Un Hombre Cinco Estrellas

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 29/01/2012
Fecha Actualización: 11/02/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 13
Visitas: 32277
Capítulos: 15

Edward Cullen un policia de New York, queda deslumbrado por la niña rica Bella Swan, hija de un hombre relacionado con la mafia. Ella se ve involucrada en su caso y el se ve involucrado con ella. una excitante historia, no se la pierdan.


 

Yo no soy la autora solo me dedico a la adaptación de las novelas que me gustan, si les cambio algunas cosas, pero ni la historia ni los personajes me Pertenecen, algunos de los personajes de esta historia son propiedad de Stephenie Meyer. Que disfruten…

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Capítulo 4: El video.

 

Bella luchaba con la cerradura frente a la puerta de su apartamento. Su padre, que siempre se empeñaba en protegerla, había insistido en que instalara tres cerrojos diferentes en la puerta del piso que le servía al mismo tiempo de casa y de taller. Normalmente, a Bella no le importaba tardar un rato en abrir aquellos tres cerrojos, pero con el beso de Edward Cullen zumbando en sus venas, el llavero se le cayó de las manos dos veces antes de que la puerta se abriera desde dentro.

Su mejor amiga, Alice Brandon, estaba en la puerta, con su caniche castaño a los pies. Alice tenía su propio apartamento, pero se pasaba por el de Bella lo suficiente como para tener un armario del pasillo lleno de ropa suya. Sin duda, había ido a casa de Bella para que esta le contara qué efecto había surtido el arma secreta en Garrett. Con las piernas enfundadas en unas botas de cuero que le llegaban a la altura del muslo, una falda estampada de piel de serpiente, y un amplio jersey de angora negro, la pequeña morenita poseía un estilo descarado que a menudo enmascaraba el hecho de que era una de las editoras de moda más reputadas de Nueva York.

Ignorando los saltos y gemidos de su perrito, Alice frunció el ceño.

-A Jacob le va a dar un ataque de nervios con tanto ruido, querida -cogió a Bella del brazo con sus manos de impecable manicura y la obligó a entrar en el piso-. Vamos, entra. Tienes pinta de necesitar una copa.

Bella asintió, aturdida. No sabía si se alegraba de ver a Alice o no. Durante el breve trayecto hasta su casa, se había convencido a sí misma de que lo mejor sería meterse en la cama y olvidarse de aquel día... y de aquel beso.

-Quiero agua -murmuró al ver que Alice se dirigía a la pequeña cocina, taconeando sobre el suelo de tarima mientras las pezuñas de Jacob resonaban a su lado.

Alice era la mejor amiga de Bella desde que compartieron habitación en el internado. Compartían el interés por la moda desde la época en que Bella había diseñado, para la muñeca Barbie de Alice, un pichi corto de licra a juego con una cinta para el pelo, en segundo curso.

Mientras Bella se dejaba caer en su sofá de cuero, Alice regresó con una taza de té caliente y dos galletas de jengibre en un plato. A pesar de que solo pasaba allí algunos ratos, Alice conocía mucho mejor la cocina del apartamento que la propia Bella.

-Cómete una galleta. Te sentirás mejor. No sabía qué hacer mientras te esperaba, así que me puse a hacer galletas.

Fantástico. Justo lo ideal para añadir quilos a las caderas en un abrir y cerrar de ojos. Además su amiga había ignorado completamente su deseo de beber agua. Bueno, el té sabía mejor, de todos modos, y calmó sus nervios un poquito. Se sintió reconfortada. Hasta que cerró los ojos y vio de nuevo los de Edward, increíblemente verdes, grabados en sus párpados.

La taza y el platillo le temblaron en las manos. Apartando un muestrario de telas con el que había estado trabajando el día anterior, Bella dejó la taza sobre el enorme baúl que le servía de mesa.

-Gracias.

Alice se sentó en una alta silla de director de cine, frente a ella, y Jacob se enroscó a sus pies.

-Me estoy muriendo de curiosidad. ¿Qué tal te fue? -miró a Bella de arriba abajo-. Y, por favor, dime que no fuiste forrada con toda esa lana a seducir a un hombre. ¿Verdad?

Bella soltó un bufido. -Desde luego que no.

Alice saltó de la silla y se dejó caer en el sofá, junto a Bella. Su pelo corto negro como la noche y apuntando a todos lados ni se movió. Jacob corría en círculos, percibiendo la excitación que flotaba en el aire.

