La Amante (+18)

Autor: lien
Género: Romance
Fecha Creación: 09/12/2011
Fecha Actualización: 21/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
Visitas: 17567
Capítulos: 11

Cuando Bella Swan descubre que su querida tía es víctima de un chantaje, traza un plan temerario: hacerse pasar por la amante del Conde de Cullen, un famoso noble supuestamente muerto. Pero Edward Masen, el célebre Conde, no solamente está vivo, sino que además es un caballero terriblemente seductor. Un tipo que, en su afán por conquistar el mayor número de mujeres, puede llegar a comportarse de forma imprudente y sin respetar las mínimas reglas del decoro. Precisamente, una circunstancia fortuita hará que la recién transformada Bella Swan y el sensual Conde se encuentren frente a frente en una elegante fiesta. La intrépida simuladora tendrá que enfrentarse a la inesperada amenaza de su corazón... porque el Conde, fiel a sus principios, intentará poseerla en cuerpo y alma.

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Capítulo 8:

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vacaciones y locuras

 

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Capítulo 8

 

 

Cinco minutos antes de las diez, Edward montó a Zeus, un musculoso caballo negro, y se dirigió al parque. Tomó el sendero de grava que conducía hacia el centro de un vasto sector profusamente arbolado. Era ése uno de los lugares menos transitados.  Rosalie, lady Dwyer, lo estaba esperando en un pequeño carruaje cerrado, vestía un traje de montar de color castaño oscuro. El cuello alto y aflautado acentuaba la línea grácil de su figura. Aquel adorable rostro estaba oculto bajo el velo de un sombrero del mismo color del vestido.

 

-Edward. Gracias a Dios que has venido; -Levantó el velo y lo miró con los ojos cargados de ansiedad-. He estado sobre ascuas durante días. Esta mañana, cuando me enteré de que estabas en la ciudad, envié la nota de inmediato. Temía que no pudieras verme si te avisaba con tan poco tiempo de antelación.

-Sabes que siempre estoy dispuesto para ti, Rosalie. -A Edward no le gustaba el gesto tenso de aquellos delicados rasgos o las sombras que teñían la piel bajo aquellos ojos grises.

 

Rosalie tenía veintinueve años, estaba casada con un hombre de fortuna, lord Dwyer, y hacía poco había tenido un hijo. Hacía siete años había quedado viuda y en su nuevo matrimonio, que había tenido lugar hacía tres años, parecía sentirse muy feliz. Edward se alegraba por ella. Pensó que los días de terror habían quedado atrás, pero esa mañana reconoció la vieja expresión de pánico en aquellos ojos tan familiares.

 

-¿Qué sucede, Rosalie?

-Me están extorsionando -dijo en un susurro. El rostro estaba descompuesto por la desesperación-. Oh, Edward, alguien sabe todo. -Edward no se movió.

-Eso es imposible.

-No, es verdad. -Las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos-. Oh, Dios, él lo sabe, ¿no me comprendes? Sabe cómo se murió Yorkie, sabe que yo lo maté.

-Rosalie, mantén la calma. ¿Me estás diciendo que alguien te ha exigido dinero?

-Sí. Cinco mil libras. Ya las pagué. Me vi forzada a empeñar unas joyas.

-¡Maldición!

-Temo que haya más exigencias.

-Sí. -Edward golpeó con la fusta las botas de montar-. Creo que podemos pensar que habrá más peticiones. Siempre las hay cuando uno está en tratos con un chantajista.

-Dios mío, tengo tanto miedo, Edward.

-Rosalie, escúchame con atención. ¿Cuándo recibiste la primera petición de dinero?

-Hace seis días. Te habría enviado un mensaje enseguida, pero no sabía adónde te habías ido. Sólo sabía que te ibas a ausentar de la ciudad por una larga temporada.

-Estaba en Masen Hall.

-Me sentí absolutamente desesperada. No he dormido durante días. Dwyer está cada vez más preocupado y me pregunta todo el tiempo qué es lo que sucede. Desea que llame a un médico. ¿Qué puedo hacer?

-Nada por el momento -dijo Edward con suavidad-. Yo lo arreglaré todo.

-¿Pero qué puedes hacer tú? Edward, ¿me oyes? Esa persona sabe que yo... que yo soy la asesina.

-Silencio, Rosalie. Cálmate. Tú no mataste a Eric Yorkie. Lo que tú hiciste fue en defensa propia. No olvides eso jamás.

