Noche sin tregua

Autor: neni_bella
Género: + 18
Fecha Creación: 21/07/2011
Fecha Actualización: 21/07/2011
Finalizado: SI
Votos: 4
Comentarios: 5
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Capítulos: 14

-si, soy una puta. -cada uno trabaja en lo que el gusta. -no me gusta mi trabajo. esa noche pretendía ser como otra cualquiera pero un incidente hará que su vida cambie para siempre.

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Capítulo 4: Obsecion, decepcion y desicion

Noche sin tregua

Bella bajó del taxi en frente de su casa y pagó lo que le debía al conductor. La noche no le había salido bien en lo que se refería a temas económicos ya que no solo no había ganado nada sino que además había perdido al tener que pagar 30 euros en el taxi ya que el hotel donde Edward la había llevado estaba al otro lado de la ciudad.

Con lágrimas resecas en la cara entró sin saludar a James, quien la miró preocupado, y entró rápidamente a su casa. Se quitó a toda velocidad la ropa que llevaba puesta y la lanzó a la cama para meterse corriendo a la ducha. Se frotó como nunca había hecho, queriendo borrar todo rastro de la noche que había pasado. Estuvo mucho tiempo dentro y cuando salió ya había amanecido.

Decidió que no podía quedarse sola en casa en ese momento ya que se pondría a recordar lo ocurrido y sería peor y también estaba segura de que sería incapaz de dormir por lo que se vistió para bajar a desayunar al bar de Sam. Se puso unos vaqueros simples y una camisa negra ancha. Para terminar se colocó unas converses negras y se hizo una coleta alta.

Cogió su bolso, las llaves y tres cosas imprescindibles más y salió de su apartamento. Saludó a James al salir y se dirigió a su lugar habitual de relax. Por el camino, le mandó un mensaje de móvil a Jacob; en él, le decía que tenía muchas cosas que hacer y que no podría quedar. También le puso que no la llamase que ella se pondría en contacto con él.

Edward tenía razón; ella solo era un problema en la vida de Jacob. Si alguien alguna vez descubría que andaba con una de su clase, sería su fin. Y ella lo quería lo suficiente como para saber que lo mejor era que se alejase de él.

Anduvo distraída hasta el bar de Sam y entró dentro. El habitual olor a bollos recién hecho le inundó las fosas nasales y le hizo la boca agua aunque su estómago estaba completamente cerrado. Anduvo hasta la barra y un hombre alto y fornido se le acercó. Sonrió cálidamente a la que era su protegida mientras el pelo negro le mecía alrededor del cuello.

-buenos días, pequeña-la saludó cariñosamente.

-buenos días, Sam-le respondió ella forzando una sonrisa.

-¿lo de siempre?-preguntó él preparando una taza.

-un capuchino de vainilla con un bollo de chocolate de los tuyos-contestó ella corroborando lo que él decía.

-ahora mismo te lo llevo; siéntate-le ofreció-Ángela está sentada en esta esquina.

Bella miró hacia donde Sam le indicaba y vislumbró a su compañera sentada en un sillón de la esquina más apartada del bar. Se abrazaba las piernas protectoramente y parecía nerviosa y metida en sus pensamientos. Bella frunció el ceño.

-¿Qué le pasa?-inquirió.

-ni idea, pero lleva así desde que ha llegado hace una hora. -respondió él- Le he preguntado a ver si estaba bien pero me ha dicho que si sin lograr convencerme. Estoy preocupado por ella; pregúntale a ver que le pasa, en ti si que confía.

-ahora voy, no te preocupes-dijo ella enternecida; de todos era sabido que para Sam, Ángela y ella eran sus dos protegidas y se preocupaba mucho por ellas.

El hombre asintió mientras seguía preparándole el desayuno y Bella se dirigió hacia su amiga. Cuando llegó, Ángela ni siquiera levantó la cabeza. Ella se sentó a su lado en el largo sillón.

-¡Ey, Angie!-llamó suavemente a su amiga y entonces ella por fin reaccionó.

-Bella…-susurró.

-¿Qué te pasa?-preguntó preocupada.

