Narra Alma
Llegamos a mi casa y antes que nada toqué al timbre, no quería encontrarme con ninguna sorpresa.
Subí corriendo a mi habitación a por mi pijama y algo de ropa sin que me dijesen nada.
- Mamá… -susurré.
- Cariño. –dijo asomándose otra vez por la cocina y estaba ya todo a la normalidad. –Lo siento por lo de antes.
- Da igual, oye esta noche me quedaré en casa de Jacob.
- Vale. Hablamos mañana.
No le di tiempo ni a Jake de que dijese algo, lo cogí de la mano y nos subimos a mi coche. Conduje asta la Push.
- Cariño, ¿estás bien?
- Sí. –mentí.
- No me mientas. Se que no estás bien.
- Olvídalo. Quiero cenar esta noche contigo y estar los dos juntos, hace tiempo, bastante tiempo que no estamos tan juntos. –lo besé y él me cogió de la cintura.
- Vamos dentro.
Fuimos adentro de la casa y dejé allí mi ropa y cuando fue hora de cenar le ayudé a preparar su comida ya que yo tan solo quería un poco de ensalada.
- ¿Solo vas a comer eso? –dijo mientras se metía un trozo de pollo en la boca.
- Sí, es que no tengo nada de hambre.
- Deberías de comer algo más.
- No soy como tú. –le dije con una sonrisa.
- Lo sé. Eres muy diferente a mí, y eso… me gusta. –dijo levantando una ceja.
Cuando terminamos de cenar seguí con el juego de antes.
- Pues a mi eso… no me gusta. –le dije mientras estaba limpiando los platos.
Entonces Jacob vino corriendo hacía a mí y me cogió en voladas mientras yo intentaba escaparme, él me retenía con sus brazos y sus besos.
- Eres una chica mala.
- Y tú un lobo.
Cuando me hizo bastantes cosquillas que al final me salían lágrimas y él se reía un montón, lo despisté y me puse encima de él haciéndole yo ahora cosquillas.
- ¿Ahora que dices chico lobo?
- Para… Alma… -se reía un montón al igual que yo -… Por favor…
Paré y me levanté de encima de él.
- ¿A dónde vas? –lo dejé pillado.
- Me voy.
- ¿Te vas? ¿Qué pasa?
Se preocupaba demasiado este chico, se pensaría que estaba enfadada con él.
- A ponerme el pijama, ¿quieres ayudarme?
- Alma…
- Bueno ahora salgo.
Me reí por lo que le dije y me puse el pantalón que era más bien un culott y la camiseta de tirantes y salí fuera donde Jake estaba en el sofá. Corrí y silenciosamente me puse a su lado.
- Dios, que susto me has dado.
- Se que soy fea, pero no creo que sea para tanto.
- Tonta, es lo que eres. Fea no eres.
Se giró y me besó. Entonces me di cuenta que no llevaba camiseta e iba con boxers.
- Ese pijama te sienta genial. –me susurró.
Entonces empezamos otra vez la guerra de las cosquillas pero esta vez Jacob me cogió como un saco de patatas y de la risa que tenía no podía liberarme de sus brazos.
Entonces me llevó asta la habitación.
Me dejó en la cama despacio pero cuando él quiso levantarse fue al contrario lo enganché de tal forma que se calló encima mío.
- Sabes que te quiero. –le susurré mientras le mordía la oreja.
Él no podía resistirse ante esos mordiscos cariñosos que le daba y empezó a besarme por todo el cuello y los labios. –Eres irresistible.
Entre beso y beso gemimos de placer, ocurrió lo que ambos quisimos que ocurriese y terminamos dormidos abrazados desnudos en la cama.
Por la noche me desperté ya que no tenía nada de sueño y me puse mi pijama y salí al tejado, no sin antes dejarle una nota.
Jake, no te asustes. Estoy en el tejado y si por una de aquellas no estuviese estoy en la playa. Te amo.
Alma.
Me subí al tejado y observé las estrellas, aun era muy pronto sobre las tres de la madrugada. Decidí al poco rato ir a pasear por la arena de la playa.
Mientras daba un paseo por la arena observé como estaba todo tranquilo, esa brisa del mar me tranquilizaba un montón.
Hasta que cerré los ojos y me estuve quieta.
No oía nada más que aquella tranquilidad que habitaba en este lugar tan perfecto.
Cuando abrí los ojos me di un susto increíble, sus brazos me cogieron y menos mal que me di cuenta de quien se trataba, o si nos hubiese gritado.
- Jake, no vuelvas hacer eso.
- ¿Por qué te has ido?
- No tengo sueño, odio a veces esa parte de ser algo vampiro. La verdad me encantaría estar ahora mismo en la cama junto a ti y dormir abrazada a ti, oír tus ronquidos. –mientras hablaba ponía mis brazos alrededor de su cuello y sonreíamos los dos. –Ojala nada de todo esto hubiese pasado. Pero es que aun tengo esas mariposas en mi barriga desde el momento que te vi, desde que supe lo que era amar a una persona, amarte a ti. Nunca se me irán. Si se me vallasen, que me maten.
Jacob me besó con tanta ternura que me cogió como una princesa y empezó a caminar hacía la casa.
- No digas idioteces. Nos amamos demasiado para que eso pasase.
- Tienes razón, pero si eso ocurriese.
- Te comería a besos asta que recuperases esas mariposas, si hace falta las cazo para ti.
- Imbécil. –le di una palmadita mientras reíamos.
Me dejó caer en la cama sin soltarme mi cintura y se puso encima mío acostado.
- ¿Peso? –me dijo riéndose y yo temblaba mientras él reía.
- Un montón gordo. –iba a levantarse pero me enrosqué en su cintura - ¿Eres tonto? ¿Cómo vas a pesar? Ven. –lo besé muchas veces y él a mí.
Jacob al poco tiempo se quedó dormidito y yo me puse bajo su brazo y este sonrió. Cerré los ojos sin dormir.
|