NO ME OLVIDES

Autor: Monche_T
Género: Romance
Fecha Creación: 21/01/2013
Fecha Actualización: 26/09/2013
Finalizado: SI
Votos: 5
Comentarios: 28
Visitas: 15055
Capítulos: 10

"FINALIZADO"

 

¿Cómo se le dice adiós a alguien que se ama?

Cuando me sorprendieron robando, creí que el mundo se derrumbaba. Fue una estúpida travesura, pero eso no fue lo peor: la jueza me impuso una pena de trescientas horas de servicio comunitarios. ¡Toda una eternidad! Claro que nunca hubiera creído que me encantaría trabajar en un centro asistencial, y que alguien como Edward se cruzaría en mi camino.
Desde que lo conozco, me siento otra persona. Tenemos tantas cosas en común, y se nos acaba el tiempo... ¡Ahora querría que esas trescientas horas fueran eternas!

¿cuando fue la ultima vez que viste el atardecer?, ¿alguna vez haz visto las luces de neon entre la lluvia?, ¿te haz dormido escuchando el canto de las aves nocturnas? ¿cuando fue la ultima vez que te haz detenido a pensar que la vida se vive solo un instante?

 

 

Mi otro Fic http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3520

 

LA HISTORIA NO ES MIA ES UNA ADAPTACION DEL LIBRO "NO ME OLVIDES" de CHERYL LANHAM, Y LOS PERSONAJES SON LOS DE CREPUSCULO

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Capítulo 4: LOS COLORES DEL ATARDECER.


DEDICADO ESPECIALMENTE PARA:

ERI18

 

 

22 de septiembre

Querido Diario:

Me quedé dormida otra vez, de modo que estoy escribiendo en el banco de la parada de autobús. No sé qué me pasa. ¡Esta mañana eché a perder una excelente oportunidad para escapar de Lavender House! Mamá me preparó quacker con canela. La última vez que gocé de semejante privilegio tenia diez años. Indicio más que evidente de que la preocupación por mi la estaba matando. De todos modos, había empezado a comer mi cereal cuando papá se presenta en la cocina y desparrama su pesada osamenta sobre una de las sillas. ¡No podía creerlo! Hacía años que no compartía el desayuno conmigo. Y empezó con la perorata de que, por muy ocupados que estuvieran él y mamá, me querían mucho, que lamentaba que me hubieran impuesto servicios comunitarios, pero que así yo aprendería a responsabilizarme de mis actos… bla, bla, bla. Todo eso venía a que querían saber qué era lo que me estaba molestando. Y fue entonces cuando o embarré todo. Dejé la cuchara, tomé mi mochila y les contesté que todo estaba BIEN. Estas fueron mis palabras textuales: “Oh, no se preocupen por mi. Solo tengo que acostumbrarme a mis nuevas actividades”. Tampoco fue muy brillante de mi parte engullirme todo el cereal que mamá me preparó. Mis padres parecían haberse quitado un enorme peso de encima. Qué estúpida, ¿no? Nunca podré salir de ese lugar. No puedo creer que haya sido tan idiota.

Después de eso, mi jornada fue cuesta abajo. Durante el almuerzo, Jessica me dijo que, después del partido del viernes por la noche, Mike la llevaría a cenar.

Bella frunció el entrecejo al leer la última línea de su diario. No supo qué escribir a continuación, cuales eran sus prioridades. Por lo general, no tenía dificultad en expresar sus sentimientos. El problema era que no sabía cómo me sentía. La vida la confundía demasiado. Habría tenido que estar desolada por la traición de su mejor amiga, pero no era así. Por sobre todas las cosas, se sentía irritada. Tendría que estar furiosa consigo misma por haber echado a perder la oportunidad de decir adiós para siempre a Lavender House, pero no lo estaba.

―Oh, bueno — pensó cuando levantó la vista y vio que se acercaba el autobús —, tal vez comienzo a acostumbrarme a esto.‖

Su ánimo dio un giro de ciento ochenta grados cuando entró en el bar y vio a Jacob detrás del mostrador, sosteniendo un vaso de Coca en la mano.

