La Amante (+18)

Autor: lien
Género: Romance
Fecha Creación: 09/12/2011
Fecha Actualización: 21/02/2012
Finalizado: NO
Votos: 5
Comentarios: 6
Visitas: 17570
Capítulos: 11

Cuando Bella Swan descubre que su querida tía es víctima de un chantaje, traza un plan temerario: hacerse pasar por la amante del Conde de Cullen, un famoso noble supuestamente muerto. Pero Edward Masen, el célebre Conde, no solamente está vivo, sino que además es un caballero terriblemente seductor. Un tipo que, en su afán por conquistar el mayor número de mujeres, puede llegar a comportarse de forma imprudente y sin respetar las mínimas reglas del decoro. Precisamente, una circunstancia fortuita hará que la recién transformada Bella Swan y el sensual Conde se encuentren frente a frente en una elegante fiesta. La intrépida simuladora tendrá que enfrentarse a la inesperada amenaza de su corazón... porque el Conde, fiel a sus principios, intentará poseerla en cuerpo y alma.

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Capítulo 4:

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Capítulo 4

 

Bella estaba sentada muy rígida y sostenía el abanico blanco muy apretado entre sus manos, sus enormes ojos verde mar pestañeaban con frecuencia mientras miraba por la ventanilla. Edward pensó que ella comprobaba si realmente seguían el camino hacia su casa.

Edward se sintió satisfecho de que Bella no fuera tan fría y compuesta como trataba de aparentar. Rehusó sentir compasión por ella. Teniendo en cuenta lo que había hecho se merecía sufrir un poco. Al día siguiente, serían el bocado más sabroso de conversación en todas las mesas de desayuno y de todos los clubes privados de St. Nomad.

-Vuelvo a felicitarla, señora Swan -dijo Edward con una burlona inclinación de cabeza-. No cualquier mujer habría logrado engañar a todo el mundo haciéndoles creer que es mi amante más reciente.

Bella se mordió el labio inferior.

-Gracias.

-Un logro fascinante, desde luego.

 

Él jamás olvidaría la primera vez que la vio en el salón de los Stanley. Ante sus ojos, Bella había logrado que todas las demás mujeres del salón parecieran bien sobrecargadas con sus atuendos o todo lo contrario. Edward no podía comprender exactamente la razón de su perfección, pero había estado en el mundo lo suficiente como para reconocer a una mujer que tuviera un intuitivo sentido artístico del estilo. Eso no tenía nada que ver con sus vestidos o accesorios, sino que dependía de la forma en que los lucía.

 

-La elección del blanco virginal en su ropa fue una brillante idea -continuó Edward-. Extravagante, pero brillante.

Bella dudó, como si no supiera con seguridad si él se estaba burlando de ella. Después le sonrió trémula.

-Una de las razones por las que decidí usar el blanco es porque se dice que a usted le gusta el negro, tanto para su atuendo como para otras de sus muchas posesiones personales. -Con la mano enguantada en delicado blanco Bella señaló el elegante carruaje negro lleno de accesorios color ébano-. Como puedo apreciar, los rumores están en lo cierto.

-¿Trabajó usted sobre la hipótesis de que yo me sentiría atraído por mi opuesto?

Bella consideró aquello con mucha seriedad.

-Personalmente no estoy convencida de esa teoría. Creo que se atraen las personas que tienen mentes similares, no opuestas. Pero sabía que la gente llegaría a la conclusión equivocada, ya que creen que son las naturalezas opuestas las que se atraen entre sí.

-Y eran ellos los que debían estar convencidos.

-La tía Esme temía que mi plan no funcionara, pero yo le aseguré que era nuestra única esperanza.

-¡Ah, sí! Su pequeña estratagema para atrapar al chantajista, casi me había olvidado de ella.

Bella lo miró con enojo.

-Usted no cree una sola palabra de lo que he dicho, ¿no es así, señor? Sabía que era usted muy inteligente y estaba orgulloso de ello, pero no me había dado cuenta de que fuera tan testarudo.