Vio a cámara lenta todo. Ángela se lanzó a los brazos de su amiga y se echó a llorar amargamente. Bella la abrazó y le acarició la espalda repetidamente susurrando en su oído palabras de consuelo. La castaña lloró hasta que se quedó sin lágrimas y entonces se separó de la otra.

-lo siento-susurró casi sin voz.-creerás que soy patética.

-para nada-le contestó.

Sam apareció en ese momento con el desayuno.

-aquí tenéis-dijo-capuchino de vainilla y bollo de chocolate para la enana y chocolate caliente con tostadas para Angie.

-gracias, Sam-agradeció Bella por ambas.

-de nada, invita la casa-dijo volviendo a la barra.

El hombre se fue dejando a las dos chicas solas en silencio. Bella miró a Ángela quien entrelazaba una y otra vez sus manos nerviosamente.

-¿Qué ha pasado, Angie?-preguntó de nuevo.

-ha sido horrible-confesó la otra.

-¿el que?-cuestionó para ayudarla a seguir.

-el tipo ese que has rechazado esta noche…el que me has pasado-contestó-Mike Newton.

-¿Qué te ha hecho? ¿Te ha hecho daño?-preguntó asustada.

-él…él…está obsesionado, Bella-le dijo-me hizo vestirme de la misma forma que tú, ponerme una peluca idéntica a la tuya y comportarme como tú.

Bella sintió miedo. ¡Loco obseso! Y lo peor de todo era que todo lo que le había pasado a su amiga había sido por culpa suya. Se sentía la peor amiga del mundo…aunque ella no tuviese la culpa por no saber nada.

-y eso no es lo peor-dijo temblando.

-¿Qué más te ha hecho?-estaba asustada por su amiga-¡dime que estás bien, Angie!

-me ha atado-confesó-y me pegó. No como los sados esos locos que te dan una palmada en el trasero porque les gusta eso…me ha pegado fuerte…mira.

Con cuidado y haciendo muecas de dolor se levantó la manga de la camiseta que llevaba enseñándole unas marcas moradas alrededor de su muñeca. Bella pegó un grito ahogado haciendo que los de las mesas vecinas se girasen y Ángela se apresurase a taparse de nuevo. Por primera vez desde que había llegado reparó en la ropa de su amiga y vio como era toda muy ancha y larga, tapándole todo el cuerpo. También se fijo en que tenía el rostro muy maquillado.

-¡por Dios, Ángela, tienes que denunciarlo!-casi gritó.

-no puedo, Bella, es muy rico y mandaría alguien para que acabase conmigo-tembló-pero eso no es todo…Bella, ten cuidado.

-¿encima me dices eso?-preguntó escéptica.

-¡no lo entiendes! ¡Está obsesionado contigo!-gritó-cuando me pagó, me dijo que no había tenido suficiente. Le escuché hablar con alguien por móvil antes de irme; estaba contratando alguien para que te espiase y te buscase. Te quiere para él, Bella.

Bella se congeló. Estaban tratando con un loco. Su amiga le explicó todo lo que le había escuchado y cada palabra que decía le daba un escalofrío mayor.

-lo siento, no te he preguntado, ¿Qué tal tu noche?-preguntó Ángela cuando terminó de hablar.

-buf-suspiró Bella-no se si quiero recordarlo.

-¿tan mala fue?-cuestionó su amiga.

-todo lo contrario-dijo-fue genial.

-¡vaya! Eso no pasa a menudo-respondió sorprendida Ángela-¿Qué pasó?

-él era…simplemente perfecto-suspiró Bella.

-¿era guapo?-preguntó curiosa.

-guapo es quedarse corto-dijo ella-tenía el perlo rebelde cobrizo, ojos verde esmeralda, una sonrisa que quitaba el aliento y un cuerpazo de infarto. Labios carnosos, espalda ancha, muslos fuertes y manos ásperas pero suaves al mismo tiempo.

-un bombón-terminó la otra.

-así es-asintió Bella-y lo peor de todo es que me trató muy bien.

-¿bien?-cuestionó-¿Cómo bien?