— Hola. Te vi bajar del autobús. Espero que sea esto lo que quieres tomar — dijo, agitando el vaso en dirección de ella.

Se sintió halagada.

— Así es.

Se miraron a los ojos durante un momento; el silencio fue un tanto inquietante. Luego los dos hablaron a la vez.

— Bella

— Jacob

Entre carcajadas, él dijo:

— Las damas primero.

— Quería saber si trabajas todos los días. — Se sorprendió de sus propias palabras. Distaba mucho de actuar con cautela. Pero por alguna razón, tal vez a causa del Hogar, ya no quería jugar. Jacob le gustaba. Quería saber si él gustaba de ella o si solo estaba malinterpretando las cosas, y quería ser cortés.

— Menos los domingos — respondió, con una chispa de picardía en la mirada.

Bella frunció el entrecejo.

— ¿Qué te resulta tan gracioso? — Dios, preferiría morir si él estaba riéndose de ella, si se había dado cuenta de que la había flechado.

— Nada. Solo que estaba por preguntarte lo mismo.

— Menos los domingos — repitió Bella con profundo alivio. Si bien quería ser honesta, no le habría caído muy bien que él no la tomara en serio.

La miró boquiabierto

— ¿Trabajas como voluntaria seis días por semana? — le preguntó con aire incrédulo —. Por Dios, ¿qué eres? ¿Una santa?

Bella no supo qué decir. ¿Cómo explicar que había cercenado prácticamente todos sus ratos libres? No quería confesar el verdadero motivo de su trabajo en Lavender House. Todavía no. No hasta que no se conocieran mejor.

— No soy una santa — contestó, y se encogió de hombros con indiferencia —, sino una persona común y corriente. Pero cuando uno decide hacer algo, debe asumir una especie de compromiso, ¿no crees?

— Si, claro, pero seis días por semana… — No parecía convencido.

Bella no quería que la creyera rara. Tal vez había tenido que decirle la verdad. Pero justo en ese momento él le dirigió una sonrisa de admiración y decidió no dejarse llevar por sus emociones. Aunque nadie la había mirado así en toda su vida, esos ojos no lograrían arrancarle la verdad.

— Bueno, parece una idea un poco loca, pero buena. Tienes razón — concedió Jacob —. Los compromisos son importantes.

— Tú trabajas seis días por semana — señaló ella, sintiéndose incómoda de repente —. Es mucho más duro que hacer de voluntaria.

— Sólo porque no tengo más remedio — confesó —. En casa necesitamos mi sueldo. — Se interrumpió y se alejó. Por un momento la muchacha lo creyó avergonzado, pero cuando él se volvió, notó que tenía un lienzo mojado en la mano. Sin mirarla, comenzó a limpiar una mancha que no existía en la barra. — Este… ¿y qué opina tu novio de que trabajes como voluntaria?

— Oh, por ahora no salgo con nadie — dijo ella, tratando de no sonreír. Su forma de indagar no fue exactamente sutil, pero efectivo al fin. — ¿Qué opina tu novia de tu horario?

— Yo tampoco estoy saliendo con nadie. Rompí con mi ex novia el pasado junio — explicó y levantó la vista para mirarla a los ojos —. No quisiera que me tomaras por un descarado, pero la verdad es que me gustas. Eres bonita, inteligente y muy estudiosa. Pero por sobre todas las cosas, admiro la clase de persona que eres. Es difícil encontrar a una chica que decida invertir su tiempo libre ayudando en un hogar para enfermos terminales.

— Bueno, no es tan sacrificado.

-Si que lo es — insistió Jacob. Hizo una pausa e inspiró profundamente. — Me gustaría invitarte a salir, pero no tengo mucho tiempo libre y tampoco auto.

Asombrada por su honestidad, lo contempló. Gustaba de ella. Gustaba de verdad.

