Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y el fic de Crisabella
Edward pov
Salí de la casa. Los pensamientos de Tanya me incomodaban. Su continuas preguntas de por qué elegí a Bella y a ella no me molestaban bastante.
Tenía que mentalizarme en cómo poder despedirme de Bella. Iba a ser algo duro pero Alice me mostró la visión que había tenido y vi que me necesita realmente. Teníamos que irnos al Vaticano, y entrar a la Bóveda de los Secretos. Algo fácil para nosotros, pero el lugar estaba vigilado constantemente por la guardia vaticana que hacían rondas y ahí es cuando entraba mi don en acción.
Mientras mi hermana buscaría en viejos pergaminos y escrituras yo leería la mente de la gente que se acercara y así podría advertirle si viniera alguien. Ella así sería libre de visiones y podría concentrarse en su cometido. Cuando la mujer gritó su nombre antes de que Dimitri la matara, citó que ahí encontraríamos pistas sobre lo de proteger la verdadera inmortal. No sabíamos quién era y cómo supo de Alice, pero había que investigar.
— ¡Idiota! ¡Lunático! ¡Imbécil! ¡Tarado! ¡Egoísta! ¡Irresponsable! ¡Estúpido!— Rosalie mantenía una constante orquesta de insultos al tope de sus pulmones mentales. Y volvía a la carga con ganas, al parecer.
Salió de la casa y me ametrallo con la mirada. Era así desde que elegí seguir al lado de Bella en contra de la opinión de mi familia. La conversación que mantuve con ellos después del casi atropello con Bella fue muy dura y no quería otro enfrentamiento.
Controlé mi expresión muy cuidadosamente. No ayudaría para nada hacer una mueca. O aplaudir, que es lo que quería hacer ahora. Rosalie frunció el ceño.
— ¡Sólo se trataba de ser responsable, debiste dejarme matarla!— exclamó ella.
Yo le gruñí en respuesta y Emmett se materializó a su lado. Carlisle y Esme acudieron también.
— Eso es ser insensible — corrigió Carlisle gentilmente. — Toda vida es valiosa.
Se hizo difícil escuchar a los demás, pero la ignoré lo mejor que pude.
Rosalie suspiró muy fuerte y su labio inferior sobresalió. Emmett acarició su hombro.
— Todo estará bien, Rose — la animó en una baja voz.
— La pregunta, — continuó Carlisle — es a dónde nos vamos a mudar.
— No — gimió Rosalie. —. Acabamos de acomodarnos en Forks. ¡No quiero empezar de nuevo a ser estudiante de segundo año en otro instituto! Quiero volver allí.
— Podrías mantener tu actual edad, por supuesto— dijo Carlisle.
— ¿Y tener que mudarnos de nuevo tan pronto? — ella discrepó.
Carlisle se encogió.
— ¡Me gusta vivir allí! ¡Hay tan poco sol, que casi podemos tener una vida normal!
— Rosalie, hay que apoyar a la familia. De ninguna manera estas obligada en seguirnos si no quieres— le indicó Carlisle.
Rosalie se giró y con movimiento de sutileza, empujó su rubio cabello hacia atrás.
Por tu culpa es que estamos en esta situación, tarado… destruiste su alma por un capricho estúpido. ―
gritó Rosalie en su mente.
Chasqueé los dientes y la furia se arqueó contra mi cuerpo. No entendía esta emoción, era una extraña mezcla de ira, rabia, deseo y desesperación. Ansiaba matarla.
Jasper me rodeó con sus brazos atrapándome con un sólido apretón. No luché contra él. Emmett se había puesto delante de Rose por si acaso.
Nunca había sentido algo así, ni siquiera podía nombrarlo. El remordimiento y la culpa me quemaban por dentro, y aunque no tengo la habilidad de producir lágrimas, sé que en este momento lo haría. ¿Qué había hecho?
Destruir el alma de Bella… convertirla en un monstruo como yo y sin alma, todo por una obsesión.
Busqué a Alice, y encontré sus pensamientos en el otro lado de la casa. Miraba a Bella y se preguntaba como darle la noticia. Ella estaba sentada sobre una rama de árbol, tan tranquila, tan despreocupada. Me relajé al verla. Jasper lo sintió y me soltó, le di una mirada de agradecimiento.
