Caminamos detrás de Renata. Edward me llevaba agarrada por la cintura, y mi padre y Carlisle nos seguían. Ambos iban tensos e iban mirando de un lado a otro asegurándose de que no había ningún peligro. Entre giros y más giros por los corredores de aquel inmenso castillo, finalmente llegamos a la sala de la entrada por la que había llegado hacía dos días. Sólo había pasado eso, dos días, y parecía una eternidad lo que había estado separada de Edward y temiendo que ya no volvería a verlo ni a él ni a mi familia. Se estaba formando un nudo en mi garganta. - Bien aguarden aquí, en un par de horas podrán irse – dijo Renata. Se acercó hasta a mí. Edward no me soltaba, imagino que no podía leer su mente, ya que Renata tenía dones especiales. Edward me sujeto con fuerza y yo lo miré para que me permitiera despedirme de Renata. Accedió pero se quedó pegado a mi espalda. - Bella, prométeme que vas a cuidarte, tienes dos razones importante para hacerlo – me dijo Renata acariciándome la cara. La tensión acumulada en el despacho y la despedida hicieron que el nudo en mi garganta fuera haciéndose más insoportable, hasta que mis ojos se llenaron de lágrimas. - Renata, gracias por todo. Por protegerme de Victoria y por ayudarme y no dejarme sola con todo esto. Nunca lo olvidaré – le dije ya con las lagrimas rodando por mis mejillas. Renata miró a Edward como pidiendo permiso y él finalmente me soltó. Nos fundimos en un abrazo. Yo no paraba de llorar sobre el hombro de Renata, y ella acariciaba mi pelo. - Renata no entiendo cómo puedes quedarte aquí con ellos – le dije entre sollozos – tú no eres como ellos, eres buena y compasiva. - Ellos también lo son Bella, quizás no del mismo modo, pero créeme que lo son, de lo contrario tú ahora no estarías aquí. Se oyó un gruñido proveniente del pecho de Edward. - Bien debo dejarlos – dijo Renata apenada. - Por favor, si alguna vez decides cambiar de vida búscanos Renata – le dije con todo el cariño del mundo. - Gracias Bella – me dijo mientras acariciaba mi mejilla – cuídate.
Nos sentamos en el hall a esperar el crepúsculo. Estábamos todos callados, ninguno decíamos nada. Las emociones de ese día habían sido suficientes para tenernos ocupados pensando en todo lo sucedido. Mi padre rompió el silencio. - Bella sabes a que se refería Aro con lo de espero verte pronto a ti y a tu pequeño? – preguntó mi padre. - Si, tengo una ligera idea, pero prefiero no hablar de ello en este momento, cuando lleguemos a casa te lo cuento todo. Mi padre asintió y no insistió más. Dimitri se acercó a nosotros. - Ya ha anochecido, podéis marchar. Asentimos y salimos de allí rápidamente, volvíamos a casa, y yo estaba en los brazos de Edward y con mis hijos a salvo. Ahora tenía que encontrar el modo de decírselo a él. Subimos al coche. Carlisle conducía, y Charlie iba en el asiento del copiloto. Edward y yo íbamos en la parte trasera. Él no me había soltado en las últimas dos horas, no se había separado de mí ni dos centímetros, y así nos íbamos a quedar por el resto de nuestra eternidad, uno al lado del otro. El sueño me estaba venciendo, ya que no había podido dormir apenas en los dos últimos días. - Edward, necesito contarte algo – dije bostezando. - Ya habrá tiempo amor, ahora descansa. No pude contradecirle, mis parpados se cerraron sin previo aviso, y no pude mantenerme despierta por más tiempo. Llegamos al aeropuerto y Edward me ayudó a salir del coche. Iba totalmente sonámbula por la terminal. Estaba exhausta y casi no me mantenía en pie. Embarcamos y Edward me dejó en un cómodo sillón de primera clase. Noté como me tapaban con una manta y me besaban la frente. - Duerme mi Bella durmiente, yo estaré aquí cuando despiertes. Noté que volvían a levantarme del asiento y me llevaban en brazos. Estaba demasiado cansada para protestar. Sólo recuerdo a mi