EL CUERPO DEL DELITO (+18)

Autor: Indi
Género: Misterio
Fecha Creación: 20/08/2013
Fecha Actualización: 09/11/2013
Finalizado: NO
Votos: 3
Comentarios: 1
Visitas: 7037
Capítulos: 10

Riley Biers, un joven atleta, es acuswado del asesinato de su antigua novia, la hermosa Tanya Denalí. Las pruebas son abrumadoras, pero falta lo más importante: el cuerpo de la víctima. Para el defensor Edward Cullen, un caso de asesinato sin "cuerpo del delito" es una golosina que no puede dejar escapar aunque le cueste su puesto en el bufete donde trabaja.La búsqueda de la hermosa joven desaparecida lleva a Edward y a su ayudante de viaje a un viaje mortalmente peligroso por el sur de california y las Vegas. Ademas Edward se ve envuelto en una relacion tortuosa con Bella Swan, abogado también y una de las mejores amigas de Tanya. Edward acaba descubriendo "algo" que amenaza con hundir su caso y su vida.... Esta historia es una adaptacion del libro de Michael C. Eberhardt del mismo nombre, como asi los personajes pertenecen a Stefani Meyer y al autor de la historia,  yo solo la adapte ........ espero les guste.      Indi

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 5: CAPITULO 4

Capitulo 4

 

A primera hora del día siguiente, Edward estaba en su despacho a oscuras, mirando las trémulas luces del puerto de Newport; se veía el muelle del transbordador adornado con luces navideñas blancas y azules y en el tejado del edificio de la antigua fábrica de conservas, convertido en restaurante brillaba una estrella roja con un cansino Santa Claus de tarjeta postal apoyado en ella. El horizonte comenzaba a iluminarse con un tono naranja; debía de haber una tormenta por los alrededores de Baja, pensó Edward. Habría olas grandes en un par de días.

Si no puedo convencer a Vultuti…, dijo en voz alta. Como muchos abogados como frecuentes causas ante los tribunales, tenia costumbre de ensayar el principio y el final de sus intervenciones paseando frene a un espejo para comprobar su imagen y el efecto de su oratoria ante un hipotético jurado.

Vio el gran Mercedes plateado de Vulturi entrar en el estacionamiento de ocho plantas de la acera de enfrente. Una manga a rayas apareció en l ranura, se alzo la barrera y el coche desapareció en las fauces del edificio de cemento. Minutos después, veía a Vulturi, un hombre alto y delgado con pelo gris aplastado hacia atrás, que llevaba en la mano su maletín color negro. Andaba a pasos largos y muy tieso, como si ya fuese media mañana. Edward no se molesto en mirar el reloj. Sabía que eran exactamente las siete menos cuarto.

Vulturi había sido un abogado criminalista bien considerado en su tiempo, pero después había optado por establecer un bufete con socios al comprender que solo una reducida elite de abogados – los famosos que escribían libros y eran más famosos que abogados- hacían buena carrera en derecho penal.

Casi todos los que comenten crímenes, le había dicho Vulturi a Edward, no pueden costearse un abogado y suelen ser defendidos por letrado de oficios. Y los que podían permitirse los servicios de Vulturi no siempre pagaban. No eran precisamente la crema de la sociedad, y si mentían, extorsionaban, engañaban, robaban y asesinaban para abrirse camino en la vida, no cabía esperar que cambiasen de pronto al llegar la hora de pagar al defensor. Un factor importante para ser un buen abogado criminalista, le decía a Edward todas las semanas, consiste en asegurarse, antes que nada de que te paguen.

Los paseos que Vulturi daba a diario por la oficina le conducían al despacho de Edward a las once menos cuarto en unto cuando no actuaba en tribunales. Pero hoy, antes de hablar con Aro, Edward quería consultar sobre el caso Biers con Erik yorki. Erik había sido contratado en la firma siete meses atrás por recomendación de Edward, y era ayudante de él y de otros abogados de la firma. El joven era un buen criminalista y amigo de Edward desde los años en que jugaban juntos en el equipo de beisbol del instituto de Newport.

