It was you, Isabella.

Autor: Love_Carlisle
Género: Drama
Fecha Creación: 16/12/2011
Fecha Actualización: 23/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 10
Comentarios: 36
Visitas: 12280
Capítulos: 11

Querido diario,

Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.” -Bella.

 

"— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

—Falta de vitaminas —respondió.

Rechacé conformarme con eso.

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada." -Edward.

 

"— ¿Una guerra? —exclamó Alice, levantándose de golpe. Intentó ver más allá de las palabras, pero no lo logró. Su poder no tenía tal alcance. Deseó que sí.

—He dudado si debía o no ponerme en contacto con los Vulturi, pedir una audiencia, ya sabéis… —dudó en su decir lo siguiente, temía que la tomasen por cobarde, pero tenía sus razones para no querer proceder, y eran respetables. —Vosotros sabéis nuestra postura para con los Vulturi. En principio no tenemos buena relación, y si tentamos a la suerte, puede que se decidan a terminar con nosotros al igual que lo hicieron con nuestra madre.

—Pero vosotros sois inocentes, no pueden hacer nada —Rosalie parecía frustrada. Tanya le simpatizaba, odiaba que tuviera que ser juzgada por un pasado que ella no había condicionado.

—Seré yo quien hable con Aro —dijo Carlisle, según lo previsto. Él tenía una buena relación con ellos, de modo que el único que podría intervenir a favor de Tanya era él." -Edward.

 

It was you, Isabella. Una lucha entre el amor, los principios y la lealtad. Una historia triste y conmovedora, que relata la lucha de una familia, por preservar su integridad, y dos jóvenes, que luchan por su amor... y por la vida eterna.

 

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Capítulo 8: Capitulo VII: The Sunlit Garden.

 

Capitulo VII: The Sunlit Garden.

 

Estaba nervioso cuando llegué a su casa. Lo principal, era causarle buena impresión, lo segundo, conseguir que ella me permitiera estar a su lado.

Llegué a la conclusión de que lo segundo era más bien difícil, por no desilusionarme a mí mismo anticipadamente, sin dejarla a ella decidir, admitiendo mi clara derrota. Supongo que insistiría en ello. No había nada más que desease tanto en mi miserable existencia, como estar a su lado. Toqué el timbre presto, me hallaba invadido por los nervios más propios de una primera cita, que de una simple visita. El silencio de los pensamientos de Bella me alertaron de que estaba apunto de llegar a mi llamado. Ése era su saludo, el acallado misterio de su mente.

Me sentí emocionado al verla. Ella me devolvió una mirada de desconcierto, luego frunció el seño y yo le sonreí. Se sonrojó. Esa era una equívoca defensa. Más bien, tentaba su, ya de por sí, pésima suerte. Pero por encima de su aroma, estaba ella; siendo el símbolo de mi vida, la razón de mi existencia. El destino final, después de un largo trayecto.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó.

Quise encontrar algo que denotase mi interés en ella, pero quizá le asustaría el solo hecho de que alguien como yo la frecuentara.

 —He venido a traer tus deberes —contesté, soltando una larga lista de improperios en mi contra por haber sonado tan rudo.

Ella me miró con extrañez y pensó por un segundo. Ojalá hubiera sabido lo que pasaba por su mente en ese momento, ojalá no hubiera estado comportándome como algo que no era. No se me daba bien eso de cortejar a una dama, quizá eso se debía a la falta de interés que siempre tuve en ello. Esperé poder hablar con Carlisle tan pronto como me fuera posible, pues él era el único que podría aconsejarme con respecto a esto. Deseché la idea por vergüenza. Estaba pensando en preguntarle a mi padre vampiro cuáles eran las claves para conquistar a una chica humana, cuando hacía pocos días estaba evitando darle caza.

—Si no te apetecía, no entiendo por qué te ofreciste —su respuesta me sorprendió, pero también me sentí herido. ¿Cómo Isabella podía pensar que me molestaba hacer algo por ella?

—Creo que ahora no sabría qué responderte, con respecto a eso —intenté sonar todo lo amable que pude. Su desconfianza me incomodaba.

Bella bufó, riéndose irónicamente. Había algo que se escapaba de mi conocimiento, algo que ella había dado por hecho.