-Funcionó, ¿verdad? Ya me parecía que estabas distinta. Los ojos te hacen chiribitas, o algo así.

Bella dejó escapar otro gruñido al pensar en el dibujo fluorescente de la corbata de Edward Cullen.

-No me hacen chiribitas, de eso nada. Y, por suerte, el plan me estalló en la cara.

Le contó brevemente a su amiga el espantoso día que había pasado desde el momento en que entró en el edificio de apartamentos de Garrett junto con un poli, hasta que se dio cuenta de que su arma secreta había desaparecido. Sin embargo, evitó mencionar el beso de Edward. La experiencia seguía siendo demasiado nueva, demasiado fresca como para que sintiera ganas de contarla.

-Así que ¿Garrett ha resultado ser un mentiroso y un delincuente, y tú has perdido una cinta de vídeo con la que te pondrían chantajear, y todo en el mismo día? -Alice frunció el ceño-. Pero, entonces, ¿por qué tienes esa mirada soñadora que veo en tus ojos, querida? -Bella buscó qué decirle, sabiendo que parecía un pez boqueando sin emitir ningún sonido-. El poli estaba bueno, ¿a que sí? -Alice le lanzó una sonrisa triunfal, cruzando los brazos sobre el jersey- A que se quedó seco de tanto babear si te habías puesto algo sexy para seducir a Garrett. ¿Le enseñaste el liguero?

-Claro que no -Bella suspiró, dándose cuenta de que a Alice no podía ocultarle nada-. Llevaba solo la gabardina encima de la lencería que me puse para el vídeo, pero no le enseñé nada al detective.

-Venga, Bella. A un poli de Nueva York no hay quien le dé gato por liebre. Apuesto a que sabía exactamente lo que llevabas debajo de la gabardina y que lo pusiste a cien.

-¡Yo no lo puse a cien!

Alice se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre las rodillas.

-Por favor, pero si todos los hombres se ponen a cien contigo hasta que averiguan quién es tu padre -señaló a Bella con una larguísima uña-. Pero eso es lo mejor del poli: ningún detective que se merezca su placa huiría de la hija de Charlie Swan solo por culpa de unos cuantos contactos con la mafia.

-Alice... -le advirtió Bella.

Alice sabía mejor que nadie cuánto la preocupaban a Bella los contactos de su padre con el hampa. Bella se había prometido a sí misma hablar con su padre sobre el asunto antes de que, en otoño, comenzara de nuevo la temporada de desfiles. Pero la idea de mantener una conversación seria con su padre hacía que el estómago se le encogiera, ya que poseía la capacidad de concentración de un niño de seis años y un nulo interés por cualquier cosa que no tuviera que ver con el estilo o la moda.

-De acuerdo, supuestos contactos con la mafia. Puede que ese tipo sea tu billete hacia la aventura. Y por lo que cuentas parece mucho más divertido que ese relamido de Garrett.

-Edward no puede parecerte nada, porque no te he contado nada sobre él -siseó Bella antes de morder una galleta.

-Ah, pero ya sabes que yo siempre acierto -Alice le robó la otra galleta y le dio un mordisco antes de reparar en lo que había dicho Bella-. ¿Edward? ¿Has dicho que se llama Edward? -Bella sonrió. Alice lanzó un suspiro-. Tiene nombre de esos cursis nobles ingleses. Me pregunto de dónde demonios habrá sacado un nombre como «Edward».

-Créeme, si lo vieras no se te ocurriría pensar que es cursi.

Con solo pensar en Edward Cullen, Bella sintió un escalofrío de placer. A ella nunca la habían besado como la había besado Edward. Los pocos en cuentros eróticos que había tenido en su vida no habían encendido en ella ni la mitad del deseo que el simple roce de los labios de Edward.

-Así que ¿no te preocupa que encuentre la cinta de vídeo si registra la casa de Garrett? -Alice le dio el último trozo de galleta a Jacob, que siguió relamiéndose mucho tiempo después de haberlo devorado.

Bella sintió un cosquilleo de miedo.

-La verdad es que no mucho. Quiero decir que recuerdo que la noté en el bolsillo cuando estaba sentada en el apartamento, y que luego vi que la había perdido al montarme en el taxi. Así que estoy casi segura de que la perdí entre el piso de Garrett y el taxi.

