POV Jacob
Después de bajar de la ventana de Alma empecé a correr en dirección a nuestra futura casa.
Allí se encontraba Alice y Esme junto a Bella.
- Buenas. –dije al entrar.
- Hola, Jacob. Ven. ¿Te gusta? –me dijo Alice.
Entré asta nuestro comedor y lo vi. Era perfecto.
- ¿Cómo lo habéis hecho?
- Somos rápidos.
- Eso lo sé. Pero es exactamente lo que tenía en mente.
- Jacob… no es por aguártelo pero os gustará cuando esté terminado. Así que vete. No vengas esta será nuestra parte. Sorpresa para ti también. –dijo Bella arrastrándome hasta la puerta.
- Acordaros del jardín. Lo sé, soy pesado, pero las flores pueden ser moradas, azules, blancas, amarillas….
- De todos los colores. No te preocupes. –dijo Esme.
- Cuando esté avisadme.
- No hagas trampas. –dijo Bella.
Me fui a descansar. Y tuve un precioso sueño. Iba a pedirle casamiento y me decía que sí. Luego le enseñaba la casa y era preciosa.
Pero no vi más allá.
Por la mañana me levanté pronto para arreglar unas cuantas motos de unos clientes y cuando terminé, antes de comer. Me apetecía ir a ver a mi Alma.
Me vestí y fui.
Entré por la ventana y estaba durmiendo.
Me senté en la cama y empezó a llorar pero sonreía. No me preocupé para nada. Seguro que era un bonito sueño.
Decidí ir a prepararle el desayuno.
Yo siempre preparando el mismo desayuno. Un bol de cereales y salí a por una flor azul. Sus preferidas.
Al entrar subí por la escalera hasta entrar en la habitación. Me sorprendí porque ella ya no estaba en la cama. Pero una sorpresa, era una sorpresa.
Salió del baño y entró a la habitación.
- Dios. –dijo cuando me vio. – Eso no lo hagas. Que susto.
- Buenos días, pequeña. – sonreí mientras iba a darle un beso de buenos días.
- ¿Qué haces aquí? –me preguntó mientras sacaba su ropa del armario.
- No se… he visto a una chica preciosa durmiendo y he decidido impresionarla.
- No si, si que me has sorprendido. –miró la mesita - ¿el desayuno?
- Hacía mucho tiempo que no te preparaba el bol…
- … de cereales, pero esta vez la flor es diferente. Es de color azul. ¿Dónde las has conseguido?
- Tengo mis contactos con la naturaleza. –le hice reír.
- Con la naturaleza. Muy bien, Jake. ¿Te acuerdas cuando me preparaste la primera vez el bol?
- Sí… -me avergoncé – sé que ahora comes menos…
- Y has vuelto a preparar para dos personas. Para ti. –estallamos a carcajadas. – Te quiero.
- Y pensar que han pasado años…
- Lo sé. Cuanto me gustaría estar así contigo todos los días.
- Seguro que sí. Pronto. –le anuncié.
- ¿Pronto? Jake… sabes algo que no quieres decirme.
- No, ¿por?
- Por nada.
Ella empezó a comer y dejé que se vistiera y cuando ya estuvo entré en la habitación.
- Sabes he tenido un precioso sueño. – me dijo mientras bajamos las escaleras- hacía tiempo que no podía tener sueños bonitos… bueno mejor eran nuestros recuerdos.
- Entonces… ha sido precioso el sueño.
- Cuando te me declaraste… y nos pensábamos los dos que tu no me querías y que yo estaba con Andrew. ¿Te acuerdas?
- Me acuerdo. Fue doloroso.
- Pues para mi fue la noche más perfecta aparte de mi cumpleaños. De mis dieciséis. – se sonrojó.
- Esa para mi fue la mejor, fue especial. –le susurré.
- Pero mi etapa de las manchas… que era toda humana… para mí fue la peor.
Entonces me acordé del pequeño problema que tuvo y teníamos miedo a que le pasase algo, como le pasó a Reneesme.
- Pero estás bien. Eso es lo que importa.
- Estoy bien, Jacob… cada vez que estás conmigo y nuestros labios se juntan como si fuesen imanes que chocan. Yo se que cuando yo te busco tú a mi también. Es más fuerte que nuestro propio amor.
- Te amo. –solo pude decir y besarla.
Ella puso su ropa en la lavadora y lavó el bol.
- ¿Qué hacemos, hoy? – me preguntó.