Yo también quisiera salir contigo — confesó —. Y como habrás notado, al igual que tu tengo muchas ocupaciones.

Una sonrisa perezosa iluminó el rostro del muchacho.

— Ya se nos ocurrirá algo. Tenemos los domingos libres.

―Y yo tengo las salidas prohibidas‖, pensó Bella. Buscó con desesperación el modo de escapar de esa situación. ¿Por qué no le habría dicho la verdad desde un principio? Obvio: porque él no la habría considerado tan santa. ¡Pero ahora estaba a punto de invitarla a salir el domingo! Tendría que inventar alguna excusa.

— Tal vez esto te parezca extraño — continuó Jacob, imperturbable por el silencio de la chica —, pero podríamos ir juntos a la biblioteca. Sé que no es el programa más divertido…

— Está bien — aceptó ella de inmediato. La biblioteca. Gracias a Dios, Jacob acababa de escoger el único sitio que sus padres no le habían vedado. — Seguramente tendrás que estudiar.

—Tengo un examen cuatrimestral pendiente — explicó —. Pero en un par de horas me alcanzarán para hacer la investigación. Después podríamos ir a cenar juntos.

— Estupendo. El lunes yo tengo que entregar un resumen sobre un libro. Puedo escribirlo mientras tú te dedicas a la investigación. Decidió que se preocuparía por la supuesta cena en otro momento. Por ahora, solo quería asegurarse de poder concertar la cita con él.

— Como ya te dije, no tengo auto pero puedo pasar a buscarte para que tomemos el autobús juntos.

— no, no te molestes. Mejor nos encontramos en la biblioteca. Será más fácil para ambos.

Entró un cliente y se sentó en el extremo de la barra. Jacob asintió con la cabeza y comenzó a alejarse de ella.

— ¿A la una en punto te parece bien? — preguntó.

— Perfecto.

Ese cliente fue el primero de la multitud que entró después. Bella no tuvo otra ocasión de charlar con él y luego se marchó. Le sonrió y lo saludó con la mano mientras él llevaba una bandeja cargada hacia uno de los sectores reservados. Como no pudo saludarla con la mano, le dirigió una sonrisa cálida que le llegó hasta el alma.

Mientras se encaminaba a Lavender House, repasó mentalmente el argumento que usaría con sus padres. En teoría, tendría que ser muy sencillo. No podrían impedir que realizara un trabajo de investigación en la biblioteca. En cuanto a la cena, lo resolvería sobre la marcha, el mismo domingo.

— Sin lugar a dudas, esto es mucho mejor que limpiar inodoros— comentó Bella mientras guardaba la aspiradora en el armario del pasillo.

— Por supuesto — coincidió Alice con una sonrisa. Con aquel ajustadísimo conjunto deportivo amarillo de cuello de terciopelo negro y sus sandalias de cuero con tacones de diez centímetros sujetas a los talones con una tira elastizada, distaba mucho de ser el modelo de voluntaria en un hogar para enfermos terminales. Sin embargo, durante las dos últimas horas había trabajado a la par de Bella, sacudiendo muebles y limpiando el salón en general. La chica concluyó en que, a pesar de ese aspecto extravagante que la caracterizaba, Alice era divertida, amable, liberal y muy inteligente. Se enteró de que trabajaba allí porque había perdido a su único hermano a consecuencia del sida. Bella no supo que decirle, solo murmuro entre dientes lo que sentía. Sus palabras de condolencia no la dejaron satisfecha, pero, de todas maneras, Alice se las agradeció.

— No sé si tú estarás en las mismas condiciones que yo — dijo, estirando los brazos por encima de la cabeza —, pero mi espalda no da más. Necesito descansar. Voy arriba a ver si Jamie quiere jugar a las cartas.

