La Amante (+18)

Autor: lien
Género: Romance
Fecha Creación: 09/12/2011
Fecha Actualización: 21/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
Visitas: 17569
Capítulos: 11

Cuando Bella Swan descubre que su querida tía es víctima de un chantaje, traza un plan temerario: hacerse pasar por la amante del Conde de Cullen, un famoso noble supuestamente muerto. Pero Edward Masen, el célebre Conde, no solamente está vivo, sino que además es un caballero terriblemente seductor. Un tipo que, en su afán por conquistar el mayor número de mujeres, puede llegar a comportarse de forma imprudente y sin respetar las mínimas reglas del decoro. Precisamente, una circunstancia fortuita hará que la recién transformada Bella Swan y el sensual Conde se encuentren frente a frente en una elegante fiesta. La intrépida simuladora tendrá que enfrentarse a la inesperada amenaza de su corazón... porque el Conde, fiel a sus principios, intentará poseerla en cuerpo y alma.

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Capítulo 5:

Capítulo 5

 

La emoción se apoderó de Bella con la fuerza del rayo que surca la nube. No podría haber sentido más asombro si el centurión de mármol hubiera cobrado vida de pronto y la hubiera tomado en sus brazos.  Se sentía tan sorprendida por la sensación de tener la boca de Edward sobre la suya que se quedó completamente rígida por unos segundos.  Edward la estaba besando. Sus fuertes y potentes manos descansaban sobre la piel de sus hombros desnudos, haciendo que escalofríos de emoción le recorrieran la columna vertebral.  Ese hombre de notoria reputación a quien había llegado a conocer tan íntimamente y a quien admiraba tanto, ese hombre que había invadido sus sueños, todas las noches durante casi un mes, le iba a hacer el amor justamente aquí, en la biblioteca de su casa.

 

Desde que regresó a Londres Edward había ocupado cada momento lúcido de su vida. Había pasado sus días estudiándolo para poder llegar a creer en la ilusión de ser la mujer con quien él hacía el amor en secreto. Ella había recogido rumores, cuentos y unos pocos hechos reales de cuantas fuentes tuvo disponibles. Había leído todo lo que él había escrito, había pasado horas contemplando los más mínimos detalles que conocía de él, haciendo un esfuerzo por comprenderle y hacer que pareciera más real.  Durante ese proceso fue creando para sí una fantasía muy íntima, una fantasía que no había compartido con nadie, ni siquiera con Alice o la tía Esme.  Al final del día, después de una larga noche llena de tensiones, representando el papel de amante, se había quedado despierta imaginando cómo debía de ser la verdadera amante de Edward, la mujer que durmiera con él, la mujer que él amara.

 

La mujer que él amara. Hacía mucho tiempo que en silencio había llegado a la conclusión de que ella no era la clase de mujer que pudiera experimentar una gran pasión o inspirarla en un hombre. Había llegado a aceptar aquella realidad, diciéndose a sí misma que era demasiado intelectual, demasiado práctico como para llegar a enamorarse. Sin embargo, a pesar de ese convencimiento, había tejido una red de fantasías en torno a Edward.  Todo le había parecido inofensivo, ya que el hombre en cuestión estaba muerto. Pero esa noche él había salido de sus sueños para aparecer en su vida. Y resultaba más fascinante en carne y hueso de lo que había sido en sus sueños.

 

-Usted es de lo más inusual, Bella. No es el tipo de mujer que yo había esperado encontrar. -La voz de Edward, oscura y sombría, estaba cargada de gran sensualidad-. Sin embargo, usted es exactamente lo que yo deseo esta noche.

