Deseo Sombrío (+18)

Autor: Sombra_De_Amor
Género: Misterio
Fecha Creación: 24/06/2013
Fecha Actualización: 26/06/2013
Finalizado: NO
Votos: 3
Comentarios: 8
Visitas: 5295
Capítulos: 7

En las profundas sombras de las montañas Tenebrosas se escondían monstruos. En aquel lugar se ocultaban las bestias del mal, que se alimentaban de los débiles; criaturas no humanas.

Edward Cullen lo supo a los diez años. Su padre era uno de ellos.

Ahora Edward lo estaba persiguiendo. Se estaba adentrando en el denso bosque, tenía que salvar a su madre, y el feroz viento le abofeteaba la cara y le cortaba las manos.

Su madre era un ángel de Luz, una vez oyó a su padre llamarla así. Pero eso fue antes de que el lado oscuro se apoderase de él y lo poseyese por completo.

Ojos amarillos y penetrantes acechaban a Edward a cada paso que daba en el bosque. Se quedó sin aliento al tropezar con un tronco astillado y cayó entre zarzas y troncos cubiertos de hielo. Las agujas de pino se le clavaron en las palmas de las manos y las yemas de los dedos se le llenaron de espinas. Se puso de rodillas y se hurgó en los bolsillos para intentar vaciarlos de hojas y hierbajos; sabía que su padre podía estar vigilándolo y que probablemente estaría preparado para saltar sobre él en cualquier momento.

 

Una historia intrigante que te envolverá, está es la adaptación del libro "Deseo Sombrío" de Rita Herron; y los personajes de S.M.

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Capítulo 4: Cap.-3

El viento rugía en el exterior, una rama de un árbol rompió el cristal de la ventana y unas nubes turbulentas de mal agüero planearon por el cielo, ensombreciéndolo hasta apagar la luz. Incluso con el ventilador de techo encendido, el calor estival resultaba asfixiante y consumía todo el aire, revolvía las telas de araña y el polvo que brillaba en la oscuridad como si de cenizas blancas se tratase.

Lobo, el pastor alemán que había rescatado el año pasado después de que resultara herido en el desplome de una mina, ladró de repente de una forma grave y profunda, como si él también pudiese sentir la amenaza. Trotó hacia la ventana y miró hacia fuera como si estuviese buscando un intruso.

La ansiedad acució a Isabella cuando empezó a pensar en la reunión a la que tenía que enfrentarse al día siguiente.

Edward Cullen venía a la ciudad.

Había estado pensando en él durante los últimos años y se había preguntado qué le habría pasado. Los dos eran unos marginados, ella por causa de su don, y él por haber tenido un padre violento. Por eso habían mantenido una extraña amistad cuando eran niños.

Pero cuando ella se ofreció a comprobar si su madre había cruzado al otro lado, revelándole que podía hablar con los difuntos, él la llamó loca y la echó de su casa. Le dijo que no quería volver a verla nunca.

Isabella no podía creer que ahora se hubiese convertido en un agente del FBI. Era probable que todavía fuese reticente a los poderes psíquicos.

Pero tenía que hablar con él de todas formas. Tenía que convencerlo para que la escuchase. Ella no había pedido poseer ese don, pero tampoco podía renegar de él. Justo ahora que había vidas inocentes en juego.

Este asesino no había terminado. Y ella no quería que pesasen en su conciencia las almas perdidas de esas mujeres.

Pan, el dios del miedo, había estudiado la ciudad de Quebranto y su plan ya estaba tomando forma en su demoniaca cabeza.

Faltaban seis días para que Carlisle resurgiera de sus cenizas y fuese coronado. Seis días para que el nuevo líder asumiera el control.

El submundo era un hervidero de emoción y proyectos. La leyenda decía que Carlisle sería el líder más malvado que se hubiese conocido nunca, que no tendría piedad con ningún alma.

Igual que no la había tenido ni con su mujer ni con su hijo.

Como anticipo a su reaparición, los demonios se juntaron para conspirar, desesperados por caerle en gracia al nuevo amo y señor y lograr ascender desde los bajos fondos en los que se hallaban, hasta reinos más altos dentro del submundo. Otros forjaron planes secretos con los que competir para destacar más que los demás y lograr un lugar a la diestra de Carlisle.

Pan había revuelto cielo y tierra y había aceptado el reto. Tal y como era, un mero subordinado, relegado a las fieras llamaradas del más bajo nivel, se había propuesto capturar suficientes almas como para impresionar al nuevo líder.

Con siete almas se ganaría un gran respeto.

Hacía apenas unos días que unos demonios colegas se habían enfrentado a los Guardianes del Crepúsculo, aquellos que vigilan el reino ente los mortales y el mundo sobrenatural, y habían abierto la puerta a los demonios. Pan había viajado a través de los planos del tiempo y el espacio, había cruzado los límites y había vagado por la ciudad de Quebranto. Allí había observado a los mortales y había elegido la cara de uno de ellos para utilizarla en su estratagema. Nadie sospecharía que bajo ese rostro pudiese esconderse un demonio.