—El otro día no tendrías que haber venido a visitarme —soltó, despotricando su ira contra mí—, ni siquiera hacía falta que fingieras delante de mi padre que realmente te importa lo que pase conmigo…

No supe qué decir. Realmente, no esperaba cohetes ni una gran celebración a mi llegada, pero tampoco esperaba recibir tanto odio por su parte. Finalmente, la culpa era mía. Por haberla evitado durante tanto tiempo…

—Yo… —esos sentimientos recién encontrados, conseguían que las palabras se atorasen en mi garganta.

—Enserio Edward —esta vez su voz sonó con menos furia, quizá se había dado cuenta de mi confusión—, no necesito que nadie me finja amistad sólo por pena. Yo puedo estar sola, siempre lo he estado y estoy más que acostumbrada. Así que puedes irte y no hablarme nunca más en el instituto. Sobreviviré.

No me atrevía a mirarla, por miedo a que todo saliera a flote, pero me forcé a hacerlo al escuchar sus sollozos. Las lágrimas empujaban por salir en sus ojos, pero ella lo impedía. Era tan fuerte y testaruda. Pensé en que si era cierto que ella siempre había estado sola, y en lo mucho que me hubiera gustado estar a su lado entonces, para que no fuera así. Una lágrima rodó por su rostro y se quedó paralizada. El tiempo se detuvo para mí en el segundo en que rocé su mejilla, en un acto de reverenda estupidez. Había sido imprudente por mi parte, pero lo hice y me sentí encandilado nuevamente por la calidez de su piel. Dejé que mi mano reposara sobre su mejilla, mientras que otra cálida lágrima infundía calor a cada milímetro de piel que acariciaba, y cuando su mano llegó a chocar contra la mía, todas las piezas encajaron a la perfección, en ese puzzle tan imperfecto. Su piel hervía a mi percepción, y con su calidez logró fundir todo el hielo de mi ser. Me deshice por el sentimiento y afloraron en mí sensaciones y deseos más humanos.

—Edward… —musitó ella—… estás tan frío.

Mantenía los ojos fuertemente cerrados, su respiración era entrecortada y el latido de su corazón iba a mil por hora. Quise acercarme más a ella sobrepasado por mis sentimientos, pero la conciencia me echaba allí a patadas, lejos de ella. Me separé de su contacto bruscamente. Deseé no confundir otra vez sus pensamientos sobre mí, pero era difícil de conseguir, gracias a mi comportamiento poco común. Cuando una persona te agrada, no le haces tanto daño. Por esa regla de tres debía marcharme, pero  era algo ya inconcebible para mí.

—Tú estuviste el día de mi accidente allí ¿verdad? —sus ojos se llenaron de certeza en ese momento.

Bella siempre conseguía sorprenderme con cada una de las palabras que pronunciaba. Pero esta vez me tomaba completamente desprevenido. Me alejé más de ella; su cercanía hacía que mi mentira se sintiera más vil.

—No sé de qué me hablas —maldito mentiroso.

Deseaba decirle que ese fue el día en que descubrí que no quería acabar con su vida. Tenía ganas de soltarlo todo, pero no podía, pues mi miedo a perderla por el susto que le provocaría mi realidad, era mucho más fuerte que las ganas de ser sincero. La sinceridad, en este caso, significaría un adiós.

—Y la noche… cuando me levanté de la cama… eras tú… ¿Cómo lograste desaparecer?

Realmente, ella me había calado. Su convicción resquebrajó mi máscara, sentí que mis pensamientos estaban desnudos ante ella. Obviamente, no imaginaba que ella fuera consciente de tantas cosas. Pero la subestimé demasiado. ¿Qué clase de criatura era esta, que lograba ponerme tan en evidencia? O quizá es que mi poca eficacia sencillamente había salido a relucir con su llegada. Entonces nunca había sido un buen actor, simplemente nadie había sabido cómo ver dentro y a través. Tal vez ella fuera superior a lo que yo mismo podía imaginar, y a ello se debía el que no pudiera leer su mente.

— ¿Quién eres, Edward Cullen? —quiso saber. Su voz denotaba claramente que la curiosidad la embargaba.

Me reí. No por burlarme de ella, si no por lo dichoso que me sentí al saberme atraído por alguien así. También para alejar de mí la certeza de que a cada palabra, ella se sentía más lejos de mí.

