Ya era más de medianoche cuando por fin se atrevió a salir de su habitación,convencida de que Leah,si no dormía ya,al menos no estaría registrando los pasillos.La tormenta se había hecho más intensa y los truenos resonaban con un estrépito que a veces la sobresaltaba.Con sigilo,recorrió el pasillo,bajó la escalera y se detuvo en seco al ver a Alec apagando las velas de los candelabros del vestíbulo.Aquélla era una casa de trasnochadores.
Bella se ajustó el cinturón de la bata,le dedicó una sonrisa de circunstancias y pasó de prisa por delante de él en dirección a la escalera que conducía a la otra ala del edificio.
—El señor está en la biblioteca—dijo el mayordomo con un tono de voz que nada tenía que envidiar al sonoro tañido del Big Ben.
Bella giró sobre sus talones y tomó la dirección opuesta.
Se había propuesto jugar al jueguecito de Edward hasta que él no pudiera resistirse a tocarla.Sería ella la que se quedaría inmóvil como una estatua,la que lo tentaría,la que se acercaría hasta que él pudiera percibir su aroma...
Llevaba un rato dando vueltas en la cama,insatisfecha y si él estaba despierto y en la biblioteca,quizá le hubiera ocurrido lo mismo.Aunque no sabía cómo podía estar sentado el tiempo suficiente para leer.
Por suerte,a aquellas horas de la noche,no había ningún lacayo levantado.Abrió la puerta y entró en la estancia,que era un abismo negro.La recorrió un escalofrío.Edward no estaba allí.Iba a dar media vuelta para marcharse cuando un rayo iluminó de pronto la habitación,destacando el perfil de todo lo que allí había,incluido el hombre que se encontraba de pie,en el segundo piso,delante del ventanal de vidrio. Habría reconocido su silueta,su pose,en cualquier parte.
Contemplaba la noche y no creía que hubiera detectado su presencia.Cruzó la habitación sin hacer ruido y subió sigilosamente por la escalera de caracol hasta el rellano que marcaba el comienzo del segundo nivel de estanterías.La recibió el olor a papel viejo y a cuero antiguo,una fragancia que siempre había encontrado reconfortante.
Otro rayo estalló en el cielo y le proporcionó una visión más clara de Edward,contemplando la tormenta.No llevaba ni chaqueta ni chaleco,sólo camisa y pantalones.Se acercó a él y le cogió el brazo.
—¿Te encuentras bien?
—Recordaba otras tormentas.
Por la ventana,Bella vio cómo un rayo partía la oscuridad.
—La vista es magnífica.
—Se pelearon aquí,en la biblioteca—dijo él en voz baja.
—¿Quiénes?
—Mi madre y mi padre.Yo había subido a leer a escondidas;me gustaba estar entre libros.Él le estaba gritando.Necesitaba otro hijo.La obligó a...—Se interrumpió y Bella pudo oír cómo le rechinaban los dientes.—Ella era su esposa y no pudo negarse.
—¿Cuántos años tenías?
Ahora que estaba más cerca de él y podía distinguir su silueta en la penumbra,lo vio menear la cabeza.
—No muchos.Había aprendido a leer hacía poco.A partir de aquel día,creo que no he leído ningún libro salvo que no me quedara más remedio.
Bella recordó que le había dicho que prefería que se lo enseñaran...Se preguntó si,antes de aquella noche,había podido imaginar a qué se debía su aversión por la lectura.
—¿Por qué volvió?—preguntó Edward.
—Para protegerte.Ésa es la única explicación.Te quería.Estoy absolutamente convencida.
—¿Y si soy como él,Bella?
—No lo eres.
—Te obligué a...—lo oyó tragar saliva—...a desabrocharte el corpiño.
—Me provocaste para que me lo desabrochara.¿De verdad crees que habría seguido adelante con el trato si no hubiera querido?Cielo santo,Edward,me subí en un coche y le dije al cochero adonde tenía que llevarme.No te habrías sorprendido más de verme sí hubiera entrado en tu habitación completamente desnuda.
