Bella se lo quedó mirando,tratando de asimilar aquellas palabras sin sentido.Lo único que ella le había quedado a deber alguna vez...
¡Madre mía!Después de tanto tiempo,¿había venido a reclamarle lo que no había podido cobrarse en Tejas?¿El corpiño desabrochado?¿Se había vuelto loco?
—No lo dirás en serio.
—Por supuesto.
Edward vio cómo la incredulidad inundaba su delicado rostro y era reemplazada de inmediato por el desafío.No podía explicar por qué lo satisfacía tanto la obstinada elevación de aquella barbilla,el decidido fruncimiento de aquellos labios en señal de desaprobación,sobre todo cuando no era desaprobación lo que él venía a buscar.De algún modo,ella siempre había conseguido provocar al diablo que Edward llevaba dentro.
—Es usted,¿verdad?—le preguntó al joven una de las damas antes de que Bella pudiera soltar una réplica mordaz.
Edward se volvió hacia la mujer que le había hablado y se preguntó por qué no encontraba su pelo rubio y sus ojos azules tan atractivos como los de Bella.En algunos aspectos,era más bonita,pero a Edward le pareció corriente.Aun así,no tenía por costumbre ignorar a las mujeres.En Tejas no abundaban,de modo que sonrió.
—¿Y de quién se supone que hablamos,querida?
—Ah—exclamó ella con una risita tonta y empezó a pestañear tan rápido como aletean los colibríes.Visiblemente turbada,respiró hondo.—Del conde de Forks.
—Pues claro que no lo es—replicó Bella.—Edward tiene negocios con mi padrastro.¿No es a eso a lo que has venido,Edward,a traerle a Quileaute noticias de alguna de sus empresas?
El sabía que cuando la Tejas Lady había ampliado sus actividades,Quileaute había invertido en ella y que se había asociado con su hermano y dos amigos.También sabía que éstos habían mantenido a Quileaute al tanto de los progresos de Edward,de sus éxitos y aunque nunca lo habían hecho oficial,a menudo se sentía como si lo hubieran adoptado.
—Ya te he explicado a qué he venido—le dijo a Bella.
—Seguramente no has hecho un viaje tan largo para algo tan trivial...—Se interrumpió bruscamente,como recordando de pronto que tenía el salón lleno de damas a las que el motivo de Edward podía parecerles escandaloso.El sabía bien el daño que un escándalo podía causar.Todos los ingleses a los que el joven había conocido se habían visto envueltos en algún tipo de escándalo que los había obligado a exiliarse a Tejas.
—Jamás he considerado trivial nada que tenga que ver contigo—respondió Edward,viendo cómo las mejillas de Bella se teñían de un rojo intenso.No recordaba que se sonrojara tan fácilmente,claro que no hacía falta mirarla mucho para darse cuenta de que ya no era la muchacha que lo había desafiado a la puerta de la tienda de ultramarinos.Poseía un porte,un aplomo y una elegancia de los que carecía en su adolescencia.Ahora era la personificación de una dama y Edward,que no sabía muy bien qué pensar de aquellos cambios tan evidentes,se preguntaba si los que había sufrido él serían tan obvios.
—Siéntese con nosotras,por favor—rogó el colibrí,una vez más antes de que Bella pudiera responder.Entonces Edward se dio cuenta de que debería haber esperado para acercarse a ella y buscado un momento para estar a solas.Después de tantos años,Bella merecía esa consideración.Los dos la merecían.
—Por favor—imploró otra de las damas.—Nos encantaría que se quedara un rato con nosotras.
¿Cómo iba a rechazar una invitación tan entusiasta,cuando invadía el salón semejante expectación y su presencia parecía alegrar tanto a aquellas damas?
—Aprecio la invitación.—Se sentó en la silla que le ofrecían,levantó una pierna,apoyó el tobillo en la rodilla de la otra y posó el sombrero en el muslo.
Con su delicado cejo fruncido,Bella se lo quedó mirando como si no aprobara del todo su postura o tal vez le costaba creer que estuviera allí.Claro que a él le ocurría lo mismo.Se preguntó si sería impropio pedirle que saliera un instante para hablar con ella en privado.Tenía diez años de preguntas que precisaban diez años de respuestas.Pero mientras consideraba la posibilidad,el mismo encontró la respuesta:claro que sería impropio.Si había aprendido algo de las mujeres inglesas era que a los hombres no se les permitía estar a solas con ellas,por inocentes que fueran sus intenciones.
Con un meneo de cabeza casi imperceptible a modo de aceptación resignada de su presencia,Bella hizo las presentaciones sin ponerse nerviosa,como si todas las tardes irrumpiera en su salón un vaquero con proposiciones deshonestas.El colibrí era lady Tanya;la mujer de pelo oscuro,lady Irina;las más jóvenes,lady Victoria y lady Bree.
—¿Es vaquero?—preguntó lady Tanya.
—Sí,querida,lo soy.
La joven agachó la cabeza y lo escudriñó,batiendo de nuevo sus largas pestañas,al parecer desmesuradamente complacida.A Edward siempre le había gustado cubrir de atenciones a las damas,aunque,por lo general,tenía que esforzarse un poco más para obtener resultados.
Inclinándose hacia adelante,Bella le tocó la mano y el deseo lo recorrió de la cabeza a los pies.Siempre había tenido ese efecto en él,pero nunca tan intenso,tan punzante,tan inmediato.
—Los padres de estas jóvenes son aristócratas.Deberías dirigirte a ellas con un poco más de formalidad—le dijo.
—A mí no me importa que me llame«querida»—señaló lady Tanya.—Ningún caballero me lo había llamado nunca.