— Es muy compinche suyo, ¿verdad? — preguntó Bella. Si bien habían mantenido una charla muy distendida mientras compartían las tareas de limpieza, Alice en ningún momento la perturbo con preguntas espinosas. Bella se sentía agradecida por ello. Sin embargo, tenía una gran curiosidad. No podía entender por que una persona como ella, que ya había perdido a un ser querido a causa del sida, pasaba tantas horas de su tiempo libre con un hombre que moriría muy pronto de la misma enfermedad ¿Cómo podría hacer algo así?

— Jamie es un encanto — Alice se sacudió una pelusa que tenia sobre el hombro. —Y pienso que, si yo no hubiera estado con Jim hasta el último momento, otra persona habría tenido que hacerlo. No sé, me parece que estoy saldando una especie de deuda. Tuve la suerte de poder estar con mi hermano cuando se estaba muriendo. Pero hay mucha gente que no tiene a nadie que los visite, que les tienda la mano o que les dedique unos momentos para conversar. Y supongo que Jamie y yo nos llevamos muy bien porque somos de la misma generación. Los dos recordamos la Crisis de Misiles de Cuba y a Howdy Doody. Al ver la expresión de asombro de Bella, Alice rió. Tu no siquiera habías nacido, niña. De todas maneras, al parecer tenemos mucho de que hablar. Da gusto conocerlo.

— Es mejor que ciertas personas que yo conozco — mascullo Bella con sorna. Dirigió una rápida mirada de fastidio hacia atrás. Edward, con un libro en la mano, había salido al jardín hacia media hora.

Al pasar, la saludo con un indiferente:

— Hola, princesa Bella. Que suerte contar con vuestra honorable presencia.

Alice se echo a reír.

— No te lo tomes tan a la tremenda. Edward es un buen chico. Lo creas o no, suele observarte desde la ventana. Pero ni se te ocurra decirle que te lo conté. Se pondría furioso.

— Claro. Seguro que se queda allí espiándome a que yo pase para arrojarme un balde de agua fría desde arriba — comentó Bella. Sin embargo, en el fondo se sentía halagada. Había algo en Edward que la hacía…

No podía precisar que era con exactitud, pero sabía que él podía influir en ella con mucha más facilidad que cualquier otra persona de las que conocía.

— ¿Por qué no sales y le haces un poco de compañía antes de que caiga la noche? — sugirió Alice cuando se encaminaba a la escalera.

— ¿No tenemos que seguir con la limpieza? — Quería evitar un posible enfrentamiento con la señora Drake. La directora la tenía en la mira, como si todavía sospechara que era capaz de robarse la platería.

Alice se detuvo y se volvió.

— No, por hoy hemos terminado con los quehaceres domésticos. Parte de nuestro trabajo consiste en acompañar a los pacientes. Es la razón principal de nuestra presencia aquí. Como ya te dije, muchos de ellos no reciben ninguna visita.

— Oh, de acuerdo — Se quedó de pie junto a la puerta del armario. Decidió esperar a que Alice subiera y luego iría a visitar a otro paciente. Tal vez el señor Kemper quería jugar a las cartas.

Pero no lo hizo. En cambio, se dirigió lentamente hacia las puertas ventana que daban al salón de atrás.

Una vez en la terraza, se detuvo para investigar el lugar con la mirada.

El jardín estaba protegido por una pared de piedra de unos tres metros y medio de altura. Dos escalones más abajo se extendía una terraza de lajas y, a continuación de ésta, nacía el césped verde esmeralda. Una línea de canteros con margaritas, alegrías del hogar, rosas, enredaderas con flores marfil y otras trepadoras que Bella no pudo identificar, recorría el perímetro de la cerca. En el centro del jardín había un inmenso roble y, a su sombra, una mesa de picnic con varios bancos. Edward estaba sentado en uno de ellos, observándola.

Bella cruzó la terraza y avanzó hacia él. No quería verlo, pero se sintió obligada. Una de las razones por las que se había quedado dormida esa mañana fue un comentario de Edward. Y ahora necesitaba pedirle un favor.

— Hola — lo saludó.

— Hola. — Edward miró hacia la derecha. — ¿No es fascinante?

Ella siguió la dirección de su mirada.

