EL ARISTOCRATA

Autor: kristy_87
Género: Romance
Fecha Creación: 07/02/2011
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 41
Visitas: 54671
Capítulos: 23

 

En busca del amor Él tenía oscuras sospechas acerca de Bella y de sus padres. Era celoso, irritable y exigente; enigmático, encantador y todo un aristócrata. ¿Por qué, entonces, Isabella Swan, se había enamorado locamente de su primo conde Edward de Massen?

 

Este fic no es mío es de GUISSY HALE CULLEN.

 

 

TERMINADO

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Capítulo 7:

LO SIENTO, LO SIENTO de verdad no he podido subirlo antes es que tengo el pc estropeado pero os voy a mimar un poco voy a subir hoy dos capitulos y el lunes otros dos espero k os guste.

bss

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La tarde era calurosa y Bella sentía que hervía de rabia. La indignación se había extendido de su abuela a Edward y, cuanto más pensaba en las palabras de la condesa, más irritada se sentía con él.

"¡Aristócrata insufrible y vanidoso! -pensó. El lápiz corría con violencia por el papel mientras bosquejaba las torres del castillo-. ¡Preferiría casarme con Atila, rey de los hunos, antes de hacerlo con ese patán estirado!"

Bella rompió la quietud del mediodía con una sonrisa. "La condesa probablemente está imaginando a decenas de condes y condesas en miniatura que practican pequeños juegos formales en el jardín y crecen para continuar el linaje imperial en el mejor estilo bretón..."

"Qué lugar maravilloso para criar niños –pensó, dejando descansar el lápiz y suavizando la mirada-. Es tan bello, tranquilo y puro." Un profundo suspiro llenó el aire y ella se sobresaltó . Luego, al darse cuenta que había surgido de sus propios labios, frunció furiosamente el ceño. "La condesa Isabella de Massen -dijo en voz baja y su expresión se volvió más sombría-. Ese día nunca llegará! Un movimiento llamó su atención y volvió cabeza entrecerrando los ojos a causa de la luz del sol.

Edward se acercaba a ella. Sus pasos eran largos y seguros y cruzó el prado con ritmo suave de miembros y músculos. "Camina como si el mundo le perteneciera", observó ella la vez admirada y resentida. Cuando Edward llegó a ella, el resentimiento se ha impuesto claramente a la admiración.

-¡Usted! Su severa exclamación surgió de sus labios preámbulos y se incorporó en el suave lecho hierbas, irguiéndose como un ángel esbelto vengador, dorado y reluciente. Edward pareció sorprendido por el tono de voz de Bella, pero el suyo fue suave controlado.

-¿Acaso hay algo que le molesta, mademoiselle? El hielo de su voz sólo sirvió para avivar fuego de su ira, y Bella abandonó toda dignidad.

-¡Sí, estoy muy molesta! ¡Y usted sabe muy bien que estoy molesta! ¿Por qué diablos no me habló de esa ridícula idea que se le ha metido a la condesa en la cabeza?

-Ah. -Edward alzó las cejas y sus labios curvaron en una sonrisa sardónica-. Alors, abuela le ha informado de sus planes para nuestra unión matrimonial. ¿Y cuándo, querida mía, anunciarán los esponsales?

-Usted es un engreído... -le espetó, incapaz encontrar el insulto más apropiado-. ¡Ya sabe lo que puede hacer con sus esponsales! ¡No lo aceptaría ni regalado!

-Pon -contestó él asintiendo con la cabeza-. Por fin nos hemos puesto de acuerdo. No tengo ningún interés en atarme a una malcriada deslenguada. El que la bautizó Bella evidentemente no veía más allá de sus narices.

-Es usted el hombre más detestable que he conocido en mi vida! -exclamó ella y su actitud irascible contrastaba con el frío comportamiento de Edward-. ¡No soporto la idea de tener que verle todos los días!

-Entonces ha decidido interrumpir su breve visita y regresar a los Estados Unidos? -Bella alzó la barbilla y meneó lentamente la cabeza.

-Oh, no, señor conde, me quedaré aquí. Tengo motivos para permanecer en el castillo, que superan con creces mi aversión hacia usted. -Los ojos esmeralda del conde se convirtieron en dos líneas mientras estudiaba detenidamente el rostro de Bella.

-Parece ser que la condesa le ha añadido un puñado de francos para lograr que se volviera más complaciente.

Bella le miró azorada hasta que el significado de sus palabras se abrió paso en su cerebro, haciendo que sus mejillas se tiñeran de rojo y una sombra velara sus ojos ambarinos.

Alzó una mano y le abofeteó con todas sus fuerzas para luego girar sobre sus talones y echar a correr hacia el castillo. Unas manos poderosas se cerraron sobre sus hombros obligándola a dar la vuelta, aplastándola contra el cuerpo duro de Edward, al tiempo que sus labios descendía sobre los suyos en un beso brutal y destinado castigarla. El impacto fue eléctrico, como una luz violenta que rasgara la oscuridad para luego extinguirse.