-me trató como se le trata a una mujer que de verdad te importa; como a una amante-explicó-era cariñoso, suave, lento, delicado…

-todo un príncipe-acordó su amiga.

-pero yo no soy una princesa-negó ella.-y esto no es un cuento de hadas.

-disfrútalo, no todas nosotras tenemos oportunidad de tener una noche así-le aconsejo Ángela.

-Angie, lo besé-confesó mordiéndose el labio Bella.-dejé que me besara.

-¿Qué? ¡Bella!-la aludida miró hacia el suelo-¡tú nunca besas a tus clientes! Es como tu marca. Tú…tú… ¡dijiste que solo besarías a aquel del que te enamorases!

Bella se retorció las manos nerviosa y Ángela no pasó por alto ese gesto.

-¡por dios, Bella!-musitó-no me digas que tú… ¿te has enamorado de él?

-¡no lo se!-contestó ella a punto de llorar-no lo se… ha sido tan…cuidadoso conmigo. ¡Me sentía querida, Angie! Y no puedo olvidarle… ¡Dios! ¡Debo de estar loca!

-Bella, cariño, sabes que es muy difícil que eso salga bien, ¿verdad?-dijo con cuidado su amiga para que luego el golpe no fuera tan duro.

-me pidió que me quedara, Angie-susurró-me pidió que me quedara, me besó, me recostó en su pecho y luego nos tapó a ambos con la sábana. Fue…fue…tan dulce…

-¿lo buscarás?-preguntó curiosa.

-ni hablar, tengo que terminar con eso cuanto antes-dijo decidida Bella.-tengo que olvidarme cuanto antes de él. Te cedo mi esquina; no puedo arriesgarme a que vuelva por casualidad y me encuentre.

-¿estás segura, Bella?-inquirió Ángela.

-segurísima, como nunca antes había estado-aseguró-Angie, si alguien pregunta por mí directamente, no les digas donde iré.

-tranquila, Bella, no lo haré-prometió.

A las 11, Ángela se disculpó diciendo que tenía que irse a hacer cosas y Bella se quedó sola. No se sentía con fuerzas para irse a casa y estar sola así que se quedó allí hasta mediodía. A las dos, decidió irse a casa; comería algo y luego se echaría una siesta.

Pagó su cuenta y se despidió de Sam. Salió del bar pero no llegó muy tarde hasta que escuchó a unos hombres hablar sospechosamente a su lado.

-es ella-dijo uno-vamos.

Se acercaron a ella y le cerraron el paso.

-¿eres Delice?-preguntó un tipo alto y musculoso.

Ella se quedó congelada sin contestar. Su mente trabajaba a gran velocidad y pronto encontró la respuesta. ¡Esos dos tipos eran mandados por Newton! Ellos empezaron a impacientarse.

-tienes que acompañarnos-ordenó el otro a su lado-nuestro señor quiere que le llevemos hasta él.

-¿señor?-consiguió hablar ella.

-el señor Mike Newton-contestó-dice que tienen asuntos pendientes.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo y estuvo a punto de echar a correr. Y seguramente lo hubiera hecho si no fuese porque el más fuerte de los dos la había agarrado del brazo.

-¡socorro!-gritó asustada-¡ayúdenme!

Pero sabía perfectamente que no iban a ayudarle. En ese barrio nadie se preocupaba por nadie y había peleas callejeras y riñas prácticamente a todas horas. El hombre la sujetó mejor por los hombros y cargó con ella. Pataleó con fuerza intentando soltarse pero solo consiguió hacerse daños en las rodillas; ese hombre era duro como una roca. Tremendamente aterrada, se puso a llorar.

-¡suéltame!-gritaba-¡por favor! ¡Yo no le he hecho daño a nadie!

-son órdenes del señor-se limitó a contestar.

Estaba a punto de irse cuando la puerta trasera del bar se abrió y por ahí salió Sam. Iba acompañado por unos cuantos de sus camaradas y todos tenían expresiones feroces en las caras. Serían unos diez y eso, los dos hombres de Newton, no lo dejaron pasar.

-soltadla, ahora mismo-siseó Sam.