— ¿Qué es fascinante? ¿La pared?

— No, tonta. Los colores. Los colores del atardecer.

— Lo único que veo es que está oscureciendo. Mira, Edward, con respecto a lo que dijiste ayer…

— Olvida lo que dije — la interrumpió con impaciencia —. Mira otra vez. Pero esta vez, mira hasta que veas algo de verdad.

— ¿Ver qué?

— Levántame el ánimo, ¿quieres? — refunfuñó —. Este pobre chico se está muriendo. Simplemente abre los ojos y concéntrate.

Bella cerró la boca, respiró hondo y miró el jardín. Con la puesta del sol, las sombras se habían alargado; el aire sereno transportaba el aroma de las rosas y del césped recién cortado. Suspiró y dejó que las dulces fragancias del crepúsculo llenaran sus pulmones.

Pero no vio ningún color. ¿Sería que la enfermedad o los medicamentos habían dañado el cerebro de Edward?

Sintió que él la tomaba de la muñeca. La hizo sentar a su lado.

— Sigue observando. No dejes de hacerlo — le murmuró al oído —. No verás colores brillantes; solo los tenues tonos pastel de la luz que se apaga. Pero son espectaculares. Hay dos o tres matices lavanda, nada más.

De pronto, al oírlo pronunciar esas palabras, Bella lo entendió todo. Todavía era de día, pero había algo distinto. El césped parecía más oscuro, más exquisito, como una alfombra de terciopelo; las enredaderas dibujaban puntiagudos diseños contra el muro de piedra y, sobre ellos, las hojas del roble se agitaban suavemente por el viento. Bella contemplo su entorno y, por primera vez, vio el crepúsculo tal como era. Edward tenía razón. Había colores. Muy tenues, casi fantasmales, pero delicados y bellos a la pálida luz del día. Las marcadas sombras contra la pared de piedra, el color intenso del césped recién cortado, los matices lavanda de la sombra se perdían en forma casi imperceptible en el horizonte. Una escena encantadora. Y ella la veía por primera vez.

— Siéntelo — le dijo Edward.

Bella suspiró. La inundo una profunda sensación de paz. La débil luz parecía marchitar todo el jardín, convertirlo en un lugar casi místico. A la distancia, oyó el trino de un pájaro. Sin darse cuenta, contuvo la respiración y una sonrisa lenta curvo sus labios.

Edward rió.

— Notaste la diferencia, ¿verdad?

— Nunca había reparado en ello — confesó en un susurro, por temor a interrumpir la magia del momento con voces estridentes —. Es tan hermoso… Y los pájaros… Casi había olvidado cómo cantan.

— Bueno, el atardecer no es la mejor hora para escuchar. Espera a que llegue la primavera y podrás oír el canto de las aves nocturnas.

— ¿Aves nocturnas? — Lo miró, dudando. ¿Estaría burlándose de ella? ¿Qué clase de aves nocturnas?

— ¿Y quién sabe cuáles son? Lo único que sé es que chillan tan fuerte que me hacen perder la mitad de mis horas de sueño. Recuerdo que a veces me acostaba a la dos de la mañana, agotado después de haber estudiado mucho, y esos malditos pájaros empezaban a desgañitarse como una banda de mariachis. Me volvían loco. Después aprendí a disfrutarlo.

— Yo nunca los oí.

Edward se encogió de hombros.

— Entonces eres sorda, porque ese chillido es tan agudo que levanta a los muertos. ¿Habías salido al jardín por alguna razón?

La pregunta la volvió a la realidad de inmediato. Frunció el entrecejo.

— En realidad, sí.

— ¿Vas a decírmela o me darás veinte oportunidades para que adivine?

— Si no te apuras tanto, te lo diré. En verdad, Edward, ¿tienes necesidad de ser tan grosero?

— Es un don. Sonrió. De acuerdo, niña. Empecemos. Se puso serio y carraspeó. Bien, Princesa Bella, ¿en qué puedo ayudarla?