Durante un momento, permaneció flácida contra él, incapaz de salir a la superficie desde una oscuridad rebosante de calor y deseo. Su respiración ya no le pertenecía y Bella comprendió que él le estaba robando incluso eso, por lo que comenzó a golpear su pecho con puños impotentes, aterrorizada ante la posibilidad de quedarse atrapada para siempre en aquella terrible oscuridad.

Los brazos de Edward la rodearon, acomodando la tersura de sus formas contra el duro e inconmovible perfil de su cuerpo, fundiéndolos en una sola y apasionada forma. La mano de Edward se deslizó hasta acariciarle la nuca con dedos firmes y obligándola a mantener inmóvil la cabeza, mientras el otro brazo rodeaba su cintura y prolongaba su dominio total. Los esfuerzos que realizaba Bella para librarse de su abrazo resbalaban sobre él como si ella no se moviera, haciendo aún más evidente su fuerza y la violencia que latía debajo de la superficie.

Sintió que la boca de Edward la obligaba a abrir los labios en un asalto vehemente que exploraba su boca con una intimidad que no reconocía misericordia o compasión. El olor a almizcle de su masculinidad embriagaba sentidos de Bella, aturdiendo su voluntad y su cerebro, y creyó oír nebulosamente a su abuela mientras describía al difunto conde que a la viva imagen de Edward.

"Salvaje", había dicho su abuela. Salvaje. Edward apartó su boca y mantuvo sus grandes manos encima de los hombros de Bella, mientras miraba profundamente dentro de sus ojos nublados y confusos. Durante un instante silencio flotó entre ambos como un muro calor.

-¿Quién le ha dado autorización para hacer eso? -preguntó ella con voz trémula y se llevó mano a la cabeza para que dejara de girar.

-Era eso o devolverle la bofetada, mademoiselle -dijo Edward y, por el tono de voz y la expresión de su rostro, Bella pudo comprobar que él aún no había completado la transformación de pirata a aristócrata-. Desgraciadamente, tengo cierta aversión a golpear a una mujer, por más que se lo merezca. Bella se apartó de él, sintiendo que las traicioneras lágrimas afloraban a sus ojos y pugnaban por derramarse.

-La próxima vez puede abofetearme. Lo preferiría.

-Si vuelve a alzarme la mano, querida prima, puede estar segura de que le bofeteare algo más que el orgullo -prometió él.

-Se lo merecía -replicó Bella pero la temeridad de sus palabras se vio atenuada por sus grandes ojos ambarinos que brillaban tenuemente como dorados estanques de luz-. ¿Cómo se atreve a acusarme de haber aceptado dinero para quedarme en el castillo? ¿Se le ha ocurrido alguna vez que yo pudiese desear conocer a una abuela de la que no supe de su existencia hasta hace unos meses? ¿Ha pensado alguna vez que yo pudiera desear conocer el lugar donde mis padres se conocieron y se enamoraron? ¿Qué necesito quedarme y probar la inocencia de mi padre? -Grandes lágrimas escaparon de sus ojos y rodaron por las suaves mejillas, y Bella despreció cada una de las gotas de su debilidad-. Sólo desearía haberle golpeado con más fuerza. ¿Qué hubiese hecho si alguien le hubiese acusado a usted de haberse dejado comprar como un trozo de carne?

Edward observó el recorrido descendiente de una lágrima hasta que quedó detenida en la satinada piel y una leve sonrisa bailó en la comisura de sus labios.

-Le hubiese golpeado sin dudarlo, pero creo que sus lágrimas son un castigo mucho más efectivo que los puños.

-Yo no empleo las lágrimas como un arma -Bella se enjugó el rostro con el dorso de la mano y deseó haber podido reprimir las lagrimas.

-No, y debido a eso son mucho más potentes -Un dedo largo y bronceado quitó una gota de la ebúrnea piel y el contraste de colores le confirió una apariencia delicada y vulnerable. Edward apartó rápidamente su mano y añadió con indiferencia-. Mis palabras fueron injustas y le pido disculpas. Creo que los dos hemos recibido nuestro castigo, de modo que ahora estamos... ¿cómo se dice? ¿En paz?

Le obsequió con su extraña, encantadora sonrisa y Bella le miró, fascinada por su poder y conmovida por el cambio positivo que confería a su rostro. Ella respondió con su propia sonrisa y fue como un repentino rayo de sol a través del velo de la lluvia. Edward lanzó un pequeño sonido de impaciencia, como si lamentara el momentáneo lapsus y, tras un leve movimiento de cabeza, giró sobre sus talones y se alejó por el sendero, dejándola sola y perpleja.

Capítulo 6: Capítulo 8:

 
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