-tenemos órdenes-murmuró justificándose el que tenía a Bella sujeta.

-como no la soltéis en cinco segundos van a ser las últimas órdenes que recibáis-murmuró entre dientes amenazante.

El hombre, asustado, soltó a Bella quien corrió a los brazos de Sam llorando.

-no hemos terminado-susurró uno de los matones-volveremos a vernos, y entonces no tendrás a tu protector contigo.

Se fueron como alma que lleva al diablo y el grupo rodeó a la chica preocupado.

-¿estás bien, Bella?-le preguntó Sam.

-si, muchas gracias-contestó-no se que hubiese pasado si no llegáis a haber estado.

-escúchame, Bella, no quiero que vuelvas a venir por estos barrios una temporada-le ordenó-solo andarás de tu casa hacia el otro lado, hacia el otro barrio. Allí hay mucha gente y si tienes problemas podrás deshacerte de ellos escabulléndote entre la multitud. Y si tienes problemas, allí la autoridad si toma parte.

Bella asintió aún muy asustada. Sam la acompañó hasta su apartamento con un par de camaradas mientras ella le contaba la historia que Ángela le había contado. Allí le explicó a James lo ocurrido. El rubio prometió ayudarla en lo que pudiese y se ofreció a la entera disposición de la chica. Ella les agradeció a ambos.

Subió a su casa y cerró con todos los seguros que tenía, que no eran muchos dadas las condiciones de la casa. Después se quitó la ropa y se puso su pijama azul enorme. Fue a la cocina y sacó del congelador un pote enorme de helado de strawberry and cheesecake y se sentó en el destartalado sofá. Cogió el mando a distancia y le dio al play. La televisión se encendió y la película que estaba puesta en el video apareció en la pantalla. Bella se sumergió en el mundo de su película favorita; Pretty woman.

No pudo sostener sus pensamientos que volaron rápidamente a la noche que había vivido. Desde luego, eso era lo más que iba a acercarse a ser como Julia Roberts. Se había sentido genial…pero todo había sido como un sueño y al escuchar las palabras de Edward había sido como volver a la realidad demasiado de repente; de una manera excesivamente brusca.

Te he pagado el doble de lo que te había ofrecido así que quería un trabajo completo. La frase resonaba una y otra vez en su mente recordando el momento en el que su precioso sueño se había desvanecido.

Te he pagado el doble de lo que te había ofrecido. Esa simple frase le había recordado que ella no era más que una prostituta y que el hombre que la había hecho sentir tan bien durante toda la noche solo la veía como tal. Había pagado mucho dinero que estar con ella pero solo había sido eso; dinero. El cual encima había rechazado.

Quería un trabajo completo. Siempre se había sentido sucia al ser lo que era sin querer serlo pero al escuchar esas palabras de la boca de Edward había sobrepasado sus barreras mentales. Había sido doloroso escuchar eso. Ella no solo había dejado que la besase, cosa que tenía prohibido a sí misma por el nivel de implicación, sino que le había correspondido el beso aunque fuese novata en ese campo. Y él, después de lo que habían vivido, simplemente lo había usado como si fuese una apuesta a ver quien era más cabezota y ganaba más terreno.

Bella le había entregado sus sentimientos en ese beso y Edward simplemente los había arrojado a la basura sin importarle nada como se sintiera ella. Debía de pensar que solo por ser lo que era no tenía.

Y así, entre lágrimas y helado, se sumergió en el mundo pretty woman y dejó volar su imaginación hacia un lugar en el que ella pudiese amar sin sentir dolor y decepción.

Llegó a la conclusión de que sus amigos no estaban en lo cierto cuando decían que ella era muy lista y es que debía de ser muy poco inteligente si se había enamorado de un hombre rico que estaba fuera de su alcance. Ella nunca podría amar y vivir su vida como cualquier persona amante con una pareja y menos si esa persona era un hombre que no solo era tan rico que pudiese utilizar billetes de 500 como papel de baño, sino que encima era el hombre más apuesto del universo y era como él era de buen amante.

