Miro fijamente al señor y este me mira fijamente a mi, sus labios se han contraído en una fina línea y sigo escuchando la música clásica desde el piso de abajo.
-No me supone un problema-.
Distingo la canción que suena, Claro de luna... estoy absorta mirando a este hombre y no se como demonios reaccionar cuando se me acerque, estoy nerviosa, joder tengo ganas de vomitar.
-¿Te impongo no es cierto?-.
Se levanta y camina majestuosamente hacia mi con una sonrisa arrebatadora.
Asiento como una patética idiota.
-¿Cuando quieres que tengamos nuestro primer encuentro?-.
-Yo...-.
-Bueno... ya surgirá ¿no crees?-.
Asiento y respiro hondo porque se me ha olvidado como hacerlo.
-Estaré abajo, trabajando, en mi despacho... si quieres puedes investigar la casa-.
Asiento de nuevo y sonrió un poco.
-Obediente... me gustan obedientes- dice y acaricia mi pelo-.
Se marcha de la habitación y a los pocos minutos dejo de escuchar la música...
“¿Donde coño te has metido?”-.
Cierro los ojos y respiro un par de veces, cuando me siento lo suficientemente fuerte avanzo hasta la cama y saco mi ropa que no es mucha, saco mi navaja, con la que duermo desde que uno de los tíos que mi madre se traía a casa intentó toquetearme mientras dormía a los quince.
La escondí bajo mi almohada y coloqué mi ropa en el armario demasiado grande de color blanco.
Abro la puerta de mi habitación y camino por el pasillo, al final del mismo veo una puerta ligeramente abierta y allí voy, abro un poco y se que es su habitación porque huele como el ... entro sintiendo que estoy invadiendo una propiedad privada y veo que sus sábanas son de color negro, todos sus trajes perfectamente alineado por colores al igual que sus zapatos, de más claros a más oscuros, este hombre el pulcro algo a su favor, y vive solo en esta pedazo de casa de dos pisos... vaya tela...
Abro uno de los cajones donde veo camisas, de todos los coleres, abro el otro cajón y …
“La madre que me parió”-.
Veo fustas... muchas fustas... de esas para montar a caballo... joder joder joder joder!
Las hay desde más pequeñas a más grandes y me quedo quieta examinándolas, las miro y son bastante duras, excepto una, una es blandita al tacto.
-Te has adelantado-.
Miro hacia la puerta y ahí está él, mirándome fijamente su cabello rubio está como hace un momento y sus labios están entre abiertos esta vez.
-Lo siento señor-.
-No pasa nada, te dije que investigases-.
“Cierto...”-.
-Ahora ya sabes lo que voy a usar contigo-.
“Mierda...”-.
-pero.. yo...-.
-Tranquila nena... haré que te guste-.
“Oh... claro”-.
Asiento sin más remedio, tengo que aceptar este maldito trabajo...
|