-Recibí tu recado, Edward. ¿Qué tal te fue con el caso Newton? – inquirió Erik nada más entrar Edward en su despacho.

Tendría la misma edad que Edward, pero las pronunciadas entradas y su tez clara lo hacían parecer mayor.

-La jueza desestimo la confesión- contesto Edward -. Tendrías que haber visto la cara de Black cuando entro a declarar la amiguita. Fue una delicia.

-¡Estupendo! A Black le viene bien que le zurren la badana regularmente- dijo Erik-. Así pues, ¿Cómo ha quedado el caso? .

-Bueno, de eso quería hablarte- contesto Edward cruzando el despacho sentándose en una silla junto a la pared- creo que lo voy a dejar en tus manos porque voy a estar una temporada sin poder ocuparme de los casos pendientes.

Para Vulturi aceptase sus planes, Edward necesitaba que alguien le ayudara en su trabajo, y Erik podía hacerse cargo de los procedimientos pendientes tan bien como él. En aquel momento todo lo pendiente eran casos rutinarios, y si planteaban algún problema, lo tenía a él al fondo del pasillo para consultarle.

Pero no faltaban inconvenientes. En primer lugar, la entrada de Erik en la empresa la primavera pasada había estado a punto de resultar un desastre, pues, aproximadamente un mes después de ingresar en la firma, había sido testigo de un asesinato en una bar de ligue de hombre, y Erik, consciente de que iba a ser inútil tratar de inventar una historia, confesó ante las cámaras de televisión que era homosexual. Y la noticia salió por los canales 2, 4, 5, y 7 a las cinco y a las once. Al día siguiente, Vulturi salió como una exhalación de su despacho al encuentro de Erik, le hizo pasar y cerró la puerta, pero todos pudieron oír sus gritos durante un cuarto de hora.

-¡Me importa un bledo con quien folles, pero ha puesto en entredicho la reputación de esta firma y eso me concierne. Llevo ya seis llamadas esta mañana de antiguos clientes preguntándome que pasa en Vulturi y asociados.

Y Aro lo había despedido. Edward, que aquella mañana asistía a un juicio, no había sido testigo de la expulsión, pero nada más enterarse se apersono en el despacho de Vulturi exigiéndole la readmisión de Erik.

Vulturi se había negado de plano y Edward estaba punto de decirle que lo despidiese a él también cuando vio atraves del cristal- espejo del despacho dos docenas de gays lanzando consignas y enarbolando pancartas en la acera de enfrente a la oficina. -Señor Vulturi- dijo Edward señalando a la ventana por encima del hombro de su jefe-, le aconsejó que eche un vistazo a la calle. Vulturi se volvió y Edward habría jurado que le oyó contener un grito. Ver aquel grupo que iba en aumento y oír el ruido de los camiones del equipo de transmisión de la emisora de frecuencia modulada de Orange County le basto para darse cuenta de que se le venía encima un problemón de relaciones públicas que podía ser fatal para la empresa.

Y no tardo ni un minuto en reaccionar. Se quito la chaqueta, se arremango la camisa y salió a la calle para ir a hablar con los homosexuales con cara de gran consternación. En diez minutos les había convencido de que el supuesto despido de Erik era uno de tantos bulos de los medios de comunicación.

-¿Qué sucede?- inquirió Erik sentándose en otra silla al lado de Edward-. ¿Por qué tienes que dejar los casos pendientes? ¿Estás enfermo o qué?

-no, no estoy enfermo- contesto Edward quitándose el zapato-. Es que tengo un caso que me va a ocupar la mayor parte del tiempo.

-¿Cuánto tiempo?- inquirió Erik, receloso.

-Pues varios meses por los menos. Pero puede durar hasta un año.

Edward sabía que aquello iba a ser un gran problema. Indudablemente, no podía aplazar las causas pendientes, tendría que comunicar a personas ricas e influyentes que no iba a llevar el mismo sus casos.

-¡no me digas!- exclamo Erik, apartándose el pelo rubio de la cara-. ¿De qué caso se trata?

-¿sabes quién es Riley Biers?

