Narra Alma
A la mañana siguiente me desperté temprano. Hacía un buen día, desayuné rápido y decidí ir a dar un paseo por la ciudad para ir acoplándome a este lugar.
Fui a vestirme y cuando iba a salir por la puerta me llamaron al móvil.
- ¿Si? –pregunté.
- Cariño. ¿Cómo estás?
- ¡Mamá! Bien, bueno, sí, ya me entiendes, ¿y tú? ¿y la familia?
- Bien, echándote de menos.
- Yo también a vosotros, pero ya sabéis que cuando queráis las puertas están abiertas, luego me conecto y pongo la cam., ¿vale?
- ¿Te vas?
- Sí, iba a visitar un poco la ciudad.
- Dile que vaya con cuidado. –dijo mi padre.
- ¿Has oído a tu padre?
- Sí, pero tranquilos, no me meteré en problemas.
- Es por los Vulturis, si te ven y averiguan que eres una Cullen, irán a por ti, y no quiero que te pase nada.
- Tranquila. ¿Y como está Ja…? –no pude terminar su nombre.
- Pues… -dijo mi madre. –cariño, no está muy bien, todavía no, pero le ayudaremos.
- Gracias mamá. –solté una lágrima. –dile cuándo pase un tiempo un par de meses que gracias por el regalo.
- ¿Nunca le dirás la verdad?
- Puede. Hasta que no esté ya con otra, no creo.
- ¿Otra? Cariño… no habrá otra, lo sabes.
- Mamá, ahora no por favor, no quiero…
- Tranquila, vete. Cuidado.
- Lo tendré.
Salí de casa con una chaqueta que hacía fresco y empecé a recorrer la ruta turística.
Visité varios museos también, y luego llegué donde está el campanario, era bonito, muy bonito, grandísimo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y reaccioné a los pocos segundos de quedarme embobada mirando aquel edificio.
Cuando era hora de comer fui a mi casa y me preparé poca cosa.
Encendí la televisión y allí pasé dos horas, mirando una película, ese recuerdo me vino cuando Jacob y yo mirábamos alguna película en el sofá los dos juntitos.
Poco rato después me conecté al ordenador y vi que estaba mi madre. Rápidamente pusimos la web cam las dos para vernos, y me encontré una sorpresa.
- ¡Sorpresa! –dijeron todos amontonados.
- Familia. Que sorpresa. –dije con una sonrisa.
Hablamos un rato y programaron un día de visita todos, así fue en dos semanas vendrían.
Cuando oscureció decidí dar un paseo a la luz de las farolas de la plaza mayor.
Había poca gente por la calle. Era todo precioso de noche.
Cuando volvía a mi casa vi a Iván, el chico del avión. Estaba en dos casas más debajo de la mía.
Decidí llamarle para comprobar que fuera él.
- ¿Diga? –preguntó.
- ¿Iván?
- Sí. ¿Quién eres?
- Alma.
- Oh, como estás. ¿Pasa algo?
- Tranquilo, solo estaba comprobando una cosa.
- ¿El qué?
- Gírate.
Colgué y se giró.
- Wow, hola.
- Buenas, estaba comprobando que fueras tú.
- Que haces a estas horas…
- Vivo dos casas arriba. ¿Y tú?
- Vivo aquí con dos amigos, compañeros de la facultad.
- Que cerca que estamos. –soltamos unas risas.
- ¿Quieres pasar? –me ofreció.
- No, gracias. Me voy a casa a dormir, ya.
- Si necesitas algo, ya sabes.
- Gracias. Buenas noches.
- Buenas noches. –nos dimos dos besos.
Fui a mi casa, por lo menos ya tenía un amigo aquí, en este lugar.
Me dormí enseguida esa noche.
Dos semanas después…
- Pasad. –dije a mi familia que vinieron.
Me estrujaron como una muñeca de trapo y muchísimos besos.
Se quedaron durante dos días, los mejores días.
- Echaba tus chistes malos, tío Emmet. –le dije dándole un abrazo, y se quedo con una cara K.O.
- ¿Malos? –repitió.
- Sí, cariño, nadie te lo ha dicho, aunque son malos, dan risa. –dijo Rosalie, mi tía.
- ¿Qué?
- Lo siento, pero aun así te quiero. –se dieron un beso, y todo solucionado.
Al ver el beso de mis tíos eché en falta una cosa.
Me levanté de la silla de la terraza y bajé bajo donde tenía el lobo de madera, lo cogí y lo acaricié en las yemas de mis dedos.
- Cariño. –dijo mi madre, lo cuál hizo que sobresaltara.
- Mamá…
Mantuvimos una breve conversación, por la cuál terminó interrumpida por mi abuelo, Carlisle.
- Alma, ¿Cómo está tu sed?
- Por ahora nada. ¿Pero hay algún bosque cerca?
- Hay dos, te voy a decir, pero escucha en uno no debes ir nunca, me lo prometes.
- Sí. ¿Qué ocurre?
- Ve al que está más cercano del sur, está a diez minutos de aquí, y el otro está más cerca de la torre, ese pertenece a los Vulturis, entierran allí los cadáveres de las personas que beben su sed, te los podrías encontrar, y por favor…
- Tranquilo. Gracias. ¿La torre? Es esa que hay en la plaza mayor.
- Sí, no te acerques mucho por ahí.
- Siempre paso y noto como un escalofrío recorrer mi cuerpo.
- Es el poder que tienen metido ahí dentro, están todos ahí metidos, por eso al principio notarás como una corriente.
- Sí.
- Que no se te note que eres algo vampira.
- No.
Lo que me había acabado de contar Carlisle, me impactó un poco por lo de los cadáveres muertos en el bosque.
En mi casa cuándo toda mi familia se fueron empecé a poner cosas, cosas que me trajeron y que me regalaron para la casa. Por supuesto mi tía Alice, ropa. Lo típico.
Fui a dar un paseo después de que se fueran y entorpece otra vez con el vecino.
Esta vez acepté la invitación de entrar a la casa.
- Hola. –dije al ver al resto de los chicos.
- ¿Ya? –dijo uno sorprendido.
- Cállate. –dijo Iván. –no hagas caso de los que te digan.
- Vale. –sonreí. –me llamo Alma. –me presenté.
- Rob. –dijo el morenito con ojos azules grisáceos.
- Paolo, pero me puedes llamar Pau.
- Encantada.
Hablamos un poco todos, me sentí incomoda al principio al ser todo chicos menos yo. Pero fui cogiendo confianza poco a poco.
Cuando era hora de cenar me fui a mi casa.
|