El vuelo fue pesado, demasiadas horas de vuelo, pero no me importaba, yo ya no era yo. Era una especie de zombi que iba por la terminal del aeropuerto en busca de su destino. A la salida de la zona de desembarque había gente esperando a los aterrizajes para ver a sus seres queridos. No en mi caso, nadie de mi familia estaba allí para esperarme. Había una chica alta, rubia con un cartel que rezaba: ISABELLA SWAN. Esa era yo. Me acerqué a la chica. De cerca era aún más guapa, parecía una modelo, sin duda era un vampiro, difícilmente un humano podía alcanzar aquel nivel de belleza y perfección.
- Hola soy Isabella – le dije a la modelo. Me miró de arriba abajo sorprendida, seguramente no era lo que ella esperaba. - Bien – contestó secamente – vamos el coche nos espera. Empezó a andar y yo la seguía de cerca. Salimos del aeropuerto y se encaminó hacía una limusina que nos estaba esperando justo hasta donde llegaba el techado del aeropuerto, a salvo de los rayos de sol. La temperatura era más alta que en Seatle, así que me quité la chaqueta fina que llevaba puesta antes de entrar en el coche. - Me das tu teléfono – ordenó extendiendo su mano en espera de mi celular – es por seguridad. Te darán un nuevo cuando te instales. Como si lo fuera a necesitar, no tenía a quien llamar. No quería compartir mi desgracia con nadie. Mi familia estaría mejor sin saber nada de mí. Mientras iba mirando por la ventanilla, podía ver cómo salíamos de la ciudad, la carretera estaba rodeada por un paisaje agrícola, entre campos de cultivo. A lo lejos en la parte alta de una montaña se divisaba una ciudad, parecía que estaba en medio de la nada. Me quedé mirando fijamente la colina y la ciudad. - Voltera – dijo mi acompañante.
Rodeada de aquel maravilloso paisaje que no podía disfrutar, ya que aquel viaje no era un viaje de placer, me dirigía hacía lo que sería mi hogar a partir de ese momento, Voltera, la ciudad de los Voulturi. No tardamos en empezar la ascensión hacía Voltera. La carretera serpentea colina arriba. Parecía que estábamos subiendo al mismo cielo, aunque para mi iba a ser el infierno. Atravesamos las murallas de la ciudad y nos adentramos en sus calles. Pronto llegamos a la entrada de un garaje en la que nuestro vehículo se detuvo durante unos instantes mientras la pesada puerta se abría para dejarnos entrar.
Entramos al patio trasero de una casa, donde el suelo de piedra irregular iba haciendo un vaivén en el coche similar al de la cuna de un bebé cuando lo mecen. El coche se detuvo frente a la entrada. Segundos después se abrió la puerta y mi acompañante me indicó que la siguiera. Nos encaminamos hacia las escaleras de entrada y antes de llegar a la puerta ésta se abrió para nosotros.
Entramos dentro de una estancia amplia, con paredes forradas de tapices de otra época y alfombras en el suelo. Había armaduras y reliquias por todos los rincones. Sin duda todas aquellas piezas, que tenia la pinta de ser antiguas, debían costar un dineral. Estaba claro que los Voulturi gustaban de rodearse de lujos. En hombre ataviado con traje de mayordomo tomó el abrigo de la modelo, que aún no me había dicho su nombre, pero parecía molesta por tener que estar cuidando de mí. - Dale tu bolsa y tu chaqueta, él se encargará de llevarlas a tu habitación – asentí i entregue al mayordomo mis escasas pertenencias dándole las gracias – Vamos, nos esperan. La modelo empezó a andar de nuevo y yo la seguía a través de la sala. Cruzamos una puerta de madera que había al fondo, y salimos a un corredor. Atravesamos el corredor y nos dirigimos hacía otra puerta de madera más grande que la primera. La modelo se detuvo frente a la puerta y en pocos segundos las dos pesadas hojas de madera se abrieron para permitirnos entrar. Entramos en una estancia no menos elegante que la entrada. En ésta no había tapices en las paredes si no estanterías repletas de libros a ambos lados. Al fondo había un gran ventanal, y una mesa con una silla detrás, estaba girada de espaldas y no veía a la persona que había sentada en ella. Frente a la mesa había dos sillas, parecido al consultorio de un médico. También había un sofá grade a cada lado, frente a las estanterías de libros.
La modelo se quedó de pie esperando algo. La silla giró y pude ver a la persona que había sentada en ella. Un hombre, o debería decir mejor un vampiro, de varios siglos de edad. Tenía la piel cetrina y los ojos de un intenso rojo borgoña. Su pelo negro era largo, tocando los hombros, y perfectamente peinado. Ataviado con un traje negro y una camisa blanca, sonreía mirándome fijamente como un niño con un juguete el día de navidad.
