Corazón de diamante(+18)

Autor: kelianight
Género: Sobrenatural
Fecha Creación: 18/08/2010
Fecha Actualización: 21/11/2010
Finalizado: SI
Votos: 9
Comentarios: 42
Visitas: 40132
Capítulos: 26

 

Bella se convierte en vampiro por amor y una profecía olvidada se vera cumplida… ¿Podrá Edward, convivir con la culpa que siente al ver que Bella perdió su alma por el? Solo el tiempo lo dirá o no…

Los personajes les pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen, que me dio permiso para publicarlo aqui.

 Su beta es Darla gilmoe

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 6:

Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y el fic es de Crisabella Cullen.

Pasó un poco más de cinco meses desde aquel día extraño. No supimos nada de Zafrina, aunque Carlisle intentó ponerse en contacto con ella. Alice nos dijo que volvería en su momento. No le dimos más importancia al asunto.

Aunque en el fondo estaba desconcertada por lo que pasó, no dije nada y menos a Edward. Los dos vivimos la visión desde perspectivas diferentes y fue un poco traumático. ¿Quién era Hadara? ¿Qué pasó con ese humano en esa isla y por qué Zafrina nos lo enseñó? Eran preguntas que estaban suspendidas en el aire.

Alice estaba convencida de que yo era la verdadera inmortal. Yo no lo creía así. No podía ser yo, era algo descabellado. Alice empezó a investigar los libros de Carlisle, gozaba de una gran colección muy antigua. Por cierto, nos mudamos. Vivimos cerca de Vancouver, más exactamente en las afueras, cerca del parque de Giralbi.

La población animal era densa y perfecta para nuestra dieta. Los Cullen tenían ahí una casa de tres pisos parecida a la de Forks y muy acogedora.

Me pasé el viaje entero sin respirar y con gafas de sol puestas, con Jasper pegado a mí y Edward que me rodeaba con sus brazos todo el tiempo, asegurándose así cualquier movimiento brusco de mi parte y poder reaccionar a tiempo.

Esme hizo añadir una piscina en la parte de atrás de la casa. Adiviné que era para mí, por si acaso mi don, que ahora dominaba casi por completo, se me iba de las manos. Agradecí su gesto. Hasta el momento no tuve necesidad de refugiarme en ella. Eleazar me dijo que yo tenía dos dones, el dominar el fuego y un escudo mental. Por eso Edward no podía leerme la mente.

También nos comentó que en el momento que me vio la primera vez, y eso fue aquel día de la visión de Zafrina, tenía más de dos. Él contó al menos cinco, pero cuando la visión de Zafrina dejó de actuar estos desparecieron de repente. Eleazar cree que pudieran ser los poderes de Hadara que se vieron reflejados en mi. En algunos momentos, él mismo no estaba seguro de mis dones pero esto estaba por aclarar, aun.

Había muchos puntos oscuros en todo esto y yo estaba perturbada. Solo quería ser un vampiro más y ya. Nada complicado, pero claro, conmigo siempre era todo complicado. Y lo más raro fue lo de las lágrimas de sangre. Carlisle me hizo varias pruebas y el diagnostico fue y seguirá siendo que los vampiros no podían llorar. Deduje que las lágrimas no eran mías sino de Hadara, pero Edward no compartía mi opinión. Dijo que era exactamente el mismo olor a mi sangre que cuando era humana. Dejamos el tema y la investigación a Carlisle.

Mi primer encuentro con los humanos fue algo difícil. El dulce olor que desprendían y el constante latir frenético de sus corazones era como una llamada agresiva de la naturaleza. Fue muy doloroso, y mi garganta ardía en fuego nada más recordarlo. Comprendí lo que debió sufrir Edward al estar cerca de mi cuando era humana. Me explicó que era más fuerte su amor por mí que las ansias de beber mi sangre.

