Crepúsculo del Amanecer

Autor: mili
Género: Romance
Fecha Creación: 09/02/2011
Fecha Actualización: 18/07/2011
Finalizado: SI
Votos: 10
Comentarios: 40
Visitas: 127618
Capítulos: 45

FIC TERMINADO

¿Puede uno darse cuenta de que nuestras decisiones tienen un por qué y una consecuencia? Siempre nos dejamos llevar por los impulsos, pero hay veces que eso lastima a quien más amamos, cuando eso pasa... que hacemos?

recomendado por LunaNuevaMeyer : 4puntos :D

Si se quieren pasar, les dejo el link de mi otro fic :D

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=1766&id_capitulo=18

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Capítulo 6: La leyenda sigue

Me examinaba queriendo leer mi rostro, era fácil. Era como si tuvieses un tatuaje en la frente que dijera "amo a Edward Cullen" pero mi amor, al no poder leerme la mente, no se lo creía por completo.

-es un… anillo de…-dije despacio que casi no se me escuchó pero seguro que los oídos vampiritos si lo hicieron.

-…de bodas-terminó la frase que creí que diría-digamos que ahora sos mi prisionera.

-siempre lo fui, mi corazón es tuyo. Creí que ya lo sabías, pero…-me alcé sobre mis pies para tenerlo a una corta distancia donde pudiese verle bien su mirada- entonces… soy tuya ¿no?

Edward vaciló ante mi pregunta, parecería ser que se debatía internamente entre dos cuestiones, cuestiones desconocidas para mi.

-es solo un anillo, es simple símbolo, pero creí que te gustaría y me harías el honor de ser mía, al menos, por los años que esté vivo.

-¿por unos años? El amor eterno es para siempre. Te lo juré el día en que me perdí en tu mirada cuando atravesaste la cafetería de la secundaria, cuando nos vimos por primera vez, cuando solo fuimos nosotros en medio de tanta gente.

Fue repentino, pero al tenerme tan cerca de su rostro, Edward contrajo sus brazos en torno a mi cintura y me alzó para volver a besarme, no podíamos hablar. Las palabras estaban de más. Por un momento nos olvidamos de que estábamos afuera y, me pareció que fuimos el centro de atención a duras penas, cuando escuché a una mujer italiana decir algo a su hijito y le tapaba los ojos.

-Edward… es… quiero decir… eh…-comencé a decir como una idiota, no conseguía decir una frase coherente, no cuando lo tenía tan cerca de mi.

Entendió y me bajó pero no por eso me soltó, agradecida, fuimos caminando de la mano sin rumbo fijo.

-La Pared de Julieta ¿no?- pregunté curiosa, pensando que contestaría.

-mmm… puede que haya nombrado mal el lugar, fue sin querer, El Muro de Julieta, era lo que quise decirte un rato antes-me miro con cara de inocente-creo que cuando estoy en ciertas circunstancias frente a decidir arriesgarme o no, mi cabeza no funciona bien. Tu me alteras, mis sentidos, en general, me alteras por completo.

-siguiendo con lo del Muro de Julieta… ¿de verdad existe o no?

- En realidad, más bien es el balcón donde Romeo y Julieta se entraban, pero con el tiempo le fueron dando distintos nombres, ya sabes, por comercialización, eso atrae al turismo.

Asentí y me imaginé a esos enamorados, ¡qué fáciles les resultarían las cosas en este tiempo! La verdad, me dan pena, quisiera hacer algo por ellos, tanto amor que se tenían, se sacrificaron por el verdadero amor… y terminaron muertos.

-yo pienso igual, Bella. Pero no estés mal, no quiero verte así-me miró y sentí por primera vez que era capaz de leerme la mente, como él tanto quería.- seguramente, si es que nos pueden ver desde donde estén… estarían felices de que nosotros nos amemos y podamos disfrutar de lo que ellos no tuvieron posibilidad.

-¿cómo supiste? Es decir… antes no podías leer mis pensamientos.

-no lo hice-se excusó con una nota triste en su voz de ángel- pero… sólo es que pensamos de una manera parecida. Y es fácil leer tus facciones, no es necesario ser brujo para saber que anda por tu cabeza.

-gracias, estoy mejor ya. No se cómo lo haces, pero lo consigues.- hice una mueca con las manos al recordar una cosa que prometí- se me olvidaba… no te molestaría si hablo con una amiga ¿no?

-claro que no- tendió hacia mi su móvil, debía de imaginar que no me iba a dejar gastar crédito, era demasiado cordial. Pobre, yo nunca podría devolver todo lo que el me da.