Alice asintió, aunque no parecía muy convencida. El cosquilleo de miedo de Bella se convirtió en una dolorosa punzada de terror.

-Bueno, y si por casualidad encontrara la cinta -continuó Alice-, ¿qué vería? Quiero decir que ¿cómo es de escandalosa esa arma secreta tuya?

-No es que sea muy escandalosa. Más bien es un poco vergonzosa. No soy precisamente una bailarina de danzas exóticas.

Bella se estremeció al pensar que tal vez Edward la viera pavonearse casi desnuda en una cinta de vídeo, utilizando sus limitados encantos femeninos para excitar a quienquiera que viera la cinta. Pero Edward le había dicho que no había encontrado nada en el apartamento después de que ella se marchara. ¿No?

-Cuéntamelo -Alice se inclinó un poco más hacia ella-. Me muero de ganas de conocer tus aventuras en el mundo del striptease. Bella hizo girar los ojos.

-Fue completamente patético. No sé siquiera si me habría atrevido a enseñársela a Garrett. La cinta era más bien el Plan B, por si acaso la visión de la lencería en la vida real no funcionaba.

Una sonrisa traviesa se deslizó sobre los labios de Alice.

-¿Te lo quitaste todo delante de la cámara? Bella le lanzó a su amiga una mirada de reproche y se distanció de aquella escandalosa conversación escondiéndose detrás de su taza de té.

-Aún no he caído tan bajo. No tenía intención de quitarme las bragas, pero creo que acabé enseñando un poco más de... escote del que quería. Y tenía el mismo garbo que una bailarina de preescolar. Alice sacudió la cabeza, asombrada.

-Estoy admirada, Bella. Aunque has demos tradoser muy atrevida al lanzar tu propio negocio o crear tus colecciones de moda, nunca pensé que serías capaz de poner en práctica ese plan del striptease.

-Cuando una está desesperada, recurre a soluciones desesperadas -encogiéndose de hombros, Bella se hundió un poco más en los cojines de cuero del sofá, al tiempo que se sentía reconfortada porque Alice le hubiera recordado su reciente éxito profesional-.Y ahora estoy más desesperada que nunca, porque mi primer y único novio de esta década está entre rejas.

-En cambio, ha entrado en escena ese detective tan guapo -le recordó Alice-. Quizá deberías poner tus miras en alguien que se encuentre del lado de la ley.

Bella sonrió.

-Me parece que voy a abandonar mis intentos de seducción, muchas gracias. Está claro que tengo un ojo pésimo en lo que se refiere a los hombres. Y no tengo ganas de ir a caer de la sartén al fuego. Alice masculló algo acerca de la suerte que tenía alguna gente por encontrar a alguien que encendiera su fuego, pero Bella prefirió ignorar su comentario. Iba a costarle un gran esfuerzo mantener la compostura cuando al día siguiente se encontrara con Edward, pero estaba decidida a olvidarse de la atracción que sentía por él.

Creía firmemente que no podía confiar en su juicio acerca de los hombres. Su carrera no dejaba lugar a dudas. Al día siguiente, encontraría un modo de alejarse de Edward Cullen y de sus seductores ojos verdes, por más que protestaran sus hormonas.

Estaba decidida a pasar la página de aquel embarazoso capítulo de su vida, a olvidarse de que alguna vez había hecho aquel espantoso striptease y a concentrar toda su atención en sus creaciones para la colección de invierno.

¿Y si de vez en cuando su existencia le parecía un poco aburrida, un poco sosa? Entonces, se acordaría de aquel horrible día y se aseguraría de no volver a sentir ningún impulso aventurero.

.

.

A la mañana siguiente, Edward llegó tarde a la comisaría. Se había pasado la mitad de la noche siguiendo una pista relacionada con un caso de tráfico de drogas, vigilando a dos sospechosos a través de las calles y de los túneles del metro, solo para acabar con las manos vacías. Tenía la sensación de que el caso estaba de alguna forma relacionado con el arresto de Garrett Gallagher, de que tal vez algunos de sus cómplices se estaban poniendo nerviosos porque la policía estuviera efectuando detenciones en el distrito de la moda, pero aún no podía probar nada. Aún.