—Te debiste dar un golpe muy fuerte —Isabella no iba a ser más inteligente que yo. No iba a ser tan fácil como preguntar y obtener una respuesta. Acerqué mi mano para acariciar los puntos de sutura que aún reposaban en su frente.

— ¡No me toques! —No preví el golpe que le dio su mano a la mía, cuando la apartó. Intentaba ser brusca, pero había salido herida en el intento. Se acarició la mano, para no mostrar el dolor que le provocaba haber colisionar contra mí.

Esa no era la forma más correcta de tratarla.

—No puedes venir aquí y burlarte de mí de esta manera —empezó a gritar—, tú no tienes ni la más mínima idea de todo por lo que tengo que pasar.

Paró de golpe, sus palabras se despotricaban contra mí. Eran torpes, no había forma de que pudiera decir una tras otra sin trabarse. Algo me dijo que ella ya sabía lo que le sucedía y el dolor que le provocaba todo ello me golpeó con fuerza. Quise encontrar alguna forma de consolarla.

—Bella… yo siento mucho haber sido un completo imbécil… —hice una pausa; no sabía qué podía decir para lograr convencerla de que no tenía nada en contra suya. —Desde que te conocí me he comportado mal contigo. Primero fui indiscreto, quise meterme en tu vida y ahora no hago más que ofenderte… pero me gustaría que sepas que… lo único que pretendo es ser tu amigo.

Lo había soltado por fin. Aquello era una parte importante de todo lo que albergaba en mi interior, pero ella era una de esas personas a las que te tienes que ganar de a poco.

—Sé que es difícil que puedas entenderme ahora, después de esto, pero espero que pienses en ello —no quería marcharme, pero debía admitir que si ella no tenía ganas de verme, la resignación era la clave, y esperar también. —Ahora me marcharé y espero que pienses en ello.

Dejé los deberes en su mano y me dispuse a marcharme, pero entonces capté un olor familiar y molesto. Seguramente en poco tiempo sería más intenso. No me equivocaba al pensar que el chico que había visto en el hospital, visitando a Bella, pronto se convertiría en un lobo. El proceso aún no había terminado, pero cuando este llegase a su fin, debía procurar mantenerlo lejos de Bella. No entendía cómo una misma persona podía atraer tantos peligros de una forma tan sobrenatural. Me metí en mi coche, dispuesto a esperar a que se marchase de allí y al cerrar la puerta, otra ráfaga de aire impregnado por otro olor me llenó los pulmones. Salí tan rápido como pude y le perseguí. Había estado en las cercanías, y todavía me era ajeno el por qué.

Me sentí desesperado y enfurecido al pensar que quizá había sido atraído por la sangre de Bella. Era demasiado llamativa, y ella solía tener tan mala suerte, que si cualquier otro vampiro se acercase a ella, aun estando a un kilómetro, acudiría al llamado. Yo solía ser rápido especialmente rápido, pero me estaba siendo difícil atraparle. No alcanzaba a verle, pero su olor me conducía a su destino final. No me di cuenta de a dónde se dirigía hasta que no llegamos a las cercanías. Estaba apunto de llegar a mi casa.

Me lancé sobre él al llegar al porche, donde, para mi sorpresa, se había quedado quieto. Le inmovilicé, aunque no opuso resistencia y me levanté sosteniéndole con fuerza. Alice fue la primera en salir. Una serie de imágenes empezaron a emanar de su inconsciencia, Jasper acudió a ella para sostenerla al igual que el resto de mi familia. Sus visiones eran reales, tanto que temí no tener la fuerza suficiente como para sostener por mucho tiempo más al neonato que sostenía, pues sus pensamientos afirmaban lo que Alice veía. Mi garganta ardió de furia y él forzó su libertad. Emmett acudió en mi ayuda y le aprisionó en le suelo, bocabajo.

— ¿Quién eres? —Carlisle quiso ser pasivo. No porque este nuevo personaje le infundiera confianza, si no porque él siempre prefería ofrecer el beneficio de la duda.

—Y eso a ti qué te importa, viejo —escupió el neófito con sorna. Emmett apretó más su agarre, haciéndole saber que no dudaría en matarle si era necesario.

