matará si no llego a la hora.
- ¿Alice? ¿Alice Cullen?
¡Mierda, si! Acabas de firmar tu sentencia. Que Dios se apiade de ti o más bien de tu chequera.
La voz de mi pepe grillo era realmente fastidiosa.
- Si. ¿La conoces? – Dije jugando con mi cabello.
- ¿Qué si la conozco? Pff lleva revoloteando en mi vida desde hace muchos años – rió. – Está casada con mi primo.
Algo hizo clic en mí. ¿Primo de Edward? Esto cada vez se ponía mejor.
- Vaya, es verdad de que el mundo es un pañuelo. Alice es mi mejor amiga.
Con su mano movió hacia atrás su cabello sonriendo ampliamente.
- Cada vez se arregla más mi día. Vamos, yo te llevo a la casa. Aún queda mucho camino.
Asentí. Intentó tomar de nuevo mi brazo para llevarme al coche, pero yo me alejé de él caminado más rápido. Esta vez no se la pondría tan fácil.
Me abrió la puerta y, yo entré en el lujoso BMW negro. Olía también como lo recordaba. Una rara mezcla entre el olor a pino y silicona para autos.
Forzaba a mi jodida mente para que recordara su nombre, la exprimía como una naranja pero nada. No podía acordarme.
Se sentó en el coche, luego puso sus manos en el manubrio tamborileando sus dedos en él.
- ¿Ahora me dirás tu nombre, señorita enigma? – Posó su mirada en mí, en mí escote mejor dicho. Hombres.
- Dame una razón para hacerlo – dije, coqueta.
Dio una carcajada mientras encendía el auto.
- Bueno primero que nada vamos al mismo lugar. Más de alguien debe saber más que tu nombre y créeme que no dudare en preguntar sólo eso – puso su mano en la palanca de cambios rozando con mi pierna. – Y además, esta es la segunda oportunidad en la que nos encontramos. No creo en las coincidencias, así que no la desperdiciare.
Sonreí. - Me convenciste. Me llamo Bella.
- Bella… – dijo mi nombre lentamente, memorizándolo – Bella, Bella, Bella. Te confesaré algo Bella, pase muchas noches tratando de adivinar tu nombre y nunca jamás llegué a pensar en que sería ese. Aunque eso sí, le haces honor a él, Bella.
El resto del camino lo hicimos en silencio. Desde lejos se observaba la edificación de los Cullen. Estacionó el auto casi en la entrada y luego se bajó a abrirme la puerta. Cuando me bajé pude ver a Edward conversando en la entrada con Victoria y Alice. Su mirada se encontró con la mía y la sonrisa que llevaba se le desvaneció. Sonreí. Pasé mi brazo por debajo del de él apegando mi cuerpo al suyo.
Una llamarada se encendió en los ojos de Edward. ¡Bien! Toma esa cabrón.
Pero él no fue el único en darse cuenta de nuestra presencia. Victoria giró su rostro viendo en donde Edward fijaba su vista. Podía apostar todo el té de china a que ella sabía algo. Probablemente no todo concretamente, pero lo intuía. Una fugaz mueca pasó por su rostro antes de ver quién estaba de mi brazo.
- ¡Hermanito! – Pasó rápidamente a abrazarlo, separándolo de mí.
- ¡Vaya, vaya! Pero miren a quién ven mis ojos. – dijo Edward apretando fuertemente la mano de él. – Garrett Hedlund.
¡Garrett! Anotado y archivado. Pensé triunfante.
- Edward Masen – dijo alegre Garrett, mientras lo abraza. – No pasan los años por ti ¡eh!
- ¿Y a mí no me saludas? – Dijo Alice apareciendo de la nada.
- Claro que si, pequeña. Pero esperen un momento… - Garrett observó a Alice con gesto pensador. – Juraría que la última vez que te vi estabas más grande ¿Qué paso Brandon?
Todos rompieron en risa. Era estúpido, realmente estúpido. Sólo sonreí para disimular. Mi mirada inquisidora se clavó en Edward. Le sonreí.
Hijo de puta.
- Feliz cumpleaños – dijo abrazando a Victoria.
- Gracias – dijo ella con una sonrisa falsa. - ¿Se conocen? – Preguntó mientras nos señalaba a mí y a Garrett.
Garrett me miró dándome una coqueta sonrisa y me guiñó un ojo. – Planeo hacer más que eso.
- ¡Oh vamos! Pero que es de lo que me perdí – dijo intentando ser graciosa Alice. – No me habías dicho nada, Bells. Pensé que no teníamos secretos amiga.
Pasó un brazo por mis hombros dándole un leve apretón. Me sentí incomoda. No me gustaba que me abrazara, ni nada por el estilo.
Pasamos al interior de la casa donde todos saludaron efusiva y a mi parecer exageradamente a Garrett. Podía ver lo incomodo que le resultaba estar allí. Deambulé por los pasillos mientras tomaba una copa de alguna mierda que estaban sirviendo los camareros. ¿Dije una copa? No, olviden eso. Varias copas. La casa era inmensa. Todo olía tan bien. Dejé a mi mente divagar en lo que sería mi vida en una casa como ésta. Repleta de sirvientes. Con la alacena llena. Una piscina donde nadar todos los putos días del año. Imaginaba como eran las habitaciones. Lo grande que deben ser las camas, y lo suave y acolchadas que serian.
Cerré mis ojos dejándome llevar por mis fantasías, hasta que sentí unas fuertes manos que apretaban mi cuello arrastrándome por el pasillo.
- ¡¿Estas putamente loco?! – Grité intentando quitar las manos de mi cuello.