Ella no podía responder, no sólo porque él había vuelto a besarla sino porque estaba temblando de la cabeza a los pies. Los brazos de Edward se apretaban alrededor de su cuerpo, mientras la mordía suavemente al principio, después de forma persuasiva y luego más insistente. Las manos se apretaban cada vez más sobre sus hombros.  Ella buscó aire, abriendo los labios y él respondió invadiéndole la boca con la lengua.  La rigidez momentánea, que al principio se había apoderado de ella, se evaporó, dejando en Bella un sentimiento increíblemente cálido y dócil. El calor se acumuló en la parte inferior de su cuerpo. Era una sensación extraordinaria.  Bella emitió un gemido ahogado que pareció complacer a Edward. Los dedos de él se clavaban en su piel y otra oleada de deliciosos escalofríos la recorrieron.  Levantó las manos y tomó los extremos de la larga corbata que Edward se había desatado hacía unos momentos.

 

-Esto es asombroso, mi lord.

-Sí, ¿no es maravilloso? -La besó en el mentón y en la punta de la nariz-. Y le aseguro que yo no me siento menos asombrado que usted.

-Mi lord...

-Llámame Edward.

-Oh, Edward. -Consumida en las llamas de su excitación, ella le quitó la corbata y se abrazó con fuerza a su cuello.

 

Su cuerpo se puso en contacto más íntimo con el cuerpo de Edward. Bella se apretó fuertemente contra él y sus pechos se aplastaron contra el amplio y potente pecho de Edward. Pudo sentir el bulto sorprendentemente duro de su masculinidad que hacía presión debajo de los pantalones de montar. Los largos dedos de él acariciaban la nuca de Bella. Ella en respuesta dio un grito apagado. Entre sus piernas sintió que empezaba a mojarse. Inclinó la cabeza hacia atrás sobre el brazo de Edward y los labios de él encontraron su garganta.

 

-Edward. Dios mío. -Los dedos se clavaron en el cabello de él. Los sentidos ahora giraban en frenesí. Ya no podía pensar.

-Creo que serás la más excelente de las amantes, mi dulce señora. -Edward dio un paso hacia el amplio sofá verde y dorado. Llevó consigo a Bella.

 

Bella oyó el sordo golpe de una bota que chocaba contra uno de los fragmentos tirados de mármol.

 

-Maldición.

-Oh, querido. -Bella comenzó a separarse- Ten cuidado, mi lord. Puedes lastimarte.

-Sin duda, pero creo que valdrá la pena. -Edward sorteó la piedra y se dejó caer en el sofá.

 

Mantuvo un pie en el suelo y suavemente hizo que Bella cayera sobre él. Ella se tendió sobre aquel cuerpo duro, musculoso y quedó cautiva entre los muslos de él.  Las vaporosas y livianas faldas de su vestido de seda se movieron por unos momentos como si protestaran. Después quedaron acomodadas entre las piernas de Edward con un suave murmullo de derrota. El calor que provenía del cuerpo de Edward amenazaba con quemar a Bella. Ella jamás había sentido nada tan intenso. Edward tomó su rostro entre las manos y acercó la boca a la suya. El hechizo quedó roto por la expresión horrorizada que provenía de una puerta cercana.

 

-Bella. ¿Qué sucede aquí?

 

Asombrada por la pasión de Edward, Bella levantó la cabeza.

 

-¿Alice?

-Maldición -protestó Edward-. ¿Qué diablos sucede?

-Déjela ya. ¿Me oye? En el nombre de Dios, suéltela ya.

-Alice, espera. Detente. -Bella se ayudó con las manos para levantarse y volvió la cabeza hacia la puerta entreabierta. Vio a Alice, vestida con una bata de algodón estampado, el cabello oscuro suelto, que corría a través del conjunto de estatuas y muebles que había en la habitación.

-Alice, no te preocupes. -Bella se esforzó por sentarse.

 

Alice hizo una pausa, pero sólo lo suficiente como para tomar uno de los atizadores del hogar. Lo levantó de manera amenazante y miró con odio a Edward.

 

-Déjela de inmediato, bastardo, o le abriré la cabeza. Juro que lo haré.

 

En un solo movimiento lleno de agilidad y eficiencia, Edward apartó a Bella, rodó hasta el borde del sofá y se puso de pie. Extendió la mano y compulsivamente arrebató el atizador de la mano de Alice, antes de que ésta pudiera darse cuenta de lo que estaba haciendo. El grito de horror de Alice fue como un gemido grave y penetrante.

