La cena fue muy agradable,los platos se sirvieron como si Edward hubiera vivido allí desde el principio para supervisarlos,testimonio de lo bien que la anterior lady Forks llevaba al servicio.Sin embargo,cuando el mayordomo informó discretamente a Edward mientras se disponía a salir del comedor de que quizá deseara hablar con la cocinera de los diversos menús del día siguiente a primera hora de la mañana,éste pareció perdido.¿Qué sabía él de la preparación de las comidas cuando casi toda su vida no había comido otra cosa que una ración de ternera y una lata de alubias?
—¿Va todo bien?—preguntó Bella cuando él le dio alcance en el pasillo.
—Por lo visto,tengo que hablar de comida con la cocinera por la mañana—dijo tendiéndole el brazo.
—Esa es una tarea de la que suele encargarse la señora de la casa y aunque yo no lo soy,sospecho que estoy más preparada que tú para desempeñarla.¿Quieres que me ocupe de ello?
—¿Te importaría?
—A ver...¿me importaría asegurarme de que comemos algo más que ternera con alubias...?Mmm...—Se tocó la barbilla con el dedo,luego meneó la cabeza.—No,no me importa en absoluto.
—Te lo agradezco.
—Como nuestros estómagos.
—¿Cómo sabías que prefiero la ternera?
—Primero,porque eres ganadero,no avicultor ni pescador;segundo,sólo cuando comes eso rebañas el plato.
—Supongo que tengo unos gustos sencillos.
—Deberías ser más aventurero.Nunca se sabe qué puede llegar a gustarnos.
—¿Y tú,Bella?¿Eres aventurera?
—Estoy aquí,¿no?
No podía negarlo,ni la chispa de placer que le producía tenerla allí,dispuesta a ayudarlo a salir adelante,ocupándose de algunas de las obligaciones domésticas.Había una ventaja clara al contar con una dama en la casa,sobre todo con aquella dama.Se preguntó si aún podría oler su perfume floral en aquellos pasillos cuando ella se hubiera ido,si impregnaría las almohadas de la cama en la que dormía,si dormir en ella sería como dormir con ella.
—Pareces saber a dónde vas—dijo él.
—Como Leah ya ha estado aquí antes y está familiarizada con la estructura de la casa,me ha dado instrucciones antes de que Jacob y ella prosiguieran su camino.Este pasillo conduce a los jardines.Hemos pensado que podíamos dar un paseo nocturno.Leah y Jacob deberían estar esperándonos fuera.
Estaban en efecto en el mirador,hablando en voz baja;dejaron de hacerlo de pronto para volverse hacia Edward y Bella que se acercaban.
—Supongo que deberíamos seguiros,para que así yo pueda vigilaros mejor—señaló Leah.
Perplejo,Edward empezó a pasear con Bella por el sendero,oyendo los tacones de Leah a su espalda junto con Jacob.
—No entiendo cómo aquí las parejas pueden llegar a saber que quieren casarse si siempre hay alguien vigilando cada uno de sus movimientos.
—Con mucha astucia encuentran el modo de esquivar a sus carabinas.Aunque la práctica de los acompañantes ya no es tan estricta como lo era antes.Cada vez son más las mujeres que se rebelan ante el hecho de que no se confíe en que puedan conseguir que sus hombres se comporten.
Edward se rió.
—Así que somos los hombres los que no sabemos comportarnos
Ella lo miró e incluso en la penumbra de la noche,pudo adivinar su sonrisa,el brillo de sus ojos.
—Por supuesto.Una dama está siempre por encima de cualquier reproche.Las mujeres tenemos más fuerza de voluntad,resistimos mejor la tentación de una conducta indecorosa.
—¿Y qué consideras tú indecoroso?—No hace falta que te lo diga,Edward.Tú ya sabes lo que es indecoroso.
—¿Fumarse un puro?
—Sin duda.
—¿Beber?
—¿Alcohol?¿En exceso?Naturalmente.