-claro- contesto Erik llevándose un dedo a los labios y haciendo una pausa-. Pero es una defensa de oficio, ¿no?- añadió con otra pausa-. ¿Te lo ha autorizado Vulturi?- inquirió como si alguien le hubiese dicho que el sol no iba a salir al día siguiente.

-aun no le he dicho nada.

-¡que no le has dicho nada…!

-voy a hablar con él en cuanto entre- se apresuro a añadir Edward.

Erik se echo a reír.

-¡señor, señor! – exclamo-. Oye, de haber sabido que esta mañana íbamos de fantasías, me habría traído el portaligas, Vulturi no te lo consentirá.

- Si no lo hace- dijo Edward-, estoy dispuesto a despedirme.

Su rostro emanaba tranquilidad, pero noto una especie de nudo en el estomago al decirlo. Hasta aquel preciso momento no había sabido hasta donde estaba decidido a llegar para asumir aquel caso.

Erik noto algo en la mirada de Edward que le dio miedo.

-hablas en serio, no?

-si.

-¿tanto representa para ti este caso, tanto como para cerrarte las posibilidades futuras de convertirte en socio de la firma?.

-si.

Sentía que cada vez se iba adentrando más en un camino sin retorno.

-¿pero por qué?

-Erik- dijo Edward poniendo la mano en el hombro de su amigo-. Es un caso de homicidio sin cadáver. Y esos casos son tan raros como os eclipses de sol.

-¡dios, ya lo sé! Pero, Edward más vale que te lo pienses antes, habrá otros casos en los que puedas lucirte, ¿no crees?

Edward miro a su amigo y sonrió.

-quien sabe- aventuro palmeándose las rodillas, como sorprendido-, tal vez Vulturi nos dé una sorpresa y me autorice a hacerme cargo del caso y así no tendré que abrir bufete propio.

-claro, y me han dicho que este verano abren un telesquí en Deaht Valley.

Estaban los dos riéndose cuando, a sus espaldas, oyeron una voz que decía:

-tengo entendido que quería verme.

Se volvieron los dos y vieron a Vulturi en la puerta en un elegante traje azul italiano. Con su pelo plateado peinado hacia atrás, uñas de manicura y el rubí de cinco quilates en el meñique, parecía el modelo de un anuncio de GQ.

-¡buenos días, señor Vulturi!- dijo Edward con un respingo. Había estado toda la mañana ensayando como iba a abordar al jefe a propósito del caso y ahora lo pillaba de improviso.

-bueno, tengo que hacer- dijo Erik enarcando una ceja mientras abandonaba el despacho.

Vulturi alargo el brazo y detuvo un momento a Erik.

-quiero hablar con usted del asunto Gemco en cuanto haya concluido la documentación- dijo en tono estirado.

-cuando usted guste, señor Vulturi- dijo Erik apresurándose a salir.

A Edward le pareció oírle suspirar en el pasillo. Vulturi era capaz de intimidar a cualquiera y era el único socio de la firma que despedía sin contemplaciones.

-tengo entendido que ha entrevistado a un tal Riley Biers- dijo Vulturi dirigiendo a Edward, que acababa de esconder el pie sin zapato bajo la silla y se había erguido contra el respaldo.

-parece un caso muy interesante- añadió Vulturi, mirando como Edward se esforzaba por meter el pie en el mocasín-. ¿Han encontrado ya el cadáver?

-No, aun no- contesto Edward. Estaba seguro de que Vulturi ya estaba al corriente de todos los detalles del caso, incluido el conflicto de Pelzer y su designación por el Juez Crowly

. -un asesinato sin cadáver- dijo Vulturi-. Un caso que no suele darse muy a menudo, ¿no es cierto?- su tono era ahora tan amigable que Edward se hallaba molesto. Fuera de la oficina, Vulturi no era tan mala persona. En realidad, con media botella de whisky, hasta era humano-. Yo solo he conocido otro caso similar- continuo- durante mis servicios en el despacho del fiscal.

-¿un asesinato sin cadáver?- dijo Edward. De pronto se le había olvidado todo lo que pensaba decirle a Vulturi.

-Eso es. ¿No le he hablado de ello nunca?

-no. ¿Cómo fue?- inquirió Edward.

