Disclaimer: Los personajes de la saga Crepúsculo son propiedad de Stephenie Meyer y su casa editorial.
Historia original, queda prohibida su adaptación, distribución y copia parcial o total.
Porque no hay en mi vida un martirio que dure más
Ahora yo te voy a olvidar
Ya ves que me faltas tú
Y ahora te falto yo
Desátame o apriétame más fuerte
Pero no quiero que me dejes así
– Aquí viene mi colaboradora estrella – exclamó Scott cuando me vio cruzar por la puerta.
– Buenos días, perdón por la tardanza – dije nerviosa con un hilo de voz.
El hombre se dio la vuelta para mirarme y sentí que un frío recorrió mi espalda.
– Sr. Jackson, le presento a Bella Swan, la persona encargada de llevar su cuenta.
– Mucho gusto – dijo sonriente extendiéndome la mano.
– Igualmente – contesté estrechándosela.
El alma me volvió al cuerpo cuando me di cuenta que no era mi desconocido, suspiré aliviada y, entonces, caí en la cuenta de algo en lo que no había pensado, ¿existiría la posibilidad de que algún día me lo encontrara en la calle con los miles de habitantes que hay en esta ciudad?, ¿su trabajo tendría que ver con la publicidad?, sacudí la cabeza para librarme de esos pensamientos y me senté al lado del cliente.
La junta transcurrió de lo más normal, el Sr. Jackson quedó bastante satisfecho con la presentación y nos indicó que necesitaba la campaña para el viernes por la tarde. En cuanto salió de la oficina, el corazón se me volvió a acelerar porque no había nada que me salvara del regaño de Scott y lo confirmé cuando cerró la puerta, ya que siempre la tiene abierta salvo cuando está con un cliente o cuando no quiere que los demás escuchen lo que tiene que decir. Caminó en silencio de regreso para sentarse frente a mí y coloco ambos brazos en la orilla del escritorio.
– Felicidades Bella, la presentación estuvo estupenda como siempre.
– Gracias – respondí tímidamente mientras le daba un sorbo a mi vaso de agua.
– Pero, eso no te salva de que tengamos una charla tú y yo, sabes que te aprecio Bella, eres una gran chica y además eres comprometida con tu trabajo y precisamente eso es lo que me preocupa, ¿qué pasa contigo?, la semana pasada llegaste tarde, no te dije nada porque fue un día después de tu cumpleaños y bueno, puede ser comprensible, pero hoy te retrasaste más de dos horas, no me dejaste la presentación y la tenías guardada con llave, no respondías el celular y no te reportaste para, al menos, saber que estabas bien.
– Perdón, te podría dar miles de excusas, pero la verdad fue que me quede dormida, anoche no dormí bien y mi celular estaba dentro de mi bolso y no lo escuchaba.
– Agradezco tu honestidad, eso es lo que me siempre me ha gustado de ti, pero aparte de eso, te noto extraña, has estado distraída, ausente, ayer confundiste los slogans de unas marcas que no tienen nada que ver entre sí, ¿tienes problemas Bella?, sabes que puedes confiar en mí.
Me quedé en silencio, ¿qué iba a responderle?, que estaba perdiendo la razón por un extraño que me hacía suya de cuanta forma se le ocurría y que eso aumentaba más y más mi ansiedad de querer estar con él, que mi mente viajaba y fantaseaba con las ideas más inverosímiles que se me ocurrían con él, que a todo lo que había a mi alrededor le estaba encontrando un lado sexual que posiblemente ni tenía, que había descubierto una Bella sensual, traviesa, coqueta y sin inhibiciones que desconocía que existía y que sólo ese hombre desconocido hacía surgir, que me hacía sentir mujer como nadie lo había hecho jamás. Tomé un respiro antes de hablar.
– Creo que es una crisis post–cumpleaños – respondí deseando que me lo creyera.
– Niña, eso déjalo para mí que estoy a punto de cumplir 40 años, tú tienes 23, hasta podrías ser mi hija.
– Sí, pero, bueno, a mi edad mis papás ya se habían casado y yo ya había nacido – yo no deseaba eso, pero fue lo único convincente que se me ocurrió decir.
– Y por eso ahora están divorciados, tienes una larga vida por delante Bella, eres brillante en tu profesión y tienes mucho futuro ahí, el matrimonio y los hijos vendrán después, todo en su adecuado momento.
– Lo sé, supongo que me entró un poco de depresión por estar sola en mi cumpleaños – dije mientras pensaba que fue lo mejor que pudo haberme pasado – pero, te prometo que a partir de hoy seré la misma chica responsable de siempre, no más llegadas tarde ni divagaciones en horas de trabajo.
– Tampoco quiero un robot Bella, sólo quería asegurarme de que estuvieras bien.
– Y lo estoy, mejor que nunca, ¿puedo irme a mi oficina?
– Anda, que tienes mucho trabajo.