-Nadie me creerá. ¿Qué es lo que dirá Dwyer si alguna vez conoce la verdad?

-Sospecho que tu marido se mostraría mucho más comprensivo de lo que tú crees -dijo Edward. No era la primera vez que había intentado convencer a Rosalie de que le dijera la verdad a su marido. Pero Rosalie se mantenía terca en su posición de no hacerlo.

-No me atrevo a hablarle, Edward. Jamás aceptaría el saber que está casado con una mujer que en realidad mató a su primer marido. ¿Cómo actuarías ante tal revelación si fueras él?

Edward se encogió de hombros.

-Sabiendo lo que sé de Yorkie y cómo te trataba, te felicitaría por haber tenido tanta puntería.

Rosalie lo miró horrorizada.

-Por favor, te lo ruego, no te burles.

-No me burlo, es la verdad. Creo que subestimas a tu esposo.

-Yo lo conozco mejor que tú. Él cree que soy un modelo de mujer. Simplemente no puedo decirle la verdad.

-Aparentemente el chantajista sabe eso, también -observó Edward-. Interesante.

-¿Qué vas a hacer?

-Creo que tendré una larga conversación con alguien que aparenta saber sobre esta situación más de lo que yo en un principio creía.

-¿De qué estás hablando, dímelo, por favor? -dijo Rosalie quejumbrosa-. Edward, no debes contarle esto a nadie.

-No te preocupes, no revelaré tu secreto. Pero sí tengo intenciones de buscar algunas respuestas a preguntas que ayer por la noche no hice.

-No comprendo.

 

-Me parece que fui algo apresurado. Hice algo que rara vez suelo hacer: llegar demasiado rápido a una conclusión. -Edward tranquilizó al inquieto caballo-. Creí que me estaba engañando con una historia fantástica.

-¿De qué hablas?

-No importa. Es una larga historia y no tengo ahora tiempo para contártela. Tranquilízate, Rosalie, que de inmediato me pondré a trabajar en este asunto. Y no pagues ni una moneda más al chantajista sin consultármelo primero, ¿me comprendes?

-Sí. -Los elegantes dedos de Rosalie, enfundados en guantes, se tensaron sobre las riendas que sostenía-. Me siento tan aliviada de haber podido hablar contigo, me estaba volviendo loca.

-Todo saldrá bien, te lo prometo. -Rosalie esbozó una velada sonrisa.

-Eso fue lo que tú me dijiste la noche en que me ayudaste a deshacerme del cadáver de Yorkie.

-Y tuve razón, ¿o no? -Ella lo miró con ojos cargados de duda.

-Mantuviste mi secreto, pero a un gran precio para ti mismo. Sabes muy bien que aún hay gente que dice que tú asesinaste a Yorkie a sangre fría para obtener el control de su fondo de inversión. -Edward sonrió.

-Nadie podrá jamás probar que no lo maté de una patada y eso es todo lo que importa. Los chismes me tienen sin cuidado, Rosalie, estoy acostumbrado a ellos. -En la boca de Rosalie se dibujó una mueca irónica.

-A veces creo que no te molesta nada. -Dudó-. He leído los diarios de la mañana. No pude evitar ver algo sobre un pequeño escándalo en el baile de anoche en casa de los Stanley.

-¿Ah sí?

Rosalie lo miró interrogante.

-Vamos, Edward. Tú y yo somos viejos amigos. Puedes confiar en mí. Ambos sabemos que tú no eres el tipo de hombre que se embelesa fácilmente con una mujer. ¿Llevaste de verdad en brazos a la señora Swan?

-Ella se desmayó.

-Jamás te has mezclado con alguien que hace ese tipo de escenas, Edward. Eres famoso por exigir absoluta discreción a tus amantes.

-La señora Swan no es mi amante -dijo Edward fríamente-. Es una buena amiga. Ella se desmayó y yo cuidé de que tuviera algo de aire para que se recuperara. Eso fue todo. -Rosalie suspiró.

-Hoy tienes un humor un tanto extraño. -Levantó las manos para bajarse el velo y cubrirse el rostro-. Perdona mi intromisión. Tu relación con la señora Swan es sólo asunto tuyo.

-Sí.

-Ahora debo irme. Le dije a Dwyer que esta mañana iría de compras. -Edward suavizó el tono de voz.

-Trata de no preocuparte más de lo debido por ese chantajista, Rosalie. Yo me ocuparé del asunto.