Emmett, Alice, Rosalie y Jasper fueron a un instituto nuevo. Carlisle dijo que había que seguir aparentando ser una familia normal. Yo me quedé en casa y estudiaba por correspondencia, no estaba muy segura de poder afrontar las clases con todos esos aromas deliciosos a mí alrededor. Lo último que nos faltaba es que por alguna razón entrara en un estado de ansiedad tal, que empezara a brillar de esa luz roja.

Me quedaba con Esme. Era una mujer muy maternal, y muy dulce. Me gustaba pasar tiempo con ella.

Cuando terminé mis deberes del día siguiente, miré el reloj. Aun faltaba más de dos horas para que regresara Edward. Salí del habitación y me guié escuchando el canturreo de Esme. Estaba en el jardín, regando sus rosales.

— Esme, voy a ir a practicar con mi escudo — indiqué.

Ella levantó la vista y me sonrió.

— Le diré a Edward que te busque cuando regrese. Recuerda lo que te dijo Kate — me dijo dulcemente ella.

Asentí y empezé a correr hacia el parque. Kate me había ayudado en descubrir cómo hacer que mi escudo saliera de mi cuerpo y extenderlo.

Me dijo que solo con la práctica podría dominarlo cada vez mejor. Y eso hacía cada día. Fui tan lejos como para estar segura de que no hubiera ninguno humano cerca, incluso olisqueé el aire en busca de algún aroma para estar segura. Nada de nada.

Llegué a una zona despejada, el río estaba cerca y era tan espacioso como un campo de fútbol. Perfecto. Era un día lluvioso y el cielo amenazaba como una gran tormenta para dentro de un rato.

Me concentré en mi escudo. Me quedé muy quieta. Empecé a empujar con todas mis fuerzas la barrera de mi mente, esa que me protegía de ser escuchada por Edward. Jadeé del esfuerzo y apreté los dientes, empujé más fuerte. Sentí como una fina tela iba recubriendo mi cabeza y luego bajó por mis hombros. El calor en mis pies se activó por el esfuerzo y el fuego de mi don estaba listo para ser usado, pero lo ignoré. No quería fuego ahora, quería que mi escudo saliera de mi cuerpo para poder extenderlo. No hubo manera de hacerle bajar más allá de mis hombros y sin más volvió a su forma original en torno a mi mente. Siseé contrariada.

De repente se escuchó un repentino estallido proveniente del cielo. Levanté la vista, la tormenta estaba por desatarse. Decidí volver a la casa cuando escuché un débil lamento.

Me paralicé y agudicé el oído para ver de dónde provenía. Venía del norte, estaba como a menos de 1 kilometro. No sabía qué era y me pudo la curiosidad.

Empecé a correr en esa dirección. Quizás fuera algún oso. Cazaría más temprano hoy y así pasaría más tiempo con Edward. Me imaginé que era algún animal herido o algo. No sería divertido no correr tras él, pero si ese era el caso acabaría rápido con su sufrimiento.

Llegué rápidamente a una zona en donde el río se ensanchó hasta casi formar un lago y en el otro lado fue cuando lo vi. Un humano. Estaba echado boca abajo y visualicé que unas de sus piernas, estaba atrapada bajo una roca desprendida. Estaba lleno de barro y completamente empapado. Su cuerpo temblaba levemente. Escuché el débil murmullo de su corazón. Estaba vivo pero no por mucho tiempo si seguía ahí y con este clima.

Rodeé el pequeño lago para acercarme a él. Tenía que comprobar si podía ayudarlo y a escasos 5 metros de él me paré en seco. Olí su sangre. Dulce, caliente y mi garganta ardió de sed. No quería matarlo, no podía, eso no estaba bien y luché contra mi necesidad con todas mis fuerzas. El escudo de mi mente se estiró de repente, quedé sorprendida con qué facilidad salió. No estaba segura de qué lo hizo salir, pero sentí con la fina tela me envolvía por completo. Era flexible y apenas perceptible al ojo humano. Ahí me di cuenta de el olor a sangre había desaparecido por completo. Exactamente no olía a nada, ni a sangre, ni a musgo fresco y ni a la lluvia que removía la tierra. Mi escudo me estaba protegiendo de una extraña manera. Tenía que ir a por ayuda para ese hombre.

