El jardin de senderos que se bifurcan (CruzdelSur)

Autor: kelianight
Género: General
Fecha Creación: 09/04/2010
Fecha Actualización: 30/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 2
Comentarios: 10
Visitas: 61020
Capítulos: 19

Bella se muda a Forks con la excusa de darle espacio a su madre… pero la verdad es que fue convertida en vampiro en Phoenix, y está escapando hacia un lugar sin sol. ¿Qué mejor que Forks, donde nunca brilla el sol y nadie sabe lo que ella es…? Excepto esa extraña familia de ojos castaños, claro.

Los personajes de este fic pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es escrita sin fines de lucro por la autora CruzdelSur que me dio su permiso para publica su fic aqui.

Espero que os guste y que dejeis vuestros comentarios y votos  :)

 

 

 

 

 

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Capítulo 4: Donde el corazón te lleve

Había pasado un mes desde el incidente con el automóvil de Tyler y una semana desde San Valentín sin muchos contratiempos. Edward y yo intercambiábamos cabeceos amables en clase, pero no volvimos a hablar.

Mike, Eric, y después del accidente también Tyler, me rodeaban constantemente y hacían lo imposible por llamar mi atención. A Tyler alguien, sospecho que fue Mike, le contó que me asusté tanto cuando su auto chocó con el Chevy que tuve que irme a casa por el resto del día. Si pretendió crearle un complejo de culpa o algo así el tiro le salió por la culata, ya que desde ese entonces tuve un nuevo admirador que añadir a mi lista. Resultaban insoportables, y más de una vez me hubiese gustado explicarles con toda claridad lo que podría haberle pasado a sus patéticos cuellos si mi rostro (y mis dientes) hubiese estado demasiado cerca de ellos.

Ángela y yo éramos prácticamente amigas. No era una amistad basada en la conversación ni las confidencias, sino una construida en base a silencios y leves sonrisas. Era agradable y cómodo estar junto a ella, una persona tranquila y buena.

Jessica y Lauren seguían buscando mi compañía, no sé para qué. Y si es lo que sospecho, a saber, desparramar todo tipo de rumores infundados, prefiero no confirmarlo.

El resto de los Cullen y los Hale no habían cambiado mayormente su actitud, y yo tampoco modifiqué la mía. Eludí el choque y el conflicto siempre, a costa de seguir acumulando miles de dudas y preguntas que no me atreví a formularles.

Esas mismas dudas y preguntas eran las que me daban vueltas por la cabeza durante las noches, pero mi nuevo sistema para mantener a la familia vampírica fuera de mis pensamientos, el mismo que había usado la noche después de la práctica de laboratorio y antes de casi desayunarme a Tyler, funcionaba.

Durante ese mes había progresado mucho: ya era capaz de recitar una palabra de cada dos y una de cada tres, no solo del himno nacional, sino también de la declaración de la independencia y del juramento de lealtad a la bandera. También podía deletrearlos de corrido, de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante. Además, era capaz de recitar sólo las vocales o solo las consonantes de cualquier de los tres textos.

Sí, era patética, pero era mejor eso que seguir haciéndome mala sangre.

Pero también hice cosas más constructivas durante el mes siguiente. Limpié la casa a fondo, enceré el suelo de madera del piso superior, volví a pintar varias paredes y colgué nuevas cortinas en las ventanas. Toda la ropa era lavada, centrifugada, tendida fuera cuando el tiempo lo permitía o en el lavadero cuando no, y escrupulosamente planchada. Pegué botones, zurcí medias y aprendí a cambiar cierres relámpago. Cociné para Charlie todos los días, desayuno y cena, y le preparé viandas los fines de semana, cuando se iba de pesca. Tanto el móvil patrulla como el Chevy brillaban de limpios, por dentro y por fuera.

Charlie dijo en una ocasión que la casa nunca había estado tan hogareña, aunque se arrepintió al instante. Comprendí su dilema: Reneé era una excelente persona y una mujer muy alegre, pero como ama de casa dejaba bastante que desear. Sin embargo, era evidente que Charlie aún la extrañaba, y al decir eso había dado a entender que Reneé no era buena ama de casa, lo cual era cierto, pero él no quería insultarla, lo que era tierno. No le di demasiadas vueltas al asunto y me limité a informarle con una sonrisa que la comida estaba lista.

Mis calificaciones escolares eran excelentes, lo cual no dejaba de sorprender gratamente a todos, incluso a mí misma. Mike murmuró "perfecta" el día que obtuve mi tercera nota máxima consecutiva, y Jessica me lanzó una mirada capaz de congelar un charco en el Sahara. Edward sólo sonrió levemente, como riendo ante un chiste privado.

Respecto a mi alimentación, estaba consiguiendo controlar mi apetito y alimentarme cada diez días en lugar de una semana. Ocho días después del hombre apuñalado de Port Angels, encontré una motociclista a la que un transporte de carga, atiborrado hasta arriba de troncos cortados, no había alcanzado a ver a tiempo cuando zigzagueaba por las siempre mojadas rutas cercanas a Forks. La chica no usaba casco, y la verdad es que sólo quedaba una masa sanguinolenta de ella; supe que era una mujer porque tenía las uñas pintadas y cabello largo.