Bella se desahogó con la película llorando en las partes tristes y riendo en las divertidas; aunque también lloró en las románticas a sabiendas de que ella nunca podría tener algo como eso ni parecido.

Cuando terminó, se puso el despertador a las nueve de la noche y se tumbó a dormir un rato antes de tener que prepararse e ir a trabajar. Su estado de ánimos no debía influir en su vida cotidiana; Alice dependía de ella y no podía defraudarla.

Lo único que había cambiado ese día era que tendría que guardar sus sentimientos dentro de ella con doble candado y disimular su decepción cuando se acostase con otros hombres. Tampoco podría volver a su esquina habitual en la quinta avenida; dudaba que Edward la buscase pero no quería arriesgarse. Además, también Newton conocía su lugar de trabajo y no quería problemas.

Con todos esos pensamientos en la cabeza se durmió el poco tiempo que le quedaba para descansar.

Eran las tres y media del mediodía cuando, al otro lado de la ciudad, en una lujosa habitación de hotel, Edward Cullen despertaba de su sueño. Gruñó cuando abrió los ojos y la luz del día le dio de golpe en ellos. Se estiró por encima de su cabeza y después se relajó recordando la noche. Una sonrisa involuntaria asomó en su boca y su cara resplandeció por sus pensamientos. Sin quitar esa sonrisa bobalicona de enamorado de la cara tanteó a su lado en busca de la razón de su comportamiento pero frunció el ceño al tocar solo las suaves sábanas de la cama.

Abrió los ojos y buscó a Bella a su alrededor sin encontrar nada. La decepción se pintó en sus facciones; le hubiera gustado despertar con ella a su lado. Se preguntó si estaría en el baño y miró hacia él a la espera de respuestas. La puerta estaba cerrada pero la luz iluminaba por debajo del resquicio del borde. El pensar que Bella estaba al otro lado de ese simple trozo de madera le hizo volver a sonreír.

Se levantó de la cama y no se molestó en volver a vestirse. Ella le había visto como Dios lo trajo al mundo la noche anterior y además el no necesitaba ropa para lo que tenía en mente en ese instante. Y es que no podía esperar a volver a hacerle el amor. Quería volver a estar dentro de ella…quería volver a sentirla suya…

Y por eso mismo la decepción fue mayor cuando abrió la puerta. El baño estaba completamente vacío; no había ni un alma. Edward miró hasta dentro de la ducha por su Bella estaba dentro aunque no hubiese agua sonando pero ella había desparecido.

Se enfadó consigo mismo entonces. ¿Qué esperaba? Ella solo era una prostituta por la que él había pagado. Él había sido el estúpido que se había dejado llevar por las hormonas que llevaban años dormidas. Ella había despertado en él algo más que su lívido y es que su corazón había vuelto a latir como hacía mucho tiempo que no hacía. Él le había hecho el amor como no se lo había hecho a nadie y ella se lo había pagado abandonándole después.

¿Pero en que estaba pensando? Ella solo era una puta. No había hecho nada que él no supiese que hacía. ¿Qué esperaba? ¿Qué lo despertase con un beso de buenos días y le dijese que lo amaba? Si…por desgracia eso era lo que estaba esperando. Y se abofeteó mentalmente por ello.

Era un estúpido. ¿Por qué se había hecho ilusiones? Tal vez fuese por el hecho de que ella no se había comportado como una mujer de la calle cuando habían estado juntos sino como una verdadera amante. Ella se había aferrado a él con tanta fuerza al llegar al orgasmo que habían parecido una verdadera pareja. En ningún momento había penado en ellos como en prostituta y cliente. Pero esa era la realidad. Ella no era Julia Roberts y él no era Richard Gere. La única relación que tendrían sería esa o como mucho volver a acostarse con ella pagando otra vez por sus servicios.

¡Mierda! ¡Joder! Para una vez que salía de su típico rol de empresario serio y trabajador y se enamoraba de alguien imposible. ¡Es que era imbécil! Ella ni siquiera sentía lo mismo que él. Para ella todo había sido simple sexo…sexo por dinero. Pero él le había hecho el amor; no había tenido sexo.