Cuando estaba retrocediendo lo escuché jadear.

Ayuda… por favor… ¡ayuda! — lo escuché hablar.

Lo miré de nuevo. Seguía temblando y no sobreviviría si no hacía algo.

Aproveché el hecho de que mi escudo me protegía de olerle la sangre para acercarme a él. Estaba en muy mal estado. Tenía una buena brecha en la cabeza y su pierna estaba posicionada de manera muy poco normal. Estaba rota y atrapada. Debía sufrir mucho.

— Me duele… voy a morir.

Volvió a hablar en un lamento de angustia. Tenía que hacer algo, rápido.

Seguramente Alice me había visto y no tardaría en llegar la ayudad, pero no estaba segura de si encontraran mi rastro. Lo más probable es que la lluvia hubiera borrado todo indicio de mi paso.

Lo primero que hice fue ir por varias ramas de árbol, estaban muy llenas de hojas y las puse de manera a que protegieron al humano. Hice como una pequeña tienda de acampar provisional. Me aseguré de que el agua no se filtrara mucho, aunque no tenía idea si lo hacía bien o no.

Luego recogí varios troncos secos y ramas para poder encender un fuego cerca de él.

— Eres muy hermosa ¿eres un ángel y has venido a llevarme al cielo? — balbuceó el hombre.

Lo miré con indecisión. No sabía qué contestar, pero su alusión me recordó en que yo también creía que Edward era como un ángel.

— No lo soy. Vendrán pronto a ayudarle — le contesté despacito.

Él me miró con una expresión de ver algo increíblemente bello. Y luego rodo los ojos y perdió el conocimiento. Seguía vivo. Me apresuré a prender el fuego cuando me di cuenta de que no llevaba cerillas ni nada.

¿Qué podía hacer? ¡Seré tonta! Si soy mi propio fuego. Bufé de mi estupidez.

Me arrodillé y posicioné mis manos a ambos lados de la pequeña hoguera. Luego me concentré en eso.

Fuego, acude a mis manos y prende la madera seca para dar calor a un pobre humano muerto de frio.

Pedí en mi mente.

Y el fuego que hasta ahora quedó apartado, iluminó mis manos y formó una diminuta bola de no más grande que una nuez. Luego lo deposité en la madera y sople despacito para avivarlo. No tardo en arder y provocar una cálida sensación de calor. Observe como el humano se estremeció y sus ojos temblaron un poco, pero no despertó.

Ahora quedaba el cómo avisar a Edward en dónde encontrarnos. No llevaba celular, lo había dejado olvidado.

Una idea me vino a la mente. Esperaba que funcionara. Me alejé del humano y cuando quedé segura de que el humano no podía ver a tras de unos árboles, por si se despertara, me concentré de nuevo. Puse mis manos palmas hacia arriba en dirección al cielo.

Fuego, ven a mis manos de nuevo, te lo ruego.

Sentí el cosquilleo familiar en mis palmas, el calor creció y mis palmas centellaron de rojo fuego.

Quiero una pequeña esfera como la de antes.

Y se formó la bola, muy pequeña y como una nuez. Era hermosa. Junté las palmas un poco y llevé mis manos hasta estar cerca de mis labios.

Ve, obedéceme. Busca a Edward e indícale el camino a seguir. Tráelo hasta mí.

La esfera de fuego pareció cobrar vida propia, palpitó en mis manos y se lanzó como una bala bosque adentro. Esperaba que funcionara.

Era algo nuevo, no sabía si funcionaría. Pensé en Edward, conociéndolo estaría muerto de angustia de no encontrarme. Jasper no podría ni manejar sus nervios. Era muy sobreprotector conmigo.

Regresé cerca del humano. Seguía inconsciente. Vigilaba el fuego a distancia segura por si mi escudo volvía a mi mente de repente. Lo sentía fuerte pero por precaución me aleje más del humano.