Después me zampé a un suicida que se tiró de un decimonoveno piso (eso se dijo en las noticias) en Tacoma; ya estaba muerto cuando yo llegué, pero por suerte no se había enfriado casi. Y mi última ingesta había sido una excursionista, aparentemente perdida, que se cayó de un risco en los húmedos bosques que rodeaban Forks. Admito que estaba herida cuando llegué, pero viva. Sin embargo, no estaba consciente, y eso facilitó las cosas para mí... estaba empezando a sufrir de arrepentimiento por las vidas que tomaba, pese a que sólo lo hacía cuando tenía demasiada sed.

No hubo sol en todo el mes, lo cual era de agradecer, porque yo todavía no había tomado una decisión respecto a los Cullen, pero tampoco había encontrado una excusa gracias a la cual quedarme en casa. Tendría que improvisar sobre la marcha.

.

Mi vida había alcanzado por fin un estado de relativa calma y rutina cuando un acontecimiento fuera de lo común vino a perturbar esa ansiada tranquilidad.

Fueron las arpías Jessica y Lauren quienes comenzaron, al hacerme saber que ellas pensaban invitar a Mike y Connor al Baile de Primavera que se celebraría en dos semanas. Me llevó un momento entender a qué se referían, hasta que me explicaron que la chica era la que elegía su pareja y caí en la cuenta que estaban advirtiéndome que me abstuviera de invitar a esos dos chicos en particular.

-Sin problemas –les contesté de inmediato.

Estábamos en la cafetería, almorzando ellas y sorbiendo algo de gaseosa yo. Mike estaba en cama con gripe; Eric se había fisurado el metatarso del pie derecho hacía un par de días y no podía ir a clase; Tyler no había ido a la escuela ese día, no sabíamos por qué, pero yo agradecía la tranquilidad que implicaba que, por lo menos por un día, esos tres no estuviesen pisándome los talones.

-¿No pensabas pedírselo a Mike? –se sorprendió Jessica, recelosa. Era sabido por toda la escuela que Mike besaba el suelo que yo pisaba. Connor a veces me miraba lánguidamente, pero en general era discreto.

-No –respondí honestamente.

-¿Ni a Connor? –insistió Lauren.

-Tampoco –contesté, totalmente sincera.

-¿A quién se lo pensabas pedir? –pinchó Jessica, entrometida-. ¿Tyler?

Negué fervientemente con la cabeza.

-¿Eric? –quiso saber Lauren. Volví a negar-. ¿Stephen?

-¿Josh? ¿Ricky? ¿Sean? –Jessica apuntó más nombres.

Seguí negando con la cabeza mientras esas dos enumeraban lo que me parecieron todos los chicos de la escuela, si no de la ciudad. Ángela, sentada silenciosamente a mi lado, dio un pequeño respingo cuando se mencionó a Ben Chenney, e intuí que a ella le hubiese gustado invitarlo. Me prometí hacer algo al respecto.

-¿Es obligación ir a ese baile? –pregunté después de un rato, fastidiada.

-Sí.

-No.

Jessica y Lauren respondieron a la vez, sólo que contestaron cosas distintas. Se miraron entre las dos un momento, momento que aproveché para mirar a Ángela en busca de una respuesta honesta.

-No es obligatorio –me confió-. No hay muchos bailes por acá, y es raro que alguien no quiera ir. Pero no es obligatorio –aclaró. Luego de un segundo de aparente indecisión, añadió: -Los Cullen no fueron al baile del año pasado, y que yo sepa no los castigaron.

Mis ojos se dirigieron casi por instinto a la mesa donde estaban mis cinco congéneres, mirando aburridos las paredes y el techo.

-Claro, un simple baile organizado por la escuela no es suficientemente bueno para los Cullen –bufó Jessica, mirando directamente a Edward, que en la distancia sonrió un poco sarcásticamente.

La malvada sospecha que Edward se había negado a ser su pareja y que era eso lo que había acrecentado la antipatía que Jessica sentía por él cruzó mi mente. Contuve una sonrisa.

-Seguro que solo van a bailes de vestido largo y smoking –añadió Lauren, echando felizmente leña al fuego.

Dejé de prestarles atención, algo que ya era un hábito cuando esas dos comenzaban a hablar mal de alguien. Paseé la vista por toda la cafetería, intentando encontrar algo interesante que ver, pero sólo estaban las mismas caras de siempre.

¿Jenny Shakehands se había cortado el pelo? Sí, y lo había teñido también. No le quedaba del todo mal, aunque ese rubio lucía un poco artificial en contraste con sus cejas oscuras.

Chris Sarabian, que iba al curso un año superior al mío, estaba garabateando algo en la suela de su bota, para lo cual tenía que sentarse en una posición encorvada muy extraña. Entrecerré los ojos, intentando ver mejor, y sonreí. Estaba esquematizando las fórmulas para calcular el movimiento rectilíneo uniforme. Parecía que le temía al examen de Física, si estaba tomando ese tipo de medidas.

Lee me medio sonrió, yo le devolví la sonrisa. Una amistad a distancia, consistente en leves sonrisas y cabeceos, se había instalado entre nosotros después de San Valentín.

-Creo que Edward Cullen te está mirando, y desde hace un rato –me murmuró Ángela.

Miré en dirección a la mesa de los Cullen y los Hale con el mayor disimulo posible, y sólo por un segundo. Efectivamente, Edward me estaba mirando otra vez, con la misma expresión escrutadora de siempre, la que me ponía tan nerviosa.

-Edward, no la mires tanto, se va a gastar –le dijo su hermano Emmett con una ancha sonrisa burlona.

Para fines prácticos, había empezado a pensar en ellos como hermanos, ya que era muy complejo estar repitiéndose "hermano o hermanastro o lo que sea" cada vez que pensaba en uno de ellos.