-pues- dijo Vulturi sentándose en el borde de la mesa con un pie en el suelo- cuando el juez dijo al abogado defensor que llamara a su último testigo, el letrado se puso en pie, se volvió de la mesa y se volvió hacia el fondo del despacho-, alzo la voz más de lo normal y llamo a la víctima al estado.

-¿a la victima?- inquirió Edward.

-si- respondió Vulturi, sonriendo- se hizo un silencio absoluto en la sala cuando llamo a la víctima. ¡Robert Sloan! <<alguacil, haga pasar a Robert Sloan al estrado>>, y todos, incluido el fiscal del distrito, se volvieron a mirar al fondo de la sala. Todo el público esperaba que la victima cruzase las puertas basculantes y exculpara al acusado.

Vulturi hizo una pausa, aun vuelto de espaldas mirando por encima del hombro.

-transcurrieron dos minutos, nadie cruzaba la puerta, y todos comprendieron que nadie iba a aparecer cuando vieron que el abogado defensor se sentaba. Pero les había llevado a su terreno: si todos esperaban que la victima apareciera a la simple mención de su nombre, es que en su mente albergaban una duda razonable de que hubiese muerto- dijo Vulturi volviéndose y dando una palmada en la mesa-. Fue magnífico. El abogado miro pausadamente a los miembros del jurado y al fiscal y luego se volvió al juez y dijo: <>- Vulturi había apoyado las dos manos en la mesa y miraba a Edward-. El fiscal sabía que estaba hundido. El jurado delibero y dio el veredicto en menos de un día.- Vulturi vacio un instante antes de apostillar la historia con un tono efectista-. ¡Veredicto: culpable!

-¿culpable?- inquirió Edward, riendo. Eran como dos amigos en un bar contándose anécdotas de guerra.

-nadie podía creérselo. Sobre todo el pobre abogado defensor- dijo Vulturi-. En el pasillo se acerco al portavoz de jurado y le pregunto: << ¿Cómo han podido dar el veredicto de culpable? Tienen que haber tenido duda razonable, porque cuando llame a la victima por su nombre todos los miembros del jurado dirigieron la vista a la puerta a ver si entraba.

-tiene usted razón – contestó el jurado, teníamos una duda razonable de si estaba muerto o no.

-¿y, entonces?- inquirió el abogado:

-mire, cuando usted nombro a la víctima, se volvió todo el público de la sala menos su defendido; porque era el único que estaba seguro de que la víctima no podía aparecer por la puerta.>>

Vulturi señalaba a la puerta. Por la sonrisa que esgrimía, Edward pensó que a lo mejor aceptaba el caso Biers.

-¿Quién le dijo que entrevistase a Biers?- inquirió bruscamente con el ceño fruncido. En un abrir y cerrar de ojos había abandonado el tono jovial y volvía a ser el perro de guardia.

-El juez Crowly me llamo a su despacho- contesto Edward-, porque el defensor había alegado conflicto personal y e ha pedido que lo sustituya. Por eso fui a ver a Biers.

-comprendo- dijo Vulturi con rostro inexpresivo y mirada tranquila-. No quiere contrariar al juez Crowly, no sea que se sienta agraviado y le perjudique en otro caso, le ha concedido la cortesía de hablar con el acusado y ahora lo único que tiene que hacer plantear alguna excusa legitima para renunciar al caso.

Edward permaneció callado, mirando a Vulturi con rencorosa admiración. De una anécdota curiosa pasaba a ordenarle que renunciara al caso más apasionante de su vida.

-aun no he decidido si lo acepto o no- dijo, finalmente a Vulturi a los ojos.

-no creo que sea una decisión difícil de adoptar- replico Vulturi volviéndose y mirando por la ventana-. No existe posibilidad de que se haga cargo del caso. Ahora mismo esta tan ocupado que ni siquiera puede atender los casos pendientes.

-si, lo sé- respondió Edward, decidido a replicar a l cuanto Vulturi alegase-. Había pensado tomar a Erik de ayudante durante unos meses. Al menos hasta que concluya el juicio.

