¿Qué? ¿La madre biológica de Jane y Alec? Recordé nuevamente, el sufrimiento que reflejaba el rostro de ella. A pesar de todo, era completamente hermosa. Era humana, pero con una belleza incomparable. Gemía de dolor, y siempre aferrándose a los pequeños bultos… y esos pequeños…bultos eran…
“…Sí, a lo que ella se aferraba tanto eran Jane y Alec” –coincidió con mis pensamientos, Jasper-. “Esa fue una de las guerras de neófitos, las más extraña de todas. Como recordaras, María y yo habíamos sido aliados siempre, en las guerras para poder vencer, nos convertíamos en uno solo. Normalmente, éramos los que planeábamos las batallas; ir a atacar a los demás bandos de neófitos para conquistar y esparcirnos hasta gobernar todo a nuestro paso. Muchos ya habían escuchado de nosotros, otros tantos no, apenas nuestro dominio estaba empezando. Pero, esa no la creamos nosotros, no fuimos los que desenlazamos la batalla en esos momentos. Íbamos de paso, y simplemente tuvimos que intervenir ó morir en la cruzada. Todo estaba tan difícil, pero lo extraño de todo es que no había pelea de territorio, el ejercito era sumamente nuevo, se notaban que estaban transformados máximo 3 días, fueron creados con un propósito”.
“¿Cuál? No era forma de demonio, ¿Qué otra cosa podría ser?” –esto no iba teniendo un sentido, o no por el momento.
“Cuándo la batalla había colapsado, María se fue con los pocos neófitos que nos quedaban, nuestros sobrevivientes, hacia lo más alto de los cerros, yo pronto los alcanzaría. Me había quedado a revisar si no había algo de armamento –neófitos- que pudiéramos usar para nuestra conveniencia. Y fue cuando lo contemplé por primera vez a uno de los famosos Vulturi que tanto nos advertían”.
Fui observando nuevamente el recuerdo de mi tío, que regresaba con una mayor oleada de sentimientos. Parecían tan vividos. Jasper estaba en tal distancia que no se podía observar. Y de nuevo la chica… entre escombros de una casa quemada, protegiendo a los 2 pequeños gemelos antes que a ella. La sombra se iba acercando más y más. Solo se encontraban ya 5 almas en el lugar –Jasper, la madre de los gemelos, Jane, Alec, y la sombra-, entre cadáveres. Cuando la sombra se fue acercando más y más a las llamas, su rostro quedó al descubierto…era Cayo con una sonrisa de maldad, de resentimiento, con la arrogancia pintada en sus ojos. Ella lo miraba desconcertante, pero no de la forma en que miras a un extraño, pareciera que ya se conocían, y el asombro en sus facciones eran como si volvieras a ver a un conocido en un momento poco oportuno.
- ¿Cayo? –decía ella con un hilo de voz, y tosió ante el humo que se encontraba en el aire.
- Gusto en volver a verte, Citlali –decía él amargamente-. Veo que durante este tiempo no perdiste ni un minuto de tu preciada vida, ¿cierto? –levantaba un ceja con incredulidad, y lanzaba una mirada envenenada hacia los pequeños gemelos de 4 años.
- Fuiste tú, ¿verdad? Tú hiciste esta guerra a propósito–acusó ella con las pocas fuerzas que le quedaban-. ¿Por qué me haces tanto daño si decías amarme? Eran puras mentiras… -susurró ella con los ojos cristalinos.
- Por supuesto que no, ¿Cómo puedes decirme eso? –de momento el rostro de Cayo se endureció y se llenó a la vez de gran sorpresa-. Yo siempre te ame, siempre lo hice. En cambio tú, preferiste un mortal antes que a mí –casi gritaba esas palabras.
- No fueron así las cosas. Yo te quise mucho…-hablaba la chica con esfuerzos- pero, yo no quería renunciar a mi mortalidad, no quería tener que vivir de la sangre por la eternidad…tú no respetaste mi decisión.
- ¡Cómo quieres que lo haga, Citlali, si tú renunciaste a vivir una existencia conmigo!-hizo una pausa con los ojos llenos de rabia- … Creí que te había perdido para siempre –su voz se fue haciendo un susurró-, cuando desapareciste de mí. Enfrente hombres lobos en tu búsqueda, solitario –estoy segura que si en esos momentos él hubiera podido llorar, ya lo habría hecho- ¿Todo para qué? ¡Para que te encontrara con un estúpido humano italiano formando una familia!
- Supongo que ahora estás feliz… -dijo ella, y volvió a toser por el humo que desprendían las llamas.
- Si no fuiste mía, no serás de nadie.
- Nunca deje de amarte, Cayo –confesó ella-…pero, me dio miedo estar a tu lado… tan sólo te hubieras podido ver en un espejo, entenderías el miedo que sentí, tu odio… -ella soltó una lágrima, que rodó por toda su frágil mejilla-. Tú me alejaste de ti…tú y tu ego…
- ¡Cállate! –y levantó la mano para pegarle, pero cuando ella cerró los ojos se detuvo-. ¿Citlali? … -susurró él con dolor, y se inclinó rápidamente hacia ella.
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entrego con un leve movimiento a los pequeños bebés que se encontraban envueltos entre trapos-,
ódiame a mí…pero…no te desquites con ellos –él los tomó lentamente y la cabeza de Citlali
cayó en sus rodillas. Se había ido.
Durante unos momentos, se quedó contemplando a los pequeños, que habían desmayado por el gran
humo que se encontraba. No pude ver las facciones de su rostro, pero si el de los hermosos bebés.
No podía creer lo preciosos que se encontraban, con unas largas pestañas, fuera de toda maldad.
Cayo, se fue levantando con los niños en brazos.
- Ustedes son mis premios.