No volví a mirarlos después de lo que escuché, pero agudicé el oído todo lo posible. ¿Estaban hablando de mí? La mayor parte del tiempo, ellos no hablaban en absoluto.

Edward gruñó, aunque apartó la vista.

-Ahora en serio, ¿qué es lo que tiene que estás acechándola como un perro de presa? –insistió Emmett, aparentemente curioso.

-No estoy acechándola –siseó Edward, enojado.

-No, sólo vigilándola –se burló Emmett, irónico.

-Estoy vigilando que nada se salga de control –se defendió Edward-. Todos quedamos en mantener un ojo alerta.

-Si sólo estás vigilando, ¿por qué tanta cólera cada vez que un humano masculino mira con deseo a Bella, intenta tomarla de la mano o sólo se le acerca? –preguntó Jasper retóricamente, con la misma sonrisa torcida que solía mostrar Edward.

-Porque ella podría descontrolarse demasiado fácil con un humano tan cerca –respondió Edward rápidamente. Quizás, demasiado rápidamente.

-¿Te molestaría más que lo mate, o que no lo haga? –preguntó Rosalie con los ojos entrecerrados.

-¿Cómo? ¡Claro que no quiero que mate a nadie! –se defendió Edward.

La conversación estaba desarrollándose a velocidad vampírica y en voz muy baja. Me costaba bastante escuchar todo lo que decían, pero por nada en el mundo me perdería una palabra. Escucharlos discutir podría darme alguna pista de cómo pensaban sobre mí.

-Reformulo: ¿te molestaría más que mate al chico con el que acepte salir, o que no lo haga y en cambio mantenga una relación con él? –siseó Rosalie, velozmente hasta para un vampiro.

-¡Es una neófita! –Edward casi chilló antes de calmarse un poco y seguir-. No podría mantener una relación con un humano. Ninguno de nosotros podría mantener una relación sentimental con un humano, menos aún siendo neófitos.

-Pero hasta ahora demostró un autocontrol increíble –señaló Alice-. No se comió a sus pretendientes en San Valentín, no dejó seco a Tyler Crowley tras el accidente, no atacó a nadie del pueblo, y por lo que sabemos aprendió a no respirar en compañía de personas. Los humanos se sienten cómodos en su compañía, nadie sospechó hasta ahora que ella sea otra cosa que una chica extraordinariamente hermosa…

-Sí, bueno, pero un segundo alcanzaría para destruir toda esa fachada tan cuidadosamente construida, ¿no? –observó Edward un poco ferozmente-. No creo que sea tan irresponsable como para arriesgarse… y arriesgarnos –añadió, por alguna razón que no comprendí.

-No sé si estará al tanto de eso –comentó Emmett reflexivamente-. Y tampoco estamos seguros de que sea una neófita.

Me arriesgué a echarles un brevísimo vistazo a tiempo de ver a mi compañero de Biología mientras respondía:

-Créeme que sí es una neófita –murmuró Edward tocándose levemente la mejilla.

Una punzada de culpa me atravesó. Rosalie ocultó una risita, Emmett rió cubriéndose la boca con la mano, Jasper se mordió muy fuerte los labios, Alice sonrió con inocencia.

-Sí, ríanse –bufó Edward, enojado, y encarando a Alice, añadió con aspereza: -Gracias por no avisar.

-Oh, pero Edward, ¿cómo iba a saberlo yo? –preguntó Alice con un tono completamente asombrado e inocente-. Fue una decisión completamente espontánea de Bella, fue pensarlo y hacerlo. No había forma que yo lo supiera antes.

Edward gruñó. Yo aparté la vista de ellos por si acaso, sin comprender del todo por qué se suponía que Alice podría haberle avisado a su hermano que yo iba a abofetearlo.

-Pero el caso es que sí sería muy peligroso que ella se involucre con un humano –señaló Jasper, serio-. Si lo atacara, si lo mata… es demasiado fácil que acabemos teniendo un problema llegado directamente desde Italia, y que la culpa recaiga sobre nosotros.

Confieso que ahí me perdí por completo. ¿Por qué los Cullen iban a tener "un problema llegado directamente de Italia" si yo mataba por accidente a alguien? ¿Qué tipo de problema sería? ¿Por qué Italia, de entre todos los países del mundo? ¿Y por qué la culpa recaería sobre ellos si era yo quien mataba a alguien?

-Exacto –afirmó Edward, muy seguro-. Ése es el tipo de problemas con el que llevamos tiempo intentando no toparnos, y sería una gran ironía que acabemos en la hoguera por culpa de una neófita a la que se le dio por catar a su novio humano.

Yo ya no entendía una palabra, pero eso sólo me hacía prestar más atención que antes.

-Claro que apartar a los humanos de su camino no implica que alguien tenga que ponerse como loco de celos cada vez que Isabella le sonríe a alguien –completó Jasper como quien no quiere la cosa.

Me quedé rígida, completamente. ¿Yo estaba entendiendo todo mal, o acaso Jasper acababa de dar a entender que…?

-¿Loco de celos? ¡¿Celos?! –preguntó Emmett en medio de una carcajada.

-Sólo me preocupo, no son celos, es temor… -se defendió Edward airadamente.

-Temor de que a ella le guste otro –puntualizó Jasper-. Soy un empático; puedes mentirme con la palabra, pero tus sentimientos están ahí.

No me quedó en todo claro que era un 'empático', pero de momento me importaba más lo otro que había dicho el rubio.

