Entro con las maletas y miro a mi alrededor, la música clasica resuena por todos lados y cierro la puerta detrás de mi.
-¿Hola?- digo pero nadie contesta-.
Al entrar me encuentro con un perrito... el cual salta y pone sus patas delanteras en mis piernas.
-August- dice una mujer vestida con pieles y que fuma en pipa de mujer- perdonale querida...-.
Miro el atuendo de la mujer, lleva un abrigo de piel oscuro, tendrá unos cuarenta y tantos y tiene el pelo rubio, como yo, sus labios con bonitos, y sus ojos también.
Detrás de ella un hombre alto, grande, vestido con un traje negro y una camisa azúl clara se acerca hacia donde yo estoy, me mira de arriba abajo y respira hondo.
-¿Cuantos años tienes?- pregunta y su voz es grave, la de un hombre poderoso... me estremezco-.
-Tengo veintitrés-.
-Vaya vaya, es joven- dice la mujer cogiendo al perro el cual gimotea y la lame en la cara, hago gesto de asco-.
-Os dejo solos, nos vemos en otra ocasión querido-.
La mujer del abrigo de piel se va y cierra la puerta principal. El silencio reina y es cuando me mira que me siento más pequeña.
-Así que tu eres de quien habla Esme-.
Asiento y respiro hondo.
-Vale, te diré donde está tu habitación-.
Coge mi maleta y la levanta sin esfuerzo y pregunto como lo puede hacer todo con movimientos tan elegantes.
Trago en seco y subo las escaleras detrás de él hasta el piso supieror, pintado de blanco, todo, absolutamente todo, excepto la alfombra que es de un color burdeos precioso.
Abre la primera puerta y veo un dosel blanco y el suelo del mismo color, paredes iguales y un cuadro sobre la pared que son unas floes blancas que armoinzan con el estidlo delicado de la habitación.
El hombre grande, el cual supongo es Carlisle deja sobre la cama mi maleta y me mira con ojos ardientes, sonríe de lado.
-¿Sabes quien soy?-.
-Carlisle-.
-El señor... para ti...-.
-Señor- repito obediente y me miro las manos-.
-¿Vas a servirme?-.
-Si...-.
-Bien pero antes sabes de sobra... las normas-.
-¿Que normas?-.
-Te las iré revelando pero la más importante es que solo podrás tener sexo conmigo-.
-Si señor...-.
-Yo haré lo mismo, independientemente de lo que te haya contado Esme-.
-¿A que se refiere?-.
-No te hagas la inocente... seguro que te ha contado de nuestros encuentros sexuales-.
El señor mete sus manos en sus bolsillos y me mira fijamente como si fuese una presa a la que hay que comer rápidamente sin que nadie se de cuenta. Su pelo está echado hacia atrás y sus ojos son claros, es más altos que yo, unas dos cabezas y su pecho es amplio, huele bien... me gusta su perfume...
-Tengo que decirle algo que quizás no le agrade-.
-¿El que?-.
Se sienta con naturalidad sobre la cama y parece que vaya a quitarse la ropa y masturbarse frente a mi o mi mente enferma lo quiere ver de esa manera.
-Soy virgen-.
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