It was you, Isabella.

Autor: Love_Carlisle
Género: Drama
Fecha Creación: 16/12/2011
Fecha Actualización: 23/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 10
Comentarios: 36
Visitas: 12284
Capítulos: 11

Querido diario,

Hoy me he sentido muy extraña. Cuando me levanté por la mañana, todo estaba bien e incluso estaba feliz… mi madre se ha casado y es feliz. Estoy contenta por ella, pero a la vez me embarga una sensación de amargura cada vez que Phill le dice que se tiene que marchar. Ella se ve forzada a quedarse conmigo y no sé qué hacer. Últimamente he estado pensando que sería buena idea ir con mi padre, hace mucho tiempo que no le veo. A fin de cuentas, siempre he estado con Reneé y sé que probablemente le moleste la decisión que estoy pensando en tomar. Pero le quiero demasiado como para obligarla a estar conmigo, cuando sé que desea estar con él… también sé que me ama, es mi madre… pero el amor de una hija no se puede comparar con el que da un hombre, supongo. Y estos mareos tan repentinos. He preferido no decirle nada acerca de ellos… seguro se pasa.” -Bella.

 

"— ¿Y qué fue lo que te sucedió el otro día?

No podía dejar nuestra conversación así, a medias, sin lograr saber completamente lo que pasaba con ella. Miró al frente, con aparente tristeza y volvió a escribir.

—Falta de vitaminas —respondió.

Rechacé conformarme con eso.

—No creo que por simple falta de vitaminas te hagan tantos exámenes —dejé caer, reprendiéndome luego por ser tan imprudente. Quizá sí era cierto que ella no sabía nada, y sus padres debían tener un motivo lo suficientemente fuerte como para negarle el saberlo.

Clavó sus ojos chocolate en mí, crispada." -Edward.

 

"— ¿Una guerra? —exclamó Alice, levantándose de golpe. Intentó ver más allá de las palabras, pero no lo logró. Su poder no tenía tal alcance. Deseó que sí.

—He dudado si debía o no ponerme en contacto con los Vulturi, pedir una audiencia, ya sabéis… —dudó en su decir lo siguiente, temía que la tomasen por cobarde, pero tenía sus razones para no querer proceder, y eran respetables. —Vosotros sabéis nuestra postura para con los Vulturi. En principio no tenemos buena relación, y si tentamos a la suerte, puede que se decidan a terminar con nosotros al igual que lo hicieron con nuestra madre.

—Pero vosotros sois inocentes, no pueden hacer nada —Rosalie parecía frustrada. Tanya le simpatizaba, odiaba que tuviera que ser juzgada por un pasado que ella no había condicionado.

—Seré yo quien hable con Aro —dijo Carlisle, según lo previsto. Él tenía una buena relación con ellos, de modo que el único que podría intervenir a favor de Tanya era él." -Edward.

 

It was you, Isabella. Una lucha entre el amor, los principios y la lealtad. Una historia triste y conmovedora, que relata la lucha de una familia, por preservar su integridad, y dos jóvenes, que luchan por su amor... y por la vida eterna.

 

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Capítulo 7: Capitulo VI: Song of a broken heart.

 

Capitulo VI: Song of a broken heart.

 

En el centro de la oscura noche, pensé en lo que había dicho Jasper. Sus palabras se referían a una guerra que jamás se había librado antes, pero necesitábamos saber cuáles eran los motivos para llevar acabo una empresa tan peligrosa. El poder de la familia Vulturi iba más allá de la distancia en que los océanos separan continentes. Se extendía a lo largo y ancho del mundo; deberían ser muy fuertes e inquebrantables los principios que defendían las cabezas pensantes de la rebelión.

En cuanto a Jasper, nos hizo saber además que tardarían semanas, incluso meses en llegar a Forks. Su objetivo era peinar toda la zona del norte de América, encontrando así lo mejor de cada sujeto, para poder formar un ejército lo suficientemente fuerte como para enfrentarse al poderoso mandato de la que era, por decirlo de algún modo, la realeza de nuestro mundo.

Emmett sugirió que les rastreásemos con el olor de la nota, pero Esme no estuvo de acuerdo con poner en peligro a nuestra familia de forma tan deliberada. Era distinto si ellos venían, pero en su mente no podía concebir la idea de perseguir, sin ser consecuente, al peligro que podían representar. Estaba claro que los neonatos eran sumamente poderosos en sus inicios, lo que no llegábamos a comprender era lo poco previsivos que habían sido sus creadores al no pensar en el descontrol que les caracterizaba. Tenía que haber algo más, y el proceso de selección estaba relacionado con ello.