-¡Hacen una preciosa pareja! –suspiró Alice.

-¡Me encanta esa chica! –exclamó Emmett-. ¡La primera que consiguió tocar el corazoncito de nuestro pequeño Edward, y lo hizo dándole una bofetada!

Rayos, ¿es que todo el mundo tenía que recordarme lo de la bofetada?

-Oh, nuestro querido Edward está loco por ella, pero nadie dijo que Isabella sienta lo mismo –expuso Rosalie con cierto retintín en la voz-. Y creo que si es suficientemente inteligente como para no comerse a nadie, también lo es como para no tirarse a los brazos de Edward en cuanto le diga "hola".

-Admito que noto más preocupación y nerviosismo que otra cosa emanando ella cuando él está cerca –confesó Jasper.

Casi podía ver la enorme sonrisa de Rosalie cuando a continuación dijo:

-Esto será una masacre. ¡Yo quiero un asiento en primera fila!

-¡Yo no-! –comenzó Ewdard vehemente, pero se interrumpió de golpe. Cuando volvió a hablar, su voz era un siseo furioso-. ¡Traidores! –escupió-. ¡Lo planearon!

Los demás rieron suavemente.

-Algo así –confesó Alice alegremente-. No podíamos hacerlo explícito, pero sí intentamos hacerte confesar, ¡y resultó!

-¿Tenían que hacerlo en la cafetería? –gruñó Edward, resentido.

-Necesitábamos testigos que te impidieran intentar descuartizarnos –contestó Emmett sin pudor, riendo.

-¿Se les ocurrió que Bella podría estar escuchándonos? –siseó Edward, enojado y un poco… ¿asustado?

Decidí que había escuchado suficiente. Lo que menos quería era tener otra vez la atención de los Cinco Fantásticos sobre mí, de modo que me levanté lo más rápido que podía a velocidad humana y salí al patio a respirar… e intentar poner mis pensamientos en orden, desesperadamente.

Pese a todo lo confuso que había en la conversación de mis congéneres, algo saqué en limpio, algo en lo que tenían razón: no podía acercarme a ningún muchacho humano, bajo serio riesgo de convertirlo en un bocadillo.

Ni siquiera se me había ocurrido, pero ahora tenía una razón completamente seria, y mi decisión estaba tomada: no iba a ir a ese ridículo baile. No me importaba si era el acontecimiento más esperado de la temporada de Forks, si se consideraba un privilegio casi ineludible, ni si era "de media etiqueta", fuera lo que fuese a significar eso.

Decidido. No iría.

.

Jessica y Lauren no ocultaron su decepción ni su enojo cuando les informé que no pensaba ir. Faltaban trece días para el baile, y esas dos humanas ya lo habían convertido en el monotema de todas sus conversaciones.

-¡Tienes que ir! -chilló Jessica-. ¡Toda la escuela estará ahí!

-Razón de más para no ir –respondí lánguidamente, tras beber un sorbo de mi lata de gaseosa-. Mi sola ausencia no llamará la atención.

-¡Al contrario! -exclamó Jessica, que parecía fuera de sí-. ¡Todo el mundo va a notar que eres la única que no fue al baile!

-Un modo original de llamar la atención, ¿no? –le contesté.

-¿Quieres llamar la atención? –pinchó Lauren.

-No realmente –admití-. Pero si es el precio por no ir al baile, lo haré.

Estuvieron intentando persuadirme otro rato, con diversos argumentos muy poco convincentes, al menos para mí. La aseveración que había grandes posibilidades que mi cita aprovecharía la penumbra para besarme, por ejemplo, les parecía una excelente razón a Jessica y Lauren para ir al baile, pero a mí me convenció completamente que lo que menos quería hacer era ir. No podía correr ese riesgo.

.

Cuando faltaban al algo menos de dos semanas para el baile, parecía que sólo había dos temas de conversación en los pasillos: el baile, y mi negativa a ir.

Por alguna razón, lo segundo parecía caer muy mal. La mayoría de la gente parecía creer que yo era una engreída que se consideraba demasiado como para ir a un simple baile organizado por la escuela. Sospecho que Lauren desparramó ese rumor.

En realidad, me hacía bastante gracia pensar que tenía montañas de razones para obligarme a no ir, pero que ni si quiera me hacían falta, por la simple razón que no tenía ganas ni interés de ir a ese estúpido baile. No suponía un sacrificio para mí, porque nunca había deseado ir.

Irónico, ¿no?

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-Bella, ¿de qué color será tu vestido? –insistía Jessica durante el almuerzo del Día Diez, como me había dado en llamarlo mentalmente, llevando la cuenta regresiva.

-Gris, con agujeros, y de franela –respondí sin mirarla.

Ante las miradas atónitas de quienes compartían la mesa conmigo, tuve que explicitarme:

-Ése es mi pijama. Es lo que voy a estar usando la noche del baile.

Unos pocos rieron. Lauren y Jessica parecían ofendidas.

-Creo que el verde musgo te sentará muy bien –determinó Jessica.

-No tengo intenciones de teñir mi pijama.

-¡El rosa es mejor! –decretó Lauren, sonriendo ante mi mueca de asco-. Rosa bebé, suave y romántico… para una noche especial…

Las dejé hablar sin hacerles ningún caso. Tenía que guardar mi reserva de aire para cosas más importantes.

-Bella, ¿por qué no quieres ir al baile? –me preguntó Ángela en voz baja.

