Edward miró fijamente la puerta cerrada.No podía creer que alguien acabara de abrirla,detenerse—obviamente sobresaltado por verlo—disculparse y luego cerrar la puerta mientras él permanecía tendido como un idiota,demasiado sorprendido para decir o hacer algo.No había tenido mucha oportunidad de reaccionar y mucho menos de calmarse…
Los músculos del cuello empezaron a dolerle por el esfuerzo de mantener la cabeza levantada para mirar hacia la puerta con ojos de miope.
Con un suspiro de derrota,Edward la dejó caer sobre la almohada y empezó a mascullar entre dientes,resoplando sobre su propia estupidez.
Esa noche había llegado a la conclusión de que era un completo idiota.Edward nunca había pensado en sí mismo como un idiota.A decir verdad,se había considerado siempre algo inteligente,pero eso fue antes de que se hubiera metido en el maletero del automóvil y encerrado a sí mismo dentro para ningún buen propósito en el que pudiera pensar.
—Definitivamente un movimiento idiota—anunció Edward,pero entonces quizás loco sería una mejor descripción.Un estúpido se habría encerrando en un maletero por casualidad.Trepar al interior y cerrarlo tranquilamente era más del estilo de una locura inexplicable.Y estaba empezando a hablarse a sí mismo,señaló.Sí,parecería que había perdido su afiance sobre la cordura.No podía evitar preguntarse exactamente cuándo se había vuelto loco y cómo.
Quizás la locura era contagiosa,ponderó.Quizás se había contagiado de uno de sus pacientes.Aunque Edward no tenía de ese tipo de pacientes a quienes se habría diagnosticado como locos.Se encargaba principalmente de tratar fobias en su práctica,aunque trataba con algunos pacientes que estaban,por decirlo de algún modo,en apuros.Supuso que podía haber tenido dentro todo el tiempo las semillas de la locura y esta noche habían brotado simplemente en un completo ataque de demencia.Ésa era una teoría.Tal vez la locura corría en la familia.Debería consultar con su madre al respecto,le preguntaría si tenían un loco o dos en la historia familiar.
Sólo que no era el montañismo dentro del maletero lo que molestaba a Edward,que había sido solamente la primera de sus locas acciones de esta noche y una que había lamentado tan pronto como la cerradura de maletero había hecho clic en su sitio.Había permanecido tendido en la oscuridad,acalambrándose en ese reducido espacio,llamándose a sí mismo con todos los sinónimos existentes de estúpido por lo menos media hora cuando el automóvil se había detenido frente a esa casa.Entonces el automóvil había parado,el maletero se había abierto y ¿qué había hecho?.¿Había salido de su escondite disculpándose por su comportamiento anormal y se había ido a casa?No.Había permanecido de pie y esperado mientras la bonita morena del ascensor salía del automóvil para reunirse con él,la había seguido—dócil como un corderito—al interior de esa inmensa casa y luego a esa habitación.
Edward había estado tan alegre y confiado como un niño de cinco años cuando había trepado en la cama—sin que siquiera se lo pidiera—y preparado a sí mismo para que ella lo atara.Edward le había devuelto su sonrisa cuando había moldeado su mejilla y anunciado:
—Mi hija va a amarlo.Usted es el mejor regalo de cumpleaños que le haya dado nunca.
Después de que había dejado la habitación,había permanecido tendido allí,su mente vacía por algunos momentos antes de que la situación en la que estaba hubiera empezado a hacer mella.Edward había pasado el tiempo desde entonces en perpleja contemplación de lo que había ocurrido.Su propio comportamiento—sin mencionar el de la mujer—no tenía sentido.Era como si hubiera perdido,temporalmente la razón.O el control de sí mismo.Incapaz de solucionar el dilema,había centrado sus pensamientos en incumbencias más inmediatas,como lo que iba a ocurrir ahora que estaba allí.
«Mi hija va a amarlo.Usted es el mejor regalo de cumpleaños que le haya dado nunca».Estas palabras—junto con el hecho de que Edward estaba actualmente atado despatarrado sobre una cama—lo habían hecho temer primero que fuera algún regalo caído del cielo más bien de naturaleza sexual.Un esclavo sexual,quizás.Esa posibilidad inmediatamente lo había hecho imaginarse cautivo por alguna criatura inmensa y fea con una horrible complexión y vello facial.Porque,con seguridad,solamente alguien con muy poco atractivo necesitaría que un hombre fuera raptado y atado a su cama para obtener relaciones sexuales en el clima sexualmente libre de hoy en día.
Justo cuando Edward había empezado a hiperventilar con el horror imaginado,se dio una bofetada mental.
La mujer—la madre—no podía tener más de veinticinco o treinta años a lo sumo.Seguramente ninguna hija suya sería lo suficientemente mayor como para querer un esclavo sexual.O incluso saber qué hacer con uno,además,por qué alguien lo querría a él como esclavo sexual,se había preguntado.
Edward tenía una alta autoestima y sabía que era atractivo,pero no era una estrella de rock o un bello modelo.Era un psicólogo que se vestía con trajes conservadores,tenía un corte de pelo conservador y llevaba una vida conservadora,fundada alrededor del trabajo,su familia y ese tipo de pequeñeces.Bien,su trabajo,su familia e intentar escaparse de las citas a ciegas que organizaban sus hermanas,tías y su madre,se corrigió irónicamente.
Los pensamientos de Edward se agitaron cuando la puerta del dormitorio se abrió otra vez.Endureciéndose,tiró de su cabeza hacia arriba para mirar con atención hacia la puerta para ver que era la mujer de hacía un momento.Le echó el ojo con un interés precavido.Se parecía a la morena que lo había traído aquí.Era hermosa,con labios llenos,una cara ovalada,una nariz recta y los mismos ojos azul plata que su homóloga morena.Obviamente,compraban sus lentes de contacto en el mismo lugar.
No,decidió Edward.Los ojos no eran exactamente los mismos.Eran del mismo color y forma,pero los ojos de la otra mujer habían sostenido una tristeza y sabiduría que había desmentido la juventud de su piel y sus rasgos.Esta mujer carecía de eso.Los ojos de la esta eran claros,impasibles ante el pesar o la verdadera pena.Eso la hacía parecer más joven.
Sin embargo obviamente eran parientes,pensó Edward cuando la observó caminar hacia el tocador que estaba contra la pared adyacente a la cama y abrir un cajón.Probablemente su hermana,adivinó.Dejó que sus ojos se posaran en el breve y ajustado vestido negro que llevaba,no se podía negar que tenía una buena figura y la idea que cruzó por su mente fue que era casi una lástima que fuera demasiado vieja para ser la hija de la mujer que lo trajo hasta aquí.No le habría molestado ser su regalo de cumpleaños…sus ojos se giraron ante sus propias ideas caprichosas.Edward la observó cerrar el tocador y esperó con expectación a que le brindara su atención,pero no lo hizo.Para su absoluto asombro,ella simplemente caminó hacia la puerta para obviamente,salir de la habitación sin prestarle ninguna atención.Edward estaba tan escandalizado que su boca se abrió y cerró dos veces antes de que se las arreglara para conseguir expresar un simple:
—Discúlpeme.
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