- Pues… no lo sé. ¿Qué te apetece?
- Saltar desde el acantilado. – rió.
- Estás loca. Hace demasiado frío. Para ti.
- Pues lo dejamos para primavera. Acuérdate.
- No se me olvidará.
- Me apetece bailar.
- Pongo yo la canción. – le dije.
Puse la canción de flightless bird, una balada muy romántica.
http://www.youtube.com/watch?v=oIHaNh3jRXg
- Vamos a casa, a la de mi abuelo. –dijo y pensé en que Alice, la rubia y Bella no estarían.
- Vale.
No podía negarme, sospecharía.
Fuimos andando por el bosque y atravesamos el prado. Ella cogió una flor.
Llegamos a la casa y pensé en Edward. Para que supiera que Alma estaba aquí.
Nos abrió la puerta, Edward. Su padre.
- Papá. –lo abrazó.
- Pasad. –entramos - ¿Cómo estás Jacob?
- Muy bien. ¿Y tú?
- Como siempre.
- ¿Y mamá? –preguntó Alma.
Edward iba a contestarle pero Emmet la cogió en voladas.
- Tío, Emmet. Bájame. –estaban ambos riéndose.
- ¿Te apetece un pulso? – le retó.
- Perderás.
- ¿Segura? ¿Qué apostamos? –dijo Emmet.
- Siempre en las apuestas. Pero lo que quieras.
Y este me miró a mí y sonrió.
- Seguro que no puedes aguantar un día sin ver al lobo.
- No pero si apostamos… tranquilo que el que no verá a Rosalie serás tú. En un día. –dijo ella. – Y encima… te irás con Alice de compras. –añadió ella.
- ¡Qué! Tú si que haces daño, pequeña. –se quedó con los ojos muy abiertos. – Pero sabes que… acepto.
Juntaron sus manos y sonaron como dos piedras.
Alma tenía la fuerza de Edward y la velocidad. Y de Bella sacó su dulzura y belleza, y picardía.
Me fui arriba con Carlisle y con Edward.
- ¿Todo bien? –me preguntó Carlisle.
- Perfecto. ¿Sabéis algo más?
- Nada. Pero Alice tuvo una visión de que los Vulturis nos enviaban una carta, sobre Alma.
- ¿Qué decía?
- No lo sabemos. –concluyó Edward.
- La protegeré, Edward. –proseguí.
- No lo tengo en duda. Pero ella…
- ¿Qué pasa con ella, Edward?
- Antes de la boda tomará una decisión. Pero no sabemos cuala es. Alice no consigue ver más allá.
- ¿La boda? –sonreí.
- Sé que sois felices y por eso Jacob… No hace falta que me pidas la mano de Alma.
- Gracias. Pero me gustaría hacerlo bien.
- Vale. Como quieras.
La casa ¿Cómo va? Bella no quería que la viera.
- Está perfecta, apunto, ya.
- Cuando esté…
- Te avisaré.
Entonces se oyeron unas carcajadas de Alma y a Emmet decir un no, bien largo.
- Ha perdido. –dijo Edward, sonriendo. – Esa es mi niña.
- Pobre Emmet…
Bajé por las escaleras y Alma le recordó lo de la tía Rosalie y que tenía que ir de compras con Alice.
En ese momento entraron por la puerta las mujeres de la casa y Alice corrió.
- ¿Dijiste compras? –empezaron a reír. Menos Emmet.
- Pues a mi no me hace gracia. Perdí la apuesta.
- Cariño. –le dio un beso Rosalie a su hombre mono, como decía ella.
- Tía Rosalie… lo siento mucho pero no puedes estar con tío Emmet, en un día. Y además Alice se lo llevará de compras.
- ¡Bien! –dijo Alice.
- ¡No! –exclamó Rosalie. - ¿Por qué sigues apostando?
- Los vicios son muy malos… -dijo Alma. Y yo sonreí.
Te quiero. – me dijo a través de su don.
- Ya tengo faena hoy. –dijo Alice diciéndole a Emmet lo que tenían que comprarse. – Alma, vente.
- Oh, lo siento. No he perdido yo. –le guiñó el ojo a su tío.
- Otro día. –continuó Alice.
- Vale. Pero controla Alice, si rompe su apuesta llámame, Alice.
- Descuida. –dijo ella.
Le cogí de la mano y nos fuimos.
- ¿A dónde te apetece ir? –me preguntó.
- Mientras sea contigo. Me tiene igual.
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