— Te voy a hacer la pregunta yo, esta vez —espeté— y espero que me la respondas. ¿Quién demonios eres?

Yo no solía perder los estribos, pero el peligro que representaba para mi familia y para Bella, hacían que mi percepción de la vida cambiase. Le mataría si se atrevía a moverse para hacernos daño. Él empezó a reírse estrepitosamente.  Me confirmó que también era un lee-mentes.

—Tu humana no me interesa —dijo, respondiendo a mis preguntas—. En realidad, lo único que me interesa de ella es la debilidad que representa en ti.

Ninguno nos dimos cuenta, cuando por fin se deshizo del agarre de Emmett. Fue rápido y ágil, sorprendentemente fuerte. Ayudaba que pudiera leer las intenciones de Emmett antes de que las llevase a cabo. Se irguió frente a nosotros, amenazante. Todos nos pusimos en guardia. Si teníamos que matarle, iba a ser una tarea ardua que debíamos llevar  cabo en conjunto. Los neonatos solían ser especialmente fuertes.

—No represento tanto peligro para vosotros, como creéis —nos informó, manteniéndose en su sitio, con aquella sonrisa tan burlo que me hacía querer acabar con su existencia en ese momento. —Me iré ahora mismo. Ya tengo lo que buscaba.

— ¿Y qué te hace pensar que te dejaremos marchar? —inquirí.

—Tu humana es demasiado especial como para acabar con ella. Los poderes requieren cierto desarrollo.

—Él es un espía… —musitó Alice, aún sumida en sus visiones. —Están buscando reclutas… creen que Bella es una buena candidata.

No pude soportar oír eso. Me abalancé sobre él y le empotre contra la puerta del garaje. Estaba poseído por el demonio de mis sentimientos. Nunca antes había odiado ni deseado matar a alguien tanto como a ese individuo. Llevé las manos a su cuello y apreté con fuerza. 

—No permitiré que te acerques a ella, ¿me has oído? Ni por encima de mi cadáver.

—Eso habrá que verlo.

Sentí el golpe fuerte de su puño en mi estómago, lanzándome lejos de él. El siguiente en intentar luchar fue Emmett, quien también recibió un golpe.

Uno a uno, fue deshaciéndose de nosotros. Era rápido. Huyó en el momento en que se vio medianamente liberado de nuestros ataques. Nos pusimos de acuerdo en perseguirle por el bosque, dispersándonos en grupos para poder enfrentarnos si fuere necesario. Corrimos por el bosque mientras al noche caía, sin poder impedirnos ver con claridad. Me prometí a mí mismo que le alcanzaría, Emmett estaba a mi lado y le grité que debíamos alcanzarle a como diera lugar y matarle. Era propio. Pero había un problema.

Si mis cálculos no me fallaban, estábamos a punto de llegar a la frontera de Forks. El tratado con los Quileutes establecía que no podíamos sobrepasar los límites establecidos, si no queríamos morir. Quizá en ello hubiera una esperanza. En el hecho de que los licántropos recibieran en sus fauces al neonato. Acabarían con él, eso era bueno. Aunque me hubiera encantado ser yo quien acabase con su existencia. Confirmando mis sospechas, una vez llegamos a la frontera, el neófito se internó en la oscuridad de los bosques custodiados por los lobos. Nos detuvimos de golpe.

— ¡Maldita sea! —Emmett se sentía fastidiado, al igual que yo. —Menuda suerte tienen los chuchos.

— ¿No habéis podido pillarles? —Rosalie llegó junto a Alice y Jasper. Esme les precedió con Carlisle.

—Nunca había visto a un vampiro tan rápido —comentó Esme.

—A su rapidez que suma el que sea un neonato. A esa edad son mucho mejores que nosotros—Jasper sabía de lo que hablaba.

—Eso habrá que verlo —Emmett se había quedado a medias, necesitaba más—. Si los chuchos no pueden acabar con él, siempre podremos hacerlo nosotros.

—Espero que lo hagan —Alice estaba tan preocupada como yo. —De lo contrario, no estoy tan segura de poder proteger al pueblo de lo que nos viene.

— ¿Y por qué te  importa tanto proteger a esa maldita humana? —espetó Rosalie.

Eso logró despertar otra vez al demonio.