- Gracias Heidi, me has sido de gran ayuda, puedes retirarte – La modelo se llamaba Heidi. Muy obediente con una reverencia se dispuso a marcharse – Oh Heidi! Por favor asegúrate que las estancias de nuestra invitada están listas. Invitada? Si eso iba por mi yo no me consideraba una invitada, más bien secuestrada, chantajeada o de millones de maneras distintas, pero invitada seguro que no. - Isabella, que bien que ya estés aquí. Por favor toma asiento – Me dijo el vampiro entusiasmado – Soy Aro, tu tío, el esposo de la Victoria, la hermana de tu padre. No dije nada y me senté en uno de los sillones frente a la mesa. Dio la vuelta a la mesa, y se instaló en el sillón que quedaba a mi lado, cerca de mí. - Me permites? – preguntó alargando una de sus manos. Yo estaba confundida, que era lo que quería? – sólo quiero tocarte la mano para comprobar algo. Le acerqué mi mano y la tomó entre las suyas. En cuanto mi piel entró en contacto con la suya di un respingo. No era como tocar la piel de los vampiros de mi familia, o la de la persona que amaba. El tacto era diferente, más a pergamino, como si en cualquier momento se fuera a rasgar y a convertirse en polvo. - OH! FANTASTICO! – gritó, cosa que hizo que me sobresaltara – disculpa, no pretendía asustarte. - No entiendo nada – dije al fin. - Oh mi joven Isabella! Pronto entenderás cual va a ser tu misión. Tú tienes un don que pocas personas o vampiros poseen, y no podemos desperdiciarlo de ningún modo. Alguien tocó a la puerta. - Adelante – respondió mi acompañante. Entró una mujer muy hermosa, alta con una melena leonina pelirroja con ondas. Me resultaba familiar, pero no conseguía saber por qué. - Victoria, Isabella ya ha llegado – dijo Aro entusiasmado. Así que ella era Victoria, la hermana de mi padre. Me resultaba familiar porque tenía el pelo del mismo color que mi abuela. Victoria se acercó con una sonrisa y esos andares de guepardo hasta donde estábamos Aro y yo. - Hola Isabella, me alegro de tenerte por fin aquí con nosotros – me dijo Victoria mientras me abrazaba. Victoria fue a sentarse en uno de los sofás y Aro me hizo un gesto con la mano para que fuéramos a acompañarla. Yo me senté en un sillón cercano al sofá, no quería estar tan cerca de ambos. Aro se sentó junto a su esposa. Ambos me miraban como si fuera un premio. Finalmente Aro volvió a hablar. - Isabella sabes porque estás aquí? – preguntó Aro sonriente. - Si, para evitar que masacréis a mi familia – conteste cortante. Aro soltó una risita burlona y estridente que Victoria acompaño con una leve sonrisa de labios. No iba a ser tan fácil tenerme callada, si me preguntaban contestaría la verdad, y en este caso lo era. Estaba allí por temor, por las amenazas que había sufrido dos días antes por teléfono. - Isabella, tu sitio está aquí, esa es la verdadera razón por la que nos hemos visto obligados a actuar de ese modo – dijo Aro sonriente. - Perdona pero discrepo, mi lugar esta junto a mi familia, a mis padres y mi hermano y junta a Edw… - ahí frené en seco, no podía pronunciar su nombre sin que me doliera. - Edward? – preguntó Aro. Dolía igual oír su nombre que pronunciarlo - No sufras por él, Tania se encargará de hacerle feliz. Me hervía la sangre solo de pensar que Tania iba a estar con Edward. Podía soportar estar alejada de él, no volver a verlo, todo por salvar su vida y la de los míos, pero imaginarlo con Tania me ponía frenética. Un momento…como sabía Aro que Tania estaba enamorada de Edward? Aro notó el cambio en mi estado de ánimo, y eso parecía divertirle. - Bien es suficiente, acompañaré a Isabella a su habitación para que puede camiarse y cenar algo – dijo Victoria. Ésta se levantó y Aro hizo lo mismo. Yo también me levanté. Estaba que hechaba chispas. No conseguía borrar la imagen de Edward consolado por Tania. Victoria me tomó por la cintura como si fuéramos amigas de toda la vida y me guío hasta la puerta. - Te veo después de la cena Isabella – dijo Aro tras nosotras. No me giré para despedirme, pues Victoria ya me había sacado por la puerta y me llevaba por el corredor por el que habíamos venido. Al llegar a una bifurcación giró hacía la izquierda y entramos en otro corredor lleno de puertas. Se detuvo ante una y la abrió. - Ésta es tu habitación Isabella. En una media hora te servirán la cena. Sobre la cama están tus cosas. Tienes ropa en el armario y utensilios de aseo en el baño Por favor comprueba que tienes todo lo que necesitas, y si precisas alguna otra cosa llama por el interfono y vendrán a atenderte.