Primero busqué en mi celular el numero de Clarice, una gran amiga mía, debía contarle donde estábamos, se lo prometí antes de viajar.

Maldije al ver que no había buena señal, Edward trató de calmarme diciendo cosas como intentémoslo mañana o por algo debe ser que no podemos hablar. Me hablaba en un tono de voz bajo y dulce, era imposible que no me tranquilice escuchándolo.

Caminamos un poco más, y yo no me rendía, hasta que por fin, pude conseguir enviarle un mensaje de texto a mi querida amiga. Me contestó al minuto más o menos, estaba feliz con su novio Alex. Esa si que era una pareja que admiraba mucho, se conocieron por arte de magia, son una prueba de que el amor a primera vista si existe, bueno, en realidad se enamoraron desde que comenzaron a hablar vía Messenger. Son como almas gemelas, gracias a la vida, Alex pudo viajar con ella, puesto que él es mayor que Clarice. Hay veces que quisiera cambiar roles con mi amiga, solo por el hecho de que tenga la oportunidad de verse mas con su amor, ya que parece que siempre les ponen piedras en el camino y casi no se pueden encontrar. Este viaje era suyo así como Verona para nosotros, el amor prevalecería y pediría su revancha.

-Bella, amor, mira- me levantó el rostro con sus manos frías como la nieve- es acá, creo.

-¿que es acá?-miré incrédula, mis ojos no daban crédito a lo que veían.- ¿tan rápido llegamos al Muro?

-mmm… así parece mi Bella, la verdad, pensé que quedaba mas lejos. Pero ya ves, lo encontramos sin buscarlo.

-vamos, quiero verlo- tiré de él llevándolo al frente de la casona para ver mejor ese lugar especial.

-ya Bella, el Muro de Julieta no se va a ir de donde esta. Despacio.

Todo se veía tan irreal, fuera de este mundo. Toqué la pared, solo para asegurarme de que no estaba soñando. Quise pellizcarme pero Edward no me dejó.

Las paredes estaban empapeladas por millones de cartas, grandes, medianas, no acababan nunca. A lo largo de los años, la leyenda de Julieta se mantiene. Me alegré.

-veo que está cerrado- se disculpó Edward mientras se llevaba las manos a la cabeza en señal de estar buscando en sus pensamientos alguna solución.

-no importa, podemos venir mañana.

-pero, es que yo te lo prometí, y ahora no cumplí con mi palabra.

-no es el fin del mundo- lo abracé, era tierno verlo con esa cara. Pero no le veo el por qué se culpa de todo. El es perfecto y no lo ve.

-¿no te enojas?-preguntó con la voz entrecortada.

-para nada. Mira- señale hacia la derecha a lo lejos- ¿ves esa luz? Mírala bien, por favor, Edward.

-es la luna, ¿que tiene de especial?- estaba triste y trataba de que su voz no sonara hosca.

- tal vez, me parece… que nos esté guiando. Debemos ir a donde está.

- si es lo que deseas, vamos, haré lo que sea para remediar mi incumplimiento-volvió a echarme una de sus miradas fijas donde era posible ver su alma, alma que según el decía, no existía, pero se equivocaba.

-si, en cuanto a eso- cerré mis manos en torno a su cuello de una manera decidida y sin inseguridades- deja de sentirte así, por mí.

-ya, lo siento. Haber… vamos a la luz.

-eso sonó a cuando las almas cruzan a la luz, cumpliendo con lo que no terminaron de hacer en la Tierra.

-me alegro que te haga reír, solo quiero verte feliz.

-y yo a ti.

El camino parecía que no conducía a ningún lugar, pero era cierto, la luna, nos había indicado hacia donde debíamos ir. Terminamos en una iglesia. La iglesia donde Romeo y Julieta se casaron en secreto.

A Edward se le iluminó la cara de una manera que nunca vi, y caso extraño, la iglesia estaba abierta. Decidimos pasar.

Como era un lugar al que nunca habíamos ingresado, por tradición, pedimos tres deseos una vez dentro, entre la puerta y la capilla.

Edward no conocía esa costumbre, se la expliqué y pidió también sus deseos, solo que cada vez que lo hacía me miraba, y eso me puso nerviosa. Recorrimos la iglesia y vimos un cartel donde se recordaba a los enamorados que murieron por defender su amor.

Miré hacia el altar y Edward me tomó en brazos para besarme frente a Dios.

 

Capítulo 5: Pasta Lovers Capítulo 7: La manzana

 
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