— No es una opción volver a Forks, por lo que nos dijo Alice aun están buscando a Bella. Y mucha gente la conoce, no quisiera romper el tratado con los Quileute si se enteran de que ella ahora es una de los nuestros. Podrían pasar más de cien años hasta poder volver allí — indicó Carlisle con calma.
— Esperaremos a que vuelvan Eleazar y Carmen. Luego nos iremos — propuso Esme.
No te preocupes por Bella, Edward, me mantendré a su lado y la tendré tranquila hasta que regresen. No dejaré que Tanya se le acerque, seré como su sombra.
— me dijo Jasper en su pensamiento.
— Gracias, Jazz.
Luego se volvió y se fue con Alice a tantear el clima. Carlisle, Esme y Rosalie entraron. Emmett se quedó y me observaba.
Siento lo de Rose, sabes que no es mala. Solo que no acepta la decisión de Bella, eso es todo ―
me dijo Emmett en su mente.
— Lo sé— le contesté en voz bajita.
Me voy con Rose. Ah, y la mantendré lejos de Bella, lo prometo.
Vi en su mente como iba a mantenerla alejada y bloqueé sus pensamientos de golpe. La perversa mente de mi hermano era algo no apto para mí. Fingí no haber leído nada.
Se alejó y yo volví a buscar la mente de Alice… me congelé ¿estaba recitando el himno nacional en árabe?
Me lancé en su dirección, llegué en tres segundos. Levanté la mirada y no vi a Bella en el árbol. Olisqueé el aire, su aroma estaba muy presente. Rápidamente recorrí la mente de todos y me congelé al comprender que Bella se fue sola.
― Tranquilo, Edward. Alice dijo que estaría bien.
Miré a Alice, ella estaba tratando de no pensar en ello; repentinamente se enfocó en Jasper, él estaba observándome a mi. Ella hacía esto a veces, cuando trataba de esconderme algo.
— ¿Qué, Alice? ¿Qué estás escondiendo? — exigí saber — ¿Dónde esta Bella?
Ella tenía sus dientes apretados con la concentración, pero cuando dije el nombre de Bella, aflojó. Su afloje duró sólo una pequeña porción de un segundo, pero fue suficiente para ver a Bella en medio de la nieve y centellando de esa luz roja.
— ¡NO! — jadeé.
Grité tan fuerte que todos me escucharon.
— ¡Edward! ¿Qué ocurre?— Carlisle se había puesto detrás de mí, su mano estaba en mi hombro. Apenas notaba su presencia.
— Se está solidificando — susurró Alice —. Cada minuto que pasa me indica que ella es a quien debemos proteger.
Podía ver lo que ella veía... pero no lo podía aceptar.
— ¡No! — dije de nuevo, pero mi negación no tenía volumen.
— ¿Podría alguien, por favor, explicarnos al resto, qué diablos está pasando? — se quejó Emmett.
— Debo ir con ella — le susurré a Alice, ignorando a Emmett.
— Vamos todos. Jasper ve con Emmett hacia el este, se cruzaran con Eleazar y Carmen. Tráiganlos hacia los picos nevados… ya — indicó Alice.
Acto seguido se fueron. No esperé más y eché a correr siguiendo el rastro del aroma de Bella. Estaba asustado, no podía creerme lo que había visto en la mente de Alice. Corrí hacia el norte, por y entre las montañas sin detenerme, luego me paré en seco al pie de la escarpada montaña con los picos nevados, escuché un ruido de estruendo. Levanté la vista al cielo ennegrecido y cargado de electricidad.
El aire cambió de repente y unas fuertes ráfagas de de vientos hicieron estremecerse todo. ¿Qué significaba? Era un cambio demasiado brusco.
Noté a Carlisle, Alice y Esme acercarse y pararse a mi lado. Estaban tan confundidos como yo.
― Lo hace Bella — se limitó a decir Alice.
Giré la cabeza de golpe a verla. Había bloqueado su mente otra vez y no pude ver nada. ¿Qué escondía? luego me golpeó la mente, la cruda visión de Alice llenó mi cabeza, y me retorcí en mi interior con la agonía que causaba. Una lejana e irremediable guerra con los Vulturis, con única causante a Bella. Esto no podía suceder. Tenía que haber alguna forma de evitar el futuro. No dejaría que la visión de Alice se produjera. Tenía que haber un camino diferente.