Ya había matado a dos mujeres.

Al primer contacto con ellas percibía el terror que suscitaba.

Y de esa manera, el miedo se convertía en el arma que utilizaba para matarlas.

Una carcajada estalló en su seca garganta. Matar a aquellas mujeres y robarles su alma era solo una pequeña parte del plan global. Había elegido el pueblo en el que Edward Cullen había crecido porque sabía que el sheriff local no dudaría en llamarlo para que se hiciese cargo del caso.

En cuanto a Isabella Swan, la había escogido porque, por un lado, ella representaba el talón de Aquiles de Cullen, y por otro, lo único que debía conseguir era que los muertos la atormentasen sin tregua.

Cuando era niño, Cullen la había protegido frente a su padre. Ella sería el cebo perfecto para atrapar a Edward.

Pan ya había tocado su mano y había averiguado su mayor miedo: temía que los muertos a los que ayudaba la hiciesen caer en la locura. Por lo tanto, debía centrarse en asesinar a sus amigos y así sus voces acabarían angustiándola irremediablemente.

Levantó su negra palma de la mano y comenzó a cantar y a convocar a los demonios para torturarla:

Yo os convoco,

espíritus de tierras remotas, de la muerte debéis huir

y hacia la vidente debéis partir. Su cabeza debéis llenar

de lamentos y quejidos, pues a vosotros ha de unirse

y abandonar para siempre el mundo de los vivos.

 

Si Cullen todavía tenía debilidad por esa mujer, cuando ella se viniese abajo, él intentaría salvarla. En ese momento, Pan atraparía al señor de la Oscuridad y lo presentaría ante el nuevo amo.

Edward cogió el teléfono, dándole la espalda a la mujer que se vestía para marcharse.

—Cullen.

—Soy Jones. Siento molestarte, tío, pero tienes trabajo.

—¿En dónde?

—Un pequeño pueblo en las montañas Tenebrosas, se llama Quebranto, en Tennessee. El sheriff local se está recuperando de un leve ataque al corazón y solicita nuestra ayuda, la tuya, en concreto. Cree que hay un asesino en serie en las colinas y el jefe te quiere allí mañana a primera hora de la mañana.

Las montañas de Tennessee. Mierda. Era el último sitio al que le gustaría volver.

—¿Por qué yo?

—Porque creciste allí. Te moverás bien en el pueblo, ya conoces la zona y a la gente. —Jones tosió—. Dijeron algo sobre ti, algo como que estuviste en el bosque de las Tinieblas y que saliste de allí con vida. Cosa que nadie más ha logrado nunca.

Edward se pasó la mano por los ojos legañosos. Joder, sí, había sobrevivido, pero también había olvidado todo lo que había pasado allí dentro.

En cualquier caso, sí sabía que el mal vivía en aquellas montañas y que su padre había sido un hombre peligroso.

Tal vez había llegado el momento de volver, de dejar atrás su pasado. Tenía un mal presentimiento con los desmayos que había estado sufriendo últimamente y sospechaba que podían guardar relación con el infierno en el que había crecido y con todos sus recuerdos reprimidos.

—¿Cullen? ¿Me estás escuchando?

—Sí. —Se aclaró la garganta—. ¿Cuántos asesinatos hay hasta ahora?

—Dos —titubeó Jones—. Aunque el modus operandi es distinto en cada uno. A primera vista no parece que estén relacionados. La primera víctima murió ahogada y la segunda, a consecuencia de múltiples picaduras de araña.

—¿Por qué creen que lo de las picaduras de araña es un asesinato?

—Hay muchas mordeduras —dudó Jones—. Docenas y docenas, parece como si alguien le hubiese metido las arañas en la cama a esa mujer.

Edward se mordió el carrillo por dentro, aceptando que eso sí que era sospechoso.

—¿Y qué le hace pensar al sheriff que las muertes estén relacionadas? Jones volvió a dudar.

—Escúpelo de una vez, Jones. ¿Con qué me voy a encontrar? ¿Con unos estúpidos pueblerinos? Una risita irónica sonó al otro lado de la línea.

—Tal vez… Este tipo dice que la vidente del pueblo asegura que las mujeres han sido asesinadas.

Edward se rascó la nuca.

—No me digas más, la vidente se llama Isabella Swan.

—¿Cómo lo sabes? Mierda.

—Su familia es muy conocida por esa zona.

Un recuerdo de infancia lo asaltó. Isabella parecía minúscula y frágil con aquel vestido de cuadros de confección casera. Habían forjado una amistad algo torpe y extraña.

 

Capítulo 3: Cap.-2 Capítulo 5: Cap.-4

 


 


 
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