Las siluetas de Cayo y Marco, se encontraban de pie a un lado. A pesar del dolor que me causaba el jalón de cabello que estaba teniendo, no tenía sentido la segunda mueca que representaba el rostro de Marco, de nuevo, por segunda vez…lo veía con una chispa de emoción alguna, nuevamente era sorpresa. Seguí su mirada, y ahora la mía se había encontrado con la de Alec… No correría, pero… él no hacía nada, lo miré suplicante, y él hizo lo mismo. Pero, de cualquier forma desvié mi mirada…él no haría nada, no podría… por lealtad a los suyos.
- ¡NO! –grité desgarradoramente al volverme, y ver como Aro tomaba la cabeza de Nahuel con ambas manos-. No le hagas daño.
- Renesmee –me miró el vampiro viejo con extraña comprensión-, si quieres cierra los ojos para que no veas tu turno.
Me quedé mirando el suelo por varios segundos, y unas lágrimas cayeron en él. Esto no era parte del plan… sin embargo tendría que hacer algo antes de tiempo ó correría sangre inocente.
- Monstruos –susurré, pero todos escucharon con sus oídos desarrollados, y eso fue suficiente para que Aro me volteara a ver con ojos firmes, y más grandes que nunca.
- No, no, no, Renesmee. Nosotros estamos encargados de hacer justicia, llevando a cabo las reglas, hacerlas cumplir.
- ¿Y también eso implica destrozar familias inocentes? ¿Dejando a pequeños de 4 años huérfanos por simples…celos? –escupí entre dientes, con todo el veneno que tenía en mi lengua.
Los 3 rostros viejos, se posaron extrañamente en mí. Me contemplaban con expresiones alarmadas, y de advertencia.
- No comprendo a qué te refieres –hablo por fin de varios segundos de silencio, y una sonrisa se iluminó en mi rostro.
- ¿A no? –dije secamente- ¿Por qué no mejor lo dices tú, Cayo?
Él me contemplaba con extremada rabia en los ojos, pero a la vez como si dudará de si pensábamos lo mismo.
- Anda –lo apremie, pero me tuve que callar al sentir otro jalón del cabello de la estúpida vampira que me sostenía.
- Cállate –me ordenaba ella.
- ¡Diles de qué hablo! –ignoré el dolor de cabello, y continué casi gritando- ¡Diles a Alec y a Jane por qué están aquí!
- ¡Calla! –ordenó el vampiro viejo, y se aproximo hacia mí.
En ese instante, la vampira que me sostenía me soltó, alejándose.
- ¡Tú mataste a su madre! –lo acusé, pero al instante me bofeteo, no pude evitar el escupir sangre… y fue un gran error, todos los ojos rojos presentes se enfocaron en mí. Levanté mi rostro lentamente-. ¿Te da miedo? ¡Tú ocasionaste esa guerra de neófitos donde murió Citlali! –al pronunciar ese nombre, los ojos de Cayo se abrieron como platos, y ahora si estaba dispuesto a acabar conmigo.
Levantó su brazo en lo más alto, listo para quitarme la cabeza…. Vi venir su mano, pero no pudo tocarme. Nuevamente lo intentó, pero se vio en el mismo intento fallido.
- No te atrevas a tocarla –dijo una voz reconocible…Arenha.
- ¡Insolente, pagaras por tu traición! –gritó Cayo, y arrojó mi cuerpo que tenía levantado al piso.
Vi como los gemelos Vulturi me observaban atentamente, como si no pudieran creer las palabras que había dicho.
- Les juro que…todo lo que dije es cierto –me dolía todo el cuerpo por el gran golpe que había recibido, del cual seguía sangrando de mi boca. Pero haría el intento de hablar-. Tienen que creerme… no tendría caso mentirles, su verdadera madre se llamó Citlali, y era de México…mientras que su padre era italiano –los miré con la poca energía que tenía, tenía mis ojos entre abiertos.
- Es verdad –apoyó mis palabras Arenha-, yo tengo el verdadero diario que dejó antes de morir. Él que tú tienes –dijo dirigiéndose a Alec-, no es el verdadero, fue el que Cayo creo hecho de puras mentiras, junto con la ayuda de Aro –alguien que no pude reconocer, intentó atacarla por atrás pero como tenía en función su escudo no pudo afectarla. Los únicos que podrían serían los gemelos-. Los 3 señores mantuvieron el secreto guardado, ustedes eran grandes armas que ellos necesitarían, así que por eso supieron exactamente dónde encontrarlos, en el momento indicado.
Los ojos de Jane estaban enfurecidos, realmente mostraban el gran odio que tanto tiempo habían guardado, pero la confusión lo abarcaba. Alec a diferencia, no podría definir que pensaba.
- Eso no es cierto –concluyó Aro-. Son puras mentiras, mis queridos Jane y Alec. Les puedo asegurar que nada de lo que nos han acusado es cierto.
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mentira, una repugnancia –podía sentir como se iba sintiendo ella. Era un odio interno en lo que
se había convertido, en lo que la habían hecho
ser.
Por eso tanto remordimiento de parte de ellos, y más de Jane. Ahora los podía comprender mejor,
todo ese tiempo de injusticias que vivieron.
- Toma –dijo Arenha, y sobre las manos de Alec cayó un pequeño libro de papel arrugado y viejo-.
Ése es el…verdadero diario.
Rápidamente Arenha se junto conmigo, ayudándome a incorporarme. Dejó de respirar por unos
momentos, y se quitó la capa que portaba para limpiar la sangre de mi boca.