Siempre había una opción. ¡Tiene que haberla!
― ¿Pero qué es eso? ― soltó Esme de repente.
Antes de mirar por mi mismo lo vi en la mente de ella. Arriba de todo estaba Bella con las manos extendí delante de ella y con una enorme bola de fuego que parecía flotar delante de ella.
― Fascinante ― murmuró Carlisle.
Su mente estaba alucinada de ver el impresionante don de Bella. Nos volvimos a poner a correr, saltando el pequeño precipicio e impulsándonos con rapidez hacia arriba. No tarde mucho en dejarles atrás, corría más rápidos que ellos y eso era en este caso una ventaja.
Cuando estaba por llegar una intensa luz roja iluminó el lugar y escuché el explotar de unas rocas. Me volví a parar, estaba a pocos pasos de Bella. Por lo visto no me escuchó y cuando iba a llamarla brincó y desapareció entre las rocas. Atisbé en un parpadeo su desnudez y mi cuerpo se estremeció en respuesta a esa imagen tan hermosa.
¡Edward, ve tras ella antes de que se cierre el círculo!―
gritó Alice en su mente.
¿Círculo? no sabía de lo que hablaba, pero seguí. Salté hasta la pequeña plataforma en donde estaba Bella antes. Con un movimiento rápido salté entre las dos rocas, olía a Bella, su fragancia era fuerte.
Aterricé en la nieve blanda y recorrí el lugar con la mirada, encontré a Bella con la cabeza levantada y mirando al cielo. Su expresión me desconcertó y mi limité a mirarla. Parecía maravillada.
― ¿A quién debo… este don tan maravilloso? ― preguntó en voz alta a ella misma.
De repente el sonido de olas llenaba mis oídos y el olor salado del mar inundaba mi nariz. Fue tan repentino que me sorprendí buscando el mar. Me giré y no vi más que nieve, por supuesto. Empezó a llover, mi ropa no tardó en estar empapada cuando escuché su sollozo desgarrador. La volví a mirar, ahora estaba sentada en la nieve, no pareció molestarle el hecho de que estaba sentada sobre la nieve. Eso no incomodaba a los vampiros ya que no sentíamos el frío, ni el calor, ni nada.
Cuando iba a dar un paso hacia ella, algo me hizo detenerme. Una extraña sensación de no estar solos me invadió. Automáticamente me puse en posición de ataque, un extraño olor a… ¿naranjas? invadió el lugar, era eso y algo más. Mis ojos no veían nada, ni ningún pensamientos estaba cerca de excepto mi familia pero se habían quedado atrás de las rocas.
Un pequeño gemido proveniente de Bella me hizo mirarla y ahí me quedé boquiabierto. Detrás de ella había una forma vaporosa e irreal, flotaba en el aire. Casi parecía la forma de un cuerpo de mujer, el pelo negro llegaba casi al suelo y bailaba alrededor de esa cosa. No era humano ni tampoco vampiro, no sabía lo que era. Bella no pareció incomodarle, ni se veía asustada. Todo lo contrario, incluso sonrío.
Volví a mirar a la extraña forma y ahí como salida de la nada unos brazos se desdibujaron y alargaron rodeando el cuerpo de Bella. Me erguí y en mi mente retumbo la palabra circulo de repente.
— ¡No! — mi voz no era un grito o un gruñido o un llanto de desesperación, pero alguna combinación de los tres. — ¡No!
¡Edward corre a abrazar a bella!
― gritó Alice en su mente.
Lo hice y con todo el miedo que sentí al no saber que pasaría cuando eso envolvería por completo a Bella. Llegué justo en cuando iba a cerrarse el círculo y me precipité a rodearla con mis brazos.
Sentí como Bella se estremeció levemente pero antes de que pudiera llevármela de ahí, una fuerza invisible me arrancó de su lado empujándome hacia atrás. Fue tan brutal que no pude impedirlo.