 

-Alice, cálmate. -Bella torpemente se puso de pie, pasó junto a Edward y rodeó con sus brazos a su descorazonada prima-. Cálmate, primita. Estoy bien. Él no me estaba lastimando, te lo aseguro.

Alice levantó la cabeza y miró a Bella sin comprender. Después se volvió para clavar la mirada en Edward.

-¿Quién es? ¿Qué hace aquí? Sabía que este plan sería peligroso para ti. Supe que tarde o temprano algún hombre iba a tratar de aprovecharse de ti.

Bella le dio unas palmaditas de afecto.

-Alice, permíteme presentarte al conde de Cullen. Mi lord, ésta es mi prima, la señorita Alice Brandon. -Edward arqueó una ceja y dejó a un lado el atizador.

-Es un placer conocerla. -Alice lo miró boquiabierta.

-Pero suponía que estaba muerto.

-Eso me han contado. -Edward torció la boca levemente con gesto irónico-. Pero parece que continúan apareciendo pruebas en contra.

Alice se volvió para dirigirse a Bella.

-El chantajista después de todo no lo mató.

-Aparentemente no. -Bella se sonrojó y con prisa trató de acomodar su vestido. Advirtió que una de las plumas estaba en el suelo junto a la bota de Edward-. Representa un gran alivio saber que no nos enfrentamos con un asesino, ¿no te parece?

Alice entrecerró los ojos llenos de sospecha al mirar a Edward.

-No estoy segura de eso. ¿Qué es precisamente lo que estamos haciendo aquí?

-Excelente pregunta. Está claro que no soy un fantasma. -Edward se agachó y tomó la pluma blanca y se la alcanzó a Bella-. Será un placer ayudarle a contestar la pregunta con mayor detalle, señora Swan. Pero como se hace tarde y el clima de esta noche se ha visto interrumpido, creo que es hora de retirarme.

-Sí, por supuesto, mi lord. -Bella le arrebató la pluma de la mano-. Pero usted habló en serio cuando dijo que me permitiría continuar con la farsa de ser su amante, ¿no es verdad?

-Cada una de mis palabras fue verdad, mi querida señora Swan. -Los ojos de Edward brillaban a la luz de la lámpara-. Haré todo lo que esté en mis manos para ayudar a crear una ilusión que sea tan cierta que nadie pueda distinguir entre la verdad y la mentira.

-Es muy amable de su parte, señor. -Bella sintió una oleada de gratitud-. ¿Es su curiosidad intelectual lo que lo empuja a consentirme, mi lord, o su natural caballerosidad?

-Sospecho firmemente que no es caballerosidad lo que me lleva a ayudarla, señora.

-Entonces debe de ser su naturaleza intelectual -dijo ella con complacencia.

Edward la miró divertido mientras se dirigía hacia la puerta.

-¡Usted me conoce tan bien!

-Debería de conocerlo. -Alice lo miró con odio-. Ha hecho un estudio muy profundo de su persona, mi lord.

-Me siento honrado. -Edward salió al recibidor. Hizo una pausa, mientras posaba sus ojos pensativos en Bella-. Asegúrese de cerrar la puerta con llave cuando me vaya. -Bella sonrió.

-Por supuesto, mi lord.

 

Edward salió y cerró la puerta. Se produjo en la biblioteca un silencio breve pero cargado de tensión. Momentos después, las ruedas del carruaje negro del conde sonaron contra el empedrado de la calle.  Alice se volvió para enfrentarse a Bella. Intentaba controlarse, pero sus suaves ojos castaños aún estaban cargados de restos de un viejo temor.  Tenía veintiséis años, un año más joven que Bella. Era más bonita que ella, con rasgos finamente marcados, cabello castaño oscuro y ojos de excelente belleza. Pero había en ella un rasgo de distanciamiento que la hacía aparecer austera e inalcanzable.

 

 

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