—¿Los besos?
—Si no son en la mano o en la mejilla,si,por supuesto.
—No recuerdo que te hayas opuesto a ninguno de los besos que te he dado.
—Porque siempre me pillas por sorpresa,antes de que pueda oponerme.
¿Por sorpresa?El repaso de cada uno de aquellos besos le llevó su tiempo,lo hizo despacio,saboreando el momento.¿A qué clase de juego estaba jugando ella?
Olió de nuevo la lluvia en el aire apenas unos minutos antes de que empezara el chaparrón.Bella y Leah chillaron y Jacob gritó:
—¡Volvamos a la casa!
Edward imaginó que sus acompañantes volverían a toda prisa por donde habían venido.Entonces aprovechó para coger a Bella por la mano e impedirle así la retirada en la misma dirección.
—¡Por aquí!
Cuando llegaron hasta el techo protector del cenador,Bella iba riéndose y chillando alternativamente.Edward iba encogido como un perro recién salido del río y pensó que quizá ella también.Gracias a las distantes luces de gas repartidas por el sendero,el cenador no estaba completamente a oscuras,sino sumido en una especie de penumbra,lo que le permitía verla,allí de pie,con los brazos cruzados sobre el pecho,algo despeinada...
Sonrió.El recogido se le estaba desmoronando.La lluvia había conseguido lo que él llevaba toda la noche deseando hacer,liberar aquellos mechones achocolatados de la prisión de las horquillas,las cintas y los lazos.Se quitó la chaqueta empapada.De poco serviría para calentarla.
—Toma.—Aun así se la ofreció.—Está mojada,pero el forro sigue seco.—Se la puso por los hombros y sintió que se estremecía bajos sus dedos.
—¿Adonde ha ido Leah?—preguntó Bella.—He oído a Jacob gritar algo de la casa,así que supongo que han vuelto dentro.
—¿Y por qué nosotros no?
—El cenador estaba más cerca.
—Sí,pero en la casa tengo ropa seca y aquí no.
—Me tienes a mí.—dijo él en voz baja.
—Pero estás tan mojado como yo.—Le temblaba la voz y Edward no supo si era por el frío o por sus palabras.Se acercó hasta que sus cuerpos casi se tocaron.
—SÍ nos juntamos un poco,podemos darnos calor el uno al otro.
—Imagino que me vas a proponer que nos quitemos la ropa para generar aún más calor.
—El rumbo de tus pensamientos...¿es decoroso para una dama?
Edward oyó una carcajada poco femenina,torció la boca y la ligereza de su nuevo bigote le produjo una sensación rara.¿Cómo demonios se le había ocurrido recortárselo?
—Llevas el pelo alborotado—dijo él,levantando la mano muy despacio,con mucho cuidado,para quitarle las horquillas;con el rostro tan cerca del de ella que su aliento le acariciaba la mejilla.
—Así me lo vas a enredar—se quejó Bella con la respiración entrecortada,pero no hizo nada para detenerlo.
—Cuando volvamos a la casa,te lo desenredo.
—¿Y cuándo crees que será eso?
—En cuanto deje de llover.
—Que podría ser dentro de horas.
«Con un poco de suerte»,pensó Edward mientras le quitaba la última horquilla y la melena le caía sobre los hombros.Sentía la necesidad de provocarla,de demostrarle que podía estar muy cerca sin tocarla.Tenía el deseo diabólico de empujarla hasta el límite,hasta que no pudiera resistir la tentación de ser ella quien lo tocara,de demostrar que no era siempre el hombre el que hacía necesaria la carabina.La dama era igualmente responsable,tentaba al hombre,con su cuello y sus hombros al descubierto,para que él no pudiera evitar imaginarse mordisqueando aquella piel tan delicada;se echaba gotitas de perfume en lugares provocativos para que él no pudiera resistirse a la tentación de inhalar la dulce fragancia;se humedecía los labios de vez en cuando con la lengua para que ellos no pudieran evitar pensar en saborear...