madre abrazándome a mí y a Edward en la puerta del aeropuerto. - Hola mama… - conseguí decir con vez débil. Subimos en otro coche y no sé a dónde nos dirigíamos, sólo tenía ganas de dormir, no conseguía mantenerme despierta. Oía su voz entre sueños. - Carlisle es normal que duerma tanto, lleva todo el vuelo dormida y sigue igual – preguntó mi ángel preocupado. - Edward hijo, no sabemos por todo lo que ha pasado desde el viernes que tomó el avión para Italia. Está ojerosa y cansada, su cuerpo ahora lo que necesita es protegerse y descansar, no te preocupes y dale tiempo. Me sumí de nuevo en la inconsciencia, pero ésta vez los sueños eran agradables. Tenía a mis hijos en brazos, un niño y una niña. Eran perfectos, con la piel blanca y delicada. El niño tenía los ojos verdes, como los de su padre cuando era humano, y la niña tenía mis ojos color chocolate. Desperté en una cama que no era la mía. Abrí los ojos e identifiqué la habitación de mi prima Alice. Estaba en casa, todo había sido una pesadilla. Instintivamente me llevé las manos a mi vientre, y ahí estaba el bulto. Eso no lo había soñado, estaba embarazada de verdad. Noté que había alguien más en la habitación y giré mi vista hacía la silla de la esquina. Edward estaba ahí sentado, me miraba confundido, no entendía mi reacción. No sabría él que yo estaba embarazada? Se acercó hasta la cama con sus andares gráciles, y se sentó junto a mi. Besó mi frente dulcemente y me susurró al oído. - Hola mi amor, dormiste bien – me miraba con esa sonrisa torcida que tanto me gustaba. - EDWARD!!!! - grité y me lancé a sus brazos emocionada. Escuché su risita nerviosa, estaba claro que no era esa la reacción que él esperaba, y yo tampoco. Tocaron a la puerta y alguien entró. Era mi hermano Mike, seguido de mi padre, mamá, Alice, Rosalie, Emmet, tio Stefan, Esme….toda mi familia al completo. Se acercaron hasta nosotros con una sonrisa pintada en sus rostros, la primera en adelantarse y abrazarme fue mi madre. - No vuelvas a hacerme pasar por esto otra vez! Me oyes? NUNCA – a que se refería? - Bella cariño, la próxima vez, si es que la hay, lucharemos todos para proteger a nuestra familia, no debes tomar esas decisiones tu sola – me dijo mi padre. Un “click” en mi cabeza encajó. No había sido una pesadilla, había estado en Italia con los Voulturi. Todo era real. Me levanté de la cama y toda mi familia me miraba confusa. Me acerqué hasta el espejo del tocador de Alice y allí estaba todavía la marca en mi cuello de la mano de mi tía Victoria. Por el espejo vi como Edward se acercaba hasta mí y me tomaba por la cintura haciéndome que girase para ponerme frene a él. - Ni ella ni nadie va a volver a haceros daño – me dijo mientras ponía una mano en mi vientre. Escuche varios gemidos de mi familia, era el momento de las explicaciones, y había algo que ni el mismo Edward sabia. Miré a Edward a los ojos. - Te amos – le dije con lagrimas en los ojos. - Yo te amo más – me dijo él con su sonrisa torcida. Un carraspeo nos interrumpió. - Bien Bella, Edward, les esperamos en la sala – dijo mi padre en tono burlón. Nos dejaron solos en la habitación y apenas podía controlar mis locas hormonas que estaban locas por Edward, pero no era el momento, nuestra familia nos esperaba para una noticia que teníamos que darles, que aunque ya se la imaginaban, debíamos cumplir con el trámite. Cogí mi bolsa de aseo y algo de ropa y me fui al baño. - Tardo cinco minutos amor – le dije besando sus labios. Él asintió y se volvió a sentar en la silla de la esquina del dormitorio. Me di una ducha rápida, me vestí y peine mi cabello húmedo sin secarlo, no tenía ni tiempo ni ganas para hacerlo. Salí del baño y Edward me esperaba con su sonrisa perfecta. Se levantó y me tomó de la mano sonriente y nos encaminamos a la sala donde nuestra familia nos esperaba.
|