-Gracias. -Volvió a mirarlo con una sonrisa triste en los labios-. Tengo mucha suerte de contar con un amigo como tú. -Azuzó a los caballos y se alejó por el sendero de grava.

 

Edward miró la fuente ensimismado durante largo rato, y después hizo girar a Zeus y se dirigió hacia la entrada oeste del parque.

 

-Pero se suponía que estaba muerto. -Se lamentó lady Platt-. ¿Por qué no lo está?

-Silencio, tía Esme. -Bella echó una mirada rápida a la sala de exposiciones de las tapicerías Ateara y Uley. AfortunJasperente nadie pareció haber oído el lamento de Esme-. No sé qué decirte, pero es algo estupendo, ¿no crees?

-Si me lo preguntas, creo que el hecho confunde toda la situación -declaró Esme.

Alice, vestida con un vestido de bombasí, asintió.

-Tu tía tiene razón. Todo este asunto resulta muy turbio, no me gusta nada.

-Por favor, bajad las dos el tono de voz. Alguien puede oíros. -Bella miró ansiosa a su alrededor.

 

Los propietarios del negocio estaban detrás del mostrador, en la parte trasera del establecimiento. El señor Uley era un hombre ancho y regordete vestido con un chaleco de color rosado y unos pantalones a rayas última moda. Ateara, macilento, encorvado y calvo, vestía un chaleco de vivos colores, que contrastaba con su chaqueta color violeta.  Ateara miró con ansiedad hacia donde se encontraban Bella, Esme y Alice hojeando un catálogo. Claramente estaba esperando la oportunidad para ir a atenderlas. Había sido rechazado ya dos veces, pero Bella sabía que estaba a punto de hacer otro intento para ofrecer  sus servicios.  Las paredes del gran salón estaban forradas con dibujos y diseños que mostraban sugerencias para la decoración de ambientes a la última moda. Muestras de los más recientes estilos en sillas y mesas estaban dispuestos en el centro del local.  Los catálogos que contenían dibujos de ricos interiores decorados estaban en exposición en varias mesas.

 

Bella, Esme y Alice actuaban como si estuvieran estudiando un diseño para decorar una biblioteca combinada con un salón de estatuas. Pero la razón verdadera por la que ellas se habían reunido en Ateara y Uley esa mañana era para hablar de los últimos acontecimientos.

 

-Obviamente el chantajista mintió sobre el asesinato de Cullen -dijo Bella-. Lo que intentaba era asustarte, tía Esme, para que tú cedieras a sus exigencias.

-Lo consiguió. ¡Cinco mil libras! -murmuró Esme-. Es de verdad demasiado. Por fin había vuelto a tener el control de mi dinero después de pasar varios años viendo cómo Platt lo gastaba en mujeres y caballos. Pero ¿qué sucede ahora? Un asqueroso chantajista intenta volver a quitármelo.

-Te entiendo muy bien, tía Esme. Lo descubriremos y pondremos fin a todo esto, te lo prometo -murmuró Bella comprensiva. A Bella le gustaba mucho su tía y tenía intenciones de hacer todo lo que estuviera a su alcance para liberarla de las garras de ese villano.

 

A los cuarenta y cinco años, Esme era una mujer llena de energía, vivaz y con estilo. El cabello, que una vez fue del mismo tono castaño que el de Bella, se encontraba ahora atractivamente matizado de plata. Poseía el perfil perfectamente tallado que caracterizaba a las mujeres de la rama Swan de la familia.  Veinticinco años antes, Esme no sólo había sido una belleza sino también poseedora de una importante herencia. La bonita suma que sus cariñosos padres habían fijado para su única hija atrajeron a lord Platt. Nadie lo descubrió hasta que fue demasiado tarde: Platt no poseía un chelín. Para entonces, Esme estaba ya casada y su marido había obtenido el control legal de su herencia.

 

Habiéndose asegurado el dinero que tanto codiciaba, Platt pronto perdió el interés por su flamante esposa. AfortunJasperente, no fue un idiota total, ya que se las había arreglado para no despilfarrar toda la herencia de Esme. Sin embargo, había comenzado a gastar capital y hacer varias correrías con él, hasta que sufrió un ataque cerebral muy conveniente.  Como una vez Esme le había dicho a Bella, era característico de Platt humillarla siempre que le era posible, lo hizo incluso en el acto de partir de esta vida mortal, pues murió en un prostíbulo.  Esme dejó que todos supieran que el único beneficio que ella había recibido del matrimonio era su adorable hija, Elizabeth. Se sentía ahora dichosa de su reciente compromiso con el apuesto y, tal como Esme se había cuidado de asegurarse, acaudalado Crowley.