Me dirigí a mi oficina y Audrey me siguió para saber el reporte de la mini charla que había tenido con mi jefe, entramos y ella cerró la puerta y se sentó frente a mí mientras yo daba la vuelta al escritorio para ocupar mi lugar.
– ¿Qué te dijo Scott?
– Que estaba preocupado por mí porque últimamente llego tarde y ando distraída.
– ¿Y tú qué le dijiste?
– Que era una crisis por mi cumpleaños.
– Sí, claro, pero a mí sí me vas a decir la verdad.
– No tengo nada, sólo estoy saturada de trabajo y por lo mismo anoche no pude dormir, estoy estresada por el coctel que tendremos mañana, aún faltan detalles, por cierto, tenemos que ir al salón a checarlos.
– Sí, en verdad es un evento importante el de mañana, pero tú estás rara desde tu cumpleaños, algo sucedió ese día que no sé porque no me lo quieres decir – abrió los ojos como platos y se llevó las manos a la boca – Jacob al fin te pidió matrimonio, por eso andas así, toda nerviosa y ansiosa, te dio tiempo para pensarlo y por eso aún no traes puesto el anillo, mala amiga, con que ocultándome información.
– Que buena imaginación tienes Audrey, Jacob no me ha dado ningún anillo ni me ha pedido nada, ¿no recuerdas que me dejó plantada el día de mi cumpleaños?
– Bueno, es que no encuentro otra razón para tu repentino cambio, obviamente no se trata de un amante, no te atreverías a engañar a Jacob y menos con lo…
– Perfecto que es – la interrumpí porque ya me sabía esa línea de memoria – ¿tan aburrida soy?, como para no buscarme un amante que me entretenga mientras mi novio no está – ¿eso era en realidad ese extraño para mí?, ¿sólo un pasatiempo para mitigar mi soledad?, y si era eso porque cada día que pasaba anhelaba y deseaba más y más estar con él sin importarme lo demás.
– No eres aburrida Bella, simplemente eres una chica con valores que ama a su novio y que jamás haría algo que pudiera dañarlo – se levantó de la silla – ¿a qué hora vamos al salón?
– Después del almuerzo.
– Ok, entonces iré por mi bolso porque ya sólo faltan cinco minutos para la una.
Asentí con la cabeza mientras miraba el monitor de mi computadora, que apenas se encendía en tanto sentía las palabras de Audrey retumbar en mi mente, ¿qué era lo que había hecho?, ¿dónde habían quedado mis valores?, ¿qué pasaría si Jacob se llegara a enterar?, ¿qué haría? Eso le dolería profundamente, le causaría un daño enorme y no se lo merecía, no, porque antes de novios éramos amigos, él había sido quien me apoyó cuando mis padres se divorciaron, quien me hizo ver que no era culpa mía, él había secado mis lágrimas en innumerables ocasiones, quien me había abrazado en las noches de tormenta que tanto me asustaban, el que me había llevado al baile de graduación, con él fue mi primer beso, mi primera vez, quien me conocía mejor que nadie. Y no se merecía lo que le estaba haciendo, no había justificación alguna para mi comportamiento, ¿cómo pude olvidar todo eso y cambiarlo por unos momentos de placer con alguien para quien yo no significaba nada?, para quien yo era sólo un número, una conquista más y ni siquiera eso, era sólo una más en su cama y, entonces, me sentí tan miserable y ruin, ¿cómo fui capaz de dejarme llevar por las bajas pasiones en lugar de pensar con la cabeza? Y fue cuando tomé la decisión de no buscarlo más, no iba a arruinar mi vida por alguien del que ni siquiera sabía su nombre.
Hoy hacía exactamente tres semanas desde mi último desliz, me había costado trabajo resistirme, tenía que reconocerlo, había noches en las que flaqueaba y tomaba el celular pero me obligaba a mí misma a ver la fotografía que nos tomaron a Jacob y a mí en Disneylandia para tomar valor y evitar llamar al extraño. Curiosamente Jacob se había dado más tiempo para estar conmigo, cenábamos juntos tres veces a la semana y todos los domingos habíamos ido al cine y entonces me sentí más culpable, porque si él estaba teniendo ese comportamiento es porque había notado algo raro en mí.
Esa noche me encontraba viendo el televisor en mi habitación, era viernes y a pesar de que eran las ocho yo ya estaba en pijama. Mi celular sonó y lo tomé de la mesa de noche, el identificador señalaba “número restringido”, eso me llamó mucho la atención, pero pensé que podría ser algún cliente de la agencia llamando de un Nextel, así que contesté. “Hola, buenas noches”, dije amablemente y me respondió el silencio, no se percibía ningún ruido, “hola, ¿hay alguien ahí?”, pregunta tonta porque evidentemente alguien me había marcado y debía sostener un teléfono del otro lado. Y, de pronto, escuché un suspiro que me erizó hasta la punta del último cabello seguido por el tun, tun, tun que indicaba que había colgado.