Aquella mañana acudimos, como era costumbre ya tras tantos años, al instituto. Era importante no levantar sospechas ni llamar la atención con ausencias poco necesarias. Era preciso averiguar con exactitud los planes de los rebeldes, pero también debíamos mantener el orden en nuestro territorio si queríamos seguir viviendo allí, cuando todo esto terminase. En cuanto Carlisle se pusiera en contacto con Aro, todo habría acabado, y el resto sería continuar con nuestras vidas.

Indagué en los pensamientos insulsos de los jóvenes del instituto para buscar el indicio de algo fuera de lo normal, relacionado con el incidente de Bella. No había nada, por lo cual podía quitarles otra preocupación a mis hermanos. Ese mismo era otro tema de suma importancia en nuestra familia, así que me decidí a darles tranquilidad.

—Nadie ha visto nada —dije en voz baja, casi inaudible para el oído humano.

—Más te vale, de lo contrario, me veré obligada a tomar cartas en el asunto —Rosalie no tenía intención alguna de esconder sus pensamientos.

El resto de mis hermanos asintieron, yo me revolví en mi asiento por el hastío. Miré al sitio en el que solía sentarse Isabella con sus amigos, y comprobé la preocupación de ellos. Jessica Stanley lamentaba realmente no haberse acercado antes a pedirle disculpas a Bella por su comportamiento, mientras que Ángela deseaba que las agujas el reloj transcurrieran a su antojo. Sus deseos surtieron efecto, pues el tiempo pasó sorprendiéndome con la rapidez de su marcha.

Llevaría a mis hermanos a casa y luego…

“Vas a ir a verla.”

Alice me conocía casi mejor de lo que yo mismo, pero su don también ayudaba. No respondí a sus pensamientos, temiéndome un reproche por su parte.

“No tengo nada que reprocharte” —dejó caer, mostrándome una nueva visión, no logré ver a través de ella con tanta nitidez. —“Me gusta lo que veo, por eso sé que no le vas a hacer daño.”

Me sentí confundido, emití un gemido de protesta al no poder ver con claridad lo que ella sí. A veces sus visiones eran tan complejas al intentar descifrarlas. Sólo podía verlas con claridad cuando ella daba por hecho que sucedería, el resto del tiempo se limitaba a mostrarme imágenes de poca calidad.

“Ella te agrada.”

Sentí curiosidad, pues necesitaba saber el motivo por el cual ella deducía que yo no iba a hacer daño a Bella. Era gratificante poder creer en mí, y saber que no me equivocaría, pero también me desesperaba Alice con sus tentaciones.

“¿Lo ves ahora? De un modo distinto. ¿Enserio no puedes darte cuenta?”

Me costó, procesarlo fue difícil. No por la nitidez, todo estaba claro. Lo que me desestabilizó más bien fue lo que vi.

“Te vas a enamorar de ella —hizo una pausa—, si es que no lo estás ya.”

Me volteé a mirar a Alice, con rabia. Devolví la vista al frente enseguida. No pretendía hacer partícipe a nadie más de esa conversación. Mucho menos deseaba que se especulase sobre si eran ciertas o no las visiones de mi hermana.

Sentí rabia, Alice era quien mejor sabía cuáles eran mis sentimientos, después de Jasper. Había sido muy difícil para mí resistirme a la tentación que suponía la muchacha para mí, y mi talante frente a la situación era la clara prueba de lo que había conseguido. Iba a mantenerla con vida, porque ella no merecía nada malo a su alrededor.

“¿Y qué me dices de tu opinión sobre ti mismo? ¿Acaso no representas un peligro para ella en tu condición? Piénsalo, es más que evidente. Es un camino claro, una nueva corriente.”

“Entonces nadaré en contra.”

Miré a Alice nuevamente, pero esta vez por el retrovisor. Enseguida llegamos a casa y pude verme liberado de sus equívocas visiones. Era cierto que Alice veía el futuro, pero también lo era que muchas veces se equivocaba. Sí, se estaba equivocando. Me calmé a mí mismo, apaciguando mi rabia, repitiéndome que con enfadarme no conseguiría nada. Antes de bajar del coche me dedicó una sonrisa pícara. A veces Alice se comportaba como una niña pequeña.

“No puedes, ya es demasiado tarde.”

“Te equivocas Alice, puedo decidir marcharme.”

“Inténtalo, pues.”

Hui de sus absurdas previsiones.