Caí de espaldas contra algo blando y una intensa luz me deslumbró. Cerré los ojos, luego los abrí y vi el cielo tan azul y hermoso que no parecía real. Llevaba décadas sin ver un cielo así. ¡Bella! mi mente intentaba procesar en que dirección estaba, no estaba seguro y me levante tambaleándome.
¿Pero, qué? Contuve el aliento cuando mi mirada se posó en mi cuerpo. No brillaba, no era blanco como la cal y definitivamente no era mi cuerpo de vampiro. Llevaba un pantalón que no era mío y no había rastros de mis ropas. Estaba confundido.
Levanté las manos y me examiné incrédulo e incluso me tomé el pulso. Todo era caliente y suave como el de un humano. En mis muy pobres recuerdos humanos recordaba apenas como era yo antes de ser vampiro. Era absurdo, no tenía sentido. Volví a hacer el intento de levantarme y lo conseguí, me sentía raro. Inhalé el aire con cuidado y lentitud. Un exquisito perfume a fruta me cosquilló el paladar.
Di una mirada alrededor, se veía todo muy exótico, con mucha vegetación y colores fuertes. Delante de mí se extendía el camino de arena y lo seguí. Tenía que encontrar a Bella. Me eché a correr conforme mi ansiedad crecía. El camino se ensanchó y terminaba en una playa de arenas doradas.
Y ahí es cuando la vi. Hermosa y bella como ella sola. Me daba la espalda. Tenía los brazos extendidos hacia el cielo, su pelo negro caía sedoso y brillante en ondas suave hasta casi tocar suelo.
Mi corazón latió muy deprisa contra mis costillas y me abrumo el inmenso amor que sentía por ella. Caminé hasta ella. Estaba hipnotizado por su belleza, su desnudez. Llevaba tiempo esperándola y… ¿esperando a quién?
Me di cuenta de que ese pensamiento no era mío. Ladeé la cabeza en búsqueda de quien fuera que hubiera pensado eso y no vi a nadie. Volví a ver a la mujer.
― Te estaba esperando ― susurré.
Las palabras salieron de mis labios sin poder impedirlo. Fue tan inesperado que me quedé en shock. Sentía todo ese amor y ese anheló extraño. Amaba a Bella pero estos sentimientos no eran míos, eran de otra persona.
No era un sueño, porque era demasiado real. Tenía que ser una especie de alucinación de algún vampiro con un don así. Había escuchado de Carlisle que algunos podían crear como un espejismo. Era tan real como uno quería que lo fuera. Si, debía ser así. Entonces alguien quería darnos un mensaje, tenía que ser eso. Si nos querían muertos, ya lo estaríamos, sea quien sea no tenía malas intenciones. Respiré profundo y me dejé llenar por estos sentimientos.
― Sabes que no debería estar aquí ― dijo ella con mucha tristeza.
― Me halaga que hayas venido ― contesté.
Lo que sentía por ella era muy intenso. Lo único que quería era acercarme y tomarla entre mis brazos.
Sabía que ella era prohibida… intocable y sagrada. Pero ella me había salvado de una muerte segura. Una noche de tormenta cuando caí por la borda del barco en el que trabaja y resistí dos días y tres noches enteras antes de sucumbir al cansancio y dejarme arrastrar en las oscuras aguas. Pero por un extraño milagro, ella me salvó, y me trajo a esta isla paradisíaca.
― Sabes que estos encuentros será nuestra… perdición ― afirmó Bella. Al menos era su voz.
No estaba seguro si ella también estaba poseída como yo. Se dio la vuelta lentamente. Me quedé pasmado al verle de frente. Era ella pero no parecía ella. Su rostro estaba más acentuado, sus labios invitaban a ser besados y cuando vi sus ojos, creí que mi corazón iba a dejar de latir de impresión. Eran azules, profundos y brillaban con una intensidad increíble. Me entró ganas de llorar de ver lo hermosa que era esa… Diosa. Si, no había otra palabra para describirla. Su larga melena se enroscaba en su cuerpo formando así un extraño vestido. Cubría lo justo y dejaba adivinar curvas de infarto.
― Edward…
Murmuró mi nombre. Y la vi jadear levemente. Parecía tan impresionada como lo estaba yo. ¿Qué aspecto tendría yo a sus ojos? percibí como su cuerpo se tensó. Parecía luchar contra sus propios sentimientos. Le di una gran sonrisa. Ven a mi, mi amor. Mi diosa. Pedí en mi mente a gritos.