Mi corazón se había disparado y me quedé como idiota viendo fijamente mi celular, en espera de que volviera a sonar, pero nada. Me levanté bastante inquieta de la cama y empecé a caminar de un lado a otro de la habitación, como león enjaulado, ¿sería posible que fuera él buscándome?, ¿me habría echado de menos?, ¿significaba yo algo para él por mínimo que fuera? Habían pasado 15 minutos y yo seguía con el celular en la mano caminando, miré al televisor al que hacía rato no le hacía caso y una pareja se besaba intensamente en una teleserie y, dejé que la debilidad ganara la batalla, nerviosa busqué su número y lo llamé, después de cuatro timbrazos escuché de nuevo esa voz que me hacía perder la noción de todo.
– Hola – dijo sensualmente alterando todo mi ser.
– ¿Estás libre esta noche? – pregunté con el alma en un hilo.
– ¿Lo estás tú? – preguntó confundiéndome.
– ¿Acaso es un reclamo? – respondí seria.
– De ninguna manera, sabes que así no funciona.
– ¿Entonces nos podemos ver?
– Sí, en una hora en el lugar de siempre – dijo después de unos segundos en silencio.
Colgué y me quité la pijama inmediatamente, fui al closet y, como hacía frío, tomé unos jeans, una polera ajustada y una chamarra negra, me recogí el cabello en una coleta, me maquillé ligeramente y me puse perfume. Tomé mi bolso y salí del departamento.
Crucé el lobby y lo vi parado al lado de los elevadores, vestía también unos jeans y un suéter azul, le sonreí nerviosa y él me devolvió la sonrisa, como era su costumbre me ofreció su brazo y en cuanto lo tomé presionó el botón del ascensor.
– Buenas noches – dijo con esa hermosa voz aterciopelada.
– Buenas noches – respondí sintiendo como mi cuerpo temblaba.
Subimos y el ascensor se detuvo en el piso dos, subieron tal cantidad de personas que se llenó, yo estaba parada delante de él y sentía su cuerpo pegado al mío que, aunado a su delicioso aroma y al movimiento propio del ascensor, provocó que mi cuerpo empezara a reaccionar. Él ladeo ligeramente la cabeza para exhalar justo en mi oreja y en ese momento la excitación aumento al máximo, ¿cómo se atrevía a tentarme de esa manera?, en un elevador lleno de gente y con una cámara que grababa todo.
Finalmente bajamos en el piso 15 y parecía que él estaba empeñado en torturarme porque camino lentamente por el largo pasillo, con sus manos dentro de los bolsillos de sus jeans aunque de igual forma me ofreció su brazo y yo se lo acariciaba suavemente mientras caminábamos.
– Permíteme unos minutos, necesito pasar primero al baño – señaló mientras deslizaba la tarjeta para que la puerta se abriera.
Yo asentí con la cabeza mordiéndome el labio inferior, así que me quede parada en la mitad de la habitación, esperando. Pasaron cinco minutos y no salía, definitivamente me estaba torturando, así que decidí devolverle la jugada. En cuanto salió me dio la sonrisa traviesa que me encantaba y se acercó a mí, levantó sus manos para tomar mi rostro pero yo se las tomé de las muñecas impidiéndoselo, me miró confundido y entonces lo besé con ansias, prácticamente devorándolo, como había extrañado su sabor, su lengua desenfrenada moviéndose y frotando la mía con la misma desesperación que yo sentía, quiso zafarse y entonces rompí el beso.
– Esta noche será a mi manera – susurré sensualmente en su oído.
– ¿Ah, sí?, ¿y qué tienes en mente? – preguntó mirándome fijamente a los ojos.
Le sonreí mientras lamía su cuello, su fuerza era mayor a la mía y logró soltarse, pero yo le aventé los brazos para evitar que me tocara en tanto mordisqueaba suavemente su cuello, empecé a levantar su suéter y él levanto las manos y se lo quité, traía una polera demasiado ajustada que marcaba perfectamente su anatomía, se la levanté un poco y comencé a lamerle el abdomen, él quiso poner sus manos en mis hombros y nuevamente se las quité, un jadeo escapó de sus labios, el juego estaba funcionando y sonreí mientras seguía lamiendo su torso al tiempo que subía la polera hasta que se la quité por completo.
Volví a sonreírle y lo tiré a la cama, él se mordió el labio, yo me hinqué y le quité los zapatos y los calcetines. Después desabroché el cinturón y el pantalón que también le quité al igual que su ropa interior, me lamí los labios al ver su erección, en verdad lo había echado muchísimo de menos. Lo tomé con una mano y empecé a darle placer con mi boca, sus gemidos se intensificaron, yo seguía impidiéndole que me tocara y, rendido, se acostó en la cama mientras mis labios viajaban a lo largo de su erección hasta que sentí que estaba a punto de terminar, me detuve y me acerqué a sus labios que bese frenéticamente mientras mi mano acariciaba su masculinidad hasta hacerlo llegar al clímax segundos después.
Fragmento de la canción: Desátame.
Intérprete: Mónica Naranjo.
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