La muchacha llevó los ojos al cielo.

— Para empezar, deja de llamarme así.

— Sus deseos son órdenes para mí.

Bella ignoró el sarcasmo. Necesitaba pedirle un favor. Tanto él como su maldita perorata le habían hecho remorder la conciencia. Pero ni loca se lo habría confesado.

— Tengo que pedirte que me prestes otro libro.

Abrió los ojos, sorprendido.

— ¿Te pidieron otro resumen?

— No, es el mismo — admitió de mala gana —. Pero tu hostilidad dio frutos. Casi no pegué ojo anoche. — ¡Demonios! ¿Qué pasaba con ella? Cada vez que abría la boca frente a ese chico decía exactamente lo que no quería decir.

— Es un halago para mí. — Sacó pecho, arrogante. — Es evidente que tengo mucha más influencia sobre ti de la que pensaba.

— Que no se te suba a la cabeza — le aconsejó —. Si consideras mi estado emocional desde que me arrestaron, cualquiera podría influir en mí.

— Te remuerde la conciencia, ¿verdad? — aventuró.

— No seas tonto –respondió ella —. Tengo la conciencia bien limpia. Simplemente, estuve pensando en tus consejos y decidí que, por única vez, tenías razón. Hacer el resumen de un libro que ya leí sería jugar sucio. Además, como ya te dije, estos días me siento muy confundida. Eso es todo.

Edward la miró un instante.

— Sí, me doy cuenta. Cometes un error estúpido te pescan, y después todos te toman por una ladrona. Debe de haberte afectado, ¿no?

Bella asintió. Así se sentía exactamente.

— Cuando me dijiste que preparar un resumen sobre un libro que ya había leído era hacer trampa… bueno, supongo que se acercó bastante a…

— Robar — terminó por ella, con tono comprensivo.

Bella volvió a asentir con la cabeza; estaba demasiado avergonzada como para hablar.

— De acuerdo — dijo él, con tomo áspero —. ¿Qué quieres que te preste?

— ¿Tienes otros libros de ciencia ficción?

— Es como preguntarle al Papa si tiene agua bendita. — Se puso de pie. Bella notó que tuvo que apoyarse en la mesa para levantarse del banco y no supo si debía ayudarlo. El instinto le indicó que no. Tal vez sería capaz de darle un puñetazo en medio de la nariz si se atrevía a tocarlo.

— Vamos –gruñó —, busquemos en mi biblioteca.

Llegar al cuarto de Edward les demandó uno diez minutos. No bien entraron, se dejó caer pesadamente sobre la cama, con la respiración agitada. No tenía buen aspecto. En esa oportunidad, a Bella le importó muy poco si se sentiría o no herido en su orgullo masculino.

— ¿Estás bien?

— Por supuesto que no — rezongó, y tosió —. Si estuviera bien, no me habrían internado en este lugar. — Señaló la biblioteca. — Busca allí. Yo voy a descansar.

Bella se quedó mirándolo un instante y, al ver cómo apretaba las mandíbulas, decidió apartarse. Tenía un botón de llamado junto a su cama. Esperaba que llamase a la enfermera, si necesitaba ayuda de verdad. Ella no podía hacer mucho por él; en esas circunstancias, sus conocimientos le habrían sido tan útiles como los de una niñita de jardín de infantes. Se hincó frente a los libros y lamentó no saber practicar la resucitación cardiopulmonar. Por primera vez en su vida, se arrepintió de no haber hecho ese curso. ¿Y si le daba un ataque al corazón?

Los títulos de los libros se presentaban como un manchón confuso frente a sus ojos; estaba tan concentrada escuchando la respiración de Edward que no distinguía la diferencia entre Asimov y una novela de Viaje a las Estrellas. Después de unos minutos, lo oyó suspirar y respirar con más lentitud. Por fin, pareció volver a la normalidad.

Bella se sintió aliviada. Vio un libro de John Wyndham, uno de sus autores favoritos, que todavía no había leído. Lo tomó y se puso de pie.