Su pregunta me tomó de sorpresa. Nadie había querido saber por qué no iba a ir, todos se limitaban a intentar convencerme de que sí fuera.

-Yo… no sé bailar –admití en voz baja-. Tengo miedo de ponerme en ridículo, pisar a alguien, caerme… no quiero pasar vergüenza, ni avergonzar a mi pareja de baile.

Ángela sonrió solo levemente, dándome ánimos.

-Si sólo es por eso, no te preocupes, todos somos estudiantes de secundaria con intenciones de divertirnos. Ginger Rogers y Fred Astaire no están aquí; el que sea un baile es más una excusa para reunirnos y pasar un buen rato juntos que una obligación de bailar –me dijo en un murmullo-. Tal vez, si hablas con el chico que invites y le dices que no quieres bailar, puedas ir de todos modos.

Ángela dudó un momento, durante el cual me estudió con el rostro muy serio.

-Pero si no es solo eso, y hay alguna otra razón por la que no quieras ir… harás lo que consideres correcto –completó con una sonrisa amistosa, antes de volver la atención a su ensalada.

Había veces en que la perspicacia de Ángela me daba mucho más miedo que las miradas coléricas de Jasper Hale o la expresión de curiosidad insatisfecha de Edward Cullen.

.

El Día Nueve los acontecimientos se precipitaron. Cuando salí de casa por la mañana, en dirección al Chevy, Alice y Edward Cullen estaba esperándome a mitad de camino entre el porche de casa y la Chevy, refugiándose de la leve lluvia bajo sendos paraguas.

-Hola, no queremos asustarte, pero una pandilla de tus admiradores, o mejor dicho acosadores, está esperándote en la escuela para intentar persuadirte por las malas de que vayas al baile con alguno de ellos –me explicó Alice a toda prisa-. Vamos a tenderles una trampa. Si estás de acuerdo, yo voy en la Chevy, usando tu abrigo, de modo que los confundamos. Irás en el Volvo con Edward, usando mi abrigo; así al menos podrás entrar a la escuela sin problemas. Cúbrete la cabeza con la capucha, eso ayudará. Seguimos viendo sobre la marcha cómo logramos hacerles frente en un momento que sea ventajoso para nosotros.

-"¿Nosotros?" –alcancé a mascullar, confundida.

Edward estaba muy serio. Alice sonrió ampliamente.

-Estamos de tu lado. Nosotros tampoco queremos ir al baile, pero como somos cinco, no se atreven a intimidarnos –luego, más seria, añadió-: Esto es sólo si quieres.

Aún atontada, asentí. Alice y yo intercambiamos abrigos a toda velocidad; teníamos casi la misma talla, de modo que no hubo problemas. Le di las llaves de la Chevy, ella me sonrió cálidamente una vez más y antes de que pudiese pensarlo mucho yo ya estaba en el asiento del copiloto del volvo y en camino a la escuela.

-¿Cómo supieron que están esperándome? –pregunté después de un rato, cuando mis ideas se aclararon lo suficiente como para formular una pregunta coherente.

Me giré a ver a Edward, que conducía en silencio, y me asusté. Su rostro tenía una mueca de odio y fiera concentración, más propia de alguien que está planeando un asesinato que de un conductor silencioso. Sus ojos estaban completamente negros.

-Alice los vio –me dijo con voz forzadamente calma-. Quieren obligarte a que elijas a uno de ellos. No queremos entrometernos en tu vida, pero es injusto que te obliguen a elegir entre un grupo de gente que no quieres, y si te niegas, podrían molestarte hasta que pierdas el control, los ataques y te pongas en evidencia. No queremos ninguna de las dos cosas, de modo que decidimos intervenir.

-¿Por qué estás tan enojado? –alcancé a susurrar.

Él respiró profundamente un par de veces antes de contestar.

-En la época en que nací, me crié y fui educado, a ningún hombre decente se le ocurriría hacer esto. Intentaría seducir a la mujer de sus sueños con, no sé, promesas, regalos, palabras bonitas… pero formar una pandilla que le diga a una chica "tienes que ir al baile"… -sus manos temblaban un poco-. Me enfurece que sean tan mediocres.

Seguimos viajando en silencio por un rato.

-¿Dónde están tus otros hermanos?

-Ya están en la escuela, viajaron en descapotable de Rosalie –me contestó Edward, más tranquilo-. Emmett quiso aplastar un par de cabezas cuando se enteró, pero lo convencimos de no intervenir a menos que fuese indispensable… aunque me temo que lo tendrás como guardaespaldas. La idea de cambiarte con Alice fue obra de Jasper, es un gran estratega. Él está montando guardia en la escuela, nos avisará si algo se sale de control. Rosalie está apostada en el estacionamiento, lista para una maniobra de distracción si hiciera falta.

-Todo esto parece una película de acción –murmuré, entre admirada y asustada.

-Lo mismo opinaba Emmett –Edward sonrió-. Sólo espero que podamos prescindir del tiroteo.

-¿Tienen armas? –musité, asustada.

-Ni nosotros ni ellos –contestó Edward de inmediato, pero luego se rectificó-. Nosotros contamos con las armas propias de… lo que somos, pero no tenemos revólveres ni pistolas. Ellos tienen la ventaja de que estamos obligados a actuar como humanos mientras haya gente cerca, lo cual en cierta manera equilibra las cosas.

Casi habíamos llegado a la escuela. El estacionamiento estaba organizado en dos filas paralelas, con un corredor entre medio lo suficientemente ancho como para maniobrar; los autos estacionaban con la trompa hacia delante. Edward se tensó otra vez.

