Narra Jacob
Fue un largo día, pero vino la noche. Me fui a mi casa después de acompañar a Alma a su casa.
- Papá, ya he llegado. –anuncié cuando atravesé la puerta de la casa.
- Estoy aquí con Sue, pasa hijo.
Entré al comedor donde estaban los dos cenando.
- Buenas noches, Sue.
- Hola cariño.
- ¿Dónde está Seth y Leah?
- Seth está con su novia, y Leah en casa.
- ¿Sola?
- Si.
- Tenéis para rato… -dije
- Si, estábamos cenando.
- Pues yo aun no he cenado, así que voy a tu casa Sue, que hace varios días que no hablo con Leah. ¿Os parece mal?
- No, que va, ve, seguro que ella está deseándolo.
- Vale. Ya volveré luego.
Me fui hacía la casa de Sue, llamé y Leah me abrió la puerta.
- ¡Ey Jake! ¿Qué haces tú por aquí? –me preguntó sorprendida.
- Pues resulta que Sue está en casa con mi padre, y no quiero verlos cariñosos, y digo voy hacer compañía a Leah.
- Pues muy bien chico. Ponte cómodo.
- ¿Has cenado?
- Aun no, iba a prepararme la cena. ¿Y tú?
- Pues… no la verdad, te ayudo a prepararla.
- Vale, gracias.
Una vez que cenamos nos pusimos la televisión, y hablamos un poco, pronto vino Seth y luego Sue.
- Buenas noches. –me despedí de todos.
Me fui a mi casa y me puse el pijama y a dormir.
Narra Alma
Esa noche estaba cansada y con dolor de cabeza, me acosté y se me pasó.
A la mañana siguiente hacía buen día, decidí que la nochevieja, mejor no celebrarla con mis amigos, tenía miedo por si me ocurría lo mismo que ayer, no quería pasar por ahí, otra vez.
Así que le llamé a María para decirles que pillé un resfriado y no podré asistir.
- María, soy Alma.
- Hola guapísima, ¿Cómo estás?
- Puff… fatal, estoy con un resfriado impresionante. –mentí.
- ¿Qué? Madre mía, estas fechas son mortales…
- Ni que lo digas.
- Bueno y dime que querías.
- Llamaba para decirte que el día de nochevieja, no podré asistir. Encima del resfriado me voy a casa de mis abuelos, toda la familia, y bueno…
- Ah. Tranquila, no pasa nada.
- Lo siento mucho.
- Tranquila, y mejórate.
- Gracias, feliz año nuevo.
- Igualmente.
Me dirigí hacía el bosque un rato.
Me gustaba estar sola unos cuantos minutos del día, poder concentrarme, estar en silencio.
Me tumbé en la plácida y fría hierba del prado.
Que bien que se sienta una cuando está feliz, pero al mismo tiempo estaba preocupada. Yo no quería que los de mi alrededor, humanos, sufrieran algún daño.
De pronto oí unos pasos y me levanté rápidamente.
Volví a escuchar los pasos y entonces lo vi, era Andrew.
Me acerqué hacía él.
- Andrew, ¿qué haces aquí?
- ¡Dios Alma! Que susto que me has dado.
- Lo siento.
- Pues he venido aquí un poco, necesitaba estar solo, ¿y tú?
- Igual. –entonces pensé que había hablado con María y le había dicho que estaba enferma, dios que lío.
- ¿No estabas enferma? –me preguntó.
- ¿Qué?
- Estaba con María hace un rato cuando le has llamado.
- Andrew, lo siento muchísimo, pero me han pasado cosas…
- ¿Secreto?
- Si de ese secreto, soy algo de esa especie, por eso estaba enferma los últimos días, lo siento.
- Entonces ¿tú también bebes sangre? –me preguntó sorprendido.
- Ayer, cuando me fui, no era por que tenía que irme a casa, es una larga historia que en otro momento te la contaré, pero si, fui alimentarme de sangre de animales, por que no pude estar a vuestro lado.
- ¿Cómo? –estaba alucinando.
- Sí, lo siento muchísimo, se que es de locos, pero… dios, ahora me odiarás.
Me dio un abrazo.
- Que va, nosotros no somos amigos ¿para siempre?
- Sí.
- Pues ya está tonta, tú tranquila. ¿Pero estás mejor?
- Muchísimo mejor, no quiero matarte. –me reí y él luego me siguió. –era broma.
- Ya lo sé.
Hablamos un poco de todo, ya que no tuve tiempo, y le expliqué lo de nochevieja, y entonces me comprendió, estaba todo lo hablado bajo llave. Era otro secreto entre nosotros dos.
Y así pasaron los días, ya iba quedando menos días para ir al instituto, iría, sí, claro que sí, pero si notaba algo extraño, como querer beber la sangre de mis compañeros, me tendría que ir pitando.
|