— ¿Me prestas éste?

Edward asintió.

— Pero acuérdate de devolvérmelo.

— ¿Te gusta Wyndham?

— ¿Lo tendría en mi biblioteca si no me gustara? — Otra vez se hundió en las almohadas. — ¿Cuáles son tus otros autores favoritos?

— Me gustan casi todos menos Heinlein y los que escriben fantasía.

— Aj, ese género es espantoso — coincidió Edward —, pero Heinlein me gusta. ¿Leíste Stranger in a Strange Land?

Bella hizo una mueca.

— No me gusto. Más bien me resultó bastante aburrido.

— ¿Estas bromeando? Se puso furioso. Es uno de los mejores libros de ciencia ficción que se haya escrito jamás. Es un clásico, como la trilogía Foundation o la serie Dunes.

— Pon los pies en la tierra, ¿quieres? — Protestó Bella —. A nadie se le ocurriría relacionarlos uno con el otro. — Pocos segundos más, y estaba sentada en la cama de Edward, sosteniendo una encarnizada y maravillosa discusión que sólo los amantes de la literatura podían entender.

Durante la media hora que siguió, se dedicaron a comparar, discutir y comentar docenas de libros y autores diferentes. No dejaron de conversar sino hasta que entró Alice, trayendo la bandeja con la cena para Edward.

— Estamos un poco retrasados hoy — se disculpó Alice, mientras apoyaba la bandeja —. La señora Thomas no pudo hornear sus galletas.

Bella miró su reloj.

— Santo Dios. Las siete y cinco.

— El tiempo vuela cuando una la pasa bien, ¿verdad? — comentó Alice.

— Bella no estaba pasándola bien — se opuso Edward —. Estaba poniendo su cabeza como un manso cordero para que yo se la cortara con mis razonamientos.

— Sólo en tus sueños, mentiroso — dijo Bella —. Mañana seguiremos con esto. Será mejor que me vaya ya o perderé el autobús.

Sin embargo, lo cierto era que Bella estaba pasándola muy bien.

El sábado trabajó como una esclava y, aunque Edward hubiera estado levantado y con buen ánimo, no habría tenido tiempo de charlar con él.

No bien puso un pie en el hogar, la señora Drake la mantuvo ocupada hasta que se puso la chaqueta para marcharse.

Cuando entró en el living de su casa, notó que sus padres estaban de buenas. Por lo tanto, Bella decidió jugarse y ver qué podía hacer con respecto a su cena del domingo con Jacob.

Para su asombro, fue una tarea sumamente sencilla. No le hicieron ninguna cuestión cuando anunció que iría a la biblioteca el domingo por la tarde y que tal vez se quedara allí hasta que cerrase. Sabía que su mentira quedaría cubierta siempre y cuando no se encontrara con nadie conocido durante la cena.

Pasó el resto del sábado leyendo el libro de Wyndham y lo terminó el domingo por la mañana. Las horas pasaban lentamente. Sus padres se fueron al club a las once y media. A las once y treinta y dos, se vistió para su cita con Jacob.

Le llevó casi una hora decidir qué ropa se pondría.

Jacob estaba sentado afuera cuando llegó ella, minutos después de pasada la una.

— Hola — la saludó, y se puso de pie del banco de piedra en el que estaba sentado. Llevaba unos Bellas gastados, ajustados al cuerpo como una segunda piel, y una camisa azul arremangada.

— Lamento haber llegado tarde — se disculpó — pero el autobús estaba demorado.

— No tiene importancia. — Sonrió. — Yo acabo de llegar. ¿Quieres que entremos para empezar ya?

Durante las siguientes dos horas, ambos fingieron concentrarse en sus respectivas tareas. Pero Bella advirtió que cada vez que levantaba la vista, él la miraba; ella también había cometido el mismo pecado, mirándolo de reojo siempre que pensaba que él no la veía. Por suerte, era buena para hacer resúmenes, pues la proximidad de Jacob había hecho estragos en su poder de concentración.