-Están alrededor del sitio donde sueles estacionar tu Chevy. Súbete la capucha, no queremos que te reconozcan antes de tiempo –me instruyó; yo le obedecí rápidamente-. Están ansiosos y un poco nerviosos, pero todos son demasiado arrogantes como para dar marcha atrás –de pronto, Edward sonrió torcido-. Mike Newton está arrepentido. Se dio cuenta que el tiro le salió por la culata, pero no sabe cómo detenerlos… el plan se le salió de las manos.

-¿Cómo sabes todo eso? –le pregunté, no muy segura de creerle.

-Estoy leyendo sus mentes –me informó como al pasar, mientras conducía lentamente dentro del estacionamiento-. Jasper me informó sobre el estado de ánimo, y Rosalie está vigilando el lugar en el que están apostados.

-¿Esperas que me crea eso? –le pregunté, enojada.

Edward me miró sin comprender.

-¿Qué cosa?

-¡Que les estás leyendo la mente! ¿No jugaste suficiente a los súper espías? –yo me estaba enojando de verdad-. ¿Qué es lo siguiente? ¿También tengo que creerme lo de los chicos que me esperan para asaltarme o algo así?

Él entornó los ojos, estacionó limpiamente y tras girarse en su asiento señaló al lugar en el que yo había estacionado toda la semana pasada. Ahí estaban, en efecto, Mike, Eric, Tyler y otros dos chicos del curso superior a quienes yo no conocía más que de vista.

-Observa ahora. Alice está llegando –me dijo, arrodillándose en la butaca para ver mejor por el vidrio trasero. Lo imité, bajando mis lentes para ver mejor.

En efecto, el estruendoso motor de la Chevy anticipó su llegada. Vi a mi propio vehículo entrar al estacionamiento, con Alice al volante. Vestida con mi abrigo y con la capucha medio echada sobre la cara, Alice podía pasar por mí si no se la observaba con cuidado. Noté, gracias a mi vista mejorada, que incluso llevaba unos lentes de cristales verdes y guantes de dedos cortados.

Miré a Edward, con mil preguntas en los labios y sin saber cuál formular primero.

-Alice supo anoche lo que estaban tramando, tuvo tiempo de prepararse –respondió él a una de mis no formuladas preguntas-. Atención, en cuanto aborden a Alice es el momento en que tenemos que salir y alcanzar el edificio de la escuela antes que se den cuenta del engaño. Una vez dentro de la escuela, rodeados de otros estudiantes y con todos los profesores a la vista, no se atreverán a molestarte -murmuró Edward, la vista fija en la Chevy que acababa de estacionar a sólo unos metros de nosotros.

Eric, Tyler, y un poco más atrás Mike y los otros dos, se dirigieron al Chevy, dándole la espalda al volvo. Alice no bajó enseguida, dándonos tiempo suficiente a Edward y a mí como para salir del auto, y caminar a velocidad rápida pero humana al interior de la escuela. Tomé aire antes de entrar, y admito que recién me sentí segura cuando llegué a la puerta del aula de mi primera clase, Geografía. Edward me acompañó todo el trayecto, caminando a mi lado a una distancia de unos centímetros, suficiente como para resultar protector sin ser grosero.

-Gracias –le dije al llegar a la puerta, e intenté poner en esa sola palabra todo el alivio, la gratitud, la admiración y el respeto que sentía por él y sus hermanos. No quería hablar demasiado para no gastar mis preciadas reservas de aire, pero tenía que agradecerle.

Él me regaló esa sonrisa blanca tan suya.

-Cuando gustes.

El coro de suspiros femeninos que se oyó en el aula detrás de mí casi me despeinó.

.

Si bien durante las clases de la mañana y el almuerzo Mike, Eric y Tyler se comportaron como de costumbre, lo atribuí más a que había demasiados testigos que al hecho que hubiesen cambiado de opinión, principalmente porque nadie mencionó al baile en absoluto. Eso me hizo sospechar, entre otras cosas, que Lauren y Jessica estaban enteradas de la maniobra de los chicos y que no habían hecho nada para disuadirlos ni advertirme. Esperaba no estar volviéndome paranoica, pero ése era el tipo de cosa que ésas dos podrían hacer. Ángela, sabiendo de mi nulo interés por el baile, no tocó el tema tampoco.

Durante la mayor parte del almuerzo Mike planificó la excursión a la playa de La Push, un viejo proyecto que había tenido que suspender un par de veces por el tiempo lluvioso. Jessica estuvo de acuerdo con todo lo que Mike decía, y me dio nuevamente la impresión que ella lo seguiría, no sólo hasta la playa, sino preferentemente hasta el altar.

Las clases de la tarde pasaron también, con lo cual el maldito Día Nueve estaba llegando a su fin. Lo bueno es que era jueves, sólo tendría que aguantarlos el viernes y entonces dispondría de dos maravillosos días libres de acosadores decididos a llevarme al baile y exhibirme como si fuese un trofeo.

.

Cuando la última clase del día terminó también, dudé un instante si podría dirigirme hasta el estacionamiento sin correr riesgos, o si tendría que refugiarme un rato en otro lado, o si era mejor salir por la puerta lateral y dejar la Chevy en el estacionamiento… ¿Pero qué le diría a Charlie? "Papá, lo lamento, me olvidé la Chevy en el estacionamiento de la escuela" no era algo muy lógico que digamos.