Cuando llegué al hospital, fui directo a la habitación en la que se encontraba Bella interna. Me detuve en seco al percibir un molesto olor en las cercanías. Mis músculos se tensaron en respuesta a la visita de Bella. Entré, sintiéndome inseguro por la presencia del nuevo invitado de Bella. Un chico joven, de tez oscura y cabello largo me devolvió una mirada llena de odio al percibir quién era. Vi cómo los bellos de su piel se erizaban y entonces me di cuenta de quién era y lo que estaba apunto de ocurrir.

Empezó a temblar nada más procesar la información que le daba su condición, y cada una de mis características, pero aún no tenía todo el conocimiento que le faltaba. Supo que debía marcharse en ese mismo instante, a pesar de no desearlo. Algo le echaba fuera de esa habitación y todavía se preguntaba cuál era el motivo.

—Tengo que irme Bella —parecía confundido. Los sentimientos se agolpaban en su cabeza y formaban un galimatías difícil  de ordenar. —Cuando vuelvas a casa iré a visitarte.

Salió de allí como alma que lleva el diablo. Vi la confusión en la cara de Isabella.

— ¿Es que os conocéis? —quiso saber ella. El comportamiento del chico le había extrañado.

—No —negué, aunque era en parte mentira. —Jamás lo he visto.

En realidad, a él no. Pero sabía quién era y quién llegaría a ser.

Cerca de Forks había una reserva llamada La push, allí vivían una grupo de personas que ascendían de los Quileutes.

Los Quileutes no eran una tribu normal, ellos llevaban en sí la sangre de los lobos. Eran licántropos, para ser más exactos, y existían para proteger a los suyos de la amenaza que representábamos. Eran nuestro enemigo potencial, a pesar de que existía un tratado que les obligaba a no tomar represalias en contra de mi familia, siempre y cuando lo cumpliéramos. El chico que se había marchado ya era consciente de todas estas historias, pero no se explicaba, pese a lo extraño que le resulté, el porqué de su repentino comportamiento.

Quise saber de qué forma estaba el muchacho relacionado con Bella, pero no me atreví a preguntar por miedo a despertar su curiosidad.

—Tienes una pinta horrible —bromeé, quitándole hierro al asunto.

No quería que ella se inmiscuyera en nuestros asuntos, como si no fuera suficiente con mi presencia en su vida, y lo que ella representaba para mí. Supe que al instante se sonrojaría, torturándome de nuevo. Pero era placentero verla tan viva. La certeza de un funesto futuro, posiblemente cercano, me devolvió a la realidad. Intenté volver a sonreír gentilmente, pero supe que no había sido tan sincero esta vez.

Dentro de la habitación, no quedaba más que el cómodo y a la vez desesperante silencio que acompañaba su presencia.  Mi comentario había disipado el ambiente cargado de  duda que había dejado el chico tras de sí. Sus ojos chocolate me miraron, con reproche, y sus mejillas ardieron, quemando mi garganta por el deseo, pero conseguí apaciguar al monstruo tan anticipadamente que no tuvo oportunidad de alzar la voz.

— ¿Qué haces aquí Edward? —preguntó, irritada.

Mi comportamiento descortés la había molestado por enésima vez.

 Me arrancó una sonrisa.

—Mi padre trabaja aquí —empecé, siendo todo lo amable y respetuoso que sabía—, me comentó que estabas en esta habitación y como estaba preocupado por lo que sucedió ayer… no dudé en venir.

—Un poco tarde.

¿Era eso un reproche? Me sentí realmente herido a causa de sus palabras. Si ella supiera que nada más imaginarla sin vida, corrí a socorrerla; si ella supiera que anoche, mientras dormía, vine a verla.

Quise decírselo, para que de ese modo supiera la importancia que tenía para mí verla con vida. Para que fuera consciente de que, era la persona cuya vida, le daba más sentido a mi existencia.

Ella se removió en su sitio y apartó un mechón de pelo tras su oreja, yo me acerqué y sentí que su corazón latía más deprisa. El galopar del mismo era enloquecedor, y yo me di cuenta de lo terriblemente masoquista que había resultado ser. Tenía ganas de acariciar su sonrojada mejilla como lo había hecho el día anterior, pero me sentí incapaz. Quizá mi  indiferencia el momento antes de su accidente la había ofendido. Debía hacer lo que fuera necesario, para conseguir su perdón.

—Lamento no haber venido antes a visitarte —me disculpé. Estaba siendo sincero en mi disculpa, pese a haber hecho lo que ella tenía entendido que no.

—No tiene importancia —sus mejillas seguían ardiendo al rojo vivo.

Bella miraba sus uñas, nerviosa, intentando calmarse. Las lágrimas empujaban en sus ojos por salir, pero ella era… no sabía si evitaba el llanto por orgullo o valentía.