Aquella noche malograda le había dado más ganas que nunca de volver a revisar las pruebas recogidas en el apartamento de Garrett. Necesitaba repasarlo todo antes de que Bella Swan apareciera con sus larguísimas piernas y aquel cuerpo que parecía hecho expresamente para distraer su atención. El recuerdo del beso que se habían dado lo había mantenido en vela hasta mucho después de que sus sospechosos se evaporaran.

Se sirvió una taza del espeso brebaje negro que la cafetera eléctrica de la comisaría hacía pasar por café solo. ¿Cómo era posible que, llegara a la hora que llegara por la mañana, el café siempre supiera a hollín líquido?

Al llegar a su mesa, vio que su compañero ya estaba frente al teclado del ordenador, con una caja de pañuelos de papel a su lado. Los pañuelos rosas contrastaban vivamente con la pinta de tipo duro de Jasper y con sus ropas oscuras y monocromáticas. Jasper saludó a Edward con la taza, sin mirarlo.

-Anoche perdiste la pista, colega -la voz ronca de Jasper lo hacía parecer el Padrino.

Edward soltó un juramento que en la comisaría no era más que lengua de andar por casa.

-Si hubieras venido conmigo, con lo lento que eres, nunca habría conseguido seguirlos hasta donde lo hice. ¿Es culpa mía que se montaran en un tren justo cuando yo doblaba la esquina de la calla Veintitrés?

-No puedo pedirte que corras tanto como el expreso de la Octava Avenida -Jasper sacó una hoja de papel de la impresora y la agitó en el aire, sonriendo como un niño con su primera autógrafo-. Pero apuesto a que no sabías que la madre de Garrett vive en Rockaway. Creo que esos tipos a los que seguiste anoche eran hombres de Garrett, gente de su mismo barrio. Seguramente volvían a Rockaway con el rabo entre las piernas.

Edward frunció el ceño.

-¿Con que ahora tienes una corazonada, eh? Jasper se puso la chaqueta y soltó un bufido.

-Creo que tu abuelo te había enseñado a dejarte guiar por tu instinto.

-También solía decir: "no dejes ninguna piedra sin levantar" -dijo Edward.

-El rey de los refranes ataca de nuevo -retrocedio hacia la puerta y señaló una caja que había sobre el escritorio de Edward-. Ya he firmado el parte de las pruebas que encontraron en el apartamento de Garrett. Está todo en esa caja.

Edward lo saludó con los pulgares en alto y se acercó a la caja. Su instinto le decía qué debía revisar primero.

La cinta de vídeo.

Aquella etiqueta en la que decía Privado había despertado su curiosidad. Además, sentarse en la sala de vídeo a tomar notas sería una forma fácil de pasar el rato mientras esperaba a que la cafeína hiciera su efecto. Tomó la cinta y otra taza de aquel elixir de brea y se dirigió al cuarto de visionado. Cerró la puerta tras él para dejar de oír el bullicio que reinaba en la comisaría, compuesto de teléfonos que sonaban sin parar, detenidos que discutían con los agentes, ciudadanos aterrorizados que daban parte del robo de sus bolsos, de sus motocicletas o de la desaparición de sus seres queridos, a los funcionarios administrativos.

Pero en la sala de vídeo reinaba una relativa calma. La habitación estaba dispuesta como un pequeño cuarto de estar, con dos sillones muy usados y una mesa baja. Libros, mapas y otros materiales de referencia se alineaban en sus paredes, aunque desde la explosión de Internet apenas se usaba.

Edward dio un sorbo de café y metió la cinta en el vídeo. Notó que ya estaba rebobinada. Se sentó en uno de los sofás y acercó la mesa baja con el pie. Cambiando la taza de café por un cuaderno amarillo y miró la pantalla.

Y la primera imagen que vio lo convenció de que esa noche no había dormido lo suficiente. Había que estar soñando para ver a la refinada Bella Swan deslizándose por la pantalla de la televisión con un vestido negro sin tirantes, que, abierto a un lado dejaba entrever turbadores trozos de piel y... ¿Eso era un liguero?

Edward dejó el cuaderno y buscó apresuradamente el mando a distancia. Apretó el botón de stop. Sus fantasías de la noche anterior se habían transformado en una imagen estática y precisa.

Aquello no podía estar sucediendo. Sus sueños coincidían con excesiva perfección como para ser cierto. Además, sabía por la reacción de Bella a su beso del día anterior, que era un chica más bien inocente y no precisamente muy versada en el arte de la seducción.