Y vino hasta mí en dos pasos. Se paró tan cerca que noté ese frío glacial que la envolvía por completo, fría como… como un vampiro. No me importó en absoluto, mi cuerpo estaba caliente y la deseaba a ella, más que eso, la necesitaba como el aire que respiraba.
No pudiendo aguantar, levanté las manos y las deposité con delicadeza en sus costados. Una corriente eléctrica nos recorrió a los dos. Su piel era dura como el mármol y gélida como el hielo. Me impresioné y me pregunté si Bella cuando era humana también me notaba así. Seguramente si.
No pude resistirme y me incliné a olerla. Era una mezcla de de flor de azar, naranja y algodón de azúcar. Deslicé mis dedos un poco hacia arriba y la escuché gemir despacito y luego se tensó. Comprendí que quería alejarse y bajé mi mano hasta su espalda, la presioné hacia mí.
Vi en sus ojos una gran tristeza. No sabía por qué.
― No te alejes de mi otra vez, mi diosa. Por favor ― le rogué.
― No soy una diosa. Podría herirte.
No estaba seguro de lo que era pero poco me daba igual, mientras ella seguía visitándome.
― No me importa morir amándote y besando la miel de tus labios, mi amor.
Me incliné hacia su oreja y rocé su fría piel.
― Ámame, mi diosa ― dije haciéndole llegar mi aliento.
Se estremeció en mis brazos. Sentí como su cuerpo luchaba por algo que no sabía qué era pero no podía despegarme de ella. Levanté mi mano derecha y acaricié su mandíbula. Despacito y con delicadeza. El deseo carnal invadió mi cuerpo. La quería. Ahora. Era MIA. Nos pertenecíamos el uno a otro aunque era algo prohibido.
Se inclinó un poco. Una enorme tristeza se veía en sus ojos otra vez.
― No puedo. Podría matarte ― indicó ella.
Que ironía que ahora era todo a la inversa.
― No lo harás ― alegué. Sabía que ella no me haría daño alguno.
― Esto es un sueño. . . sólo un sueño. Esto no es real ― dijo ella de repente en voz alta.
Me dolieron sus palabras. Me removieron el corazón.
― ¿Por qué dices eso? ¿Acaso no sientes mi amor? Ya no me amas…― dije con profundo desconsuelo.
― Nadie podría amarte más que yo ― afirmó con seguridad.
Me sentí el hombre más feliz de la tierra al escuchar sus palabras y sin esperar la besé. Con dulzura e infinito amor. Moví mis labios sobre los de ella con lujuria y ternura. Deseaba llorar y reír al mismo tiempo, la sensación de besarla era incomparable a nada que hubiera hecho antes.
Sentí su mano acariciar mi cuello con lentitud, le tembló un poco el dedo y…
― ¡No! ― gritó de repente.
Se separó de mí tan abruptamente, que noté un enorme vacío en el pecho. Estaba a varios pasos de mí. Tenía la cabeza agachada y lentamente la levantó.
Su mirada me impactó, sus rasgos habían cambiado en segundos. Sus ojos eran carmesí y pude leer la inmensa sed de mi sangre en ellos. Era mi Bella, mi vampira de nuevo. Mi amor. Sabía que mi vida corría peligro, yo mismo había sufrido en carne propia esa tortura.
― ¡Me tengo que ir! ― soltó de repente con agonizante voz dándose la vuelta.
Mi corazón se estremeció y se negó a aceptar eso. Dije las palabras que me venían a la mente como si fueran mías.
― Hadara... no me dejes otra vez, quédate conmigo.
Y el tiempo se detuvo en ese instante. Mi corazón pareció romperse en miles de pedazos, grité de dolor. Cerré los ojos y me lleve las manos al pecho y presione con fuerza al sentir como se paraba de pronto.
― ¡Edward, reacciona!