Edward decidió pasar por alto tal observación.

-Hábleme de su tía Esme.

-¿Qué es lo que desea saber?

-Hay una gran cantidad de mujeres como ella en la sociedad. ¿Cuál de ellas es su tía?

Bella frunció el entrecejo.

-Se trata de lady Platt. Debo advertirle que las dos hemos mantenido nuestra conexión familiar en secreto. Creí que sería más fácil llevar a cabo esta farsa si nadie sabía la verdad. Si la gente supiera que yo soy su sobrina, eso daría lugar a que todos hicieran demasiadas preguntas sobre mí.

-Por supuesto -murmuró Edward-. Era esencial que usted siguiera siendo un misterio para el resto del mundo.

-Esencial en extremo, señor. Una pregunta pronto conduciría a otra y podría haber sido descubierta antes de lograr mi objetivo. Por lo pronto el chantajista se habría dado cuenta de que yo no era su amante.

-Ya veo.

-La sociedad cree que Esme y yo somos amigas, pero nada más. Ello nos proporciona una excusa para estar juntas con frecuencia.

Edward recorrió mentalmente la lista de gente que se movía en su mundo. Tenía una memoria excelente. Estaba casi seguro de que jamás había conocido a Esme, lady Platt.

-Me parece recordar que un cierto lord Platt perteneció a uno o dos de los clubes que frecuento, creo que murió hace un año.

-La tía Esme es la viuda de Platt.

-No creo haber tenido el placer de conocerla.

-No. Eso es lo curioso del caso -dijo Bella rápidamente-. La tía Esme me contó que ustedes dos jamás habían sido presentados. Ella lo ha visto a usted en fiestas y bailes y Platt mencionó alguna vez su nombre de una manera casual, pero eso fue todo.

-Sin embargo, el chantajista declaró que los dos estábamos en su lista de víctimas.

-Sí. Algo extraño, ¿no cree?

-Sí, creo que toda esta situación es bastante extraña.

-Mi lord, le juro que no se trata de una broma o de un juego. Existe en verdad un chantajista ahí suelto en algún lugar, y está amenazando a mi tía. Yo llegué a la conclusión de que debe de haber alguna conexión entre su círculo de amistades y el de mi tía.

-Se olvida usted de una cosa, señora Swan -dijo tranquilo Edward-. Yo no fui presionado por el chantajista.

Bella se sintió molesta.

-¿Está usted seguro de eso, mi lord?

-No se trata de la clase de asunto que uno dejaría pasar por alto.

La suave boca de Bella se mantuvo firme.

-No, supongo que no. Pero ¿por qué el chantajista se refirió a usted cuando amenazó a mi tía?

Edward miró las ajetreadas calles.

-La referencia, si fue hecha, fue obviamente un ardid destinado a aterrorizar a su tía y convencerla de que pagara el dinero de la extorsión.

-La referencia se hizo, señor -insistió Bella.

-Cuénteme hasta dónde ha llegado usted en la investigación.

-Bueno, en cuanto a eso, estoy haciendo avances considerables -dijo ella con ansiedad-. Ya pude revisar con éxito los escritorios del señor Darrow y de lord Judson.

-¿Que usted hizo qué?

Bella giró la cabeza y lo miró con ojos burlones.

-He dicho que tuve la oportunidad de revisar los escritorios de Darrow y Judson. Aproveché las invitaciones que recibí para asistir a las fiestas que daban en sus respectivas casas; en el curso de la velada pude escabullirme sin que me vieran y registré sus escritorios.

Edward se dio cuenta de que hablaba en serio.

-¿Ha perdido usted la razón o qué? No puedo creerlo. ¿Para qué desea buscar algo en los escritorios? ¿Qué espera descubrir?

-Cera negra y un sello con el grabado de un ave fénix -dijo ella sucintamente-. Los dos elementos se utilizaron para sellar las notas extorsivas que recibió tía Esme.