—Me cuesta creerlo,querida—replicó él con una amplia sonrisa.
Lady Tanya soltó otra risita nerviosa que sonó casi como un suspiro.—Es cierto.
—Entonces me parece que vive en el lugar equivocado,porque,en Tejas,los hombres harían cola para llamarla«querida».
—¿De verdad?
—Yo no miento.
—¿Desde cuándo?—preguntó Bella.
Edward notó que la ira,ardiente y furiosa,le inundaba el cuerpo entero y sólo a duras penas pudo contenerla mientras se volvía a mirar a Bella.
—¿Acaso quieres que empecemos a relatar mentiras en presencia de tus acompañantes?Porque,si es así,lo haré encantado.
Ella lo miró como si le hubiera disparado una bala al corazón,pero él no iba a disculparse ni a rectificar.Era ella la que no había cumplido lo prometido.
—¡Edward!
Aquella voz refinada tan familiar resonó entre las paredes de la sala.El joven sé puso en pie,con la mano tendida,mientras el conde de Quileaute cruzaba la habitación.No estaba muy distinto de la última vez que lo había visto.Algunas arrugas más en la frente.Quizá tuviera el pelo algo cano en las sienes,pero apenas se notaba entre los mechones de rubio peinados hacia atrás.
El hombre le estrechó la mano,con un destello de satisfacción en sus ojos.
—Me alegro de verte,muchacho.
—Y yo de verlo a usted,señor.
—No sabía que tuvieras previsto viajar a nuestro lado del mundo.Debiste haberme avisado,para que pudiera preparar nuestro encuentro.¿Tienes dónde alojarte?
—Sí,señor,eso está resuelto.
—Excelente.—Se volvió para dirigirse a las damas.
—Señoras,perdonen que las haya interrumpido.
—En absoluto,señor—lo tranquilizó lady Tanya.—Siempre es un placer verlo.
—Para mí es un placer teneros en nuestra casa.—Se dirigió a su hijastra:—Bella,por favor,informa a la cocinera de que habrá un invitado para la cena.Te quedas,¿verdad,Edward?
—Sí,señor.
—Estupendo—declaró,dándole una palmada en el brazo.—Ven conmigo a la biblioteca para que podamos hablar y tomar un refrigerio.Quiero que me cuentes todas tus aventuras y que me facilites un informe de primera mano de cómo les va a mi hermano y a sus amigos en ese infierno que tú llamas Tejas.En las cartas,siempre quedan cosas por decir.
—Señoras,ha sido un placer—dijo Edward con una inclinación de cabeza.
A juzgar por su amplia sonrisa y el parpadeo incesante de sus ojos,lady Tanya parecía sentirse la destinataria personal del cumplido.
Edward inclinó levemente la cabeza hacia la muchacha que lo había abandonado.
—Bella.
Luego salió de la habitación detrás del conde,preguntándose cómo le habría sentado realmente a ella que se quedara a cenar.
—¡Tienes que contárnoslo todo!
—¿Cómo lo conociste?
—¿Quién es entonces?Si no es el conde...
—¿Todos los vaqueros son tan guapos?
—¿Es posible que sea Forks?No lo ha negado.
—Bueno,tampoco lo ha confirmado.
—Es tan fascinante...Independientemente de quién sea,debemos asegurarnos de que se lo invita al próximo baile.
—Creo que se lo diré a mi madre en seguida...
A Bella la mareaban tantos comentarios y tantas preguntas,apenas podía distinguir quién decía qué.En realidad,no parecían interesadas en las respuestas,hasta que lady Tanya preguntó sin rodeos:
—Bella,está claro que tú ya conocías a ese hombre.¿Cómo te has sentido al volver a verlo?
De pronto,se hizo un denso silencio,pero Bella no podía contarles la verdad.Edward había conseguido lo mismo de siempre:confundirla,excitarla y enfurecerla.Después de tantos años,pensaba que lo había superado,que se había olvidado de él con la misma facilidad con que él se había olvidado de ella.Pero le había bastado volver a verlo para resucitar aquellos recuerdos y aquellas emociones no deseadas.¿Cómo iba a responder a lo que le estaban preguntando?
Se había levantado al aparecer su padrastro y aún no se había sentado de nuevo.Apartó la vista de la puerta y miró por fin a sus invitadas,con la esperanza de enmascarar debidamente todas las emociones que la invadían.Había dispuesto de años para ensayar aquel momento.
—No quisiera parecer una anfitriona descortés,pero tenemos invitados inesperados,mi madre ha salido de compras y debo encargarme de organizar la velada en su lugar.Ruego que me perdonéis,pero tengo que pediros que os marchéis.
Las jóvenes se pusieron en pie rápidamente.
—Por supuesto—dijo lady Tanya.—Lo entendemos,pero por favor,dinos...¿cuál es esa deuda misteriosa que ha venido a cobrar?
—Una moneda—respondió Bella precipitadamente,con la intención de poner fin a la conversación y si es que era posible,librarse de todas ellas de inmediato.—Le debo una moneda.
—¿Ha venido desde tan lejos por eso?
Bella se obligó a sonreír.
—Sé que suena ridículo...
—A mí me parece fascinante.Su presencia animará muchísimo la Temporada—la interrumpió lady Tanya.
Cielo santo,con suerte,Edward no estaría en Londres el tiempo suficiente como para participar en la Temporada social.Aunque,si buscaba esposa,Bella dudaba que fuera a encontrar en todo el planeta un mejor mercado matrimonial que el que estaba a punto de organizarse en Londres.De pronto,no le apeteció nada ser testigo de su búsqueda.
—Si me disculpáis,Mike os acompañará a la puerta.
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