Abrí los ojos al escuchar a Carlisle. Miré confundido a mi padre, su expresión era de ansiedad. Estaba tumbado en el suelo. Me puse de pie en un segundo y me alivió ver que volvía a ser vampiro, por primera vez en mi existencia estaba contento de serlo. Estaba rodeado de Esme, Alice, Jasper y Emmett. Eleazar y Carmen estaban a dos pasos. Sus pensamientos eran confusos e incoherentes por el momento. Bloqueé todos sus pensamientos por el momento. No era de día si no de noche como debía ser.
― ¡Bella! ¿dónde esta…?
Alice me apretó el brazo y la miré. Se veía tranquila.
― Esta bien, Edward, mira.
Me indicó con la barbilla en donde mirar y la vi en medio de la nieve. Su cuerpo centellaba de rojo intenso. Estaba girada de lado y su pelo mojado estaba pegado a su cuerpo. Sus puños estaban apretados y esa extraña forma fantasmal seguía rodeándola.
Gruñí listo a atacar esa cosa, cuando Alice se interpuso en mi camino.
― Alice, quítate del medio ― le advertí.
― ¡No! Tenia que pasar, Edward. Zafrina tenía que hacerles vivir eso para poder comprender a que nos enfrentamos.
― ¿Zafrina? ― exclamé, enfadado.
La busqué con la mirada pero no la encontré. Zafrina, era del aquelarre amazona y amiga de Carlisle.
― Hijo, sé que estas enfadado. Zafrina se fue hace unos minutos, me pidió disculpas por infligirlos a Bella y a ti su realidad, pero no tuvo elección.
En la mente de mi padre vi el encuentro con Zafrina, estaba arrepentida pero vi en sus ojos también una gran desesperación.
― ¿Pero, por qué? ― pregunté, chasqueando la lengua.
― No lo sabemos, dijo que volvería para darnos más explicación cuando estuviera segura de que no hubiera peligro ― me explicó él.
― Vuelve a normalidad ― murmuró Esme.
Busqué a Bella con la mirada. El brillo iba desminuyendo poco a poco hasta desaparecer del todo. La forma fantasmal desapareció, evaporándose de repente. Vi a Bella parpadear y me acerqué a ella.
―Edward, estaremos en casa esperándoles, y dale tu camisa a Bella ― me dijo Alice en su mente.
Escuché como se alejaban todos. Caminé vacilante e inseguro, no sabía si la ilusión de Zafrina había desaparecido por completo. Cuando vi el rostro de Bella me paré en seco. Algo corría por sus mejillas y nacía de sus ojos, algo que era imposible pero estaba pasando, algo que jamás imaginé ver en un vampiro.
Lágrimas… Rojas…. Brillantes…
Cuando Bella se dio cuenta de que la miraba, enrojeció levemente y yo la miré maravillado. Estaba llena de sorpresas. ¿Un vampiro que se ruborizaba? increíble. Me acerqué más ella y me quité la camisa, se la di y le ayudé a ponérsela. Su cara se puso más roja todavía y abrí los ojos como platos.
Levanté una mano a su rostro y con un dedo tembloroso recorrí su mandíbula, despacito, hasta llegar debajo de su ojo izquierdo, recogiendo así el líquido rojo. Luego retiré el dedo y lo acerqué para verlo bien. Ahí me llegó el dulce olor a sangre… la sed ardió en mi garganta de repente. Era la misma fragancia que me volvía loco cuando Bella seguía siendo humana. Era algo irreal y absurdo. Volví a mirar a Bella. Se veía aturdida.
― Bella estás... ¿Ruborizada? y... llorando ― inquirí.
Ella me miró raro y deseé una vez más poder leer su mente en ese instante.
― Los vampiros no lloran, Edward. Eso es imposible ― afirmó ella.
Su cara era el reflejo del mío.
― Lloras lágrimas de sangre, Bella.
Estábamos tan sorprendidos que no dijimos nada. Me limité a tomarla entre mis brazos y abrazarla con fuerza. No había explicaciones posibles a ese hecho tan… humano y a la vez hermoso. Si no fuera por el hecho de que eran lagrimas de sangre, habría sido un milagro a mis ojos.
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muxas gracias todas x vuestros cometarios chicas y por seguir esta historia :)
aun quedan muchas sorpresas y muchos secretos x desvelar
un beso a todas
P.D monse claro que te considero mi amiga :) gracias x tu apoyo
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