 

Durante los largos años de su infeliz matrimonio con el aborrecible Platt, Esme había encontrado consuelo en su relación con lord Carlisle. Carlisle se había dedicado a ella desde el momento en que fueron presentados. Jamás se casaron. Sin embargo, el hecho de que él era el verdadero padre de Elizabeth había sido un secreto bien guardado hasta que el chantajista de alguna forma lo descubrió.

Elizabeth, una encantadora y cálida jovencita, quería muchísimo a Carlisle. Lo trataba como si fuera su tío favorito y Carlisle la adoraba.

 

 

 

 

Después de la muerte de su esposo, Esme, como muchas viudas lo hacen, había retornado finalmente la posesión de sus bienes. Lo primero que hizo fue reunir lo que quedaba de su herencia e invertirlo todo en el primer negocio inmobiliario que hizo Bella, Morning Rose Square. Cuando los primeros ingresos de la inversión dieron sus frutos un año atrás, Esme de pronto se vio con una bonita suma para la dote de Elizabeth. Ella y su hija reemplazaron todos los vestidos modestos y pasados de moda que había en sus guardarropas, por prendas nuevas diseñadas por modistos elegantes con acento francés. Cuando todo estuvo listo, Elizabeth fue presentada en sociedad. La oferta de Crowley vino poco después del primer baile de Elizabeth.  La boca de Esme se tensó, mientras estudiaba unas ilustraciones para la biblioteca.

 

-Carlisle dice que es muy probable que pronto haya más demandas. Dice que los chantajistas son como las sanguijuelas. En general, vuelven una y otra vez hasta que logran desangrar a sus víctimas hasta la última gota.

Bella se estremeció.

-Qué horrorosa analogía. Por lo que he oído, tiene razón. -Frunció el ceño mientras miraba una de las ilustraciones, con la mente puesta en el problema de su tía-. Es desafortunado que Cullen crea que todo este asunto es simplemente una farsa para divertirme.

-¿Crees que no te creyó una palabra? -preguntó Esme.

-Me dejó claro que cree que yo inventé todo esto a fin de explicarle mi pretensión de ser su amante.

Esme se quejó.

-¡Qué situación tan desastrosa! Aún no puedo creer que de verdad haya consentido permitirte continuar fingiendo que eres su amante.

-Bueno, lo ha aceptado y nosotras debemos estar agradecidas. Eso me permitirá continuar revisando los estudios y bibliotecas de los sospechosos.

-Estoy comenzando a pensar que todo es una pérdida de tiempo -dijo Esme-. Hasta ahora no te has enterado de nada.

 

Bella golpeó suavemente sus dedos enguantados contra una de las ilustraciones.

 

-Yo no diría eso. Ya he eliminado a Darrow y a Judson de la lista de sospechosos.

Esme suspiró.

-No lo sé. Todo suena tan vago...

 

-No tenemos nada mejor por el momento. -Bella se calló cuando vio por el rabillo del ojo que una chaqueta color violeta se acercaba-. Oh, hola, señor Ateara. Estábamos estudiando esta ilustración.

-Por supuesto. -Ateara, incapaz de resistirse a la tentación de animar a posibles clientes se acercó más-. Tal vez pueda serles de alguna ayuda. -Miró a Bella, Esme y Alice con una expresión servil en el rostro. -Bella pensó a toda prisa.

-En este diseño la decoración de la chimenea sale de los cánones normales, señor Ateara. -Ateara sonrió.

-Es la copia exacta de una sepultura antigua, señora. Le otorga a la biblioteca una atmósfera seria y sobria, bastante ajustada al uso característico que se le da a una estancia destinada para tal fin.

-Ya veo -dijo Bella.

-Muy interesante. -Esme miró con más detenimiento la ilustración-. ¿Qué son esas extrañas criaturas que sostienen las lámparas?

-Esfinges, señora. Es el último grito de la moda en este momento. Van muy bien con un papel de pared con jeroglíficos egipcios.

-Sí, por supuesto que sí.

Alice frunció el ceño.

-¿Qué es esa tela que cuelga del techo, señor Ateara?

-Los colgantes de una capa turca, señora. Le dan un aire exótico que asombra a los invitados.