—Gracias por venir —su voz fue un murmullo casi inaudible, sentí el nudo en la garganta que le impedía hablar.

Alguna certeza ajena para mí cruzó por su cabeza en ese momento. Dudó, respirando más agitada, y con el corazón al borde del colapso. Sentí curiosidad y la hubiera animado a decirme lo que sea que estuviera deseando en ese momento, pero no podía sin exponerme. Decidí ser yo el que, caballerosamente, diera el paso.

—Siento haber sido tan indiscreto contigo —expuse—, también mi terquedad. Mi comportamiento fue descortés, fue poco caballeroso ignorarte, además. Debo aprender a poner límites a mi curiosidad cuando se trata de una dama, y doblegar mi orgullo si es necesario.

Soltó una bocanada de aire, serena. Eran tan adorable verla nerviosa y poder leerlo en sus gestos, a pesar de ser una tortura para mí no poder entrar en su mente. Pero si el verdadero motivo de mi aparente fascinación por la chica era ese, entonces no quería que cambiara. Me gustaba escuchar silencio en su mente y adivinar en cada momento a qué se debía cada uno de sus sonrojos. Era todo un reto. Un rompecabezas de lo más entretenido. Intenté, a partir de ese momento, juntar todas las piezas para poder completarlo. Sólo de esa forma sabría quién era ella.

—Yo fui muy grosera contigo, o sea que la culpa tampoco fue del todo tuya —le costó poder juntar todas las palabras necesarias para su disculpa.

Entonces —me permití aventurar— yo sí era el causante de su nerviosismo. Lo supe porque muchas  veces hablaba con otros chicos y jamás parecía incomodarle. La nueva pieza tomó su sitio.

Empecé a sentir que no era cómodo para ella hablar de ese tema, así que atajé por otro, gustoso de complacerla. De saber cuándo podía hacer algo para que ella no se sintiese incómoda ante mi presencia. Pretendía hacer más frecuentes nuestras conversaciones. Me golpeé mentalmente al dar por hecho que ella lo desearía. Yo era un monstruo. Para mi cordura debía mantenerme alejado de ella. Me sentía ridículo.

—Entonces ¿cuándo te dan el alta? —Atajé, complacido por que el tono de mi voz hubiera fingido notoriamente lo que llevaba por dentro.

—Como verás, tengo tres puntos en la frente —ese tema parecía ser el adecuado; quería saber también si su padre le había comentado su enfermedad.

No, eso ya no era tan correcto. Se llevó las manos a los ojos, para frotarlos, cansina.

—Pero creo que hoy me darán el alta —concluyó, sonriendo. Eso le agradaba. —Esperemos que la suerte esté de mi lado.

—Entonces, odias los hospitales —aventuré.

—Casi tanto como ser temiblemente torpe —admitió.

—Estoy seguro de que, si hubiera algún peligro dos quilómetros a la redonda, tú serías la primera en sufrir sus consecuencias.

Pensé que la forma en que expuse su remarcada torpeza, la haría sentir ridículo y me reprendí mentalmente por ello. Aun así, Bella me sorprendió regalándome una sonrisa sincera. Era la primera y esperaba que no la última. Vislumbré un llamativo brillo en sus ojos. Incluso me hizo pensar que acaso el causante de su felicidad fuera yo. Mi moribundo corazón volvió a manifestarse. Ella sonreía por mí, y miserable yo me lancé desde el precipicio de mi elaborada y bohemia existencia, siendo feliz por ese sólo hecho, que ni siquiera era contrastable, deseando además que todas y cada una de sus sonrisas, fueran para mí.

— ¡Bella cariño, ya estoy aquí! —la presencia tan repentina del jefe Swan me tomó por sorpresa, abduciéndome de mis ensoñaciones y dándome conciencia. A él pareció extrañarle la mía, aunque fingió bastante bien una sonrisa para su hija. —Bueno, ¿quién es el joven que ha venido a visitarte? ¿No será algún pretendiente?

No comprendí por qué había fingido no conocerme, pero lo entendí cuando descubrí que, efectivamente, Bella no había logrado sacarle palabra acerca de lo de su enfermedad. Me enfadé, estaba siendo injusto nuevamente con ella, pero procuré ponerme en su lugar y comprender la dificultad que suponía para él. Además, había algo que había cambiado dentro de mí, algo que conseguía aturdirme.

Le dediqué una de las sonrisas más respetuosas que tenía en mi repertorio, aunque fingida. Las emociones nuevas lograban desestabilizarme, pero debía sobreponerme.

