UN AMOR DELICIOSO

Autor: paoswan
Género: + 18
Fecha Creación: 07/08/2013
Fecha Actualización: 15/08/2013
Finalizado: NO
Votos: 4
Comentarios: 6
Visitas: 6596
Capítulos: 6

Bella ha conocido a Edward en la clase de cocina a la que se ha apuntado con la intención de ser capaz de cocinar algo comestible. Él es guapo, inteligente y domina las artes culinarias…
A pesar de ello, no es lo suficientemente perfecto como para que Bella no le encuentre alguna carencia, real o inventada, que le permita justificar su reticencia hacia él. Ya que ella no está interesada en romances apasionados con hombres atractivos y educados, ¡JA! Al menos eso es lo que Bella insiste en repetirse con muy poco éxito.

terminaran encontrando un amor delicioso....

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La historia no es mia es una adaptacion de la obra del mismo nombre de la autora Olga Salar quise compartirla con ustedes.... espero que les guste...

muchos besos y espero sus opiniones... gracias por leerme...

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Capítulo 4: CAPITULO 4

CAPITULO 4:

 

 

La lengua de Edward estaba arrasando con su boca mientras sus manos presionaban su trasero para acercarla más su cuerpo duro y musculoso. Bella sintió que su sangre corría ardiente en sus venas cuando notó la dureza de él presionarse sobre su estómago.

Instintivamente tiró del cabello de su nuca para acercarle más a ella.

La juguetona lengua masculina recorrió sus labios como si tratara de saborearlos. Su boca trazó un recorrido húmedo por la suave mejilla con destino a la suave piel del cuello, pero se detuvo a medio camino para mordisquearle el lóbulo de la oreja, en delicada tortura. Siguió bajando con lentitud por su garganta, dedicándole tiempo a cada pedacito de piel que se encontraba durante el sensual recorrido, hasta que llegaron al escote que el jersey de ella no conseguía cubrir del todo, y las manos acariciaron lo que la boca sola no podía abarcar.

Bella se olvidó de que estaban en la calle, de que apenas le conocía… y se dejó arrastrar por la deliciosa sensualidad que ese hombre despertaba en su cuerpo.

Valiéndose del escalón en que estaba subida, rodeó su cuello con los brazos y lo envolvió con las piernas, presionándose sobre la zona más sensible de ella y la más dura de él.

 

—Bella, eres perfecta. —Murmuró sobre la delicada piel de sus senos—. Si no paramos ahora, te poseeré en plena calle, aunque nos detengan por escándalo público.

 

El tono ronco de su voz la trajo de golpe a la realidad más que el significado de sus palabras.

 

—¡Oh, Dios mío! —había estado a punto de acostarse con un hombre al que apenas conocía en medio de la calle, en la mismísima puerta de su casa, a escasos metros de su cama… —. Lo siento Edward, no debería…

—No, soy yo el que tendría que haberse controlado. Para ser sinceros solo iba a darte un beso de buenas noches —su broma destensó un poco el ambiente.

—Me ha encantado tu beso de buenas noches —le siguió ella, ansiosa por alargar la conversación y que no se fuera.

—¿Puedo llamarte mañana?

—Debes llamarme mañana.

 

Edward rió

 

—Lo haré. Te lo prometo. —Dijo mientras se recomponía la ropa y se inclinaba sobre la mejilla femenina para despedirse con un casto beso—, por hoy ya hemos tenido bastantes. De hecho, recordaré este último beso antes de dormir, si me acuerdo de los demás estoy seguro de que seré incapaz de hacerlo.

Ella sonrió aceptando interiormente que su razonamiento también era aplicable a ella misma.

—Buenas noches —abrió la puerta y entró en su casa.

 

Tumbada en su cama, repasaba las últimas horas incapaz de conciliar el sueño.

Tras la copa acordada habían seguido bebiendo y charlando, y en esas pocas horas había aprendido mucho más de lo que cabía esperar, Edward era inteligente y educado, nada que se pareciera a la idea inicial que había tenido de él. Era una persona leal y fiel a los que amaba, dulce y protector.