Enfadado consigo mismo, salió del baño y volvió a la dormitorio maldiciendo. Estaba colérico. Quería destrozar algo y dado que tenía dinero de sobra podía romper lo que quisiera de su habitación y pagarlo cómodamente. ¡Le sobraba el dinero, por Dios! Podía sacarse billetes de 500 del bolsillo como si de calderilla se tratase. Podría darles solamente la chaqueta de su traje y pagaría los desperfectos. O coger uno de los múltiples billetes de entre los 4000 euros con los que había pagado a Bella que estaban encima de la mesilla de noche y pagarlo con ello.

En ese momento se congeló. ¿Qué hacía el dinero ahí? Se acercó rápidamente y lo contó por encima; no faltaba ni un solo billete. Frunció el ceño confuso. ¿Se habría olvidado Bella del dinero? lo dudaba mucho. Dudaba que las prostitutas trabajasen en eso por placer así que imaginaba que Bella estaba en eso porque necesitaba dinero. Entonces no podía haber olvidado ahí eso. No es que se tratase de una cantidad pequeña; 4000 euros arreglaban los asuntos de cualquier persona normal por un tiempo. Solo le quedaba una opción; Bella había dejado ahí el dinero voluntariamente.

Pero… ¿Por qué? era algo que le intrigaba enormemente. Quiso buscarla en ese momento. Pondría la escusa de que era un hombre legal y le quería dar lo que le debía, o de que quería saber porque no había cogido el dinero; algo se inventaría. Pero quería verla. Lo necesitaba. Así que decidió que esa noche volvería al mismo sitios a la misma hora, quizás media hora antes por si se le adelantaban, y hablaría con ella.

Solo de pensar en volver a tenerla cerca hizo que se le erizase el vello del cuerpo y la sonrisa bobalicona volvió a su cara. Si, quería volver a tenerla cerca, quería volver a estrecharla entre sus brazos, quería volver a hacerle el amor, quería volver a besarla…la necesitaba.

Pensar en que todavía quedaban unas cuantas horas para su reencuentro le puso ansioso y quiso poder crear una maquina para adelantar el tiempo; o retrocederlo para volver a la noche anterior. Le dio ganas de fumarse un cigarrillo pero luego recordó que solo había fumado en su época de corta rebeldía en su infancia y desde luego no quería volver a ello.

Se tiró a la cama y aspiró fuertemente. El aroma de Bella estaba impregnado en las sábanas y aunque no era lo mismo que en la suave piel de ella lo encandilaba de una manera impresionante. El olor a fresas y freesias inundó sus fosas nasales y solo pudo recordar como se sentía tocar a Bella mientras que su aroma se le clavaba en la cabeza muy hondo. Sin poder remediarlo fue reviviendo poco a poco los momentos vividos la noche anterior y antes de darse cuenta tenía una palpitante y dolorosa erección.

-¡oh, mierda!-musitó llevándose las manos a la parte afectada.

Se dio la vuelta y quedó boca arriba. Se miró la entrepierna y gimió. Tantos años siendo inmune a las mujeres y en dos horas Bella había puesto su mundo patas arriba. ¡Pero si solo había pensado en ella! y ya tenía otro problemilla como el de la noche anterior ahí debajo. Se mordió el labio inferior nervioso; tenía que pensar en algo para bajar aquello y ya.

En su mente se dibujo la imagen de Jacob en bikini y respiró hondo intentando que le ayudase a tranquilizarse. Iba haciendo efecto cuando se fijó en que el bikini era de un color azul que le recordaba a algo y no tardó ni medio segundo en asociarlo con la ropa interior que Bella llevaba el día anterior. Lo poco que había conseguido bajar subió otra vez de golpe.

-¡joder!-gruñó desesperado levantándose para ir a la ducha.-tendré que arreglar esto por mi propia mano.

Media hora más tarde, Edward salía del baño vestido y más tranquilo. Miró al reloj; las cinco de la tarde. Decidió llamar a su oficina y decir que no iría ese día; no se concentraría para nada. Ninguno en la empresa se quejó y él fue hasta su casa después de llamar a su limusina.