Así que era imposible que aquella mujer que le enseñaba sus ligueros rosas en una cinta de vídeo que había encontrado en casa de Garrett fuera Bella Swan.

Pero, pensándolo bien, Bella era la novia de Garrett.

Edward tomó un último sorbo de café para armarse de valor y luego apretó el botón de play.

Bella apareció en la pantalla, contoneándose seductoramente sobre una pequeña pasarela y mostrando a través del vestido abierto sus larguísimas piernas. Edward habría tomado lo que estaba viendo por un simple vídeo doméstico en el que Bella se preparaba para salir de fiesta, de no haber sido por la música de fondo. Daba la casualidad de que Bella se movía al ritmo de The Stripper, la clásica canción de Porter o de Gershwin o de alguien así.

Sintió una oleada de calor. Aquello no era un sueño. Bella Swan estaba empezando a hacer un striptease delante de sus mismísimos ojos. La boca se le quedó tan seca que ni todo el café de la comisaría habría podido aliviarle.

Lanzando una mirada subrepticia a la puerta, Edward saltó del sofá y giró la televisión hasta poner la pantalla de espaldas a la puerta, en previsión de que alguien entrara de pronto en el cuarto. Miró las persianas de la ventana y, por si acaso, las bajó del todo. Quizá estaba viendo algo que no estaba autorizado a ver, pero no estaba dispuesto a que nadie más le echara un vistazo.

Por un instante, mientras se acomodaba en el sofá, pensó en las implicaciones éticas de aquella situación. No podía negar que ver el vídeo de Bella era como invadir un poco su intimidad. Pero había conseguido la cinta en el transcurso de su investigación y necesitaba saber si contenía algo que incriminara a Garrett.

Tal vez, si fuera mejor persona, Edward debería pasar a toda velocidad el seductor striptease de Bella. Su dedo vaciló sobre el botón de adelantado, urgiéndolo a hacer lo correcto. Pero justo en ese momento, Bella le dio la espalda a la cámara y empezó a bajarse la cremallera del vestido.

La sangre comenzó a correr por las venas de Edward con un siseo audible. La temperatura de la habitación subió al menos diez grados. Edward dejó el mando a distancia sobre la mesa, olvidando resueltamente sus deseos de santidad al ver cómo aquella cremallera se deslizaba hacia el sur.

Centímetro a centímetro, la piel de Bella se fue revelando ante su mirada ávida. Sus ojos siguieron las evoluciones de los dedos enguantados de Bella mientras bajaba muy despacio la cremallera. Mentalmente, puso su mano sobre la de ella, su palma contra aquella espalda tersa. Casi podía sentir el leve roce del satén del vestido sobre sus nudillos, el calor del cuerpo de Bella bajo sus dedos. Finalmente, después de contener el aliento tanto como pudo, vio que su piel blanca daba paso a la seda brillante y al encaje de una especie de corsé de color fucsia que lo dejó completamente boquiabierto.

Mirar a Bella Swan hacía que cada centímetro de su cuerpo se pusiera en estado de alerta. Una tensión llena de inquietud se apoderó de él mientras, en la pantalla, Bella detenía un momento su turbador striptease. Su forma torpe de mirar a la cámara casi le hizo pensar que se le acababa de atascar la cremallera del vestido. Pero entonces, de repente, el vestido cedió bajo sus dedos y cayó al suelo formando un montoncillo de hermoso satén negro.

Era preciosa. No era flaca como un espárrago, como algunas de esas mujeres locas por la moda. No. Ella tenía suficientes curvas como para volver loco a un hombre.

Edward miró, hipnotizado, cada centímetro del cuerpo de Bella, desde sus pechos enfundados en encaje hasta el liguero, deteniéndose largamente en los lugares intermedios.

Las bragas iban a juego con el corsé: eran de seda y encaje, de un color rosa brillante. El liguero en marcaba la parte más intrigante de las bragas, haciéndolo preguntarse cómo sería tocar aquellos muslos desnudos, deslizar las manos por aquellas caderas, acariciar con los dedos la parte frontal de aquellas medias de seda rosa.

El recuerdo del beso que se habían dado eligió ese momento para atormentarlo. Al darse cuenta de que había besado a aquella mujer ardiente y no a una niña rica vestida con una remilgada gabardina, estuvo a punto de perder la razón.