-Demonios. -Edward estaba anonadado de ver la audacia de los actos de aquella mujer. Ello evitó que pensara con claridad durante los segundos que siguieron. Finalmente, se recompuso- La cera negra para los sellos no es nada especial, yo mismo la utilizo.

-Lo sé, pero usted no la utiliza normalmente para su correspondencia rutinaria, mi lord. Y debe admitir que el sello con un ave fénix no es común. En realidad, el uso de un sello, cualquier tipo de sello, en sí mismo es algo distintivo. Cualquiera pensaría que un chantajista normal utilizaría una simple oblea para cerrar sus cartas.

-¿Existe algo definible como un chantajista normal, como usted dice?

-Hablo en serio, señor. La cera negra y el sello con el grabado del ave fénix constituirían una prueba seria contra él.

-¿De modo que usted está buscando las dos cosas? -Resultaba demasiado fantástico para poder creerlo. La señora con seguridad mentía, cosa que él había sospechado desde el principio. Ésa era la única explicación, concluyó Edward.

Y pensar que él creyó estar dotado de talento, pensó con ironía; sin embargo, Bella Swan podía darle lecciones.

-Desafortunadamente, aún no he tenido la oportunidad de revisar los escritorios y las bibliotecas de los otros.

-¿Quiénes son esos otros?

-Los hombres con quienes usted juega con frecuencia a las cartas, por supuesto.

-¿Tiene intenciones de revisar los escritorios y los estudios de todos los hombres que han jugado conmigo a las cartas? -Edward mostró curiosidad al ver lo elaborada que era la maraña de mentiras.

-No, tan sólo los de aquellos que también tenían la costumbre de jugar a las cartas con Platt cuando estaba vivo -dijo airJasperente Bella-. Mallory, Darrow, Cleawater y Judson: Son los cuatro hombres que vinculan la casa de mi tía con la suya, señor.

-¿Porque se supo que ellos jugaron a las cartas alguna que otra vez conmigo y con Platt?

Bella suspiró.

-Es el único vínculo que pude descubrir entre su círculo y el de mi tía. Llegué a la conclusión de que alguien que conoció a lord Platt, de alguna manera, se enteró del secreto de Esme. Quizá por un sirviente, alguien que también sabía mucho sobre usted.

-Pero no un secreto que fuera digno de una extorsión -señaló Edward-. Ya le dije que a mí no me han chantajeado.

-Tal vez no, mi lord, pero el chantajista estaba lo suficientemente relacionado con usted como para saber que tenía intenciones de salir de la ciudad durante algún tiempo.

-Eso tampoco era un secreto.

-¿No? -Bella lo miró desafiante-. En definitiva, todo lo que usted hace es un secreto para la mayoría de la gente, señor. Vuelva a pensarlo. ¿Cuánta gente en realidad conocía sus planes de ir a una de sus propiedades a pasar un mes allí?

-Un gran número de personas -respondió Edward rápidamente-: mi hombre de confianza, por ejemplo, mis sirvientes...

-¿Y los hombres con quienes jugó usted a las cartas poco antes de que dejara Londres? -preguntó Bella con suavidad.

-Maldición. -Edward experimentó un doloroso sentimiento de admiración. Aquella mujer era sin duda inteligente-. Ha hecho usted un profundo estudio de mi vida, ¿me equivoco?

-No se equivoca, soy muy buena investigando. Entre otras cosas descubrí de inmediato que usted jugó a las cartas con Mallory, Darrow, Cleawater y Judson un día antes de dejar Londres.

-Y lady Platt confirmó que también habían jugado algunas veces con su difunto marido.

-No sólo eso -dijo Bella con gran satisfacción-, sino que jugaron asiduamente, durante casi veinte años antes de que él muriera, señor. Esa cifra es importante porque el gran secreto de mi tía tiene dieciocho años.

Edward lentamente esbozó una sonrisa.

-Brillante, señora Swan, absolutamente brillante. Usted ha inventado un cuento verdaderamente sorprendente para explicar su desconcertante conducta. Me llena de admiración por su inventiva y originalidad.