— ¡Bella! Bella… ¡para a esa cosa!

Escuché la voz de Alice, alertada miré y la vi salir de entre la maleza y dar un salto tan grande que voló por encima del pequeño lago. Aterrizó delante de mí y me agarró de los brazos.

— ¿Qué cosa? — pregunté con rapidez.

Ella me señaló con un dedo y yo miré y vi horrorizada como la esfera llameante había crecido y perseguía a Edward. Este corría despavorido y asustado en mi dirección.

— ¡Oh, Dios, Edward, no!

Fue lo único que se me ocurrió decir y me lancé a su encuentro. Llegué a él antes de que la bola de fuego casi lo alcanza y la bola se paró en seco cuando me posicioné delante de ella. Edward quedó a mi espalda muy apegado a mí.

Esfera de fuego, gracias por traerme a Edward. No necesito más de tu ayudad, ven regresa a mí.

Le dije en mi mente.

Extendí mi mano y la bola se aovilló en ella, y mi piel absorbió el fuego en segundos. Cuando estuve segura de que el fuego dormía en mí, me volví despacito.

Oh, por favor que no le haya hecho daño a Edward, por favor, por favor… no podría suportar haberlo quemado, ¡lo quiero tanto! Se lamentará otra vez de haber creado un monstruo…

Pensé para mí.

Edward me miraba con fijeza, no supe interpretar su rostro. Pareció pasmado por algo cuando de repente me besó con urgencia.

No fue un beso cuidadoso y tímido como estaba acostumbrado a darme, era muy sensual y profundo. Acarició mi rostro con sus manos y yo entrelacé mis brazos a su cuello. Aunque compartíamos la misma habitación, él me dejó muy claro que me respetaba demasiado como para que pasara algo entre nosotros. Yo me enfadé, claro, y me moría por hacer el amor con él, y él no por ser un anticuado incurable.

Me deleité con su beso, fue tan apasionado que empecé a sentir un deseo urgente, algo nuevo para mí. Hasta que alguien carraspeó molestamente.

— Vaya momento que han elegido para darse el lote — se mofó Emmett.

Edward se separó un poco de mi, y le gruñó a su hermano. Alice nos miraba divertida y Jasper por lo visto sintió nuestro estado de ánimo e intentaba tan bien como pudo, esconderlo. Pero sus ojos se veían complacidos. Emmett se carcajeó de algo que seguro pensó y Edward se tensó. Yo tuve la sensación horrible que sus pensamientos iban dirigidos a mí y de qué manera.

Me avergoncé y sentí que mi escudo se encogía a una velocidad alarmante. Bloqueé mi respiración cuando este volvió al entorno a mi mente. Edward me miró buscando algo en mi rostro, y yo que no tenía manera de explicarle, me alejé en dirección al bosque.

Ahí es cuando me di cuenta de que Carlisle estaba atendiendo al humano. Pero no me detuve. Escuché los pasos de Edward atrás mío, me seguía. Ralenticé un poco para poder correr a la misma velocidad que él, yo aunque no lo aparentaba seguía siendo neófita y tenía más fuerza que cualquier de los Cullen, incluyendo a Emmett.

— Bella, ya estamos lo bastante lejos, para.

Me paré y el vino hasta estar frente a mí. Me miró directamente a los ojos.

— ¿Cómo pudiste resistir? — preguntó él con los ojos brillantes.

— No quería matar al humano. Y sin saber cómo, mi escudo salió de mi cabeza y me protegió de oler cualquier cosa — indiqué.

— ¿Pero no sentiste el deseo urgente de beber su sangre?

— Si. Y fue muy doloroso resistirse a eso. ¿Hice algo mal?

Balbuceó algo tan bajito que no supe que dijo.