-Desde luego que sí -murmuró Bella. Estudió con mayor detenimiento la figura-La habitación parece contener una colección de jarrones antiguos.

-Todos son copia exacta de antigüedades de estilo etrusco, señora. Muy a la moda.

 

Bella decidió no señalarle que los jarrones no eran más etruscos en cuanto a diseño que su chaleco de vivos colores.

 

-¿Dónde tiene pensado colocar los libros?

-¿Los libros? -El señor Ateara se mostró asombrado.

-Se trata de una biblioteca, ¿no es así? -dijo Bella. Ateara asumió un aire de superioridad, sin olvidarse de mostrarse amable.

-La señora tal vez no sabe que es poca la gente que hoy utiliza una biblioteca con el propósito de leer. -Bella ocultó una sonrisa.

-Por supuesto. No sé en qué pensaba cuando mencioné el tema de los libros.

-Muy bien, señora -dijo Ateara-. Es precisamente el deseo de evitar tales errores en la decoración lo que trae a las personas con gusto a una firma como Ateara y Uley. -Alice frunció el ceño.

 

 

-Señor Ateara, obviamente usted es consciente de que la señora Swan es una experta en el tema del diseño clásico. -Los ojos de Ateara se abrieron.

-Ah, no. No, no lo sabía. Perdóneme, señora. No me había dado cuenta.

 

Bella hizo un gesto con la mano como para restar importancia a la disculpa.

 

-Está bien.

 

Sus conocimientos en antigüedades habían sido uno de los elementos más útiles en la parodia que estaba manteniendo. Esme pronto había alimentado el molino de rumores con la noticia de que la misteriosa señora Swan era una estudiosa del estilo antiguo, la última palabra en materia de decoración de casas.  Bella de inmediato se había convertido en el éxito de todos los bailes, ya que no era poca la gente que deseaba hablar con ella de los planes de decoración que tenía en mente para sus casas. Tener una casa a la moda era algo tan especial como el vestido.  Antes de que Ateara pudiera seguir con sus disculpas, las campanillas de la puerta tintinearon discretas. Una robusta mujer de casi cincuenta años entró al salón. Parecía una aparición envuelta en varios metros de muselina blanca llena de fruncidos y volantes.  Su atuendo se complementaba con una chaquetita blanca y un enorme sombrero también blanco que estaba engalanado con flores del mismo color. Llevaba consigo una sombrilla de encaje blanco y una carterita, también blanca, por supuesto.

 

-Dios mío -Esme murmuró cuando vio boquiabierta a la recién llegada-. Lady Cleawater parecía una gigantesca bola de nieve.

-No es por mi culpa -susurró Bella.

Alice arqueó una ceja.

-Desde luego que lo es. La llaman la moda lady Estelar. Muchas mujeres están decididas a adoptarla.

-Oh, señora Swan -dijo contenta lady Cleawater-. Creí ver su carruaje en la calle. Qué suerte he tenido; deseaba tanto hablar con usted. ¿Tiene un momento?

-Buenos días, lady Cleawater. -Bella se encontraba con la excéntrica y regordeta lady Cleawater en una gran cantidad de reuniones sociales. Aunque el marido de aquella mujer estaba en la lista de Bella de posibles chantajistas, a ella le gustaba bastante esa señora-. Permítame presentarle a mi amiga, lady Platt y a mi prima, la señorita Brandon.

-Encantada. -Lady Cleawater sonrió amablemente a Esme y a Alice-. Supongo que estarán buscando el asesoramiento de la señora Swan en materia de estilo clásico, lady Platt. Eso es precisamente lo que deseo hacer yo.

 

-En realidad, vine para pedirle consejo a la señora Swan sobre cómo utilizar unos jarrones antiguos para lograr que luzcan en mi casa de la ciudad -dijo sin emoción Esme. -Lady Cleawater sonrió entusiasmada.

-Se sabe muy bien que la señora Swan es toda una autoridad en estilos arqueológicos. Yo misma, deseo consultarla sobre mi Templo de Vesta. -Eso llamó la atención de Bella.

-¿Está usted construyendo un templo antiguo, lady Cleawater?

-En realidad, ya lo tengo hecho -dijo lady Cleawater, no sin un dejo de orgullo-. Son unas maravillosas ruinas situadas al aire libre, en los terrenos de nuestra casa de campo de Hampshire.

-¿Cuánto tiempo tiene la construcción? -preguntó Bella.