—¿Por qué viniste aquella noche?
—Porque vi lo que te pasó después de pegarle a Aro,el remordimiento y la humillación que sentiste,la angustia de pensar que pudieras ser como tu padre.—Le acarició el pelo y se obligó a sonreír un poco.—Y porque quería ofrecerte consuelo y un ramo de rosas amarillas no me pareció oportuno.
—Dijiste que querías comportarte con decoro mientras estuvieras aquí.
—Y tú te has mantenido a raya.¿Cómo demonios puedes pensar que te pareces lo más mínimo a la clase de hombre que fue tu padre?
—Su sangre corre por mis venas,Bella.
Ella se colgó de su cuello y apretó su cuerpo contra el suyo.
—Quizá su sangre,pero no su alma.Eres un hombre hecho y derecho,Edward Cullen.Tu madre se aseguró de que lo fueras y le estoy inmensamente agradecida.
Él la besó suavemente,con ternura,como si siguiera manteniéndose a raya,como si temiera desatar el ansia que antes los había devorado a los dos.Ella no lo permitiría,no permitiría que aquellos recuerdos desenterrados destruyeran la pasión que él era capaz de sentir.Nunca la había forzado,jamás lo haría,porque la crueldad no era propia de él,como tampoco era propio de él hacer daño porque sí.Y aunque fuera el último regalo que le hiciera,borraría todas aquellas dudas de su mente.
Sería ella la agresora.Aunque no podía negar que también había sido ella quien había tomado la iniciativa la noche en que se había presentado en su casa.Tal vez se hubiera mostrado tímida al enfrentarse a la realidad de lo que deseaba,pero no había hecho nada que no quisiera hacer.
Empezó a desabrocharle la camisa,consciente de que los dedos de él manoseaban torpemente los botones de su camisón.Le produjo una sensación de satisfacción,de poder saber que podía hacerlo temblar.
La prenda se le descolgó de un hombro.Él le rodeó el pecho con la mano y con la lengua le lamió el pezón,haciendo que se endureciera.Luego se lo atrapó con la boca y lo succionó primero con vehemencia,después suavemente.Ella le abrió la camisa y recorrió con sus manos los músculos firmes de su pecho y su estómago.
Estalló un relámpago, que lo iluminó como si la naturaleza aprobara el espécimen que se exhibía. Llenó de besos su cuello empapado en sudor, el pecho.
—Lo siento, querida, pero no puedo esperar.
Antes de que ella entendiera la razón de su disculpa, él ya la tenía contra la estantería, con el bajo del camisón levantado hasta la cintura y los pantalones desabrochados. Acto seguido, la estaba levantando con las manos debajo de su trasero... zambulléndose en el núcleo cálido y húmedo de su ser.
Bella apenas pudo proferir un breve grito ahogado antes de que él le cubriera la boca con la suya, capturando el resto mientras su lengua se retorcía y la penetraba con la misma fuerza e idéntica vehemencia que sus caderas.
Hasta entonces Edward había sido paciente, pero ya no lo era. Tampoco ella. Ya sabía lo que era estar con él, y después sin él. Enroscó los brazos alrededor de sus hombros y las piernas en su cintura, mientras Edward se movía en su interior.
Las sensaciones empezaron a crecer más y más,hasta que Bella se estremeció de alivio en sus brazos.Edward separó sus labios de los de ella,enterró el rostro en su pelo,en la curva de su cuello,al tiempo que su cuerpo se convulsionaba y su intenso gemido resonaba entre los dos.
La respiración agitada de él los envolvió mientras besaba la sien,la comisura de los labios,la barbilla de Bella.
—La próxima vez iremos más despacio,querida,te lo prometo.
Ella apoyó la cara a un lado de su cuello.
—Ay,Edward,me voy a encargar de que cumplas esa promesa.
|