Asentí agradeciendo la explicación y entre en la habitación. Oí como se cerraba la puerta a mis espaldas, pero no me importó. Estaba admirando la estancia. Era amplia, decorada en el mismo estilo que el resto de la casa. Había una cama alta con dosel, y un banco acolchado a los pies de ésta. Un gran ventanal en la pared del fondo con un asiento para contemplar el paisaje desde dentro. Frente a la cama había un armario de cuatro puertas, y al lado una puerta entreabierta que daba al baño.
Me dirigí al baño, necesitaba una ducha. Cerré la puerta con pestillo, me tenía que asegurar que si entraba alguien por lo menos escucharía el ruido al atravesar la puerta, ya que pese a que no es obstáculo para un vampiro un cerrojo, por lo menos para abrir la puerta necesitarían hacer mucho ruido. Entré en la ducha y el agua caliente empezó a relajar mis músculos. Sin poderlo evitar, las lagrimas que había estado conteniendo desde que llegue a Italia, finalmente salieron. Apoye mi espalda en la pared de la ducha y fui resbalando hasta quedar sentada en el suelo. No sé cuanto rato pasé ahí, hasta que oí que alguien golpeaba la puerta y me sobresalté. - Isabella estas bien? – preguntó una voz femenina desde el otro lado de la puerta. Soy Renata, y te he traído algo de cenar. - Si estoy bien, dame un minuto Renata – contesté desde la ducha. Apagué el grifo y salí de la ducha. Envolví mi pelo con una toalla, y con otra toalla envolví mi cuerpo para salir del baño, ya que no había cogido nada de ropa para después de la ducha. Fuera me esperaba una mujer alta y delgada. Con el pelo moreno y liso hasta la altura de la barbilla. Tenía una piel muy blanca, lo que delataba su condición de vampiro a los ojos de los que estamos familiarizados a ellos. Su expresión era amable y tímida.
- Hola Isabella, Renata – me extendió la mano para presentarse. - Hola Reanta – respondí y estreché su mano.
El tacto de su piel era como el de mi familia, ella no tenía ese aspecto cetrino y apergaminado como Aro. Y el tacto de su piel era suave.
- Te he traido algo para cenar, y luego te ayudaré a vestirte. - Gracias renata pero no tengo mucho apetito – miré la bandeja en la que me habían traído un vaso de sangre. Pese a ser semi vampiro, yo seguía comiendo comida humana, solo me alimentaba de sangre cuando me encontraba resfriada o algo por el estilo, y nunca de sangre humana, y aquella sangre era humana. Renata pareció entender el motivo de mi falta de apetito y enseguida cogió su teléfono y marco a alguien. Siseó algo a la persona al otro lado de la línea y cuando colgó me sonrío. - Solucionado – contestó alegremente. Me senté en una de las sillas que había frente a una cómoda con cajones y con un espejo. Miré mi reflejo en el espejo, no tenia buen aspecto, estaba pálida y ojerosa, más de lo habitual. Tenía mis ojos hinchados del llanto en la ducha. Tocaron a la puerta y salí de mi ensimismamiento. Renata abrió y apareció una chica menuda con una bandeja. Renata la cogió y le indicó que retirará la que había sobre la mesa con el vaso de sangre.
En la nueva bandeja había unos huevos revueltos, un bollo de pan y un vaso de leche. Me quedé mirando la bandeja, realmente si tenía apetito. Renata me sonrió. - Come algo Bella, regreso en un rato para ayudarte con la ropa. Renata salió de la habitación antes de que pudiera darle las gracias y decirle que no necesitaba ayuda con la ropa. Me comí los huevos revueltos y el bollito, que estaba untado de mantequilla. Me bebí la leche y cuando terminé fui al baño a lavarme los dientes. Apenas había terminado de lavarme los dientes cuando empecé a notar que la cena no se iba a quedar mucho tiempo en mi estomago. Con una fuerte arcada corrí hasta la taza del wáter y vomité todo lo que acababa de comer. Cuando estaba tirando de la cadena y aún estaba arrodillada en el suelo, noté una mano fría en mi frente que me sobresaltó. - Lo siento, no pretendía asustarte. Bella te encuentras bien? – me dijo Renata algo preocupada. - Creo que la cena no me sentó bien, será por el cambio de horario. Renata se aparto de mí dando un salto y siseando algo que no conseguí entender. Me levanté de mi posición en el suelo y la miré con la duda pintada en mi cara. - Bella, estas embarazada? – preguntó Renata incrédula. Me quedé muda y me llevé las manos a mi vientre de modo involuntario, intentado protegerme de cualquiera que quisiera hacerme daño. Las lágrimas resbalaron por mis mejillas y Renata se acercó de nuevo hasta mi lado. - Eso lo cambia todo – dijo Renata acariciándome el rostro y sonriendo. No entendía que estaba pasando, pero había sucedido un milagro. Me había quedado embarazada, y sólo podría ser una persona el padre, ya que no había estado con otro hombre en toda mi vida, Edward. - Debo hablar con Aro – dijo Renata. Entré en pánico, no iba a dejar que nadie le hiciera daño a mi bebé.
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