Me tensé un poco. Edward se dio media vuelta pensativo, y ahí mis ojos vieron la parte de atrás de su camisa. Unas manchas negras y redondeadas habían por varios lugares, como 7 o 8. Mire más detenidamente y vi lo que eran en realidad. Quemaduras. Lo había hecho, le había dañado. Dejé escapar un pequeño grito de horror y entré en pánico. El fuego se despertó en mí y acudió sin esperar a mis manos que apreté con fuerzas. Empecé a brillar de esa luz centellante roja con fuerza. Iluminaba todo alrededor mío, dando así un efecto sinuoso y perturbador a los arboles y ramajes.

— ¡Te he hecho daño! — grité con horror.

Él estaba en la misma posición que antes pero cara a mí. No podía verle a los ojos.

— Bella, no fue nada — dijo él con seguridad.

Sabía que mentía por no hacerme daño. Sollocé disgustada.

— No mientas, Edward, he visto las quemaduras de tu camisa.

Y levanté la vista a verle, él me miró con impaciencia. Levantó sus manos y con un movimiento rasgó su camisa que cayó al suelo, hechos girones.

— ¿Lo ves?, no tengo nada.

Observé su torso perfecto con meticulosidad. No había ni la sombra de una quemadura, se dio la vuelta por completo y estudié su espalda. Tampoco había nada. Suspiré aliviada, sentí como poco a poco el fuego fue perdiendo su intensidad. Pero seguía sintiéndome culpable.

— Tu bola de fuego me rozaba un poco cuando no tomaba la dirección correcta, eso fue todo — indicó él.

Se acercó a mí y yo automáticamente retrocedí un paso. Era consciente que aun podía quemar a Edward. Levanté una mano y extendí la palma hacia a él para enseñarle la tenue luminosidad rojiza que salía de mi piel.

— Aun podría quemarte, no te acerques a mí — le rogué.

Él me sonrió con esa sonrisa torcida y luego apretó los labios para no reír. Negó con la cabeza y yo me quedé perpleja hasta que vi aparecer a Alice a pocos metros. Comprendí que él estaba respondiendo mentalmente a alguna pregunta de su hermana.

— Venía a ver si necesitabas ropa de recambio — anunció Alice.

Me puse rígida durante un instante, hasta que me percaté de la gran sonrisa de Edward. No sabría decir si se debía al comentario de Alice o a mi reacción. Bajé la vista y al ver mi ropa. Seguía ahí. No la había chamuscado tanto, esta vez.

— Carlisle dice que el humano se recuperara, Bella. Sin tu ayuda, probablemente hubiera muerto.

Miré a Alice y le sonreí aliviada.

— Me alegro por él.

— Sorprendente, ¿verdad?— dijo Alice mirando a Edward —. ¡Oh, vamos, admítelo! Tuve razón todo el tiempo.

Escuché el débil bufido de Edward. Lo miré, su frente estaba poblada de arugas, estaba preocupado. Llegó Emmett con su imponente tamaño y rió fuertemente.

— ¿Es que no piensas decírselo? — preguntó Emmett a Edward.

Yo seguía mirando curiosa. Alice rió de repente.

— Bella, yo te contaré lo que ha pasado — continuó él, acercándose a mí.

Pasó un brazo despreocupado por mis hombres. Yo jadeé del susto y me obligué a estar tranquila. No le temía a él, sino al hecho de que mi piel seguía estando ligeramente roja, no pareció molestarle ese hecho.

Fuego regresa a mis pies, ¡ahora!

, ordené.

Mi piel volvió a la normalidad de inmediato, sentí el calor de las llamas deslizarse rápidamente hasta detenerse cerca de los tobillos.

— ¿Emmett, estás bien? — pregunté mirándole preocupada.

Él me rodó los ojos.

— Pues claro. Sabía que no me quemarías, hermanita.

Intercambié una mirada con Edward. Él se había dado cuenta de mi miedo pero no hizo nada para impedir que Emmett se me acercara. Él, ajeno a esto, siguió con su relato tan tranquilo.