—Me llamo Edward Cullen —estreché su mano, acompañando mi saludo.

“Qué frío está este chico, igual que el doctor. “—pensó—. “Aunque tal vez sea yo, que tengo algo de fiebre. De todos modos hoy ha hecho mucho frío.”

— ¿Eres familia del doctor Cullen? —preguntó, interpretando muy bien su papel delante de su hija.

—Sí, él es mi padre —un trato era un trato, así que yo también debía hacer las veces de actor, aunque mis condiciones era pésimas—. Fue él quien me dijo que Bella estaba aquí. No dudé en venir a visitarla.

—Nadie más ha venido —comentó—, aparte del hijo de un amigo mío. Me sorprende que tan poca gente se preocupe por mi hija.

—A mí también—asentí—. Su hija es una persona muy agradable. De hecho, creo que unas compañeras de clase estarán al caer.

—En ese caso podrían venir a verme a casa —dijo Bella—, estoy deseando que vengan las enfermeras a darme el informe de alta.

—Me alegra que le hayan dado el alta tan pronto —admití.

 

En cierto modo, me sentía contento, pero por otro lado, preocupado. Ella debía estar en observación. Pensé en decirle a mi padre que se ofreciera para revisarla regularmente, así me quedaría más tranquilo. ¿Más tranquilo? ¿Era yo el que pensaba que comprobando el bienestar de esta chica, iba a estar más tranquilo? Carlisle tenía razón en decirme que jamás me había preocupado por la salud y vida de alguien, no más allá de estar siendo enteramente compasivo.

 

—Sí, al parecer el traumatismo no fue muy grave y puede ir a casa —me informó el jefe Swan—, aunque debe guardar reposo. Creo que tardará todavía unos días en ir a clases.

 

Una idea cruzó los lindes de mi consciencia. Me sentí entusiasmado, pero a la vez sobrepasado por todas las emociones que se agolpaban en mi pecho.

 

—En ese caso, yo podría traerle los deberes a casa.

 

Miré a Bella. Su sola expresión me diría si estaba o no de acuerdo. Para mi extrañez, sólo se sonrojó, aunque supe que también se había odiado por llevar escritos tan a flor de piel sus sentimientos.

 

—Me parece una idea genial —su padre parecía estar de acuerdo, pero ella aún no lograba convencerle la idea.

—No sé… Sabes que no me gusta molestar, papá —le miró con reproche, él se acercó a su cama para sentarse a su lado.

 

Le acarició el rostro y sentí envidia. Me recompuso, sorprendentemente, el solo hecho de saber que disfrutaría de su compañía.

 

—Sólo serán unos días cielo, y si él se ha ofrecido es porque le es posible.

 

Su padre me miró, esperando que le diera una respuesta afirmativa.

 

—Dispongo de todo el tiempo que sea necesario —asentí. —Es más, puedo acercarme a los profesores para pedirles los apuntes y ejercicios.

 

Deseaba que dijera que sí. Aquel, iba a ser el primero. Significaba que ella aceptaba mi compañía. Pensé en los días a su lado, con ansias. Algo no andaba bien en todo aquello.

— ¡Bella! —escuché los gritos energéticos de Ángela Webber y Jessica Stanley al entrar en la habitación. —Oh, santo cielos, ¡pero qué pintas tan horribles!

Me sentí fuera de lugar, y una nueva convicción tomaba forma. Aproveché la distracción que suponían ambas muchachas para escabullirme, después de despedirme del padre de Isabella. Tenía que marcharme de ahí. Me sentía abrumado por la certeza de que aquello que decía Alice, bien podía estar siendo cierto. Y no en un futuro lejano, si no como algo palpable ya. Un hecho que sentía casi tan cerca, que estaba siendo tortuoso aguantar el suplicio que suponía su llegada.

El camino de vuelta a casa estuvo lleno de imágenes que se superponían las unas a las otras, de manera lenta. La intensidad de mis emociones, hacían que la nitidez de mi percepción sobre el mundo, pasara a segundo plano. Los árboles eran espectros borrosos, que me miraban con repulsión, con asco. Me sentía asqueado por el reciente descubrimiento, consternado por la fuerza que tomaban las palabras de Alice. Me detuve a mitad del camino, en medio del bosque contiguo a casa, incapaz de continuar. Tenía miedo. Y además, los pensamientos de Alice no harían más que convencerme de algo que no podía ser.