A las diez, se puso un traje limpio y llamó de nuevo a su chofer. Se subió en la limusina y le indicó que fuesen otra vez a la quinta avenida. Llegó allí a las once, media hora antes que el día anterior, pero no vio a Bella; allí solo estaba la chica que estaba con ella el día anterior. Esperó impaciente quince minutos hasta que la chica, confusa, se acercó a la limusina y tocó la ventanilla. Edward le hizo un gesto al chofer y fue él el que abrió la suya.

-¿querías algo, cariño?-le preguntó la mujer seductoramente.

-usted es compañera de Be...Delice, ¿verdad?-dijo Edward rectificando por su error.

-si, es mi amiga-respondió ella envarándose al haber notado que él casi metía la pata.

-¿tardará mucho en venir?-preguntó ansioso.

Ángela se fijó bien en el hombre y se dio cuenta de que coincidía perfectamente con la descripción que su amiga le había dado del hombre con el que había estado la noche anterior. Pensó que Bella se había quedado corta; ese hombre era un Dios griego en carne y hueso. ¡Era sublime! Nunca había visto alguien tan atractivo como él. Pero recordó que le había prometido no decirle donde estaba.

-ella no va a venir-aseguró.

-¿Por qué?-preguntó curioso y decepcionado.

-no creo que sea de su incumbencia.

-si, tiene razón-susurró Edward-¿sabe donde puedo encontrarla?

Ángela se dio cuenta de que el hombre estaba desesperado por encontrar a Bella y se preguntó si no sería bueno que le dijese donde estaba; él podría ayudarla con su problema y estaba segura, por la cara del hombre, que estaría más que dispuesto. Pero luego recordó lo preocupada que estaba Bella y la insistencia en no volver a verlo así que optó por hacer caso de su promesa e incluso llegar algo más lejos.

-ella no va a volver aquí más-volvió a asegurar-y tampoco pienso decirle donde estará. Ella no quiere volver a verle.

-pero… ¿Qué…?-balbuceó Edward repentinamente sorprendido y confuso.

-ella es mi amiga y no quiere volver a verle.-repitió Ángela-puede buscarse otra de las nuestras para prestarle sus servicios pero déjela a ella en paz.

Dicho eso se dio la vuelta y caminó hasta el mismo sitio donde se encontraba antes de que Edward apareciera. Se iba diciendo por el camino que había hecho bien pero algo dentro le decía que eso lo tenía que haber arreglado Bella. Aún así, no quería que su amiga sufriera.

Edward estaba en shock aún cuando su chofer le preguntó si quería que le llevase a algún sitio. Le dijo que le llevase a casa y este arrancó el coche sin hacer ninguna pregunta. Edward entró a su casa minutos después aún shockeado. Se tiró a la cama aún vestido con su traje y se pasó un brazo por debajo de la cabeza y otro lo puso encima de sus ojos.

¿Qué había pasado? ¿Por qué huía Bella de él? joder…necesitaba verla… ¡la necesitaba! Se sentía tan unido a ella… tenía que hablar con ella, decirle todo lo que estaba pasando, lo que estaba sintiendo. Tenía que explicárselo… podía pagar todo lo que quisiera. Eso es lo que ella quería, ¿no?

Súbitamente su mente se encendió. Si, eso era por lo que ella vendía su cuerpo… la ira lo embargó. No quería que nadie tocase a Bella. Ella era suya. Nadie tenía derecho a tocarla sin que ella quisiera. Y estaba seguro de que ella no lo quería. Se preguntó si con él había pasado lo mismo peor lo descartó de inmediato; él le había dado la opción y había visto en sus ojos el deseo de que la tomase.

Dios…estaba frustrado. ¡Frustrado y decepcionado! Tenía que buscarla y hablar con ella. Sino se volvería loco.

Miró el reloj; las doce y media. Y estaba agotado de pensar. Decidió que empezaría al día siguiente. Costase lo que costase, encontraría a Bella.

Capítulo 3: Conociendo a Edward Cullen Capítulo 5: Reencuentro Agridulce

 
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