Tenía las manos sudorosas y se las pasó por las perneras del pantalón. Intentó respirar hondo varias veces. ¿Acaso no podía soportarlo? A fin de cuentas, se estaba sacrificando por el bien del caso, ¿no era cierto? Sí, claro.

Haciendo un esfuerzo sobrehumano, Edward se obligó a reparar en otros detalles del vídeo, aparte de en el atractivo irresistible de Bella Swan. Primero, se fijó en el escenario: un piso con grandes ventanales y suelo de tarima. Pero, contra su voluntad, sus ojos volvieron a posarse en las piernas de Bella, en aquellas medias rosas que no dejaban de atraer su atención y de distraerlo. Cerró los ojos y los abrió de nuevo, intentando tenazmente ver algo más que el espectacular cuerpo de Bella.

La única cosa relevante que se le ocurrió era que el vídeo no había sido grabado en casa de Garrett. Sin embargo, Garrett lo había visto.

La idea de que aquella cinta hubiese sido grabada para otro hombre y no para él fue como un jarro de agua fría que le devolvió en parte el dominio sobre sí mismo, sin duda, Bella se quedaría horrorizada si se enteraba de que Edward había visto su vídeo «privado». Aunque, de todos modos, eso no era precisamente lo que más lo preocupaba en ese momento. Por muy horrorizada que se mostrara, Edward le devolvería la cinta. Aunque tuviera que saltarse las normas para dársela, no dejaría aquel vídeo con el resto de las pruebas, arriesgándose a que alguien viera a Bella así.

Le devolvería aquella cinta turbadora a su dueña en cuanto la hubiera revisado completamente. Tenía que asegurarse de que no contenía nada incriminatorio antes de violar... mejor dicho, saltarse... el reglamento de policía.

Se removió en su asiento, intentando controlar su estado de excitación. Era un estado un tanto incómodo en horas de trabajo. Procuró no pensar en el trasero de Bella cuando esta recorrió de nuevo la pasarela tirando los guantes a ambos lados.

Sonrió al pensar en el hecho de que Bella se pusiera un vestido de noche y guantes para hacer un striptease. Era como una modelo de revista erótica de los años cincuenta. Le faltaba la sexualidad descarada de las strippers de hoy en día, pero, a su modo de ver, era diez veces más seductora.

Como si pusiera en cuestión lo que Edward acababa de pensar, Bella empezó a desatarse los la zos del corsé. Se anudó un cordoncillo alrededor del dedo hasta que se puso tensó y luego tiró. En cuanto el nudo se soltó, las cintas se aflojaron y el corsé se deslizó hacia abajo.

Edward abandonó toda pretensión de fijarse en otra cosa que no fuera Bella. Sus ojos buscaron un atisbo de sus pechos con la misma avidez con que un adolescente busca el atisbo de un pezón en una tienda de sujetadores. Y, esta vez, sus ojos encontraron lo que buscaban: la visión sin obstáculos de un seno redondo, voluptuoso, desnudo y visiblemente... excitado.

Cualquier sinvergüenza habría apretado el botón de pausa. Edward lo habría hecho de no haber oído el repiqueteo de unos zapatos de tacón de aguja en el pasillo.

Maldición.

Edward se levantó de un salto del sofá, recordando de pronto su cita con la estrella del vídeo «privado». Se acercó al aparato y sacó la cinta, pero no sin antes vislumbrar por última vez a una Bella Swan medio desnuda antes de que se apartara de la cámara. Tenía las mejillas encendidas, los brazos cuidadosamente cruzados sobre los pechos y los pies enfundados en unos zapatos de tacón alto propios de una Barbie.

¿De una Barbie?

Edward había abrochado aquellos insustanciales zapatos rosas con sus propias manos el día anterior. ¿Cómo demonios iba a mantener la compostura delante de Bella cuando acababa de descubrir lo que llevaba la señorita Alta Sociedad bajo su recatada gabardina la mañana del día anterior? Absolutamente nada.

 


jajajajajaja. que les parecio el capitulo. En el procimo veremos las reacciones de estos dos con el video...jajajaja. no se lo pierdan... promete... un besote bien grande y nos leemos mañana. muakis.

 

Capítulo 3: Creo que deberíamos averiguarlo. Capítulo 5: Esa es mi cinta!

 
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