-quiero recordarle lo que le dije cuando le contratamos. Aquí trabajamos en equipo- ¡en equipo! No como individuos que tratan de ascender en su carrera a expensas de la firma. Todos trabajamos por el bien de la firma- dijo inclinándose y dando con el dedo en la mesa-. Le contratamos para que se ocupase de los contenciosos criminales de nuestros clientes. Personas muy ricas y relevantes que pagan bien casi todas y que cuando tienen problemas esperan que este usted aquí para asesorarles. Y no van a contentarse con un sustito.

Edward contuvo su malhumor a regañadientes. Notaba el calor en el pecho subiéndole hasta el cuello.

-piense en lo que un caso como este podría ser par la buena reputación de la firma- dijo con un tono de voz razonable.

-Solo si lo gana.

Edward comprendió ahora la verdadera reticencia de Vulturi hacia el caso: era demasiado riesgo. Sin querer pensar que la publicidad de un asunto como aquel podía triplicar la cifra del negocio en seis meses y dar a la firma un prestigio inapreciable. No. Si perdía podía afectar al promedio. Era la mentalidad de la empresa. Permanecer mediocres pero solventes.

-Mire, hay que hacer otra puntualización respecto a esa historia que le acabo de contar- añadió Vulturi-. El abogado defensor que perdió el caso mermo considerablemente su fama. Ahora, llame al juez Crowly- dijo poniendo la mano en el teléfono para mayor énfasis- dígale que ha revisado su agenda de trabajo y no puede hacerse cargo del caso.

-No me es posible- se apresuro a contestar Edward, sorprendido el mismo por su resolución.

-Hijo, esto no es un asunto negociable- dijo Vulturi despacio-. Mientras trabaje en esta firma no actuara de defensor en ese caso.

Había llegado el momento crucial antes de lo que Edward esperaba. Bien, se dijo, ¿cometo o no suicidio profesional?

-No es ningún asunto complicado de divorcio- replico despacio-. El caso máximo a que puede aspirarse. Un asesinato sin cadáver- añadió, avanzando un paso hacia Vulturi-. Cuando estudiaba en la facultad soñaba con hacerme cargo de un caso así. Y no pienso renunciar.

Había ido demasiado lejos y se daba cuenta de que seguramente ya no formaba parte de Vulturi y asociados. Y lo que era peor: Vulturi y asociados tenía poder e influencia para ponerlo en la lista negra en California Sur. Pero en aquel preciso momento comprendió que le importaba un bledo el empleo, la seguridad, el dinero y el prestigio. Quería hacerse cargo de aquel maldito caso.

-está echando por la borda todos sus esfuerzos de estos últimos años- dijo Vulturi-. Si cruza esa puerta será como sil saltara a un precipicio, y el único paracaídas que tiene es esta firma- añadió señalando al suelo como si la carrera de Edward estuviese allí, hecha añicos por su propia estupidez.

Y, a continuación, echo el resto.

-está a dos pasos de ser socio, hijo- añadió en tono neutro, con las manos en los bolsillos-, y lo echa en saco roto por un caso que se convertirá en un asesinato como tantos otros en cuanto alguien se tropiece con el cadáver. Y piense que eso puede ser mañana mismo. Y usted lo habrá echado todo a perder por un caso de asesinato de cuatro cuartos en el que seguramente acabara alegando homicidio sin premeditación.

Edward no dijo nada. Vulturi poseía el instinto de los abogados criminalistas mas hábiles; había sido el mejor durante un tiempo. Lástima que lo hubiese dejado por el papeleo de la firma por el simple hecho de que prefería que aumentase el promedio.

Permaneció de pie junto a Vulturi, casi hombro con hombro; como iguales por primera vez. El poder que Vulturi tenía sobre el desaparecía con el empleo. Ya sentía que el nudo en el estomago iba cediendo. Aro Vulturi y Edward Cullen eran dos tipos de hombres distintos; ahora lo comprendía.

-Tengo que intentarlo, Aro- dijo tranquilamente.

Y salió del despacho.


Mil disculpas por no actualizar antes..... prometo actualizar todos los miercoles como me sea posibles.......Besos.........Indi

Capítulo 4: CAPITULO 3 Capítulo 6: CAPITULO 5

 


 


 
14495458 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10802 usuarios