— Bella, no tuve clase a última y estaba esperando en el coche a mis hermanos. De repente vi salir a Edward del edificio como si llevara toda la pena del mundo en sus hombros — mientras explicaba hacía gestos de imitación muy graciosos e incluso intentó recrear en su cara la de Edward en ese momento, siguió —. Alice le decía una y otra vez que tú no ibas a matar al humano que lo había visto, pero no sirvió de nada. Estaba tan ansioso durante la vuelta que destrozó su teléfono y el de Alice cuando intentó llamar a Carlisle para avisarle de la situación. Jasper tuvo que saltar a su espalda para que pudiera llegar a intentar tranquilizarlo un poco. Fue muy cómico. En un momento dado tuvimos que parar el coche en seco para no atropellar a dos ancianas que pasaban y Edward se cabreó con ellas y les gritó que se dieran prisa, en eso Jasper se apretó más a Edward y cuando las abuelas miraron para sermonearle, ellas dijeron y cito sus propias palabras: ¡Oh, por todos los santos! Serán sinvergüenzas… ¡Dos "guays" besándose en un coche en marcha! — imitó la voz de la anciana a la perfección.

Ahí Emmett dejó de hablar y estalló a carcajada, Alice también rió. Yo no. No veía la gracia. Incluso me molestó bastante que se burlara de su hermano. Miré a Edward, no me veía a los ojos. Estaba ligeramente inclinado contra un árbol. Sus hombros caídos y su rostro muy serio. Casi podía imaginar el miedo que pasó.

— Alice — la llamé.

Vino hasta mi con su andar de bailarina. Cuando vio lo que yo pretendía, se puso seria un segundo y luego indicó la bolsa que traía en mano. Le di una gran sonrisa y ella empezó a alejarse muy deprisa. Edward ladeó la cabeza de repente y aguantó una risa con disimulo. Leyó la mente de Alice, por supuesto, y supo lo que yo pretendía.

Dirigí mi mano libre a mi espalda y me concentré. Emmett ni se dio cuenta seguía riendo.

Fuego, ven a mí a mi mano sin delatarme. Forma una esfera muy pequeña.

Pedí con una sonrisa astuta en mi rostro.

Y acudió al instante, sinuosamente el fuego subió se instalo en ella. Puse especial cuidado en no permitir a mi piel centellar. Apreté los dientes del esfuerzo. La mano estaba como a diez centímetros de la espalda de Emmett y con lo grande que era no se dio cuenta hasta sentir el calor. Brincó de repente hacia adelante dando un salto de dos metros.

— A pagar.

Escuché a Edward cuchichear.

— ¿Qué? ¡Pero si solo he contado la verdad! — se disculpó Emmett, mirando fijamente la bola de fuego que flotaba en mi mano.

— Emmett. No quiero escuchar más tus burlas respecto a Edward o a lo que ha pasado hoy. Y no quiero que hagás más bromas sobre nuestra inexistente vida sexual, haciendo alusiones a que parecemos monjes — lo amenacé.

Él me echó una mirada desafiante.

— No quiero. Me divierto demasiado.

— Tú lo has buscado, recuérdalo — musité.

Edward vino y se puso delante de mí con una sonrisa dejando ver sus relucientes dientes. El cabreo que sentí por culpa de Emmett, hizo que el fuego rugiera dentro de mí y se extendió por todo mi cuerpo, quemando de paso mi ropa. La bola de mi mano se agitó en respuesta.

Ve, te lo ordeno. Haz correr a Emmett y dale un gran susto pero no le quemes.

La bola cobro vida propia y yo la empujé hacia el hermano de Edward. Voló hasta el que parpadeo del desconcierto y salió pitando y gritando.

— ¡Bella! Haz que pare… haz que pare… ¡por favor!

— Esto es divertido, Emmett. No quiero hacerlo — repliqué, sintiendo que volvía mi cuerpo a la normalidad.

Edward se dio la vuelta y yo me vestí con lo que me trajo Alice.

— Creo que mi hermano se lo pensara dos veces antes de volver a gastarnos una broma — indicó él.

— Eso espero. Me exaspera su manera retorcida de pensar, ¿acaso para él solo existe el sexo?

