Narra Jacob
Quería invitar a cenar a Alma esta noche a mi casa, la tenía libre. Además ella mañana no iba a la universidad, y yo lo tenía casi terminado además, no ocurre nada.
Le llamé.
- Cari. –me respondió.
- ¿Haces algo esta noche? –paró a pensar y rápidamente me respondió.
- No. ¿Por?
- Una cenita.
- ¿Puedo quedarme a dormir en tu casa? –me preguntó.
- Claro, cariño. ¿Ha ocurrido algo? –me preocupé.
- No. Bueno sí pero no. Ya te contaré.
- Vale. Pues cuando quieras venir, te vienes.
- Gracias.
Después de eso me quedé preocupado, ¿habría ocurrido algo con sus padres?
No se, pero continué con mi trabajo para poder dejármelo más o menos terminado.
Cuando pasaron un par de horas me entré en casa para comunicarle a mi padre lo de esta noche.
- Tranquilo hijo, podéis quedaros. Yo me iré a casa de Sue.
- Gracias papá.
Comí algo y luego me puse bajo el grifo. Una buena ducha después del trabajo viene genial.
Cuando salí de la ducha me enrollé con la toalla y salí del baño en dirección a mi cuarto.
- Hijo, ha venido una chica a verte. –dijo mi padre con su voz graciosa.
¿Quién sería esa chica?
Entonces aun con la toalla abrí la puerta y vi a Alma allí de pie. Le dije que pasase con la mano.
Me puse rápidamente unos calzoncillos y cuando acabé pasó.
- ¿Qué ocurre cariño? –le pregunté mientras cerraba la puerta.
- Nada. No quiero ir a mi casa. –dijo desanimada.
Se sentó en mi cama y yo hice lo mismo. Le cogí sus manos y la miré a los ojos.
- ¿Qué ha ocurrido?
- Jake… que vergüenza. En mi vida había…
- Pero que ha ocurrido.
- Los he pillado, ahí, por dios. Mis padres… -dijo quedándose quieta y con la mirada perdida asta que eso me asustó y la cogí de los hombros y la sacudí.
- No pasa nada. No creo que haya sido tan…
- ¿Qué? Si tu pillases alguien y encima de tu familia…
- Bueno sí. Pero tranquila. Te quedas aquí. ¿Tienes las cosas aquí ya? –me negó con la cabeza –pues te acompaño a casa si quieres.
- Gracias. –me abrazó.
Entonces me abalancé a darle un beso y ella se dejó caer en la cama y yo me acosté encima de ella.
- Eres una pillina.
- ¿Y tú qué? –me dijo.
Nos volvimos a besar. Y cuando me vestí la acompañé a su casa.
|