Temblé aterrorizado por lo que pensaba en ese momento. Si me mantenía más tiempo cerca de ella, esas ganas que sentía de terminar con su vida me consumirían desde dentro hacia fuera. Lentamente, abriendo una brecha en mi difunto corazón. Y si no era yo quien acababa con ella, pronto lo haría su enfermedad. Me encontraba atrapado en el dilema, y en la duda de no saber.

Mis sentimientos habían llegado de forma casual, sorprendiéndome a mí mismo. En principio, ella había sido la causa de esa angustiosa necesidad de sangre humana, y ahora acababa con todo mi mundo con tan sólo sonreír. Escuché la voz de una mujer, a lo lejos, mientras mis ojos no alcanzaban a ver más allá de los lindes de mi inconsciencia. Estaba sumido en una ensoñación, y su manto me cubría por completo.

Enfoqué la vista, para lograr comprobar que la voz provenía de alguien tan cercano y familiar, a quien le hubiera encantado que estos nuevos sentimientos fueran causa de sus encantos, más no los de una simple humana.

—Sé cómo te sientes —logré distinguir las sílabas que daban forma a su compasión por mí. Me sentí arropado por su sinceridad, por la compresión que rebozaban sus palabras. —Ven conmigo —dijo Tanya, insistente.

Me levanté del borde de la carretera, en donde me había sentado, escondiendo —como un cobarde humano— mi rostro al mundo, y la seguí, sin hacer preguntas.

Tanya se internó en el bosque, yo perseguí sus pasos.

La anaranjada luz del atardecer se filtraba entre los frondosos y altos árboles, nosotros corrimos a través de ella. Yo sin un destino fijo, Tanya con sus pensamientos fijos en un claro objetivo. Llegamos casi bien entrada la noche a una población que no pude identificar, pues jamás había estado allí. Mi acompañante extendió su mano a mí, y me arrastró consigo a una casa que se encontraba al otro lado del pueblo, cercana a los bosques. Me instó en encaramarme en el tejado de la pequeña casita y ella hizo lo propio luego. Indicó que debíamos sentarnos a esperar a alguien, entonces fue cuando escuché los pensamientos que provenían de una mujer anciana.

Parecía triste. Gritaba que debía ser fuerte, pero le dolía recordar a su hijo como algo ya lejano. 

—Cuando le conocí, la primera vez que le vi…—Tanya empezó a contar su historia, en voz baja, mientras pensaba en el rostro del chico por el cual la mujer lloraba en ese momento—… tuve claras mis intenciones con él. Le perseguiría, hasta encontrar el momento exacto en el que acabar con su vida —vi el rostro de un muchacho de cabellos oscuros y ojos parecidos, aunque más claros—. Entonces, tenía sentido hacerlo a pesar de lo que eso significara, pero en cuanto le miré a los ojos… —volvió a recordar ese breve espacio de tiempo, ya pretérito—… No pude matarle, así que tomé la decisión de dejarle con vida y alejarme de él. Lo hice Edward… por más de cinco años lo hice.

Si nuestra condición no fuera la de un par de vampiros —seres humanos cuya existencia había sido congelada en el tiempo—, Tanya hubiera llorado. Pasé mi brazo por sus hombros, intentando reconfortarla.

—El encuentro fortuito de nuestras miradas se quedó tatuado en mi mente, y no pude quitarme de encima esa necesidad de verle en todos esos años, y lo hice, en la lejanía. Pero la necesidad de sentirle conmigo no cesó, así que me dediqué a ocasionar encuentros—continuó. —Un día, me di cuenta de que él se había fijado en mí como mujer, y eso dio rienda suelta a mis sentimientos. Se acercó a mí para hablar, por primera vez. Sentí que el mundo que se había detenido para mí desde el día en que dejé de verle, volvía a girar. Entonces, quería frecuentarle, me atreví a confesarle que hacía más de cinco años que le había visto por primera vez, y cuáles eran mis sentimientos desde aquel día.

Echó un vistazo al pasado, a la primera vez que los vio juntos. Había otra persona que entorpeció sus planes

—Pero me rechazó. Confesó que yo le gustaba y que también había pensado en mí, que me había visto muchas veces observarle, pero que estaba enamorado de alguien. —Hizo una pausa, sus propias palabras pensaban demasiado. —Ellos se iban a casar, y quería matarla, borrar a esa maldita humana de mi camino, sólo así podría tenerle para mí, pero no podía… —se sentía avergonzada por estar confesándome eso a mí.

Recordé las veces que Mike Newton se había interesado en Bella, como más que un amigo, y mis recién descubiertos sentimientos hicieron que me diera cuenta de que lo mismo habría pasado, o pasaría conmigo si me alejaba de Bella. Algún día, ella se enamoraría. Algún día, pese que ahora rechazaba la compañía de otros chicos, diría que sí. Encontraría a alguien a quien amar, y yo me vería obligado a alejarme. No quería hacerlo.