— ¿Ya estás por terminar? — murmuró Jacob a su oído.

Ella asintió, miró su reloj y vio que eran casi las tres y media. La biblioteca cerraba a las cinco. ¡Tendría prácticamente dos horas para estar con él antes de volver a casa!

— ¿Quieres comer ahora — le preguntó Jacob al salir — o prefieres ir a dar un paseo antes?

— ¿Por qué no vamos a la cafetería que está en la Quinta y Edinger? Tengo que volver a mi casa a las cinco y media.

— Me parece bien. — Le tomó la mano.

Mientras caminaban, charlaron con espontaneidad. Cuando llegaron al restaurante, Bella se convenció de que Jacob era el chico más maravilloso que había conocido en la vida.

Ella pidió una hamburguesa y él un plato a base de pescado. — Como tantas hamburguesas en Henry´s, que ya me tienen harto — explicó con una sonrisa —. A veces sueño que me ahogo en un inmenso recipiente con aceite de cocina.

Bella se echó a reír.

— ¿Cuánto hace que trabajas allí?

— Cuatro años. Empecé cuando estaba en segundo año. — Tomó su café. — Cuando murió papá, tuve que empezar a trabajar para mantener a mi madre.

— Debe de haber sido muy difícil para ti. — Nunca había conocido a alguien de esa edad que se hubiera visto en la obligación de trabajar para mantenerse. — Quiero decir que, por tu trabajo, deben quedarte muy pocas horas para dedicar a la vida social.

— Uno hace lo que tiene que hacer. Es cuestión de organizar los horarios — repuso Jacob — Digamos que se me cortaron todas las actividades extracurriculares, pero no puedo decir que me haya perdido mucho. He hecho muchos amigos en Henry´s.

— ¿Allí conociste a tu novia? — La pregunta se escapo de sus labios antes de que pudiera detenerla. Se quiso morir cuando la oyó.

— ¡No! Gina habría preferido que la enterraran viva antes de tener que comer en un antro grasiento como Henry´s. Sonrió. La conocí en la clase de inglés. Mantuvimos una relación bastante estable durante un año, hasta que se dio cuenta de que yo no era un chico de alcurnia a quien se le había ocurrido trabajar medio día para matar el tiempo.

Bella tomo una para frita.

— ¿No le gustaba que trabajaras?

— No solo mi trabajo le fastidiaba — contesto —, sino toda mi persona. Yo era el símbolo de su rebeldía contra los padres. En ese momento no lo supe, claro. Demonios. Yo creí que ellos aprobaban la relación que teníamos. Gina me decía que me admiraban por el hecho de que trabajaba para mantener a mi madre. Pero me mentía. Ellos no estaban de acuerdo conmigo ni con mis orígenes. Un día, Gina creció. Supero su etapa de rebeldía y también me dejo atrás a mí.

— Lo lamento — murmuró Bella.

— No lo lamentes. No estaba enamorado de ella. — Volvió a sonreír. — Más bien, me sentía muy atraído físicamente. Pero toda esta experiencia me ha enseñado algo importante sobre las relaciones.

Bella se puso tensa.

— ¿Qué?

Jacob la miró directamente a los ojos.

— Que lo que se construye sobre una mentira nunca dura.

 

HOLA CHICAS ESPERO LES ESTE GUSTANDO, GRACIAS POR SUS TRES VOTOS AUNQUE NO SE QUIEN ME LOS DIO A ECEPCION DE ERI18, ASI QUE GRACIAS TAMBIEN A MIS VOTANTES ANONIMAS. GRACIAS TAMBIEN POR SUS VISITAS.

ACTUALIZARE UN CAPITULO DIARIO, COMO DIJE ANTES SOLO SON 10 CAPITULOS ASI QUE ESTO PRONTO TERMINARA.

LES MANDO UN FUERTE ABRAZO.

Capítulo 3: ADAPTANDOME. Capítulo 5: ARTE.

 
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