Pero me fue imposible, sus manos me apretaban férreamente, metiéndome en una de las habitaciones. Me acorraló, dejándome atrapada entre él y la pared.
- ¿Te lo follaste? – Preguntó con los dientes apretados. Su nariz rozó mi cuello expulsando su cálido aliento. ¡Diablos! Olía tan jodidamente bien.
- Qué mierda te importa. – Dije escupiendo cada palabra.
Rió irónico. – Respuesta equivocada, querida.
Sus manos pasaron veloces de mi cuello hasta mi falda, subiéndola y metiendo dos dedos en mi sensible coño.
- Repito mi pregunta ¿Te lo follaste? ¿Dejaste que ese imbécil te tocara?
Sus dedos giraron bruscamente en mi interior. Sin querer un gemido salió de mis labios. Su mirada se quedo clavada en ellos. Sacó su lengua y la pasó desde mi cuello hasta llegar a mi mandíbula. Ahí dio un corto beso, y luego otro y otro hasta llegar a mis labios y sin aviso previo, metió su lengua en mi boca. Como si estuvieran sincronizados sus dedos y su lengua se movían al mismo ritmo. Me atacaba sin piedad. Era posesivo, casi animal.
Jadeé en busca de aire. Dejó mis labios hinchados por aquel brusco beso. Su mirada era seria, ardía y me quemaba.
- Y yo te repito Bebé: ¡QUÉ MIERDA TE IMPORTA!
Gruñó y metió otro dedo en mí. Dios, era jodidamente caliente tenerlo así. Quería que siguiera. Si, quería que me hiciera venirme. Pero, agg, era un maldito bastardo, lo sabía. No podía evitar quemarme por las llamas del infierno.
- No juegues conmigo Isabella. – Su boca volvió a mi cuello. Lo chupó y mordió a su antojo. Se sentía tan malditamente bien y de pronto entró en mi haciéndome gritar. Me penetró de una manera que debería ser ilegal. Me volvió a besar, para acallar mis fuertes gemidos. Entraba una y otra vez. Sus estocadas eran firmes y certeras. Lo sabía, me estaba marcando.
- Eres mía – una nueva estocada – nunca lo olvides.
Se hundía dentro de mí. Mis piernas se enrollaron a él, para que así pudiera enterrarse más en mí. Como si eso fuera posible.
- Mmmh – gemía buscando liberarme.
Volvió a dar una carcajada sardónica. – No hace falta que me contestes. Eres una pequeña putita en busca de dinero. Claro que te lo follaste. – Sus palabras estaban cargadas de rabia y odio. – Pero yo te puedo dar más. Eres un muy buen coño. Demasiado cogible.
Sus palabras me herían. Él lo sabía. No podía detenerlo, estaba tan intoxicada con él, que lo necesitaba tanto o más que el aire. Mis pulmones quemaban. Quería odiarlo. Quería poder olvidarme de él y mandarlo a la mierda, pero mi razón ya no estaba en mí.
-¿Por qué me haces esto? – Dije con la voz quebrada. Edward me lastimaba. Me dañaba.
- Es la verdad ¿no? ¿El dinero es lo único importante para ti? ¿Creíste que nunca me iba a dar cuenta?
Volvió a besarme. Era un beso necesitado y exigente. Podía sentir todo el peso de su cuerpo. Mi cuerpo entero ardía. Quería llegar, pero Edward no me lo permitía. Cuando se daba cuenta que ya estaba por correrme se detenía y sus estocadas eras más lentas. Era un continuo ir y venir por parte de él.
- ¡Oh nena! – Acercó su frente a la mía dando un profundo suspiro – yo te amaba ¿me hubieras dejado si un hubiese tenido dinero? Claro que sí, que estúpido soy, pero aun así ¿sabes qué? Te amo.
Me miró y me abrazó sentí como sus palabras me dejaban sin aire.
- Te amo de una jodida manera que no puedes ni imaginarte. ¡Dios Bella! Dime que me amas. Lo necesito. – Con sus manos agarró mi cara fijando directamente sus ojos con los míos. - ¡Diablos, Isabella dímelo!
- ¡TE AMO!
Grité y todo dentro de mí explotó. La habitación completa giraba a mí alrededor y lo único que podía sentir era esa sensación de locura que arrasaba conmigo. Me expulsaba fuera de serie.
Nuestras respiraciones eran erráticas. El latir de nuestro corazón llegaba a un límite ensordecedor.
- Juntos podemos tener todo lo que queramos, nena.
Me besó y salió de dentro de mí. Mis piernas estaban como gelatina al sentir el suelo debajo de mis pies.
Arreglé mis bragas junto con mi falda. De pronto las palabras de Edward comenzaron a tomar sentido.
- ¿De qué hablas? – Pregunté aún dudosa.
Terminó de arreglarse los pantalones y me miró. Su mirada era despiadada y desalmada. Era como si el hombre que me había dicho te amo hubiese sido encarcelado por este ser sin alma. Se acerco a mí susurrando en mi oído.
- Podemos sacarles todo el dinero e irnos a donde se nos de la puta gana. – Besó mi frente inhalando mi aroma. – Piénsalo nena.
Y se fue. Dejándome allí presa de mis pensamientos y de las miles de posibilidades de lo que podría ser ahora nuestro futuro.
.
.
.
¡Hola! chan chan ¿Qué les pareció? *O* Edward esta envenenando a nuestra pobre Bells xD
No se olviden de que el fic tiene un grupo en Facebook donde subo fotos de los personajes, adelantos y más ñ.ñ
Link: https://www.facebook.com/groups/nala.matter/
Un beso gigante para todos los que dejan rr son un cielo *-*
Eso seria todo cambio y fuera :3
|