—No lo hice y ellos se casaron… —prosiguió Tanya, volvía a llorar sin lágrimas. —Entonces, quise verle por última vez y le cité, a solas. Él accedió y vino a mi encuentro. Nos vimos a solas, al lado de un local al que él solía ir con frecuencia. Me negué a entrar por miedo a que alguien nos viera juntos, y eso le ocasionara un problema con su mujer.

Sonrió amargamente, recordando lo feliz que le había hecho su cercanía.

—Hablamos un buen rato, hasta que me sentí tentada a besarle. Era inevitable. Él era tan perfecto, tan humano…

Entonces fue cuando sucedió… ella le besó y no pudo controlarse.

—Ya habrás podido ver que las cosas no salieron bien. Él se vio tentado por mí, pero no porque me quisiera, sino por lo que soy… —estaba horrorizada, todavía le daba miedo lo que había hecho. —Me vi bebiendo su sangre sin poder parar, y cuando escuché que su corazón dejaba de latir, lo llevé conmigo a lo profundo del bosque y lo dejé ahí. Me vi obligada a romper algunos huesos. Si le descubrían muerto, de esa forma podrían entender que lo hizo algún tipo de bestia. Nosotros lo somos, aunque no en apariencia. El ataque tenía que ser creíble, así que lo destrocé hasta que lo pareciera y me marché.

No conocía esa parte de la vida de Tanya, quizá porque ella nunca me mostraba nada más allá de lo que le interesaba, por el simple hecho de que yo le gustaba. Pero aquella confesión me hizo descubrir que sus sentimientos por mí no tenían punto de comparación; que para ella, él siempre sería magnánimo, superior. Inalcanzable.

Así también vi la figura de Isabella, lejana. Ella cansándose con otro hombre, teniendo hijos. Entonces yo debía marcharme, alejarme de ella para dejarla hacer feliz, pero no debía volver.

— Debería entonces, alejarme de ella—me dolió admitir que ella llevaba toda la razón, si ese era el cometido de sus palabras

—No Edward —me miró, extrañada. —Sólo quería contártelo, porque jamás se lo había dicho a nadie. Nada más. Independientemente de lo que yo haya hecho, tú has demostrado más fuerza al quedarte cerca, al salvar su vida. No tienes por qué huir de tus sentimientos. Si lo que quieres es estar con ella, deberías afrontar tu condición y luchar contra ella.

— ¿Te das cuenta de que es una locura?

—Enamorarte de un humano, no es una locura Edward —Tanya me miró, compasiva—. Ellos siempre serán lo que nosotros fuimos, lo que en el fondo deseamos volver a ser. Estar cerca de ellos es como volver a rozar la vida… es delicioso.

La lujuria que desprendían sus palabras me incomodó. Mis sentimientos iban mucho más allá que el deseo carnal que siempre habían tenido ella y sus hermanas por los hombres humanos.

—Súcubo, siempre fuiste una experta en seducir a los hombres.

No pretendía ser grosero, y ella tenía conocimiento de ello. Después de su apoyo, no podía ser alguien desagradable. Nuestra amistad había subido a otro grado.

—Sabes, la envidio… —se refería a Bella. —Hubiera deseado que tuvieras para mí una sola milésima parte de lo que tienes para ella. Es magnífico… aunque eso te convierta en su Íncubo.

Fingí una sonrisa. No debía jugar con ella, pero no me lo tomé tan mal porque mi comentario había sido parecido.

Nos marchamos de ahí enseguida, para llegar a casa horas más tarde.

Toda mi familia nos esperaba en la puerta. Alice sabía más de lo que su rostro dejaba entrever. Yo me limité a saludar, entrando rápidamente mientras Tanya les explicaba que, por mi bien, habíamos decidido volver a salir de caza.

A Esme pareció entusiasmarle el que dejase que Tanya fuera mi acompañante, ultimadamente, pero, pese a que iba a decepcionarla, ella tenía que saber más adelante que nuestra relación era puramente amistosa.

Fui hasta mi habitación para limpiarme. Estaba lleno de barro. La torrencial lluvia que nos había pillado de camino, hizo que nuestras ropas acabasen completamente empapadas y sucias. Me vestí, y decidí sentarme en mi sillón. Era agradable encerrarme, lejos de todos, bloquear todos sus pensamientos, y centrarme en escuchar música. Für Elise sonaba a todo volumen en ese momento, relajándome, trayendo los recuerdos de Tanya a mí. También su rostro, el de mi objeto de adoración.