Se había acercado tanto a Bella que podía percibir el calor que irradiaba su cuerpo,oler su perfume embriagador y casi saborear aquellos labios.Un aliento separaba su boca de la de él y sus dedos estaban enroscados en su pelo.Adiós a su propósito de no tocarla.
Podía oír cada temblorosa inhalación de aire,sin saber muy bien de cuál de los dos era.Seguía lloviendo a mares,la lluvia golpeaba el techo del cenador,salpicando el suelo que rodeaba la estructura,encerrándolos en un nido de intimidad.Resistir el impulso de inclinarse y tomar lo que deseaba tan desesperadamente le estaba costando una barbaridad.Aun en la penumbra,la vio humedecerse los labios y eso casi hizo pedazos la poca contención que le quedaba.
Necesitaba una prueba de que Bella lo deseaba con la misma vehemencia que él,quería que fuera ella quien levantara un puente entre los dos,que le suplicara de rodillas.La vio humedecerse de nuevo los labios y su respiración se volvió más irregular.Notó sus dedos bajo el chaleco,en contacto directo con su camisa.
—Tengo las manos heladas y tú estás tan caliente...—se excusó con voz áspera.—¿Cómo puedes estar tan caliente?
Porque ella tenía la habilidad de encender un fuego en su interior que amenazaba con consumirlo.Tragó saliva y cerró los ojos.No iba a poder aguantar,maldita fuera.No podía soportarlo más,ya no podía resistirse...Sintió el levísimo roce de los labios de ella en los suyos,como la brisa suave que agita los pétalos de las margaritas...
—¿Milord?
Abrió los ojos de golpe y miró en la dirección de donde provenía la voz.Alec estaba a la entrada del cenador,cubriéndose con un paraguas para protegerse del diluvio.
—Me envía la duquesa con un paraguas para que me asegure de que usted y la señora puedan volver a la mansión sin correr el riesgo de resfriarse.
No enfermaría por la lluvia,sino por su orgullo y su vanidad,por la necesidad de demostrar un argumento estúpido.Respiró hondo,obligando a su cuerpo a relajarse,a volver a la normalidad,para así poder pensar con claridad en otra cosa que no fuera Bella.El anhelo le dolía.Se acercó a Alec y tomó los dos paraguas que le ofrecía el mayordomo.
—Gracias.
—La duquesa dice que espera que vuelvan inmediatamente,de lo contrario,el duque tendrá que salir a buscarlos para asegurarse de que todo va bien.
—Informa a la duquesa de que volveremos en seguida—dijo Edward,conteniendo su impaciencia.
—Muy bien,señor.Estamos teniendo un tiempo terrible para esta época del año.Me atrevería a sugerirle que vuelvan despacio para evitar que la señorita Swan se tuerza un tobillo.
—Eso haremos.
—Le comunicaré a la duquesa que tardarán un poco en volver.
Antes de que Edward pudiera responder,el mayordomo se alejó a toda prisa por el sendero del jardín que conducía a la casa.
Al volverse hacia Bella,Edward pudo oír cómo le castañeteaban los dientes.Sin el calor de su proximidad,sin el ardor de la pasión de los dos,el frío y la humedad empezaban a hacer mella en ella.Edward abrió uno de los paraguas y lo sostuvo en alto.
—Vamos.
La joven se puso a su lado y sujetando con una mano la chaqueta de él,tendió la otra para coger el paraguas.
—Yo lo llevo—le dijo Edward.
—Tú ponte debajo.
—No creo que quepamos los dos y tenemos otro—replicó ella.
—A mí no me importa mojarme.—La cogió por el cuello,se la acercó y le susurró al oído:—Suerte que ha intervenido tu carabina.Creo que tu resistencia estaba a punto de desmoronarse.—Luego le plantó un beso en la boca,destinado a hacerla lamentar haberse resistido.
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