El rostro de Bella se ensombreció.

-¿Cree usted que todo esto ha sido una invención?

-Sí, señora, eso creo. -Edward levantó una mano-. Pero no deje que eso la detenga. Le aseguro que estoy disfrutando muchísimo de este juego. Usted es una actriz cautivante de excepcional talento. Me siento privilegiado de tener un papel, aunque sea menor, en esta obra.

Los ojos de Bella reflejaron confusión y cansancio.

-Aunque usted no me crea, espero que no esté enfadado conmigo.

-Para ser honesto, en realidad no sé con certeza qué siento respecto a este asunto.

-Ya veo -murmuró ella-. ¿Se toma en general mucho tiempo antes de decidir cómo se siente ante una situación?

Él sonrió debido a la nota de aspereza que descubrió en su voz.

-Habla como una institutriz que exige una respuesta de un alumno lento. La respuesta es que yo tengo una norma que no me permite alterar una decisión una vez tomada. Pero el corolario a esa norma es que yo primero examino todos los pormenores antes de tomar una decisión.

Ella se alegró.

-Tengo pleno conocimiento de sus famosas normas, señor. ¿Puedo imaginar que aún está reuniendo datos para su decisión?

-¿Por qué no?

-Eso representa un gran alivio para mí, señor -dijo la señora Swan ofreciéndole una de sus más brillantes sonrisas-. Tengo fe en su naturaleza intelectual. Sé que una vez que usted se dé cuenta de que estoy diciendo la verdad se sentirá feliz y me ayudará en mi esfuerzo para descubrir al chantajista.

Edward sintió que el carruaje se detenía.

-Téngalo por seguro, señora Swan, tendré el placer de conocer todo lo que haya que saber sobre esta situación.

-Por supuesto. -Ella ahora parecía maravillosamente despreocupada-. Ésa es su naturaleza.

-Como debe saber -Edward observó cómo el cochero abría la puerta del carruaje-, no creo que nadie se haya tomado jamás el trabajo de estudiar mi naturaleza. ¿Lo encuentra usted una tarea interesante?

-Oh, sí, mi lord. -Los ojos le brillaban mientras permitía que ayudara a bajar a la calle-. Es tan fascinante como las ruinas de Pompeya.

-Es bueno saber que puedo compararme con una ruina clásica. -Edward bajó del carruaje y la tomó del brazo. Miró a Seth-. Estaré de vuelta dentro de un rato.

Seth, que había estado a su servicio durante años, asintió con aire complaciente.

-Sí, mi lord. Lo estaré esperando.

 

Bella miró pensativa a Edward mientras subían los escalones que conducían al número cinco de Morning Rose Square.

 

-¿Qué quiere decir con eso? Usted sólo tardará un momento.

-Venga, mi querida señora. Con seguridad usted tendrá intenciones de invitarme a un coñac. -Edward miró con aprobación las nuevas luces de gas que habían sido instaladas frente a cada una de las casas de aquella calle.

-No sea ridículo, señor. -La voz de Bella se elevó con sorpresa-. No tengo ninguna intención de permitirle entrar en mi casa a esta hora.

-Tenemos mucho de que hablar, señora Swan, y no puedo pensar en otro lugar ni momento más conveniente que éste para nuestra conversación. -Edward levantó una mano para tomar el llamador.

-No, espere, no llame -dijo Bella de repente-. Le di instrucciones al ama de llaves para que no me esperara levantada. Tengo la llave en mi bolso.

 

Edward extendió una mano para tomar la llave. Ella dudó y después se la dio. Él la tomó sin decir palabra y abrió la puerta.  Bella lo precedió con rapidez entrando en una sala oscura. Tomó una vela que había sido dejada sobre una mesa, la encendió con presteza y se volvió para enfrentarse a Edward.

 

-Señor, en realidad no creo que sea correcto que usted entre en mi casa. -Edward colocó un pie en el umbral deliberJasperente y sonrió.