Distinguí sus ojos en la oscuridad de mi ensoñación, y poco a poco la palidez de su rostro refulgió, imperando entre toda la oscuridad que la envolvía. Sus labios rojos, su corazón palpitante. Sonrió para mí, sólo para mí. Mi corazón, que juraba muerto, volvió a emitir un pequeño quejido que pretendía ser latido, sin llegar a serlo. Entonces la melodía asomó. El último acorde de Beethoven sonó con fuerza, pero ya mis dedos danzaban en el aire, haciendo una réplica muda de su canción. La canción de Bella.

 

“Querido Diario,

Todo lo que ha sucedido en estos dos días me tiene un poco confundida. Primero lo del accidente… fue tan extraño.

He intentado, por mi cuenta, averiguar lo que me pasa, pero creo que será difícil sin la ayuda de alguien. Espero que mi padre tome en cuenta mis palabras, y se decida. De lo contrario, me veré obligada a hacer algo para que se decida. Después de esto, estoy decidida a cualquier cosa…

Luego, ese chico… Edward… Antes de tener el accidente, pensé que él vendría a mí… llegué a ver cómo se acercaba, pero sólo en mis fantasías. Se metió dentro de su coche, furioso… entonces confirmé que me odiaba… Aun así, no hace más que confundirme. En el bosque, cuando vinieron los paramédicos a rescatarme, pensé que le había visto a lo lejos, pero deseché esa idea, porque acababa de darme un buen golpe en la cabeza. Eso no es lo único. Anoche, mientras estaba medio dormida, sentí algo extraño. Como si alguien estuviera observándome. Fue tan vívido, que abrí los ojos cuando sentí su respiración… era tan dulce, fría… y me encontré con unos maravillosos y brillantes ojos, que parecían oro fundido.

La intensidad de su mirada me quemó, dejándome traspuesta. Para cuando reuní todas las fuerzas y volví a la consciencia, se había marchado. Sé que puede parecer una estupidez, pero Edward estuvo ahí. Aunque se las había ingeniado para esfumarse en el aire, algo me decía que ese aroma del que estaba impregnado el aire en la habitación del hospital me era muy familiar.

No sé si se trate de mí, porque últimamente no paro de ver cosas extrañas a mi alrededor, pero no logró convencerme cuando Edward me dijo que no conocía de nada a Jacob Black —el hijo de Billy, el mejor amigo de Charlie—, esta mañana. Sí, vino a verme, confundiéndome más aún. No podía, y ahora todavía no logro comprender cómo alguien que te mira como si fueses el objeto de su profundo odio, es capaz de fingir preocupación de una manera tan retorcida. A veces, quiero convencerme a mí misma que Edward no me odia, que algo más sucede, algo que se me escapa, pero entonces se convierte en una persona tan agradable conmigo…

Él es tan peculiar, con los días he logrado darme cuenta de que no se compara a nadie que haya visto antes. Empezando por su forma de caminar, sus gestos. Edward era un chico atractivo con mayúsculas, pero no en los días antes de darme cuenta de mi error, no lograba vislumbrar en él nada más allá de su mala educación e impertinencia, aun así no se podía negar que con los demás lograba tener buenas formas. De hecho, me sorprende cómo alguien de nuestra edad pueda llegar a hablar tan insufriblemente bien. Creo que ni siquiera mi padre usaba palabras que Edward sí.

A veces me siento rara cuando me mira. Será la intensidad con la que lo hace… me intimida, logra que sea más torpe de lo común y me siento estúpida cuando consigue sonrojarme. Mi madre siempre solía decirme que soy como un libro abierto, que se puede ver a través de mí, todo lo que pienso.

Espero que no sea del todo cierto, porque, en el caso de serlo, me veré obligada a esconderme por un buen tiempo en mi casa. Ahora que Edward parece haber dado tregua a su odio por mí, no querría que descubriese cómo teorizo acerca de su extraño comportamiento y de todas sus peculiaridades. Sólo conseguiría que me odie más aún, si es que se puede. “

 

 

 

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Chicas, si les gusta, voten y comenten. No les cuesta nada y me motiva. De verdad, necesito saber lo que piensan y eso sólo se consigue comentando, y también que valoran mi historia. Votos plis :D

 

Gracias a malusitacullen y a josicullen, el capitulo va dedicado a ustedes chicas. Gracias por comentar y por sus votos!

 

Capítulo 6: Capitulo V: She is the sunlight. The sun is gone. Capítulo 8: Capitulo VII: The Sunlit Garden.

 
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