— ¿Es que acaso no entiendes la gravedad del asunto? Más allá de tu egoísmo, Rosalie, los humanos no tienen nada que ver en ninguna guerra que sólo nos ataña a nosotros. Nunca había visto a Alice y Rosalie discutir. —Además, debemos proteger a nuestra familia por encima de todo ¿no?

Alice me dedicó una mirada cómplice. Me fastidió que pusiera tan en evidencia mis sentimientos. Nadie tenía que saber aún qué tan retorcido podía llegar a ser, por fijarme en una humana.

—Oh, Dios míos, ¡qué asco! No Edward… —Rosalie abrió los ojos como platos. Apreté con fuerza en puente de mi nariz, tranquilizándome. No quería perder los nervios. — ¿Cómo has podido fijarte en una maldita humana?

— ¿Fijarte? ¿Estás enamorado hijo? —No podía creer la manera en que me miraba Esme. ¿Era ternura lo que refulgía en su mirada?

— ¿Por qué no cierras tu maldita boca Rosalie? —Quizá no tenía por qué hablarle así, después de todo, ella tenía razón al sentirse escandalizada por mi comportamiento.

—Edward, no le hables así a tu hermana. Todos, vamos a casa inmediatamente, tenemos que ponernos en contacto con Tanya .

Carlisle solía ser amable, pasivo. Pero cuando hacía notar su autoridad, nadie le llevaba la contraria. Sin embargo, yo me quedé en mi sitio. Todos se fueron sin hacer más comentarios, salvo Emmett que sonrió. Él sospechaba que algo así iba a ocurrir. ¿Habría apostado con Jasper? Esperaba que no, de lo contrario, tenía que hacérselo pagar. Carlisle se quedó junto a mí. No supe qué decirle. Me sentía avergonzado por lo que había hecho con Rosalie y por toda la situación en general.

—Ve a verla y cuidala—dijo finalmente —. Así al menos podrás estar tranquilo. No creo que los reproches de Rosalie durante toda la noche vayan a ser buenos para tu salud mental.

Carlisle se marchó, pensando en lo larga que iba a ser aquella noche. Siendo realistas, él tenía toda la razón en pensarlo. La magnitud que habían tomado todas las complicaciones superaba cualquier expectativa. Ojalá no le estuviera haciendo esto a él, fallándole de una manera tan desleal y destructiva con respecto a mi familia. Pero si alguien me hubiera advertido que debía prepararme para algo así, quizá hubiera podido marcharme y de esa forma no dejar que mis sentimientos acrecentaran.

Escuché la respiración acompasada de Bella, sentada frente a su escritorio, escribiendo en su diario.

Como solía hacer, de costumbre, acariciaba su cabello, jugando con él, deslizando cada mechón entre sus finos y delicados dedos. Ella era tan menuda, tan indefensa, que al verla podías temer que tan sólo una voz mal entonada pudiera descomponerla. No me podía permitir dejarla a la intemperie, no cuando ella era como un haz de luz entre toda la espesura de las tinieblas de mi infierno personal. Era como un ángel que había llegado a brindarme su calor, a hacerme sentir vivo, a tener fe, a pesar de haberla perdido hacía mucho.

La vi levantarse de su asiento, en dirección a la ventana y me apresuré a subir al tejado. Si ella pudiera verme, si tan sólo ella supiera todo lo que he vivido en todos estos años de soledad… si tan sólo pudiera alguien asegurarme que mi realidad no estropearía nada, entonces haría de mi verdad algo suyo. Le entregaría todo lo que era. Un nudo en la garganta me impidió respirar con regularidad. Se debía a lo lejos que me sentía de ella a pesar de tenerla tan cerca.

Su aroma se revolvió con el de la noche, y me llegó golpeándome con la misma fuerza del primer día. Aun así, todo había cambiado. Las ganas de beber su sangre eran el susurro de un ignorado en el escándalo del gentío. Mi garganta ardía, pero también lo hacía el deseo de sentir su calidez nuevamente.

Escuché a su corazón vacilar, y un sollozo escaparse entre sus labios. Isabella lloraba nuevamente. Me sentí un miserable al no acudir a su llamado. Ella no me llamaba a mí, pero necesitaba compañía. Alguien que causara en sus días el mismo efecto que ella en los míos. Maldije al creador de tan semejante atrocidad, por hacerla sufrir de aquella manera. Quería tenerlo frente a mí para acabar con él. Bajaría al mismísimo infierno, o subiría al cielo, sólo para implorar misericordia. Algo dentro de mí se desgarraba con cada lágrima que ella derramaba, algo dentro de mí acrecentaba con cada minuto tan lejos y tan cerca de ella.