No había entrado en detalles, pero le había explicado el motivo de que no la llamara cuando prometió, su hermana pequeña había sufrido un desengaño y él había estado allí para apoyarla. Sonrió embobada al recordarle…

 

Consciente de que no iba a poder dormir, se levantó para coger el libro que estaba leyendo. Tras veinte páginas de ávida lectura, tuvo que dejarlo más alterada que al principio. A la protagonista femenina de la novela la raptaba un rudo highlander que la confundía con otra mujer de la que buscaba vengarse, movido por una antigua afrenta. Tras varias páginas de tensión sexual no resuelta, la protagonista se rendía a la encantadora rudeza del highlander y sucumbía al placer en sus brazos. Justo lo que Bella necesitaba para conciliar el sueño, más pensamientos lujuriosos...

 

Decidió probar con el truco de la leche caliente y bajó descalza a la cocina para preparárselo. Iba a entrar en la cocina cuando escuchó el golpe de unos nudillos en la puerta de entrada.

Sigilosa se acercó para ver quién llamaba a esas horas. Descolgó el telefonillo y dio gracias al veleidoso Dios, que la escuchaba de vez en cuando, por tener telefonillo con cámara. Se quedó paralizada al ver que Edward estaba al otro lado, con el cabello revuelto y la misma ropa que llevaba horas antes cuando la había acompañado a casa.

 

Ni siquiera tuvo que plantearse la pregunta, le abrió antes de pensarlo siquiera.

 

Él la miró de arriba abajo antes de hablar, escaneando cada parte de su cuerpo con la mirada encendida.

 

—Sé que es una locura y lo más prudente sería que me echaras de tu casa a patadas, aunque espero que no lo hagas —matizó nervioso— pero por alguna razón que escapa a mi control, necesito estar contigo, casi tanto como respirar…

 

No le dejó terminar, se puso de puntillas y tiró de su cabello cobrizo despeinado para que bajara la cabeza hasta poder capturar su boca en un beso.

Edward terminó de cruzar el umbral con ella en sus brazos mientras con el pie cerraba la puerta. Sin apartar su boca de la de ella subió las escaleras que conducían al piso de arriba, donde supuso que estaban los dormitorios.

Bella era menuda y cálida, se adaptaba a sus brazos como imaginó que lo haría el primer día que la vio, dulce y enérgica, suave y fuerte, una fascinante combinación que le hizo soñar con ese instante.

 

No tuvo que preguntar cuál era su dormitorio, la luz de la mesilla estaba encendida y la cama revuelta. Con un cuidado casi reverencial, la depositó en la cama y se apartó lo justo para contemplarla a placer. Bella protestó cuando el calor y la presión masculina abandonaron su piel.

 

—Quiero verte. ¿Siempre duermes así? —preguntó observando como el fino camisón azul celeste se pegaba a cada una de sus curvas.

 

Ella sonrió íntimamente, tras caer rendida por sus besos en la puerta de su propia casa, se había sentido sexy y… Ardiente. La elección de su atuendo había sido una manera de seguir sintiéndose así, como si de ese modo todavía pudiera sentir la marca de sus caricias en su piel.

 

—Sí. —Contestó con el fin de terminar la conversación, en esos instantes no estaba precisamente interesada en hablar.

—Preciosa, eres preciosa.

 

Impaciente se incorporó un poco y alargó los brazos hasta cogerle por las solapas de la chaqueta. Él rió, pero se dejó atraer. La osada dulzura de esa mujer le volvía loco, le estaba besando como si quisiera devorarlo, pero también deleitarse en su sabor. Era imposible resistirse a ella, ni siquiera había pensado intentarlo.

 

Bella lo dio todo en el beso, buscando aquello que tanto la había enloquecido horas antes, y sin ninguna duda lo encontró. La boca de Edward hacía que sintiera su sangre ardiendo enloquecida en sus venas. Se retorció sinuosamente debajo de él, lo que provocó un gemido quedó que ahogaron sus labios.

 

—La ropa. —Pidió ella sin dejar de abrazarle, incapaz de soltar su presa.