-Si usted desea que la ilusión continúe soportando el escrutinio de la gente -dijo con suavidad-, entonces, me temo que debe permitirme entrar aquí esta noche y a esta hora. Es lo que se espera, como puede usted misma apreciar.

-¿Se espera? -Ella clavó los ojos con esperanza-. ¿Quiere decir que desea permitirme continuar con la farsa de que soy su amante?

 

 

-¿Por qué no? -Edward entró y cerró la puerta con un golpe firme-. Difícilmente podrá llevar adelante sus investigaciones si ahora queda al descubierto su identidad. Si usted es desenmascarada, será rechazada por la alta sociedad y no habrá forma de volver a ingresar en ella.

-Muy cierto, señor, no sé cómo decirle lo agradecida que estoy. Me doy cuenta de que usted aún no cree en mis explicaciones. Deseo que sepa que admiro la atención que dedica a esta situación. Confirma la idea que me había hecho sobre usted.

-Está bien, señora Swan. Siento deseos de continuar con esta farsa por un tiempo, al menos hasta que haya satisfecho mi curiosidad. ¿Es ésta su biblioteca? -Edward abrió la puerta que estaba a la izquierda del recibidor.

-Sí. -Bella recogió su falda y lo siguió presurosa-. Mi lord, es de verdad muy generoso de su parte.

-Lo sé. -Edward no podía ver nada, sólo unas formas oscuras. Se dirigió hacia lo que supuso era el hogar.

-Como en apariencia usted no es, después de todo, una de las víctimas del chantajista, en realidad no tiene obligación alguna de ayudarme en mis investigaciones.

-Hace años que dejé de hacer cualquier cosa por obligación. No le veo el sentido. Sin embargo, en ocasiones, hago las cosas porque me invade un terrible sentimiento de curiosidad... Maldición. -Edward apretó los dientes cuando su pie tropezó con un objeto grande y duro.

-Por favor, tenga cuidado, mi lord. -Bella levantó la vela-. Esta habitación está en este momento atestada de objetos.

-Ya veo que así es. -La vela proyectó sombras danzantes por una recámara llena de estatuas rotas, máscaras funerarias, urnas de extraño diseño y enormes jarrones.

Los muebles eran aún más extravagantes. Cerca de las ventanas había sillas con las patas en forma de garra y brazos con cabezas de animales mitológicos. Un enorme sillón de estilo griego, tapizado en terciopelo verde y borlas doradas estaba situado con grandeza delante del hogar. A la luz de la vela todo adquiría un aire sensual y pagano. Las mesas, a ambos lados del sofá, estaban decoradas con cabezas de leones y esfinges.

-Le dije que hace muy poco mi prima y yo regresamos de un viaje de lo más instructivo por el continente -dijo Bella-. Compré gran cantidad de antigüedades en este viaje.

 

Edward miró el gran trozo de mármol que había arruinado el brillo de sus botas de cuero. La vela que Bella sostenía en la mano iluminaba lo suficiente como para ver que se trataba de un fragmento de una estatua, que representaba una bestia alada.

 

-¿Qué demonios es esto?

-Lo compré en un establecimiento de Roma. -Bella colocó la vela sobre el escritorio. Se oyó algo que raspaba mientras encendía la lámpara-. ¿Fascinante, no le parece? En ese mismo lugar hice otras adquisiciones igual de interesantes. Siento una especial inclinación por este centurión romano.

El centurión, observó Edward, estaba desnudo, salvo por el casco, la espada y el escudo.

-Es como si usted hubiera transportado unas ruinas arqueológicas a su biblioteca -dijo Edward.

-Sí, me siento complacida por ello. -Bella miró a su alrededor con satisfacción. Con adoración pasó su mano enguantada por el brazo del centurión desnudo-. Estas piezas excitan los sentidos y a su vez estimulan las facultades intelectuales. ¿No le parece?