— De hecho, sí. No te haces idea de cuánto me molesta sus gritos mentales y sus alusiones tan descabelladas respecto a nosotros dos.

Se volvió hacia mí. Entonces tomó mi cara entre sus manos, casi con rudeza y me besó, moviendo sus labios insistentes contra los míos. Fue tan inesperado que casi me vuelvo loca y me aferré a él, entreabrí mis labios y solté un pequeño gemido. Lo sentí tensarse. Y me aparté muy rápidamente pensando en que pudiera haberle hecho daño.

— Perdón — murmuré, bajando la vista.

El rio por lo bajo.

— Bella, no me has hecho ningún daño.

Sentí su brazo alrededor de mi cintura. Lo miré a los ojos y su mirada dorada me atrapó. Él reprimió una sonrisa. Luego, inclinó la cabeza y rozó suavemente con sus labios en el hueco en la base de mi garganta.

— ¿Sigues preocupada? —murmuró contra mi piel.

—luché contra las ganas de aferrarme a él otra vez.

Su nariz trazó una línea sobre la piel de mi garganta hasta el borde de la barbilla. Su aliento me cosquilleaba la piel.

— ¿Y ahora? —susurraron sus labios contra mi mandíbula.

—Neófita —aspiré aire—. Fuerza bruta, dolor— balbuceé.

Levantó la cabeza para besarme los párpados.

— Es irónico que ahora seas tú la que tengas miedo de hacerme daño — dijo con tristeza.

Abrí los ojos. Su mirada estaba oscura y lejana.

— Edward, jamás dudé de ti ni un segundo siendo humana. Sabía que no me harías daño.

— Entonces, que eso se aplique a ti ahora, Bella. Sé que no me harás daño nunca.

Me puse de puntillas y presioné mis labios con cuidado pero de pronto, sus labios se volvieron más insistentes que antes y su mano libre se enredó en mi pelo aferrando mi cabeza firmemente contra la suya. Agarré su pelo con mis manos; estaba cruzando los límites impuestos por su cautela, sin duda, pero esta vez no se detuvo. Sentí su cuerpo a través de la fina blusa, y me apreté con deseo contra él. Esta vez me apartó él, jadeando sin aliento.

—Lo siento —dijo —. Esto es pasarse de la raya.

—A mí no me importa en absoluto —resollé.

Frunció el ceño en la oscuridad. Se puso serio.

—Vamos a casa, Bella.

—No, quiero que me beses otra vez.

—Sobrestimas mi autocontrol.

— Maldito autocontrol— farfullé.

Sonrió ampliamente a pesar de sí mismo y pronto se puso serio otra vez.

— No te haces idea de lo complicado que es para mí, luchar contra mis instintos. Con lo que me provocas cada vez que tus ropas se queman. Soy un hombre, Bella y te deseo más de lo que tú piensas.

— Entonces no luches — le supliqué, mi voz se rompió.

Era extraño, sentir una necesidad tan humana, pero no podía ser de otra manera. Mis sentimientos humanos aun estaban a flor de piel. Edward me abrazo con fuerza.

— Basta por hoy de emociones fuertes, por favor — susurró contra mi oído.

Entrelazó mi mano y nos pusimos a caminar en silencio en dirección a la casa.

Me sentía extrañamente exhausta, había sido la primera vez que recurría al fuego tantas veces en un mismo día. Había sido un día muy largo y tampoco en ese momento me notaba aliviada. Más bien me parecía como si estuviera a punto de suceder algo aún peor. Era como una premonición, ya que, ¿qué podía ser peor que quemar a Edward?

No había nada que pudiera estar al nivel del susto de aquella tarde lluviosa, sin duda.

 

 

holaaaaaaaaa que tal estan?

os gusto el capitulo???

a mi me encanto jeje

espero que sigais leyendo el fix xD xq cada vez se pondra mas interesante

os quiero y nos leemos en el proximo capitulo

Capítulo 5: Capítulo 7:

 
14958176 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 11041 usuarios