Aún sopesaba mis posibilidades cuando vi a Mike Newton detenerse a mi lado. Parecía nervioso.

-Bella, yo… quiero hablar contigo.

Me puse de pie, quedando así en condiciones de igualdad de estatura: siempre era preferible enfrentar a alguien cara a cara. Asentí con la cabeza, invitándolo a hablar.

-Esto… mira, un grupo de chicos está esperándote afuera. Quieren decirte que por favor vayas al baile, bueno, en realidad, poco menos van a decirte que tienes que ir… quieren obligarte, creen que es ofensivo que la chica más linda de la escuela no vaya…

-¿Son los mismos chicos que ya lo intentaron esta mañana? –le pregunté, tomando mi mochila.

Mike palideció visiblemente, y comenzó a tartamudear una serie de sílabas inconexas.

-Hasta luego –me despedí y salí a zancadas del aula.

-¡Bella! -Mike tardó un poco en alcanzarme, y venía jadeando-. Si quieres, acerco mi auto, te subes y te llevo a tu casa, así estarás a salvo de ellos, y…

-No hará falta –tronó una voz. Emmett Cullen de pronto estaba caminando a mi lado, sin que ni Mike ni yo supiéramos de dónde salió-. Lárgate, Newton. Bella no necesita soplones -los tres nos detuvimos.

Debo decir a favor de Mike que fue muy valiente al hacerle frente a alguien una cabeza más alto, treinta kilos más pesado y mil veces más fuerte que él.

-Bella tampoco necesita guardaespaldas –dijo Mike valientemente, aunque retrocedió un paso alejándose de Emmett. El chico era valiente, no estúpido.

Alice apareció de pronto junto a nosotros, detrás de Mike, escenificando que patinaba sobre el piso para justificar la velocidad a la que llegaba. Arruinó el efecto al hablar con voz perfectamente normal y para nada agitada.

-¡Bella! Tengo una idea estupenda para que esos idiotas machistas te dejen en paz –me dijo, casi dando saltitos de la excitación-. ¿Me acompañas al cuarto de baño? Quiero contártela primero a solas, y si la apruebas, la ponemos en práctica.

Acepté. Escuchar un plan era mejor que seguir evitando a esa horda de adolescentes hormonales obstinados en cometer suicidio al invitar a salir a una vampiresa sedienta.

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Ya en el baño de mujeres, Alice abrió la mochila y sacó una toalla de mano que me tendió con una sonrisa.

-Respira a través de ella, no dejará que se filtren olores –me indicó-. No te preocupes, nadie va a verte.

Hice lo que me indicó: aplasté la toalla contra mi cara e inhalé profundamente. Además del obvio filtro de la tela de algodón, la toalla olía como si hubiese sido rociada con perfume, con lo cual ningún olor a humano llegó a mis fosas nasales.

-Gracias –le dije, ya con los pulmones llenos. Le tendí la toalla otra vez, pero ella negó con la cabeza, sonriendo.

-Es tuya, la preparé especialmente. Escucha, el plan es éste…

Escuché con atención. El plan no era malo, y me ponía a salvo de mis impresentables pretendientes. Salvo un par de detalles, tenía todo bajo control.

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Cuando volvimos al lugar en de dejamos a Mike y Emmett, descubrí con sorpresa que el resto de los Cullen y los Hale también estaban allí, vigilando a Tyler, Eric, Mike y los otros dos chicos como si fuesen policías controlando a unos delincuentes que acaban de arrestar. Habían puesto a los cinco en fila, uno al lado del otro. Edward y Emmett vigilaban, cada uno, uno de los extremos; Jasper y Rosalie estaban tras las espaldas de los humanos con expresiones severas. Alice y yo nos detuvimos de frente a nuestro público, a una distancia prudente.

-¡Chicos, qué bien que ya están aquí! –saludó Alice con voz cantarina-. Tenemos un trato que hacer. Vean, les haré una propuesta que no podrán rechazar.

Pese a su exigua estatura y su aspecto frágil, Alice sonó muy intimidante.

-Todos quieren que Bella vaya al baile, y cada uno quiere que Bella vaya con él. Saben, algo parecido pasó una vez hace unos miles de años –narró Alice de buen humor-. Un rey tenía una hija, o hijastra, qué más da, que pasaba por ser la mujer más hermosa del mundo. Se llamaba Helena. Su belleza era tal que se presentó una multitud de pretendientes, algunos dicen que veintinueve, pero otros aseguran que eran noventa y nueve; y todos se querían casar con ella. Su padre temió que, al elegir a uno quedaran descontentos los demás, con lo cual podría desencadenarse una guerra.

Todos estábamos pendientes del relato de Alice, aunque noté que los Cullen y los Hale no perdían de vista ni un instante a sus 'detenidos'. Hasta Rosalie, tan femenina, resultaba amedrentadora.

-El rey pidió consejo a un hombre muy astuto, que le recomendó comprometer por juramento a todos los pretendientes a acatar la decisión de Helena y acudir en auxilio del elegido en caso que su esposa fuese disputada –continuó Alice-. Como premio por su buen consejo, el rey le dio por esposa a su sobrina Penélope, pero ésa es otra historia. El caso es que Helena eligió a uno de los príncipes, con quien se casó, y todos los demás aceptaron su decisión y cumplieron su juramento.

Pude ver cómo la chispa de la comprensión empezaba a brillar en los ojos de mis príncipes pretendientes. Si bien yo no me sentía la tal Helena, la mujer más hermosa del mundo, la analogía era aceptable, salvando algunas distancias.