 

Edward no podía quitar los ojos de los dedos de Bella que recorrían los músculos de la figura de mármol. Sintió un efecto instantáneo y dramático en su órgano masculino ya excitado. A diferencia del centurión, reflexionó, él no estaba hecho de piedra.

 

-¿Qué intenta hacer con todo esto, señora Swan?

Bella se apoyó pensativa contra la estatua, con un codo sobre el hombro del guerrero. Descansó la barbilla sobre la palma de su mano.

-Aún no estoy muy segura. Por el momento simplemente estudio los objetos y hago bosquejos de ellos.

-¿Los estudia? -Edward observó las faldas del vestido de Bella que pasaban por encima del muslo desnudo de la estatua. Casi podía sentir la seda sobre su propia piel.

-Mi objetivo es hacer un libro de motivos y diseños antiguos que pueda usarse como guía de decoración, tanto para el interior como para el exterior de las casas -le confió.

Tenía los ojos brillantes por el entusiasmo que despertaban sus palabras. Inconsciente del efecto que sobre Edward estaba provocando, apoyó de forma muy íntima una cadera contra la estatua.

-Ya veo. -Una intranquilidad sobrecogedora se apoderó de Edward. En un vano intento por aliviarla, se desató la corbata y respiró profundamente para aclararse los pensamientos.

Pero por desgracia sintió un halo del perfume de rosas que llevaba Bella y sus sentidos se vieron más nublados todavía.

-Mucho de lo que en estos días se toma como diseño arqueológico a menudo está mal enfocado o con frecuencia es falso -dijo ella.

-Ya me he dado cuenta.

-¿Es eso cierto? -Ella lo miró complacida.

-Sí. -La mirada de Edward se deslizó por la gentil protuberancia del muslo de Bella que, cálido, se apoyaba contra el frío mármol de la estatua. Hacía años que no se había visto a punto de perder el control.

-Mi libro sobre diseños clásicos estará inspirado directamente en observaciones reales y en bosquejos de ruinas genuinas como éstas. -Bella pasó su grácil mano para señalar el conjunto de objetos extraños que llenaban la habitación-. Esa gente a la que le gusta estar a la moda pero que desea decorar de una manera antigua estará así segura de que los arquitectos y decoradores sigan la versión original de cualquier objeto de estilo clásico que elijan, sea griego o romano, egipcio o etrusco.

-Suena como un proyecto ambicioso, señora Swan.

-Lo es, y estoy deseosa de hacerlo. Me he pasado todo el año coleccionando estos objetos y, como podrá imaginar, estoy ansiosa por ponerme a trabajar en mi libro de diseños.

-Naturalmente. -Edward estudió el color crema de la piel de Bella a la luz de la lámpara y se preguntó qué sabor tendría. Comenzó a avanzar hacia ella.

-Pero antes debo dedicarme a otro tema. -Bella se separó del centurión-. Debo ocuparme del problema de extorsión de mi tía antes de comenzar con mi proyecto. ¿Está usted seguro de que mi representación no le provocará algún problema indebido?

-Todo lo contrario, estoy seguro de que no me causará ningún problema. -Edward extendió las manos y la tomó por los hombros desnudos. Su piel era increíblemente cálida y suave debajo de sus manos duras y curtidas. Ella no se conmovió ante aquel contacto. Aunque por un momento pareció hechizada.

-¿Edward? Quiero decir, ¿mi lord? -Se tocó el labio inferior con la punta de la lengua-. No deseo causarle problemas. -Nuevamente parecía sin aliento. Sus ojos eran como dos estanques sin fondo, profundos y tentadores.

-Estoy preparado para ponerme a su entera disposición, señora Swan.

-Muy amable de su parte, señor. ¿Puedo preguntarle por qué está tan deseoso de ayudarme si no cree para nada en mi explicación acerca del chantajista?

-Como es evidente, tengo necesidad de una amante.

Bajó la cabeza y su boca se posó sobre la de ella. La besó como si hubiera estado deseando hacerlo desde la primera vez que la vio en el salón de los Stanley.

Capítulo 3: Capítulo 5:

 


 


 
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