Se quedó dormida entrando la medianoche. Su padre había entrado a su habitación a preguntarle si quería algo de comer y ella se había negado en rotundo, alegando nauseas. Me molestó que no fuera capaz de cuidar su estado de salud, ahora que sabía lo que le sucedía. Aunque su testarudez era tan extrema que ni pidiéndoselo de rodillas, hubiera dado su brazo a torcer. Dio centenares de vueltas en la cama antes de poder quedarse dormida. La vi, a través de la ventana y me dispuse a abrirla con sumo cuidado. Chirrió. Tomé como nota mental traer algo de aceite la próxima vez que viniera a verla. Entonces… iba a ver una segunda vez. Me entusiasmaba y a la vez me sentía asqueado conmigo mismo.

Había resultado ser, aparte de un espía impertinente, un total acosador. En mi época, seguramente no se me hubiera pasado por la cabeza hacer algo así. De hecho, ni siquiera en mi época más rebelde como vampiro había cometido tal locura; sin embargo, esta chica hacía que rompiera todos mis esquemas. Me había convertido en un desquiciado. Cerré la ventana, con más efectividad esta vez. Sentía que mi cuerpo se movía ajeno a mi voluntad.

Volvía a equivocarme; en realidad, deseaba estar allí con ella, pero era mi cordura lo que me echaba de esa habitación a empujones. Aun así, las ganas de sentirla eran más fuertes. Me quedé petrificado, sin respirar, frente a ella. Observé la pasividad de su rostro mientras dormía. Lo hice por un periodo de tiempo que pareció demasiado breve, cuando su ceño se frunció. De haber estado respirando, hubiera enloquecido cuando su aliento colisionó en mi fría piel, infundiendo calor.

—Edward…

Mi petrificado corazón volvió a emitir un quejido que en nada se parecía a los latidos, me sentí rozan el cielo con las manos y fui devuelto al tártaro en seguida, dándome cuenta de que si ella pronunciaba mi nombre no podía ser algo bueno. Solté una insonora bocanada de aire cuando comprobé que sus palabras venían desde lo más profundo de sus sueños. Sonreí, sintiéndome ridículamente afortunado al formar parte de sus sueños. Me quedé expectante, esperando cualquier indicio que me desvelara algo más. Entonces, yo, de alguna forma, le interesaba. Era maravilloso ver que Bella hablaba en sueños y yo podía estar presente para saber… para poder internarme en las insondables aguas de su inconsciente  

— ¡No!

La desesperación ahogó la pasividad que había en su rostro. ¿Era yo producto de sus pesadillas? Aunque era lo más normal. Me rompió el corazón. Me sentí engañado, pero por mí mismo, por mis estúpidas teorías y ensoñaciones.

Yo no era ningún adolescente, yo no era humano. No le podría ofrecer nada. Ni siquiera podía impedir lo que finalmente acabaría con su vida.

Me marché de allí, sin poder permanecer por un segundo más. No podía ni quería soportar la idea de que para ella yo no sería más que un cuento de terror. ¿Por qué no podía ofrecerle más? ¿Por qué no podía ofrecerle todo lo que ella me daba a mí? Corrí por inercia en aquel tramo que no me conducía a ningún sitio. A la nada. Me sentí perdido y débil. Su rechazo me hacía débil. Daba por hecho que era algo que debía haber previsto. Pero mi soberbia, mi arrogancia había hecho que creyera que acaso, por un solo momento, ella pudiera llegar a sentir algo por mí. Nosotros éramos bestias destinadas a matar humanos, y ellos por alerta nos huían en nuestra presencia. Entonces, ella se marcharía si yo le descubría mi secreto. Me vi incapacitado de seguir después de haber llegado a esa conclusión. Estaba en medio de la nada. La luz de la luna se reflejaba en mi pálida piel. Sin quererlo había vuelto a llegar ahí. A ese sitio tan especial para mí. Me acosté en el suelo, abatido por la derrota.  