-Tiempo después otro príncipe llamado Paris raptó a Helena, y su marido el rey llamó a todos los ex-pretendientes de Helena, y comenzó una guerra que duraría diez años y pasaría a la historia como la guerra de Ilión, que era el nombre de la ciudad, más conocida como Troya, pero eso no importa aquí ni ahora -completó Edward, hablando velozmente.

Yo me congelé. ¿Alice acababa de equipararme a Helena de Troya? Pero no tuve tiempo de pensar mucho en eso, porque la ideóloga del plan que me sacaría de este embrollo ya estaba hablándoles a mis pretendientes en tono serio.

-Ahora, lo que vamos a hacer es lo siguiente. Bella elige a alguien con quien ir al baile, ¡sólo eso, que quede bien claro! –subrayó Alice-. Ir. Al. Baile. Nada más. No aceptar ser novia de nadie, ni casarse con nadie, ni nada por el estilo.

-Ni una noche de loca pasión –añadió Edward, con una mirada feroz a Eric, que se sonrojó y bajó la vista.

-Los demás, que no son elegidos –continuó Alice-, no la molestarán, ni intentarán hacer que ella cambie de opinión con sobornos, chantajes, promesas, súplicas, regalos ni amenazas.

Vi a Mike asentir con la cabeza. Los otros parecían más recelosos.

-Faltan nueve días para el baile, que es el próximo sábado –expuso Alice-. Le daremos a Bella tres días para pensarlo: viernes, sábado y domingo. El lunes a primera hora ella hará pública su decisión. No olviden que es la chica la que elige.

Los vi asentir uno a uno, reflexivos. Edward, por alguna razón, apretó los puños y rechinó los dientes mientras fulminaba con la mirada a los cinco humanos, como si algo lo enfureciera terriblemente.

De pronto, caí en la cuenta que durante los siguientes tres días, si los cinco chicos que tenía delante de mí mantenían su nivel de locura adoratoria, cada uno intentaría convencerme que él era la mejor opción. Sería una especie de San Valentín multiplicado por cinco personas y a lo largo de tres días.

En una palabra: sería insoportable.

Y tan rápido como llegó a mi cabeza esa terrible posibilidad, llegó también la solución. Recorriendo las caras entre reflexivas y casuales de Tyler, Eric y Mike, llegó a mi memoria la imagen de la preciosa rosa amarilla, aún no del todo abierta, pero ya tampoco un pimpollo, que adornaba el escritorio que tenía en mi habitación.

Oí como desde lejos a Alice jadear de sorpresa mientras yo encaraba a los presentes.

-Quiero decirles que ya tomé una decisión –y me giré hacia Edward Cullen, que seguía asesinado con la vista a los humanos-. Edward, ¿quieres ir al baile conmigo?

Creo que si hubiese anunciado que iba con el enano de jardín que vi en el patio de la casa de Jessica una vez que casualmente pasé por allí, no hubiese causado tanto revuelo.

La expresión que todas las caras reflejaron por un momento fue asombro puro, pero al momento siguiente esa unicidad se fragmentó en una gama impresionante de otros sentimientos, aunque siempre había uno que predominaba.

Mike era la desolación personificada. Tyler parecía confundido, como si creyera que había oído mal. Eric seguía asombrado, alguien debería recordarle que cierre la boca antes que le entren moscas. De los otros dos chicos, el más alto estaba decepcionado, si interpreté bien su expresión; el otro parecía desdeñoso, como si intentara convencerse que no valía la pena.

Alice tenía una sonrisa tan grande que casi no le cabía en la cara. Rosalie parecía un poco decepcionada, aunque sonreía (tiempo después supe que había apostado con Emmett a que yo no se lo pediría Edward, y perdió). Jasper semi sonrió, aprobador. Emmett parecía a punto de empezar a reír a carcajadas.

Y Edward… el símil más próximo que se me ocurre es el de un niño que en la mañana de Navidad encuentra bajo el árbol la bicicleta que tanto quería y tan pocas esperanzas tenía de conseguir. Una inmensa alegría, un poco de alivio y una pizca de orgullo, además de gratitud y cariño, se mezclaban en la expresión de su rostro.

-Bella, será un placer acompañarte –me dijo por fin, con voz medida, aunque su cara seguía chorreando felicidad por todos los poros.

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El viernes fue muy tranquilo. Eric, Tyler y Mike actuaron con una naturalidad tan natural que era obviamente fingida. Eran excesivamente amables, aunque algo más distantes que antes. Conjeturé que creían que yo los estaba castigando por ser molestos y que sólo por eso había decidido ir con Edward. No estaba segura si era eso lo que creían, y la verdad es que tampoco me interesaba averiguarlo.

Jessica y Lauren no parecían haberse enterado del trato que se había cerrado, y volvieron a sacar a colación el tema del baile una o dos veces, pero nadie parecía interesado en seguir hablando de eso.

La perspicaz Ángela me estuvo observando con atención, pero no hizo comentarios. Yo no le había dicho nada, pero estaba obviamente más tranquila y relajada que en los últimos días, y mi sonrisa también era mucho más sincera de lo que había sido el día anterior. En fin…

que les parecio el capii chicas? Os quiero decir que en el proximo capitulo por fin sabremos la historia de bella de como fue transformada

nos leemos :)  besos para todas que leeis este fic

Capítulo 3: San Valentin Capítulo 5: HISTORIA DE MIS CALAMIDADES

 
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