 

Él tampoco intentó liberarse, y Bella hundió la cara en su cuello, embriagándose del olor masculino. Con delicadeza mordisqueó su cuello al tiempo que le obligaba a echar los brazos hacia atrás para quitarle la chaqueta. No llegó a hacerlo por completo, y Edward quedó inmovilizado con su propia ropa. La americana le retenía los brazos a la espalda. No es que no pudiera quitársela si quisiera hacerlo… Arqueando una ceja, Edward se sentó de rodillas en la cama, aceptando el juego.

Bella sonrió con picardía y se sentó de igual manera, no sin antes deshacerse del camisón quedándose únicamente con el tanga. Un gemido desesperado salió de la garganta de Edward al contemplar aquello que tanto deseaba y que quedaba fuera de su alcance. Ella sonrió victoriosa, sus manos volaron hasta los botones de sus vaqueros, con sumo cuidado fue desabrochándolos uno a uno. La anticipación excitó a Edward todavía más de lo que ya lo estaba ante la sensual visión.

Los dedos de Bella rozaron deliberadamente su dureza, fue apenas una caricia insinuada. Inmediatamente después metió los dedos en la cinturilla del pantalón y los bajó hasta las rodillas junto con los calzoncillos. Consciente de lo que él esperaba, se dedicó a jugar con él, primero le desabrochó con la misma minuciosidad que había mostrado anteriormente, los botones de su camisa, después recorrió su pecho con suaves besos y finalmente, con la piel ardiendo de necesidad se inclinó sobre él y beso su dureza. Su lengua recorrió, trazando extrañas figuras, su longitud. Mientras sus dedos exploraban el resto de su anatomía.

 

Edward se debatía entre estarse quieto y arrancarse la chaqueta que le impedía agarrarla y ponerla debajo de su cuerpo, para terminar con la tortura sensual que le estaba inflingiendo. Perdió el hilo de sus pensamientos cuando ella le acogió por completo en su boca, sintió la presión de la succión y ya no pudo pensar en nada mas…

La sonrisa de Bella fue lo primero que vio cuando volvió a ser capaz de abrir los ojos, tras ello tardó dos movimientos en deshacerse de la chaqueta y en abalanzarse de nuevo hambriento sobre la boca entreabierta de su presa. Su cuerpo la presionó contra el colchón y sus manos buscaron la diminuta prenda de ropa que llevaba puesta, no tuvo tiempo ni ganas para deshacerse de sus propios pantalones, únicamente estaba interesado en una cosa, hundirse en el cuerpo del hada morena que le había robado la lucidez. La tanteó con un dedo para comprobar que estaba dispuesta y su gemido se unió al suyo cuando se dio cuenta de lo mucho que lo deseaba.

Sonrió pletórico, en esta ocasión era él quien dominaba el juego:

 

—¿Qué quieres, preciosa? —preguntó hundiendo un segundo dedo en su cuerpo.

Ella no contestó, solo gimió más fuerte.

—¿Qué necesitas? —insistió.

—A ti, Edward. Por favor. Ahora.

 

No espero que volviera a pedírselo una segunda vez. Su miembro sustituyó a sus dedos. De una embestida profunda se hundió en su calidez, había decidido tomarse su tiempo, deleitarse con cada movimiento, pero estar dentro de ella era mucho más embriagador de lo que nunca había imaginado o experimentado. Sus acometidas se tornaron rápidas, certeras… Bella acompasó sus movimientos a los suyos y los dos se dejaron llevar con un grito tan sincronizado como lo habían estado sus cuerpos instantes antes.

 

—Esto es una locura. —Susurró Bella sobre los labios de Edward, después de que este hubiera llamado a su puerta a intempestivas horas.

—El amor es una locura. Y yo no puedo negarlo, estoy loco por ti desde que te vi el primer día en clase. Si hasta recé para que me pusieran contigo. Tendrás que haberme visto, ¡parecía un adolescente dominado por las hormonas!

 

Bella se separó de él y arqueó una ceja calculadora.

 

—¿Así que fue eso? —murmuró para sí.

—¿El qué? No sé de qué hablas.

—Dios.

—¿Dios? —preguntó Edward desconcertado.

—Te prometo que luego te la cuento, ahora sigue donde te habías quedado antes de mi desafortunada interrupción.

Edward obedientemente volvió a capturar su boca. 

Capítulo 3: CAPITULO 3 Capítulo 5: CAPITULO 5

 


 


 
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