El haberme obsesionado con ella había acabado por destrozarme, de modo que ahora sólo quería estar allí y recomponerme. Entonces me marcharía. Cerré los ojos, sumiéndome en una especie de letargo que ignoro cuánto tiempo duró. Sólo los rayos del sol lograron despertarme. Abrí los ojos y vi mi piel refulgir, de una forma monstruosa, macabra, inhumana. Pero la calidez del sol me hacía sentir vivo otra vez, lograba infundirme una sensación que ni rozaba la magnificencia de lo que Isabella me hacía sentir, pero se parecía en cierto modo. Miré a mi alrededor, poniéndome de pie. Entonces la idea se iluminó al igual que yo, después de días sumido en la oscuridad.

La vi a ella junto a mí, allí. E ideé la manera perfecta de hacerlo correcto para nosotros. Si ella veía algo hermoso más allá de la monstruosidad que me caracterizaba, cabía la esperanza en mí de que su punto de vista cambiase. Me vi animado nuevamente. Con ganas de llevar acabo mi misión. Ella necesitaba ayuda, felicidad. Alguien que la apoyase en este tramo duro de su vida. ¿Y quién era yo para negárselo? Sería quien le ofreciera todo y más.

Haría de aquel sitio, su lugar especial en el mundo.

Llegué a casa animado. Todos estaban sentados en el salón. Esme me miró, y quiso preguntarme, al igual que todos, dónde había estado, a pesar de que Alice les había advertido ya de mi breve desaparición. Les sonreí. Sinceramente. Como nunca lo había hecho antes. Apenas haberme limpiado, bajé. Me senté frente a mi piano y estuve allí todo el día. Mientras tocaba su canción, ideaba todos los detalles que formarían parte de su jardín. El jardín iluminado (The Sunlit Garden).

 

 

____________

 

Chicos, lamento tanto la tardanza. No tengo ninguna excusa que no sea falta repentina y nada premeditada de tiempo, y muchos muchos quebraderos de cabeza que venían acompañados de problemas sentimentales. Pero gracias a los Dioses todo se ha arreglado y ahora por fin he podido escribir. Debería haber actualizado hace días, pero aparte de escribir los capitulos, luego hay que revisarlos y añadir o quitar cosas, por eso me he tardado. Días antes no pasaba eso, pero ahora... es que me vi en una semana horrible... tenía muchos problemas que no esperé y pues me vi forzada a dejar cosas aparcadas, una de ellas fue el fic. Pero aquí estoy de nuevo con las pilas cargadas. No prometo nada, pero creo que mañana pondré otro capitulo, si no, a más tardar el día miércoles. Es que si retrasamos el ritmo, se pierde el hilo.

Me gustaría disculparme en especial con:

MALUSITACULLEN, JOSICULLEN, MARIANNEJEAN, JIMHARRIS, MARTHA, MARINA_JEAN, que son las personas que se han manifestado y sé que existen, y a las cuales les estoy muy agradecida porque si no es por sus votos, o sus comentarios, ahora mismo no sé si esta historia seguiría siendo publicada. Muchas gracias y mil disculpas. Mi historia y esta capitulo en particular va dedicadoa todos ustedes, porque son especiales para mí, por haberme brindado la oportunidad. Si tiene algo que decir, sólo escriban :D a mí me encantan los comentarios.

Con respecto al resto de personas que me leen y no comentan... u.u, bueno, la verdad es que yo ya he dicho lo que tenía que decir, así que si les gusta la historia les animo (que no obligo a nadie) a que me comenten, y si no, si les vale la pena al menos voten mi historia. Tengo entendido que se puede votar cada vez que entras a la página, osea que no creo que eso sea un problema... aunque no me comenten, pero votenme... eso al menos me hace saber que existen... me anima. Lo digo, porque como escritora, si les gusta, al menos me gustaría recibir alguna señal de la gente que me lee y le gusta mi historia.

No tengo nada más que añadir. Sólo que disfruten :D

Besos y abrazos a todos!

Ah, si quieren escuchar la canción que toca Edward aquí---> http://www.youtube.com/watch?v=F9sJxMoaR0s

Capítulo 7: Capitulo VI: Song of a broken heart. Capítulo 9: Capitulo VIII: Astucia y maldad.

 
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