-Casi treinta años. El padre de Cleawater lo mandó construir. Lo cierto es que no estoy muy segura de que los detalles sean muy precisos. Me gustaría restaurarlo de forma adecuada.

 

A pesar de las preocupaciones acuciantes del momento, Bella se sintió cautivada por el proyecto de examinar la réplica de los Cleawater.

 

-A propósito de ello, cuando estuve en Italia, yo personalmente hice unas mediciones y unos bosquejos de las ruinas auténticas del Templo de Vesta. Me sentiría feliz de compararlas con su construcción, lady Cleawater. Podría hacerle algunas sugerencias sobre cómo reproducir una copia lo más precisa posible.

 

-Maravilloso, maravilloso. Daré la semana que viene una pequeña recepción en mi casa. Ya le enviaré la invitación. Nuestra casa queda sólo a un día de viaje de Londres.

-Muy amable por su parte. Me encantará poder asistir.

 

Era una oportunidad perfecta, pensó Bella alegremente. La fiesta le daría la posibilidad de revisar la biblioteca de la casa de campo de lord Cleawater, para ver si él tenía escondidos en alguna parte lacre negro y el sello del ave fénix. Al mismo tiempo, podría ver el Templo de Vesta. Así mataría dos pájaros de un solo tiro.  Las campanillas del establecimiento de pronto volvieron a sonar, con tal fuerza que una de las más pequeñas cayó al suelo, emitiendo un sonido agudo. Después todo quedó en silencio.  Los presentes se volvieron para ver quién abría la puerta: era Edward que irrumpió en el salón, vestido con un traje negro de montar y unas botas de color de ébano. No llevaba sombrero y su cabello estaba despeinado. Sus ojos ambarinos se fijaron en Bella con una expresión de frialdad.

 

Comenzó a avanzar hacia ella, moviéndose con una fuerza peligrosa, a través de las elegantes muestras que adornaban los muebles del salón.  Un profundo sentido de intranquilidad recorrió el cuerpo de Bella. Se dio cuenta de que algo decididamente malo sucedía. No era así el hombre indulgente y divertido que la había besado la noche anterior.  Fue lady Cleawater la que rompió el tenso silencio que se había establecido en el lugar desde el momento en que apareció Edward.

 

-Cullen -exclamó-. ¡Qué agradable sorpresa! Estaba conversando con su buena amiga, la señora Swan.

-¿Oh, sí? -Edward no quitaba los ojos de Bella-. Yo mismo iba a hacerlo también.

 

Bella se estremeció por el tono de su voz. Vio que Alice entrecerraba los ojos.

Inconsciente de lo que sucedía, lady Cleawater sonrió feliz a Edward y lo miró con ojos comprensivos.

 

-He invitado a la señora Swan a una pequeña reunión que haré en mi casa de campo la semana que viene. ¿Tal vez usted quisiera venir a visitarnos? Sé que no le gustan mucho esta clase de fiestas...

-No.

-Pero tal vez esté interesado en ésta, mi lord. -Lady Cleawater arqueó una ceja-. Estoy segura de que usted y la señora Swan disfrutarían de unos días en el campo. ¡Hay tanta intimidad allí!

 

Pocos segundos le llevaron a Bella comprender el sutil énfasis que lady Cleawater puso en la palabra «intimidad». Cuando lo hizo sintió que se sonrojaba. Lady Cleawater daba por sentado que Edward y su amante tendrían una buena oportunidad para estar juntos en la casa de campo. Los ojos de Edward se separaron sin ganas de Bella para posarse sobre la regordeta figura de lady Cleawater.

 

-Muy amable por su parte, lady Cleawater, tendré en cuenta su invitación.

Lady Cleawater pareció radiante de triunfo.

-Estoy encantada de oír eso, mi lord. Estoy ansiosa por que la señora Swan examine mi Templo de Vesta. Deseo tener su opinión sobre la exactitud arqueológica de la réplica.

 

Edward miró a lady Cleawater como si de pronto descubriera que ella misma era un objeto arqueológico.

 

 

 

-¿El Templo de Vesta?

-Con seguridad usted está familiarizado con el estilo, mi lord -murmuró dispuesta Bella-. Existe un ejemplo muy fino en Tívoli. Es una encantadora estructura circular. Se dice que las vírgenes vestales encendían y cuidaban allí la llama sagrada.

-Las vírgenes -dijo Edward-, nunca me han interesado.

 

Capítulo 7: Capítulo 9:

 


 


 
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