Ross se detuvo en la entrada y observó cómo Bella miraba fijamente a Edward. Nunca la había visto tan extasiada desde que la conocía. Bien. Quizás Edward pudiese ayudarla. Cuatro años eran demasiado tiempo. Pero James había sido un cerdo narcisista y desconsiderado. Se había comportado de un modo tan cruel con Bella y con sus sentimientos, que incluso la había hecho llorar la noche que perdió la virginidad. Y ninguna mujer merecía llorar. No cuando estaba con alguien que había prometido cuidar de ella. Edward sería definitivamente bueno para Bella. Un mes con él y olvidaría todo lo referente a James. Y, una vez que descubriera lo bien que sabía el sexo compartido y real se liberaría de la crueldad de James para siempre. Pero, primero, tenía que conseguir que su testaruda amiguita fuese un poco más obediente.
—¿Has encargado la pizza?— le preguntó mientras le ofrecía una copa de vino. Bella la cogió con un gesto distraído. Por alguna razón, no podía apartar los ojos del dibujo.
—¿Bella?— Parpadeó y se obligó a mirar hacia arriba.
—¿Hum?—
—Te pillé mirándolo— bromeó Ross.
Bella se aclaró la garganta.
—¡Oh, por favor!, no es más que un pequeño dibujo en blanco y negro.—
—Cielo, en ese dibujo no hay nada pequeño.—
—Rosalie, eres mala.—
—Completamente cierto. ¿Más vino?—
Y como si hubiesen estado esperando el momento preciso, sonó el timbre.
—Yo voy— dijo Rosalie, colocando el vino en la mesita del teléfono para dirigirse al recibidor.
Unos minutos después, volvió a la salita. Hasta Bella llegó el maravilloso aroma de la enorme pizza de pepperoni y sus pensamientos dejaron a un lado el libro. Y al hombre cuya imagen parecía haberse grabado en su subconsciente. Pero no resultó fácil. De hecho, cada minuto que pasaba parecía más difícil. ¿Qué demonios le pasaba? Era la Reina de Hielo. Ni siquiera Brad Pitt o Brendan Fraser despertaban sus deseos. Y a ellos los veía en color. ¿Qué había de extraño en aquel dibujo? ¿En él?.
Mordisqueó la pizza y se cambió de asiento. Se acomodó en un sillón en la otra punta de la sala, a modo desafío personal. Sí. Demostraría a Ross y al libro que ella dominaba la situación.
Después de cuatro porciones de pizza, dos pastelitos de chocolate, cuatro copas de vino y una película, se reían a más no poder tumbadas en el suelo sobre los cojines del sofá mientras veían Dieciséis velas.
—Dices que es tu cumpleaños— comenzó Rosalie a cantar, y acto seguido golpeó el suelo como si de unos bongos se tratara —También es el mío.—
Bella le golpeó la cabeza con un cojín y le dio la risa tonta al comprobar los efectos del vino.
—¿Bella?— dijo Rosalie burlona. —¿Estás borracha?—
Bella volvió a reírse.
—Más bien, agradablemente contenta. Maravillosamente contenta.—
Ross se rió de ella y le deshizo la coleta.
—Entonces, ¿estás dispuesta a hacer un pequeño experimento?—
—¡No!— gritó Bella con énfasis, sujetándose los mechones de pelo tras las orejas.— No quiero utilizar la Ouija, ni hacer lo del péndulo y te juro que si veo una sola carta del Tarot o una runa, te vomitaré encima los pastelitos.—
Mordiéndose el labio, Ross cogió el libro y lo abrió. *Las doce menos cinco.* Sostuvo el dibujo para que Bella lo observara y señaló aquel increíble cuerpo.
—¿Qué opinas de él?— Bella lo miró y sonrió.
—Está para relamerse, ¿verdad?— Bueno, definitivamente la cosa iba progresando. No conseguía recordar la última vez que Bella le había dedicado un cumplido a un hombre. Movió juguetonamente el libro frente al rostro de su amiga.
—Venga, Bella. Admítelo. Deseas a este bombón.—
—Si te digo que no le dejaría salir de mi cama ni a cambio de unas galletas saladas, ¿me dejarías en paz?—
—Puede. ¿A qué más renunciarías por mantenerlo en tu cama?—
Bella puso los ojos en blanco y apoyó la cabeza sobre un cojín.
—¿A comer sesos de mono a la plancha?—
—Ahora soy yo la que va a vomitar.—
—No estás prestando atención a la película.—
—Lo haré si pronuncias este hechizo tan cortito.—
Bella alzó las manos y suspiró. Sabía que no merecía la pena discutir con Ross... tenía aquella expresión. No se detendría hasta salirse con la suya, ni aunque cayese un meteorito sobre ellas en ese mismo momento. Además, ¿Qué había de malo? Ya hacía mucho tiempo que sabía que ninguno de los estúpidos rituales y encantamientos de Ross funcionaban.
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